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12.12.11

De Juan Bolívar Díaz a J.F. Lyotard


Por Pedro Samuel Rodríguez-Reyes

¿Cuándo los dominicanos entenderemos que todos somos descendientes de extranjeros?

Es un absurdo el que un ciudadano dominicano étnicamente mezclado diga que “los europeos NOS invadieron hace más de cinco siglos”. Es una equivocación sostener que “NOSOTROS recibimos y acogimos a europeos españoles, a africanos”… porque quien así se expresa está falsamente asumiendo que es descendiente de los nativos taínos que estaban aquí cuando aquellos españoles y africanos llegaron. El dominicano étnicamente mezclado que así lo asegure está suplantando una identidad. Anhela erigirse y presentarse como lo que exactamente no es. Probablemente no se trata de una actitud conscientemente malsana sino de una ignorancia elemental generalizada que se ha estado repitiendo y aceptando como verdad fundada.

Nos estamos refiriendo a un artículo de la autoría del Señor Juan Bolívar Díaz, publicado el Domingo 11 de diciembre de 2011, en la página 9A del diario ‘Hoy’, titulado “¡Qué pena Sonia, Qué pena!”. En el noveno párrafo del mencionado escrito el Sr. Díaz expresa: ”los hijos de esta tierra donde tantos llegaron sin visa desde que los europeos nos invadieron hace más de cinco siglos, lo que no impidió que los recibiéramos y acogiéramos para convertirlos en dominicanos de ascendencia española, africana, libanesa, palestina, judía, japonesa o cocola”. Es esta la equivocada auto-percepción que continúa repitiéndose.

Quienes recibieron a los llegados fueron sólo aquellos que ya estaban, y resulta que quienes estaban en la isla Española al llegar los europeos ‘invasores’ eran los Taínos. Al Sr. Díaz lo hemos visto en la televisión y al observar sus rasgos físicos no tenemos dudas de que se trata de un dominicano étnicamente mezclado con la ‘invasora’ etnia española y con las llegadas etnias africanas, como lo son el 73% de los dominicanos. Tampoco creemos que alguien pueda asumir al Sr. Juan Bolívar Díaz como un descendiente directo de la etnia Taína ¿Por qué entonces un descendiente de los llegados se autoproclama descendiente de aquella etnia desaparecida e invadida? ¿Es esta una fórmula equivocada de aquellos que tratan de presentarse con las atribuciones de ser parte de los guardianes de la patria verdadera? (ver datos porcentuales de nuestra mezcla étnica actual en el siguiente enlace:
https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/geos/dr.html  + Dominican Republic: →people→ethnic groups).

Como es evidente, si el Sr. Díaz es descendiente tanto de los españoles como de los africanos llegados a la colonia española de Santo Domingo a partir de finales del siglo XV, entonces no tiene sentido el que un descendiente de los llegados diga que “los españoles… nos invadieron” o que “los recibimos” o que sus ancestros vieron a los españoles cuando trajeron y esclavizaron a los africanos. Para el Sr. Díaz, ¿quiénes son exactamente los hijos de esta tierra?: ¿los descendientes de los esclavos africanos llegados en la era colonial?, ¿los descendientes de los españoles llegados en la misma era colonial? ¿los inexistentes descendientes de los desaparecidos taínos nativos?

Por otra parte, a nadie se le ocurriría pensar que un apellido de tan fuerte sabor hispánico-castellano o probablemente sefardí como Díaz sea de origen taíno. (ver: “El apellido Díaz. Orígenes”, en: http://www.delarrago.com/her/ape/diaz.htm ).

Lo que sí tendría bastante sentido sería el que un dominicano de pura ascendencia africana, como lo es el 11% de la población dominicana de hoy, dijera que en nuestra era colonial los españoles esclavizaron a sus ancestros. De eso no habría dudas. Haría sentido, además, si un dominicano de pura ascendencia hispánica, como lo es el 16% de la población dominicana actual, dijera que en la época colonial, sus ascendientes llegaron, descubrieron, esclavizaron y colonizaron.

Igualmente haría perfecto sentido si hoy, en sus respectivos países, los individuos descendientes de las poblaciones indígenas originarias de México, Perú, Bolivia… se expresaran como lo hace el Sr. Díaz. Pero ningún mezclado antillano podría presentarse como descendiente de los desaparecidos Taínos.

La dominicanidad está aposentada en la mezcla de nuestra población mayoritaria; no en la pureza racial -negra o blanca- sino en la síntesis de ambas. Un dominicano racialmente mezclado es, a la vez, un blanco-negro (o un negro-blanco) y con tales credenciales podría inclinarse hacia la preferencia de la cultura que corresponde a una de tales razas. Pero no tendría sentido la reiterada y pretendida pertenencia a la etnia nativa que no existe como tal desde antes de la primera mitad del siglos XVI. (ver nuestro escrito “República Dominicana: país modelo de hibridación étnica”: http://orbe15.blogspot.com/2010/08/republica-dominicana-pais-modelo-de.html ).

Y es que -lo hemos expuesto en el trabajo arriba mencionado- : “Como pueblo, el dominicano posee un catálogo de notables e incuestionables valores, pero al mismo tiempo pervive al interior de su propia cultura un cúmulo de complejidades por delimitar, aclarar y resolver”. Se trata de la sempiterna dificultad de identificar nuestros ancestros. Muchos creen tener ascendencia indígena sin terminar de comprender que somos mayoritariamente descendientes de individuos extranjeros llegados desde España o África, y que nuestro principal valor está precisamente en la propia mezcla, por la simple razón de que étnicamente somos una sociedad abrumadoramente híbrida.

El mencionado escrito del Sr. Díaz lo hemos tomado sólo como perfecto ejemplo para insistir en el tema de la complejidad a que la hibridación étnica somete a los miembros de una sociedad racialmente mezclada como la dominicana. Esa complejidad se expresa respecto a la dificultad de identificar a los propios ancestros. Obviamente, no tuviéramos dicho problema si el dominicano fuese un pueblo definida y mayoritariamente descendiente de aborígenes (como por ejemplo el boliviano), o definida y mayoritariamente descendiente de africanos (como el haitiano o el jamaiquino), o de 'europeos' (Islas Canarias con sus Guanches originarios).

Es por tales razones que los pueblos que no poseen nuestras complejidades de mezcla étnica, como lo es el actual pueblo haitiano –su población mayoritaria-, cada miembro de su población mayoritaria puede expresar con toda propiedad que los franceses, en tiempos de la colonia de Saint Domingue, esclavizaron y masacraron a sus ascendientes africanos. En el mismo sentido podría expresarse el pueblo mayoritario jamaiquino respecto de sus colonizadores ingleses. La razón es que ni el actual pueblo mayoritario haitiano ni el jamaicano o el boliviano son producto de fundiciones y re-fundiciones raciales como es el caso dominicano.

No obstante, pueblos como el haitiano y el jamaiquino, aunque no poseen nuestra mezcla étnica, son ellos también descendientes de extranjeros llegados mayoritariamente desde África, y por tanto, sus ancestros tampoco vieron llegar a franceses ni a ingleses ‘invasores’ en sus respectivos territorios. Al igual que nosotros, tanto en Jamaica como en Haití, las etnias nativas desaparecieron desde hace siglos y por tanto tendría poco sentido que un jