Por Ruth Torres Agudo
Resumen
Durante la segunda mitad del siglo XVIII, la vida económica y política de la ciudad de Santo Domingo estuvo controlada por un sector social compuesto, en su mayoría, por hacendados, tanto criollos como peninsulares, que establecieron vínculos socio-económicos, políticos y familiares. De tal forma que un grupo de familias fueron las que dominaron las distintas esferas de poder de la isla y, particularmente en la mencionada ciudad de Santo Domingo. Las relaciones de proximidad nos permite conocer cuáles fueron las estrategias que estas familias utilizaron para consolidar su posición e intereses, como fue el caso de los Campuzano-Polanco. En ésta última se centra el presente trabajo.
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Texto integral
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Las investigaciones sobre la República Dominicana van ganando importancia dentro del conjunto del americanismo. Desde hace varios años contamos con trabajos realizados tanto en el ámbito sociológico y político como en la rama de la investigación histórica. A pesar de ello sigue habiendo importantes lagunas, particularmente en el segundo campo, debido a que aunque haya periodos muy estudiados como el siglo XVI o el siglo XIX, faltan por estudiar en profundidad los siglos XVII y XVIII. En este sentido, uno de los vacíos más importantes es el estudio de la élite colonial y contemporánea tanto de la ciudad capitalina de Santo Domingo como del resto de poblaciones de la isla.
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Lo único con lo que se cuenta hasta el momento son algunos escritos aportados recientemente por Justo del Río Moreno sobre los “señores de ingenios y de ganado” durante el siglo XVI y los de Antonio Gutiérrez Escudero de principios del siglo XVIII, que se equiparan a los del anterior al señalar la importancia de la existencia de una élite política y económica que acaparaba los órganos de gobierno y los recursos económicos de la isla 1. Otros, incluso niegan que haya existido a lo largo de la época colonial de Santo Domingo una oligarquía económica 2.
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No sólo para éstas sino también para las élites actuales, disponemos de los trabajos realizados por Manuel Alcántara y un grupo de investigadores del Instituto Interuniversitario de Iberoamérica en la Universidad de Salamanca, que estudian las élites parlamentarias de América Latina, entre ellas las de la República Dominicana3. Una escasa producción bibliográfica frente a la abundante variedad temática y metodológica existente al respecto en el panorama de la historiografía americanista. Ésta última lleva bastantes años comprometida estudiando las élites y, en torno a ella, las relaciones de parentesco, clientela, amistad, familia..., en definitiva, formas de sociabilidad que tienden a conformar redes familiares y relaciones económicas, políticas y sociales; en última instancia redes de poder 3.
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La élite de la ciudad de Santo Domingo, en la segunda mitad del siglo XVIII, estaba representada por un grupo de familias poderosas. Pero a diferencia de la élite cubana o mexicana, que contaban con numerosos títulos nobiliarios y participaban como caballeros de alguna orden militar, curiosamente, la de Santo Domingo no consiguió tan alta insignia. En su gran mayoría, estos grupos familiares se encontraban involucrados en la ganadería y en la floreciente agricultura dedicada a la producción de azúcar, cacao y tabaco. Esta élite también participó en el gobierno y en el ejército -bien en los cuerpos fijos o las milicias- y se interesó por el prestigio que le otorgaban sus grados militares y los llamativos uniformes, además de la preeminencia social que les proporcionaba frente al resto de la población 4.
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Los Campuzano-Polanco fue una de estas familias importantes que además validaron su distinción social por medio de los matrimonios ventajosos. Aunque la familia Campuzano-Polanco es la que centra nuestro mayor interés, no se puede olvidar que en Santo Domingo convivían una serie de apellidos ilustres, ricos y muy influyentes, algunos de ellos incluso más poderos que los propio Campuzano-Polanco, y con los que lograron integrarse gracias a las estrategias matrimoniales. En este sentido la endogamia fue práctica habitual entre los personajes de más peso de la isla, que al casarse con parientes más o menos cercanos y con otros apellidos que compartían un similar status y un elevado índice de participación en la política local, trabaron una compleja red de relaciones familiares que contribuyeron a reforzar su cohesión interna y a sostener en pocas manos todos los intereses económicos, políticos y sociales.
En cualquier caso y aunque existieran estos hábitos endogámicos dentro de la élite de Santo Domingo no significa que fuesen reacios a admitir a peninsulares; al contrario, algunos antiguos linajes y otros más recientes no tuvieron ningún problema en incorporarlos. Es más, en ocasiones, les podía interesar diversificarse dentro del núcleo familiar y así garantizar la perpetuación del status familiar en otras instancias del poder, como por ejemplo en la real hacienda, la audiencia y el ejército. De hecho el matrimonio fue el mecanismo más frecuente de inserción de los funcionarios reales en la élite local, aunque en la estrategia familiar de los Campuzano-Polanco por el momento desconocemos la existencia de enlaces con peninsulares. Sin embargo, el linaje de esta familia tuvo sus orígenes en el matrimonio, celebrado a finales del siglo XVII, entre un peninsular, funcionario del gobierno metropolitano y una criolla. Este enlace permitía al cónyuge vincularse a la sociedad local y participar en los espacios de sociabilidad de la misma al que en un principio era ajeno. Asimismo, otras familias de renombre de la segunda mitad del siglo XVIII como los Heredia, Mieses, Ponce de León o Guridi, entre otros, tenían sus orígenes familiares establecidos a través de ese tipo de vínculo matrimonial, ya que habían ido uniéndose entre sí y enlazando sus intereses en aras de una primacía local.
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La localización y el estudio de esta red de relaciones (o red social), de sus transformaciones y adaptaciones, permite reconstruir y mostrar en este trabajo el comportamiento socio-político y el progresivo ascenso de la familia Campuzano-Polanco a través de las sucesivas generaciones que habitaron en Santo Domingo desde las últimas décadas del siglo XVII hasta finales del siglo XVIII, llegando, algunos de sus miembros, verdaderamente lejos, no sólo en la élite local, sino dentro, incluso, de la propia sociedad criolla de otros lugares, así como de la metropolitana ya a principios del XIX.
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Para reconstruir ese sistema relacional, es imprescindible acercarse a los vínculos sociales sobre los que ésta se constituye. En este sentido, como señala Juan Pro, la familia “es el núcleo en donde se fusionan las relaciones y contactos adquiridos por los individuos en todas las facetas de su actividad, es la pieza clave de la red de relaciones de un individuo o de un grupo” 5. Tales relaciones se articulan mediante una cohesión basada en el establecimiento de lazos de parentesco, amistad, alianzas matrimoniales y de clientela. Así pues, junto con el análisis de relaciones sociales, también se ha utilizado la prosopografía con el objetivo de analizar el comportamiento de este grupo familiar de la élite.
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Fundación de la familia:
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La familia Campuzano-Polanco surgió de la unión de una criolla que pertenecía a una importante familia local de la ciudad de Santiago, también conocida como Santiago de los Caballeros -que junto a la capital, Santo Domingo, eran las localidades más importantes de la isla- y de un joven funcionario de la burocracia española que había llegado a finales del siglo XVII 6. Este joven, Gregorio Semillán Campuzano, había nacido en Guadalajara y fue bautizado en la Iglesia parroquial del Salvador el 29 de noviembre de 1648. Era hijo de Gregorio Semillán (o Fuen Semillán) y Magdalena de Oro, y nieto, por parte materna, de Francisco de Oro y Catalina Campuzano. En 1670 a la edad de veintiún años se embarca hacia La Isla Española donde participó activamente en la vida política y militar de la isla. Sus estudios de derecho en la Universidad de Toledo le permitieron ocupar distintos empleos en la Audiencia de Santo Domingo. Fue relator entre 1672 y 1681, siendo nombrado, en este último año, fiscal interino por la falta de ministros; actuó como juez asociado desde 1675 en diferentes causas, y a partir de 1679 como abogado de la misma. Durante este último año desempeñó interinamente el empleo de alcalde mayor y gobernador de armas de la ciudad de Santiago y de la costa del norte de la isla. Probablemente también se le favoreció para que la Corona lo nombrase asesor general del presidente, gobernador y capitán general de la isla Francisco de Segura Sandoval y Castilla (1678-1684). Cargo, éste, importante, ya que era uno de los ayudantes principales con los que contaba el presidente en el gobierno político y judicial, y para el cual era imprescindible ser letrado. Además ejerció varias comisiones como juez asociado en San Juan de Puerto Rico 7.
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Se debe subrayar la participación relevante de este personaje, cuando ejercía como alcalde mayor de Santiago, en la azarosa lucha contra las sucesivas incursiones de los bucaneros y filibusteros que se acercaban a la costa norte de la isla en busca del cuero y sebo que sacaban del ganado. Hay que recordar que en esta campaña y, particularmente, en la de expulsar a los franceses asentados en La Isla Tortuga no sólo participaron las milicias locales sino que también se recurrió a la “gente noble y caballeros de la ciudad de Santo Domingo” 8. La actuación contra los temibles franceses y el temor con el que vivía la población de Santiago ante un posible ataque, queda bien reflejado en un Memorial que escribió en 1687 y en el que además, describe la situación socio-económica de la isla en su época 9.
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Contrajo matrimonio en la ciudad de Santiago con María Josefa Pérez Polanco, hija de Pedro Pérez Polanco y Bernarda Martínez de Rojas 10.El padre de María había servido en el ejército entre 1656 y 1678 como soldado de infantería miliciana, capitán de diferentes compañías del batallón, sargento mayor de ellas y gobernador de las armas de dicha ciudad. Participó en diferentes luchas que hubo, por aquel entonces, contra los franceses para combatir los ataques y las invasiones que realizaron sobre el territorio de La Española. Al igual que éste, su abuelo por parte paterna, García Pérez Polanco, también había sido un militar destacado, pasando de alférez a capitán de infantería hasta lograr ser gobernador de armas de la banda norte de la isla desde 1639 hasta 1652, año en el que falleció 11.
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El casamiento entre Gregorio Semillán Campuzano y María Josefa Pérez Polanco selló la entrada definitiva de Gregorio en el núcleo de la élite local de la ciudad de Santiago. Así, se integró en la red familiar de su mujer, una familia criolla que se dedicaba a las actividades agropecuarias y con un peso importante en el ejército. 12
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De dicha unión nacieron: Francisco Gregorio, Pedro, José, María Magdalena, María Josefa, y Francisco, a quienes se les asignó un rol específico. De la misma manera que las familias de la élite hispanoamericana las de Santo Domingo trataron de proporcionar a sus hijos educación, bien fuese en el estudio de las leyes o en materia religiosa, para poder ingresar en algún cargo administrativo y asegurarse un futuro. La obtención de un cargo público y un grado militar, además de prestigio social, podía facilitar, a la larga, beneficios en las actividades agropecuarias o comerciales a las que también empezaron a dedicarse alguno de sus descendientes. De entre los hijos del mencionado matrimonio cabe destacar la trayectoria social y profesional de cuatro de ellos. En este caso, habría que mencionar que tanto éstos como sus posteriores generaciones seguirán utilizando los apellidos Campuzano-Polanco. De tal modo que el apellido se convirtió en un signo de reconocimiento e identidad y a través del cual se justifica la antigüedad, extensión y prestigio familiar, proceso en el que la memoria y -por ende las hazañas y hechos distintivos de sus ancestros-, juega un papel fundamental.
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Segunda generación
Francisco Gregorio:
Francisco Gregorio Campuzano Polanco, se dedicó a la vida clerical para lo cuál estudió en una de las universidades más prestigiosas de la ciudad de Santo Domingo: la Universidad de Santiago de la Paz, también conocida como Gorjón, perteneciente a los jesuitas. En dicha Universidad se graduó como Doctor en Cánones y ejerció como profesor. Fue prior del Convento de Santo Domingo hacia 1720 y Provincial del área de Santa Cruz de las Indias con una amplia jurisdicción sobre los conventos de Santo Domingo, Puerto Rico, Venezuela, Cuba y Jamaica 12.
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Pedro:
.Pedro Campuzano Polanco igual que su abuelo y bisabuelo por parte materna se inició “desde muy tierna edad” en la carrera militar como alférez de una de las cuatro compañías del batallón y milicias de la ciudad de Santo Domingo, donde el 20 de abril de 1708 obtuvo el grado de capitán de una de ellas, concedido por el gobernador interino Sebastián Cerezeda y Girón 13. Al quedar vacante una plaza de capitán en una de las compañías de caballería, Pedro fue ascendido a dicho puesto, el 12 de enero de 1711. El 4 de junio de 1719 fue nombrado por el gobernador y capitán general, Fernando Constanzo y Ramírez, teniente coronel de la ciudad de la Vega, villa del Cotuí y sus partidos, encargándose de desalojar a los enemigos que se acercaban a las costas, en particular los franceses. En 1721 colaboró en la reconstrucción de las fortificaciones de la plaza de la ciudad de Santo Domingo y su almacén situado en La Fuerza, donando varias yuntas de bueyes para la conducción de piedra y esclavos como peones. Colaboración que continuó realizando en sucesivas reparaciones que necesitó la Plaza de Santo Domingo. En ese mismo año participó en la pacificación del levantamiento que hubo en la ciudad de Santiago, conocido como la “revuelta de los capitanes” 14. También acogió a algunas familias que fueron incorporadas a la isla en el Naufragio de Azogues. En el ayuntamiento de la ciudad de Santo Domingo desempeñó el empleo de alférez real, de alcalde ordinario en 1752 y de alcalde de Santa Hermandad entre 1753 y 1754 15. José:
.José Campuzano Polanco, fue soldado arcabucero desde el 30 de diciembre de 1717 hasta el 4 de marzo de 1719, en la compañía del capitán y sargento mayor del presidio Juan Pérez-Caro, una de las más antiguas de la plaza de Santo Domingo16. En este año emprendió la carrera de armador de corso, cuya función era la de eliminar el ilícito comercio al que se habían acostumbrado los isleños, quienes, ante la escasez de productos básicos debido al lento y escaso comercio con España, se vieron obligados a buscarlos en los comerciantes ingleses, franceses y holandeses que de camino a sus colonias realizaban paradas en la costa de la isla, fundamentalmente en el norte, proporcionándoles productos que iban desde harina, vino, aceite, queso y jamón, a géneros textiles, a la vez que obtenían ganancias de ese intercambio.
Los corsarios se dedicaban a patrullar la costa para evitar ese tipo de transacciones, deteniendo a cualquier barco que llevase una mercancía que hubiera sido vendida ilegalmente, la cual era requisada, y después, irónicamente, era puesta en pública subasta en los puertos españoles. Pero para poder dedicarse a ello había que recibir de la Corona un permiso específico, conocido como “patentes”. Además por cada barco apresado el corsario debía pagar una serie de impuestos 17.
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José Campuzano estuvo dedicado a esta actividad entre 1719 y 1731, convirtiéndose por aquella época en uno de los corsarios más importantes. Entre esos años llegó a participar en veintisiete campañas distintas, apresando alrededor de cincuenta embarcaciones extranjeras de las cuales treinta y siete fueron introducidas en el puerto de Santo Domingo, y las restantes en otros lugares en los que le concedieron patentes para realizar tales expediciones, como la ciudad de Cartagena, Santa Marta, Maracaibo, Puerto Rico y la isla de Santa Cruz, entre otras 18.
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Esta actividad no sólo ayudó a que la población de Santo Domingo se autoabasteciese con los productos básicos ya expresados, sino que también proveyó de la mano de obra esclava, tan necesaria para los hacendados. El clérigo Antonio Sánchez Valverde pone de manifiesto esta situación de la isla incluso para la segunda mitad del siglo XVIII de la que dice: “ […] Entonces nos rindió el Corso más que nunca”19, ya que contribuyó “[…] al alivio de una Isla miserable el ingreso de tantos efectos y de tantos Barcos que compraban, o los mismo Estrangeros que se hallaban en la Capital, o los Vecinos de otras Poblaciones Españolas, que venían en busca de estos efectos para llevarlos a sus respectivas Islas o Provincias, con los correspondientes registros. Sobre todo, los Negros eran el renglón mas útil y estimable”20. Las dificultades de su aprovisionamiento hicieron que fuese la mercancía más codiciada entre los corsarios, ya que era por lo que se les pagaba más dinero. En 1729 los tres barcos que poseía José Campuzano para el corso capturaron dos embarcaciones inglesas con 189 esclavos que fueron valorados alrededor de 35.000 pesos 21.
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También permitió que las personas dedicadas a éste negocio se enriquecieran. En alguna ocasión, incluso contribuyó a que se produjese algún que otro conflicto con las autoridades de la población donde había sido capturado el barco, o entre la Corona española y otra nación (generalmente Inglaterra) cuando los corsarios detenían una embarcación que navegaba legalmente, o al hacerse durante un periodo de paz entre ambas naciones. En tal caso, se obligaba al corsario a restituir los daños causados.20
José Campuzano tuvo que hacer frente en tres ocasiones a este tipo de situaciones: la primera en 1720, al tomar una fragata holandesa frente a la costa venezolana, que llevaba cacao; la segunda en 1727, cuando apresó seis barcos ingleses cerca de la isla de Saint Croix, y el tercer incidente, al capturar la fragata inglesa El Dorado en la costa de Santo Domingo el 20 de junio de 1728, en la que se transportaba azúcar y pipas de aguardiente. Aunque, finalmente, en los tres incidentes, los apresamientos fueron declarados legales, hay que destacar que la última captura causó un importante problema diplomático entre la Corona española y la inglesa ya que en marzo de ese mismo año se habían empezado las negociaciones de paz entre ambas colonias. España había establecido que todos aquellos barcos que hubiesen sido apresados a partir del 22 de junio de dicho año serían devueltos, a excepción de aquellos que fuesen aprehendidos por realizar comercio ilícito. José Campuzano lo había capturado antes de la mencionada fecha, sin embargo los ingleses aprovecharon la situación para discutir que había sido realizado después de la fecha límite.
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En tanto se dictaba sentencia sobre el asunto, José Campuzano tuvo que hacerse cargo del cuidado del barco y de los prisioneros. Entretanto, y por mandato del gobernador, Francisco de la Rocha-Ferrer (1723-1731), la mercancía había sido depositada en los almacenes reales y se había perdido a causa de la humedad. Finalmente, el veredicto favorable dado a José en mayo de 1730 no sólo acabó dándole la razón sino que fue compensado con 2.000 pesos por todos los gastos a los que había tenido que hacer frente durante los dos años de espera y por la pérdida de dichos productos 22.
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También colaboró costeando a sus expensas, la escolta de una de las embarcaciones que viajaban de Santo Domingo a Cuba y en la que transportaban los papeles de la visita que habían realizado algunos funcionarios del Tribunal de Cuentas de Barlovento ante el temor de que “podia padecer algun peligro en este viage, por tenerse entendido, que pyrateaban los Enemigos aquellas Costas, y no ser capaz dicho Bergantín de oponerse a sus insultos […]”23.
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Paralelamente a este incidente, continuó su carrera militar. El 7 de marzo de 1726 fue nombrado por el coronel Francisco de la Rocha-Ferrer (presidente de aquella Audiencia) teniente coronel de las milicias de la ciudad de Monte Plata, Bayaguana y las villas de Higüey y el Seibo. Su currículum se completó al participar en la política local, ocupando un regimiento en el ayuntamiento de la ciudad de Santo Domingo 24. Casado con Melchora de Lanz y Ezpeleta, una criolla que procedía de Cartagena de Indias, hija de José Martín de Lanz y de Antonia Ezpeleta y Anaya 25.Relación que le vincula con el que fuera gobernador y presidente de la Audiencia de Santo Domingo, Francisco de la Rocha-Ferrer, ya que éste estaba casado con una hermana de Melchora, Elvira Josefa de Lanz y Ezpeleta 26.
Francisco:
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Francisco Campuzano Polanco fue bautizado el 16 de abril de 1689. Su posición social le permitió alcanzar el título militar de Maestre de Campo, uno de los grados militares más altos dentro del rango militar. Su compromiso matrimonial con Isabel de Padilla y Guzmán, desaprobado por su madre María Josefa Pérez Polanco, fue roto. Los motivos alegados fueron las “presuntas máculas que había en el linaje de la novia” 27. Las dudas sobre la limpieza de sangre de la familia Padilla y Guzmán ocasionaron una disputa entre ambas familias, que trataron de legitimar y esclarecer su origen, hasta el de sus parientes, argumentando la conexión que mantenían con los miembros destacados de las familias principales de la ciudad de Santiago. Esta modalidad de comportamiento, muy común entre la élite hispanoamericana y, sobre todo, en aquellos lugares donde la población negra era abundante, se traduce en un intento de evitar este tipo de enlaces desiguales que comprometan a los miembros de las principales redes familiares de las ciudades y la inevitable práctica endogámica. Con tal fin los familiares, padres o hermanos solicitaron la dispensa, sin embargo Francisco Campuzano “no pudo soportar lo ocurrido […]” 28 y decidió trasladarse a la ciudad de Coro (Venezuela).
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Allí se casó el 6 de marzo de 1714 con María Francisca Morillo Fernández y estableció su residencia. Se dedicó a la agricultura, llegando a fundar haciendas de cacao. En esta ciudad ejerció como teniente gobernador, oficial de las reales cajas y fue elegido alcalde ordinario y provincial en el cabildo 29. Tuvo cinco hijos, de los cuáles tres regresaron a la ciudad de Santo Domingo aunque sólo uno de ellos acabó residiendo en ella. La costumbre de que los padres decidieran la vocación profesional de los hijos continuó en estas generaciones. A los hijos se les asignó la carrera política y militar y la dedicación a actividades agropecuarias, mientras que a las hijas se les facilitó el casamiento con algún criollo rico. Entre aquellos hijos que se establecieron en Coro, María Magdalena Campuzano y María Josefa se casaron, la primera con Francisco Dávalos y Chirinos, alguacil mayor del Santo Oficio, y la segunda con Franco Luís del Manzano Oteiza. Por su parte, Francisco Campuzano ocupó los empleos de regidor y alcalde en la ciudad de Coro donde contrajo matrimonio con María Juana Fernández de la Colina. Había realizado sus estudios en el colegio de la Compañía de Jesús en la ciudad de Santo Domingo, donde también se habían trasladado a estudiar sus hermanos José y Pedro Manuel, que falleció siendo colegial 30.
Tercera generación:
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José acabó residiendo en dicha ciudad 31. Su integración en los sectores dominantes locales no le debió resultar difícil, lo que se constata a través de su matrimonio con la criolla Rosa Fernández de Lara, hija del oficial real Julián Fernández Pérez y de Catalina Francisca Fernández de Lara. Tanto él como sus hijos se dedicaron a la agricultura y a la ganadería. El padre de José Campuzano, aunque vivía en Coro siguió manteniendo sus relaciones con la parte española de la isla. En ésta, en el paraje de Barbarroja (del que toman el nombre), poseía algunas propiedades tales como un ingenio de azúcar y un hato de ganado mayor con 1.000 cabezas. Al morir en 1741 las heredaron sus hijos, y en particular José Campuzano quién pasó a administrarlo directamente al residir en Santo Domingo. Para esa fecha el mencionado hato tenía un “bojío de vivienda *, que es de tabla y cobijada de yagua, dos camas de bancos [...], una imagen de un cristo enmarcada de una cuarta de ancho maltratado, una mesita pequeña con dos tures y un taburete maltratado, una cocina elevada con su barbacoa cobijada de yagua maltratada, dos burenes de hierro, el guarda tablas de caobas, un cepo, y un par de estribos”. 32. Al cuidado de él se encontraban dos esclavos mayorales. A pesar de que la documentación nos especifica la composición del hato, no proporciona datos sobre el valor total, como igualmente sucede con el ingenio Barbarroja y del que también se da noticias de su contenido como se detalla en la tabla 1.
En una de las visitas que realizó a la isla el padre de José, antes de morir, fundó en la catedral de esa ciudad una capellanía, con un principal de 1.000 pesos para lo cual, obligó a su persona y bienes, y, en especial, hipotecó el hato Barbarroja, situado en las sabanas del ya mencionado ingenio. Pretendía que, a través de la renta que ésta produjese “a razón de 20.000 el millar cada año”, 33. se pagara a tres músicos que deberían ir, junto con los chirimías que todas las tardes salían de la capilla del Rosario, sita en el convento Imperial, a acompañar al rezo del rosario por las calles de la ciudad de Santo Domingo.
La imposición del censo también tenía como objeto que las expresadas rentas permitieran mejorar y aumentar el ganado del hato, con la condición de que no se pudiera “vender, ni enajenar hasta que sea redimido su principal […]” 34.
Un mecanismo muy utilizado por los hacendados de Santo Domingo para mantener indivisa la propiedad y garantizarla a sus descendientes, para obtener crédito, y para destinar a un miembro de la parentela a la Iglesia, quien se encargaría de ejecutar lo mandado, aunque en el caso de la capellanía fundada por Francisco, ordenó que fuese la hermandad de Nuestra Señora del Rosario, perteneciente al mencionado convento. En éste la familia de los Campuzano-Polanco poseía la capilla privada del Rosario y en ella tenían un sepulcro propio. Si bien la finalidad de la misma era funeraria, ésta también cumplió el papel de resaltar su estatus privilegiado y el respeto ante la sociedad, función que igualmente jugaron la celebración de misas mediante el sistema de capellanías, las inscripciones de los epitafios y la representación de insignias de su blasón, como la que existe sobre la sepultura de mármol de los Campuzano-Polanco y en la que dice: “este enterramiento pertenece a los S.S. Campuzanos Polancos de la isla y ciudad de Santo Domingo como la capilla en que esta, fue mandada poner esta losa por el señor regidor decano de dicha ciudad Don Joseph Campuzano, año de 1758 ” 35.
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Tabla 1 (en preparación). Composición del ingenio Barbarroja, 1741
Fuente: (ARB) legajo 25 (1773-1824).
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En el cabildo de la ciudad de Santo Domingo ocupó algunos empleos como el de regidor, para el que fue nombrado el 31 de enero de 1752 por el propio gobernador Francisco Rubio y Peñaranda (1751-1759). En 1755 ocupó el de fiel ejecutor, el de alcalde de Santa Hermandad en 1751 y 1756, y el de padre general de menores en 1757. Tras una Real Cédula del 28 de octubre de 1758, se manda crear para el ayuntamiento el oficio de alcalde provincial de la Hermandad, cargo que también ocupó José Campuzano mediante el nombramiento que en él hizo el mencionado gobernador 36. El alcalde provincial de la Hermandad era un jefe superior sobre los otros dos alcaldes de la Santa Hermandad que existían en el cabildo y cuya función era la de velar por la seguridad en el área rural de la jurisdicción de la ciudad de Santo Domingo. Estos se elegían de igual manera que los alcaldes ordinarios, es decir, anualmente cada 1 de enero. En cambio el cargo de alcalde provincial de la Hermandad fue creado con el objetivo de que entrase dentro de la categoría de los oficios vendibles y renunciables para así engrosar las cajas reales, aunque el primero en ocupar este puesto fue a través de un nombramiento. Entre las actividades que realizó José Campuzano durante el año siguiente a su nombramiento destaca una salida al ingenio del alcalde ordinario Lorenzo Fernández de Castro, para averiguar las causas de la muerte de una esclava de éste, y otra, a los ingenios La Jagua y Camba de los jesuitas por un alzamiento de negros que hubo en ellos 37.
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Si bien fue favorecido por el gobernador Francisco Rubio y Peñaranda tanto al concederle el empleo de regidor como el de alcalde provincial del cabildo, con el siguiente gobernador Manuel Azlor y Urríes (1759-1771) tuvo un enfrentamiento cuya consecuencia fue el pago de una multa pecuniaria, la retirada del cabildo sin que pudiera tener voz activa y el destierro a la ciudad de Coro durante diez años sin que pudiera regresar sin licencia. La actitud hostil del gobernador se debía, en parte, a las ofensivas expresiones contra él y su gobierno, en particular durante el año de 1762, en que los ingleses tomaron La Habana y de la que él mismo comenta: “[…] Campuzano, desfigura mis trabajos, dice que el lugar no estuvo abastecido de víveres almacenados […]” 38,así como por no haber mejorado el resguardo de la plaza con motivo de la guerra con los ingleses. Términos que según el gobernador fueron acompañados por otros miembros del cabildo, su cuñado el alcalde de Santa Hermandad José Fernández de Castro y el alcalde ordinario Tomás de Heredia, que integraban “el bando Campuzano” 39.
Al igual que José Campuzano Polanco, éstos también fueron multados con una cantidad de 500 pesos cada uno y suspendidos por dos años de los empleos de regidores en virtud de la Real Cédula de 12 de marzo de 1765 40. La puesta en tela de juicio del comportamiento de José Campuzano y sus allegados, está relacionada con el de tema de las relaciones sociales. Hay que tener en cuenta que la llegada o cese de un gobernador podía producir según Pilar Ponce Leiva “un cambio sustancial en el equilibrio de fuerzas”41 y por tanto en el uso de parcialidades dentro de la élite local, al favorecer a unos u otros. Por ello no es de extrañar que produjese molestias no sólo entre la élite, en particular a José Campuzano, sino también entre algunos ministros de la audiencia, el hecho de que tuviese un trato especial el comandante de artillería Benito Lisle, contra quien también iban dirigidas las quejas, y un pasquín que circulaba por la ciudad en respuesta a la posición de él en la junta de guerra celebrada el 12 de abril de 1762 ante la posibilidad de que los ingleses se disponían a atacar la ciudad de Santo Domingo. El mencionado Lisle, planteaba que en tal caso sería conveniente que la población se retirase con todos los vecinos a tierra adentro, mientras que otros como el ingeniero Antonio Álvarez Barba, y los del bando Campuzano proponían defender la plaza.
Aunque José Campuzano, José Fernández y Tomás Heredia perdieron sus empleos temporalmente, a través del seguimiento de sus familias y el parentesco que entablaron con otras, se puede constatar que continuaron estando presentes en el cabildo. Es posible que a pesar de ser expulsado, José Campuzano Polanco permaneciese por lo menos hasta 1768 en Santo Domingo. De hecho, para esa fecha, colaboró junto con el regidor Antonio Dávila Coca y Landeche en la elaboración de unas ordenanzas que regularan la vida de los esclavos. Posteriormente, lo más probable fue que marchara a Coro, pues, a partir de esta fecha, no aparece en la documentación ninguna otra mención sobre él hasta que, hacia 1781, su mujer Rosa Fernández de Lara, solicita permiso para su regreso y para ocupar el mismo oficio que antes tenía 42.
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Cuarta y quinta generación:
José Campuzano y Rosa Fernández de Lara tuvieron cuatro hijos, tres mujeres María Magdalena, Josefa y María Magdalena Catalina y un varón, Adrián. Las hijas como ricas criollas enlazaron con familias poderosas y prestigiosas del distrito. En cuanto al varón, Adrián, fue abogado de la audiencia y contrajo matrimonio con su sobrina Rosa Pérez-Caro Campuzano.33
La política matrimonial llevada a cabo por José y Rosa respecto a sus hijos tendió a buscar cónyuges dentro de su mismo grupo social. Así, sus hijas se casaron con hacendados pertenecientes a algunas de las sagas familiares más importantes de la ciudad de Santo Domingo. Los miembros de dichas familias ocuparon cargos edilicios y, como propietarios de haciendas y hatos, fueron los más interesados en legislar de acuerdo con sus intereses. También desempeñaron otros cargos en diversas ramas de la administración, como oficiales reales, en el ejército e incluso, en la universidad. El interés por este tipo de casamientos era doble: por un lado se aseguraban el poder político y económico de unas cuantas familias, y por otro, la limpieza de sangre. Cuestión ésta, de gran importancia ya que en las sociedades donde abundaba la población negra y, en consecuencia, era elevado el mestizaje, estaba considerada como un estigma racista. De manera que no era extraño que la élite impidiera cualquier matrimonio desigual que pusiera en entredicho la calidad de su familia (sobre todo en cuanto al color de la piel). Además, no hay que olvidar que este sector social tenía prohibido participar en los cargos públicos y clericales, aunque en ocasiones lograron obtener permisos de la Corona. La endogamia fue uno de los principales mecanismos utilizados para su reproducción y perpetuación, hasta el punto que fue continuado incluso por los nietos de José Campuzano. Así, en la figura 1, pueden observarse, los enlaces estratégicos.
La primera de las hijas de José Campuzano y Rosa, llamada Josefa, se casó con un rico hacendado, José María Mieses Guridi, hijo del regidor Juan Mieses Ponce y Ana Guridi Concha, que poseía, por entonces, el grado de alférez. Ésta unión le permitió emparentar con otras dos familias importantes de la ciudad, los Mieses Ponce de León originarios de Zamora y los Guridi, de ascendencia vasca. En la segunda mitad del siglo XVIII esta última familia estaba considerada como el prototipo de poderosos hacendados.
La segunda, María Magdalena, se desposó con Nicolás Heredia Serrano-Pimentel, hijo de Domingo Heredia Castro-Coronado y de Isabel Serrano-Pimentel Paredes. De este modo se integró en esta encumbrada familia de hacendados, con amplia participación en el cabildo, el ejército y la iglesia, y con amplias vinculaciones de parentesco y amistad con otras familias principales de la ciudad, como la de los ya citados Mieses Ponce de León y los Guridi, entre otros. Nicolás Heredia estaba considerado como “uno de los sujetos con más caudal de aquella ciudad” 43. Destacaba entre sus propiedades la hacienda de cacao Palavé, que valdría, poco más o menos, 22.000 pesos, y cuatro hatos de ganado vacuno llamados Árbol Gordo, El Madrigal, Reparadero y La Cruz 44.
Las hijas de María Magdalena y Nicolás continuaron realizando casamientos con miembros de importantes familias de hacendados. Así, Francisca Xaviera contrajo matrimonio con Simón Garay y Salcedo, ascendiente de una antigua estirpe asentada en la isla desde principios de la colonia, que poseía el mayorazgo Garay, fundado en 1513 por el adelantado Francisco Garay y Salcedo. En el momento de su fundación, las fincas de los Garay estuvieron formadas por numerosos terrenos en Santo Domingo y en Jamaica, aunque las de esta última isla, en su mayoría se perdieron al pasar aquella isla al dominio británico. Si bien para finales del siglo XVIII los bienes de este mayorazgo, así como las propiedades rústicas que poseían en la villa de Baní y solares en la ciudad de Santo Domingo, habían disminuido. A principios del XIX Francisca Xaviera, los consideraba prácticamente perdidos. Se encontraba en una situación crítica y se vio obligada a pedir a la Corona alguna pensión para su subsistencia y la de sus hijos 45. Circunstancia que tuvieron que sufrir gran parte de la población de la parte occidental de la isla y, en particular, el sector dominante, cuando mediante el Tratado de Basilea, celebrado en 1795, España la cedió a los franceses. Una de las consecuencias más inmediatas fue intentar arrendar o vender las propiedades para, posteriormente, emigrar a otros lugares, destacándose entre ellos, Venezuela, Puerto Rico y Cuba. En el caso de aquellos que poseían mayorazgo, tuvieron que solicitar a la Corona permiso, al ser inajenable. Habría que añadir sin embargo que las pérdidas y destrozos de muchas de las fincas para aquella época, -en concreto las de Francisca Xaviera- también se debieron a otras circunstancias posteriores como la entrada de los negros a la orden de Toussaint Louverture en el año de 1800, la toma de posesión de los franceses blancos en 1802, o la venida de Desallines en 1805 y, por último, a la Reconquista de los españoles en 1809 46.
María de los Ángeles Heredia Campuzano contrajo matrimonio con el contador oficial Antonio Angulo Coca, hijo del peninsular Lorenzo Angulo Medrano y de la criolla Josefa Coca Landeche, miembro de una de las redes familiares de hacendados más importantes y opulentas, los Landeche-Bastidas. Mientras que María Merced se casó en Caracas con su primo hermano el oidor y abogado José Francisco Heredia Mieses. José Francisco era un encumbrado personaje criollo de la época. Estudió Leyes en la Real y Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino, obteniendo los grados de bachiller en Cánones (1792), el de Licenciado (1793) y el de Doctor (1794), así como el título de Doctor en Derecho Civil (1801). Su preparación le permitió ejercer como profesor en mencionada Universidad, obteniendo la Cátedra de Vísperas de Cánones (1794) y Prima de Leyes (1801), y como abogado en la Audiencia de Santo Domingo donde fue recibido en 1795. Y titulado por el Consejo de Castilla tres años más tarde, le daba la posibilidad de ejercer en cualquier tribunal de España y sus reinos. Además desempeñó otros cargos políticos como Juez de Bienes de Difuntos de Santo Domingo (1803), Asesor del Gobierno e Intendencia de Pensacola, en la Florida Occidental (1806), oidor decano y regente interino en la Audiencia de Caracas (1812-1817) y alcalde de crimen en la Audiencia de México, donde murió (1819-1820) 47.
María Magdalena Catalina, hija de José Campuzano y Rosa Fernández, se casó con Ignacio Pérez-Caro y Oviedo, perteneciente a una familia criolla. Los orígenes de ésta se remontan, de igual forma que la de los Campuzano, al siglo XVII y está representada por su bisabuelo, el sevillano Ignacio Pérez-Caro, quien se trasladó junto a su mujer para desempeñar el empleo de gobernador y presidente de la Audiencia entre 1690 y 1696, y más tarde, sustituir al gobernador Juan Barranco, de 1702 a 1706. Acabaron residiendo en la isla de forma indefinida, por lo que crearon importantes conexiones con la élite local de Santo Domingo dedicada a las actividades agropecuarias a las que también se dedicaron los Pérez-Caro. Los miembros de esta saga también se caracterizaron por su activa vocación militar. En efecto, el marido de María obtuvo el grado militar de coronel después de un amplio currículo dentro del ejército de Santo Domingo 48.
A la cesión de la parte española a los franceses, Ignacio y María Magdalena Catalina se trasladaron a La Habana con tres de sus cuatro hijos. Entre ellos cabe destacar al joven Francisco Xavier Caro de Oviedo y Torquemada, nacido en 1773 49. Fue el más famoso de los hijos ya que llegó verdaderamente a cotas altas dentro de la administración metropolitana. Pero, antes de iniciar esta escalada, sus padres procuraron que estudiara y así lo hizo. Inició sus estudios de Letras en la Universidad de Santo Tomás de Aquino en la ciudad de Santo Domingo, y a la edad de diecisiete años fue enviado para continuarlos en la Universidad de Salamanca, en la que estuvo alrededor de once años. Estudió en las Facultades de Leyes y Filosofía, obteniendo el grado de Bachiller en leyes el 29 de julio de 1793 y el de Licenciado el 12 de abril de 1796. Alcanzó una enorme influencia en esta Universidad, donde además de desempeñar varias cátedras a las que opositó, como la de Vísperas de Código, o una de las de Instituciones Civiles, fue diputado entre el curso noventa y siete y noventa y ocho, encargándose junto a otros de todo aquello concerniente a las cuentas del centro universitario. Francisco Xavier llegó a ser rector de la Universidad de Salamanca durante tres años, desde 1798 hasta 1800.
A diferencia de sus familiares y otros miembros de la élite que se vieron obligados a emigrar a otra parte del continente americano o a la metrópoli tras la cesión de la parte española a los franceses, Francisco no regresó y se quedó. Y ésto, a pesar de las súplicas de su padre que, desde La Habana, trató de que la Corona le concediese una plaza en alguna audiencia americana, aunque fuese supernumeraria. Al amparo de tal súplica y de la “Relación de méritos y servicios” de su hijo -algo equivalente a nuestro currículum vitae-, se ponen de relevancia no sólo los orígenes familiares sino también las hazañas e historia profesional de los miembros más destacados de su familia 50. En este sentido lo que se pretendía con dicha documentación no era una reconstrucción genealógica, sino que los méritos de sus antepasados fueran expuestos como alegación para obtener un buen cargo político. Lógicamente el rey no tenía el deber de hacerlo, pero sí de premiar unos servicios que a lo largo de mucho tiempo habían prestado al soberano los miembros de su linaje, y que años más tarde fue recompensado, ocupando diversos puestos administrativos de la monarquía española. Así, fue electo vocal para la Junta Suprema Central y Gubernativa por la provincia de Castilla la Vieja (1808-1810), como diputado entre 1813-1814, además de ser uno de los miembros al que consultaba la reina madre durante la minoría de edad de Isabel II (1833-1836), obviamente algo aún más excepcional 51.
No cabe duda de que el éxito de su carrera se debía a su valía y sus servicios, una realidad incuestionable. Aunque bien es cierto que también le favoreció el status social con que contaba; el cuál había sido forjado a lo largo de dos siglos. Desde esta posición en la alta administración real, Francisco Xavier podía introducir y promocionar a algún pariente en ella. De este modo, su influencia en la corte, probablemente permitiera que su tío y cuñado a la vez, Adrián Campuzano Polanco, fuese electo como diputado propietario para América y Filipinas en las elecciones de 1810, aunque al final renunció a este cargo. En su lugar se escogió a Francisco de Cabrera y Mosquera, su amigo y compañero en sus iniciales estudios de Letras en la Universidad de Santo Tomás de Aquino de Santo Domingo 52. Su colocación muestra, sin duda, como ha señalado José María Imízcoz, la importancia que tuvieron los centros educativos para forjar relaciones de amistad entre los miembros de la élite 53.
A semejanza de lo que había ocurrido con las primas de Francisco Xavier Caro, los maridos de sus hermanas consiguieron contraer nupcias con criollos, manteniendo, con ello, el patrón matrimonial endogámico y, en algún caso, consanguíneo. Tal fue el caso de Rosa que se casó con su tío el ya mencionado Adrián Campuzano, hijo de José Campuzano y de Rosa Fernández. De igual manera que Francisco Xavier, Adrián también había recibido educación en la Universidad de Santo Tomás de Aquino, logrando el grado máximo de Doctor en Leyes el 10 de enero de 1778 y la regencia de la cátedra Instituta Justianiani en los cursos de 1777 y 1783; y, en la cual, durante el año de 1795 gobernó como rector. Ejerció como abogado en la audiencia, obteniendo su correspondiente título el primero de marzo de 1781, y el del Real Consejo el 27 de octubre de 1798. En la curia eclesiástica desempeñó el cargo de Promotor Fiscal y en el cabildo, la alcaldía ordinaria al ser elegido en dos ocasiones, 1797 y 1798 54. El 3 de octubre es nombrado oidor de la Audiencia de Puerto Príncipe (hoy Camagüey), donde se había trasladado junto a su familia varios años después de la cesión de la isla a los franceses 55.
Fue en la isla de Cuba donde las otras dos hermanas de Francisco Xavier se unieron a personajes importantes de esa localidad, vinculándose con la élite de hacendados. María Belén celebró su boda en la parroquia del Santo Ángel, el 13 de septiembre de 1796, con el criollo Manuel Zequeira y Arango, que fue coronel de infantería, ayudante mayor del Regimiento de Infantería Fijo de la plaza de La Habana, y gobernador de Río-Hacha en Nueva Granada, gobernador de la provincia de Santa María y teniente de rey de Cartagena de Indias. En concreto, Manuel estaba emparentado con el Conde de Lagunillas, por parte de su padre Simón Zequeira y León. Cabe destacar también que Manuel Zequeira fue Socio de la Sociedad Patriótica entre 1793 y 1795 56. Igualmente, Ignacio Bassave y Aguiar, esposo de María de las Mercedes, llegó a ser capitán de la Fragata de la Real Armada. La madre de Ignacio pertenecía a la familia de los Aguiar y Aguiar, y el padre, era el alférez Francisco Antonio Bassave y Espellosa 57.
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Consideraciones finales:
En cualquier caso, el grupo familiar, las alianzas y sus ramificaciones se encerraron en sí mismos, convirtiéndose en un círculo selectivo. Se trataba de mantener y aumentar en la medida de lo posible el estatus alcanzado, para lo cual la endogamia se reveló como un excelente medio. Dicha costumbre continuó utilizándose, incluso cuando, se vieron obligados a emigrar a otras áreas de Indias tras la cesión de la parte occidental de la isla a los franceses.
-Esta breve aproximación a la élite de Santo Domingo, con el estudio de los Campuzano-Polanco pone de relieve el papel de la familia para la conformación de una red social. 45 En primer lugar, se puede subrayar que sus miembros tuvieron una activa y continua presencia en la vida política, a través de la ocupación de cargos en el cabildo y la alta administración local, desempeñando los oficios de abogados en la audiencia, en las cajas reales, así como en la universidad y en el ejército. La educación fue lo que les permitió participar en las ya mencionadas instituciones, aportándoles prestigio social. Pero también hay que tener en cuenta los usos matrimoniales de la familia Campuzano-Polanco, que les facilitaban el conectar con otras personas influyentes y les permitía una amplia participación en los órganos de gobierno de la isla. Ésta supuso el afianzamiento de las grandes familias a través del entronque de diferentes linajes, creándose una tupida red de parentesco con intereses comunes. La consecuencia de estas relaciones fue la constitución de redes familiares. A pesar de éstas, no se evitaron conflictos por mantenerse en la cúspide de la pirámide social. 46
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1- Río Moreno, Justo del. Los inicios de la agricultura europea en el Nuevo Mundo (1492-1542). Sevilla, Asaja, 1991, y “´La élite antillana y la economía de conquista en América los intereses ganaderos 81493-1542)” en El Reino de Granada y el Nuevo Mundo. V Congreso Internacional de Historia de América. Granada, Diputación Provincial de Granada, 1994, pp. 187-204. Gutiérrez Escudero, Antonio. “Élites y poder económico en Santo Domingo (siglo XVIII). Notas para su estudio” en Navarro García, Luís (coord.) Élites urbanas en Hispanoamérica (De la conquista a la independencia). Grupo de investigación sobre élites urbanas en Hispanoamérica y el Caribe en el siglo XVIII. Edición al cuidado de Julián B. Ruiz Rivera y Manuela Cristina García Bernal. Universidad de Sevilla, Sevilla, 2005, pp. 241-251.
2- Martín Rebolo, Isabelo. Ejército y sociedad en las Antillas Siglo XVIII. Madrid, Ministerio de Defensa, 1992, pp. 186 y 203. Domínguez, Jaime de Jesús. “La inexistencia de una oligarquía económica en la época colonial”. CLÍO 163 (Santo Domingo, 2002) pp. 171-210.
3- Entre los resultados de este equipo de investigación consúltese: Elites Parlamentarias iberoamericanas. Equipo de investigación sobre elites parlamentarias. República Dominicana. Instituto de Estudios de Iberoamérica y Portugal, Salamanca, 1998, Vol. X, y “Datos de opinión: Elites Parlamentarias Latinoamericanas. República Dominicana (1994-2006)”, recurso electrónico: http://iberoame.usal.es/pdfs/BoletinN8.pdf . 4- La bibliografía al respecto es abundante por lo que sólo haremos referencia a algunos trabajos puntuales: Palma Murga, Gustavo E. “Núcleos de poder local y relaciones familiares en Guatemala a finales del siglo XVIII”. Mesoamérica 12 (1986) pp. 241-308. Balmori, Diana y otros. Las alianzas de familias y la formación del país en América Latina. México, FCE, 1990. Langue, Frédérique. Los señores de Zacatecas. Una aristocracia minera del siglo XVIII novohispano. México, FCE, 1999. Bertrand, Michel. “Los oficiales reales de Nueva España: una aproximación al estudio de un grupo de poder en la sociedad novohispana (siglos XVII-XVIII)” en Menegus, Margarita (comp.). Universidad y sociedad en Hispanoamérica. Grupos de de poder siglos XVIII y XIX. México, UNAM, 2001, pp. 15-39. Imízcoz, José María. “Actores sociales y redes sociales: reflexiones para una historia global” en Imízcoz, José María. (dir.). Redes familiares y patronazgo. Aproximación al entramado social del País Vasco y Navarra en el Antiguo Régimen (siglos XV-XIX). Bilbao, Universidad del País Vasco, 2001, pp. 19-30.
5- Pro Ruíz, Juan. “Socios, amigos y compadres: camarilla y redes personales en la sociedad liberal” en Chacón Jiménez, Francisco y Hernández Franco, Juan (eds.) Familia, poderosos y oligarquías. Murcia, Universidad de Murcia, p. 159. Véase también Imízcoz, José María. “Actores sociales y redes sociales: reflexiones para una historia global”…, op. cit., p. 24.
6- La información sobre la familia Campuzano-Polanco procede de informes de méritos de sus diferentes miembros. Algunos detalles fueron reconstruidos a partir de peticiones de mercedes, consultas y decretos de nombramientos, así como con las noticias proporcionadas por la siguiente bibliografía: Machado Baéz, Manuel. Santiagueses ilustres de la colonia. Santo Domingo, Ediciones Centurión, 1972, pp. 27-34. Rodríguez Demorizi, Emilio. Familias Hispanoamericanas. Ciudad Trujillo, Editora Montalvo, 1959, pp. 61-70. Larrazábal Blanco, Carlos. Familias dominicanas. Santo Domingo, Editora del Caribe, 1969, vol. II, pp. 63-64. Utrera, Fray Cipriano de. Centenario de José María Heredia (1839-1939). Ciudad Trujillo, Editorial Franciscana, pp. 135-140.
7- Archivo General de Indias en adelante (AGI), Indiferente 125, N19. Relación de méritos y servicios de Gregorio Semillán Campuzano, relator de la Audiencia de Santo Domingo, 1 de febrero de 1675. Y AGI, Indiferente 130, N95. Otra Relación ampliada, 18 de agosto de 1685. Véase también Machado Baéz, Manuel. Ibidem, pp. 27-29. Rodríguez Demorizi, Emilio. Ibidem, pp. 61-63. Utrera, Fray Cipriano de. Ibidem, pp. 135-136. Gabriel García, José. Compendio de la Historia de Santo Domingo. Santo Domingo, Central de Libros, 1982, Vol. I, p. 164. 8- Moya Pons, Frank. “La defensa militar de Santo Domingo” en III Congreso Venezolano de Historia. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1979, Vol. I., p. 332. 9- “Memorial del Lic. Gregorio Semillán Campuzano.-Santo Domingo, 16 de agosto de 1687” en Rodríguez Demorizi, Emilio. Relaciones Históricas de Santo Domingo. Ciudad Trujillo, Editora Montalvo, 1957, Vol. III, pp. 273-295.
10- Pedro Pérez Polanco, era hijo del capitán García Pérez Polanco y de Polinaria Henao y Almeida, y nieto por parte paterna de García Pérez Polanco, alguacil mayor de La Vega, y de Inés Martínez Mejía, en Machado Baéz, Manuel. Santiagueses ilustres…, op. cit., p. 28, y Utrera, Fray Cipriano de. Centenario de José María Heredia…, op. cit., pp. 138-139. 11- AGI, Indiferente 145, N61. Relación de méritos del Teniente Coronel de Milicias Don Pedro Campuzano Polanco, 11 de enero de 1733.
12- AGI, Contratación, 5476, N94. Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de Gregorio Campuzano, 11 de septiembre de 1728. Puede verse también Machado Baéz, Manuel. Santiagueses ilustres…, op. cit., p. 29. Rodríguez Demorizi, Emilio. Familias Hispanoamericanas…, op. ci., p. 65.
13- Al morir en 1706 el gobernador Ignacio Pérez Caro, el mando fue asumido por el oidor decano de la Audiencia el licenciado Sebastián Cerezeda y Girón, en Gabriel García, José. Compendio de la Historia…, op. cit., p. 180. 14-AGI, Indiferente 141, N82. Carta del cabildo de la ciudad de Santo Domingo a S. M, 24 de marzo de 1721.
15- AGI, Indiferente 141, N82. Relación de méritos del teniente coronel de milicias Don Pedro Campuzano Polanco, 8 de junio de 1723. Y AGI, Indiferente 145, N61. Otra Relación ampliada, 11 de enero de 1733.
16- AGI, Indiferente General, 145, N52. Relación de los méritos y servicios del teniente coronel miliciano Don José Campuzano Polanco, Armador de Corso, y Capitán Comandante de sus Embarcaciones, 29 de octubre de 1732.
17- Fue frecuente que en función de la situación bélica entre España e Inglaterra variase los impuestos. Así, en 1728 se pagaba un 8% de tasa de almojarifazgo sobre cualquier presa, en 1733 se empezó a exigir además un complemento de un 5% hasta que al estallar la Guerra de la Oreja de Jenkins, se redujo sólo al 8%, aunque a partir de 1745 fue suprimido. Exención que perduró prácticamente hasta que una Real Cédula de 1756 de nuevo impuso el tributo del 8% y el 5%. Véase en Stapells Johnson, Victoria. “Los corsarios de Santo Domingo 1718-1779. Un estudio socio-económico”. Quaderns del departament de geografia i historia del l´estudi general de Lleida 12 (Lleida, 1992) p. 35. 18- AGI, Indiferente General, 145, N52. Relación de los méritos y servicios del teniente coronel miliciano Don José Campuzano Polanco, Armador de Corso, y Capitán Comandante de sus Embarcaciones, 29 de octubre de 1732.
19- Sánchez Valverde, Antonio. Idea del valor de la isla Española y utilidades que de ella puede sacar su monarquía. Santo Domingo, Editora Corripio, 1988, p. 215.
20- Ibidem, pp. 215-216.
21- Stapells Johnson, Victoria. “Los corsarios de Santo Domingo”… op. cit., pp. 23-24.
22- Ibidem, pp. 44-50.
23- AGI, Indiferente General, 145, N52. Relación de los méritos y servicios del teniente coronel miliciano Don José Campuzano Polanco, Armador de Corso, y Capitán Comandante de sus Embarcaciones, 29 de octubre de 1732.
24- Ibidem.
25- Los apellidos de Melchora también aparecen en la documentación con la siguiente grafía Elanz y Espeleta. AGI, Santo Domingo, 1009. Consulta para que se le pase una pensión a Melchora de Lanz y Espeleta, 7 de diciembre de 1759.
26- Los padres de Melchora y Elvira Josefa eran de Pamplona, mientras que éstas habían nacido en Cartagena de Indias. Véase en Lohmnan Villena, Guillermo. Los americanos en las órdenes nobiliarias: (1529-1900), Santiago. Madrid, CSIC, Instituto “Gonzalo Fernández Oviedo”, 1947, Vol. I, pp. 65-66. Gutiérrez Escudero, Antonio. “Élites y poder económico en Santo Domingo (siglo XVIII). Notas para su estudio”…, op. cit., p. 250.
27- Deive, Carlos Esteban. Hetedoroxia e Inquisición en Santo Domingo 1492-1822. Santo Domingo, Editora Taller, 1983, p. 224.
28- Idem.
29- Francisca Morillo de Ayala había nacido en Coro hacia 1692, sus padres fueron Francisco Morillo de Ayala y María Fernández de la Colina que se casaron en 1691. Ibidem, p. 232. Y Rodríguez Demorizi, Emilio. Familias Hispanoamericanas…, op. cit., pp. 65-66. 30- Utrera, Fray Cipriano de. Centenario de José María Heredia…, op. cit., pp. 136-137.
31- Su nombre completo era Juan José Gregorio, aunque era conocido con el de Juan José o simplemente como José. Estas dos últimas formas son con las que suele aparecer en la documentación.
*Se refiere al bohío, término de origen taíno que se utiliza para definir un tipo de construcción de edificios (bien fuesen casas, almacenes, iglesias o capillas) típico de La Española caracterizado porque eran fabricados de madera, específicamente de tablas de palmas y cubiertas con las hojas de éstas. Este tipo de palmas son conocidas como yagua. 32- El paraje de Barbarroja pertenecía al término y jurisdicción de la ciudad de Bayaguana. Archivo Real de Bayaguana en adelante (ARB) legajo 25 (1773-1824). Inventario de los bienes que dejó el Mariscal de Campo Francisco Campuzano Polanco y María Francisca Morillo, 2 de noviembre de 1741.
33- Archivo del Arzobispado de Santo Domingo en adelante (AASD) Libro de Capellanías II (1749-1753). Capellanía que mandó fundar el Maestre de Campo Francisco Campuzano Polanco, 11 de septiembre de 1734.
34- Ibidem.
35- Utrera, Fray Cipriano de. Santo Domingo. Dilucidaciones históricas. Santo Domingo, Publicaciones de la Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos, 1978, Vol. I, p. 344. Ugarte, María. Iglesias, Capillas y ermitas coloniales. Santo Domingo, Colección Banreservas, 1995, p. 55. 36- AGI, Santo Domingo, 937. Carta de José Campuzano y Polanco al rey, 23 de abril de 1761. Y, Minuta de la Real Cédula de 28 de octubre de 1758 en la que se expidió al gobernador de Santo Domingo que debía ejecutar con el oficio de alcalde provincial, y los regidores de aquella ciudad. Madrid, 10 de noviembre de 1760. 37- AGI, Santo Domingo, 937. Informe sobre la conducta de José Campuzano, 13 de diciembre de 1759.
38- AGI, Santo Domingo, 927. Memorial del gobernador, Manuel Azlor y Urríes informando de las ofensas que le ha irrogado el regidor José Campuzano Polanco y otros dos individuos de su cuerpo, 12 diciembre de 1763.
39- Ibidem.
40- AGI, Santo Domingo, 1043. Multas para José Campuzano, José Castro y Tomás Heredia, Madrid 17 de abril de 1765. AGI, Santo Domingo, 975. Carta del gobernador, Manuel Azlor y Urríes a S. M, 15 de octubre de 1765.
41- Ponce Leiva, Pilar. “La elite capitular de Quito en el siglo XVII” en Martínez Ruíz, Enrique (coord.) I Seminario Hispano-Venezolano. Poder y mentalidades en España e Iberoamérica. Madrid, Universidad de Zulia-Madrid, 2000, p. 149.
42- AGI, Santo Domingo, 1005. Expediente de evacuados, Madrid 29 de octubre de 1783 y 22 de noviembre de 1783.
43- AGI, Santo Domingo, 965. Instancia de Antonio Angulo Coca a S. M, La Habana 29 de julio de 1804. 44- Ibidem.
45- AGI, Santo Domingo, 965. Testimonio de la información producida por Francisca Heredia Campuzano sobre las considerables perdidas que ha sufrido los bienes de su propiedad y de los de su difunto consorte Simón Garay y Salcedo, 1817. Y, Carta de Francisca Xaviera Heredia Campuzano a S. M solicitando una pensión, 8 de abril y 12 de junio de 1817.
46- Ibidem.
47- José Francisco Heredia Mieses era hijo del capitán, regidor y también hacendado Manuel Heredia Serrano-Pimentel y María Francisca Mieses Guridi. Sobre este personaje y su familia véase: López-Bohórquez, Alí Enrique. Los ministros de la Audiencia de Caracas (1786-1810). Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1984, p. 159, e “Idea del gobierno eclesiástico y civil de la España ultramarina, obra inconclusa del oidor decano-regente José Francisco Heredia”. Boletín de la Academia Nacional de la Historia 275 (Caracas, 1986) pp. 665-675. Utrera, Fray Cipriano de. Centenario de José María Heredia…, op. cit., Santa Cruz y Mallén, Francisco Xavier de. Historia de familias cubanas. La Habana, Editorial Hércules, 1944, Vol. V, pp. 137-150. 48- Los datos han sido recogidos de: Larrazábal Blanco, Carlos. Familias dominicanas…, op. cit., Vol. II, pp. 8-17. Utrera, Fray Cipriano de. Santo Domingo…, op. cit., Vol. I, pp. 436 y siguientes. Santa Cruz y Mallén, Francisco Xavier de. Ibidem, Vol. V, pp. 17-20.
49- En realidad los apellidos de Francisco Xavier eran Pérez-Caro y Campuzano, sin embargo en la documentación consultada aparece como Francisco Xavier Caro de Oviedo y Torquemada, o Caro y Torquemada debido probablemente a que éste tomó el apellido de su abuela paterna Ana María Oviedo y Castillo Torquemada, mientras que por parte de su abuelo paterno mantuvo sólo el de Caro. Aunque este último probablemente fue para acortarlo, pues en ocasiones los miembros de la familia Pérez-Caro figuran en la documentación sólo con el de Caro. Para obtener información sobre este personaje véase: Morillas, José María. “Excelentísimo e Ilustrísimo, señor Francisco Javier Caro y Torquemada”. CLÍO 74-75 (Ciudad Trujillo, 1946) pp. 8-17. González Guerrero, Miguel. Seis rectores americanos en la Universidad de Salamanca. Salamanca. Universidad de Salamanca, 1992, pp. 33-37. Torres Agudo, Ruth. “Dos catedráticos dominicanos en la Universidad de Salamanca”. CLÍO 168 (Santo Domingo, 2004) pp. 245-264. 50- AGI, Santo Domingo, 1015. Carta de Ignacio Caro de Oviedo y Torquemada al rey, 15 de agosto de 1800. Y, Relación de méritos, grados, y ejercicios literarios del licenciado Don Francisco Xavier Caro, abogado de los Reales Consejos.
51- Morillas, José María. Idem. Véase también Urquijo Goitia, José Ramón. Gobiernos y ministros españoles (1808-2000). Madrid, CSIC, 2001, pp. 23, 36, y 184.
52- Arredondo Pichardo, Gaspar. “Memoria de mi salida de la isla de Santo Domingo el 28 de abril de 1805” en Rodríguez Demorizi, Emilio. Invasiones haitianas, 1801,1805, y 1822. Ciudad Trujillo, Editora Montalvo, 1955, p. 124.
53- Imízcoz Beunza, José María. “El patrocinio familiar. Parentela, educación y promoción de las élites vasco-navarras en la monarquía borbónica” en Francisco y Hernández Franco, Juan (eds.) Familia, poderosos y oligarquías…, op. cit., pp. 93-130.
54- AGI, Santo Domingo, 929. Relación de los méritos y ejercicios literarios del Dr. en Leyes, y Lic. en Cánones Don Adrián Campuzano y Polanco, abogado de la Real Audiencia de Santo Domingo, 26 de noviembre de 1798. 55- En La Habana llegó a ser asesor general de la Superintendencia del Ejército y la Real Hacienda, en Rodríguez Demorizi, Emilio. Familias Hispanoamericanas…, op. cit., p. 66. Santa Cruz y Mallén, Francisco Xavier de. Historia de familias cubanas…, op. cit., Vol. V, p. 20. 56- El título fue concedido en 1775 a Felipe Zequeira y León, natural de La Habana, por la ayuda que proporcionó a las tropas durante la ocupación británica de 1762, como por ejemplo en el abasto de carne. Contaba con un patrimonio activo de 40.835.285 reales. Véase en González-Ripoll Navarro, María Dolores. Cuba, La isla de los ensayos. Cultura y sociedad (1790-1815). Madrid, CSIC, 1999, pp. 136 y 226. Amores Carredano, Juan B. Cuba en la época de Ezpeleta (1785-1790). Navarra, Eunsa, 2000, pp. 58 y 67. 57- Santa Cruz y Mallén, Francisco Xavier de. Historia de familias cubanas…, op. cit., Vol. V, p. 20.
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Referencia electrónica
Ruth Torres Agudo, « Los Campuzano-Polanco, una familia de la élite de la ciudad de Santo Domingo », Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Coloquios, 2007, [En línea], Puesto en línea el 05 janvier 2007.
URL :
Consultado el 22 juillet 2008.
Autor : Ruth Torres Agudo
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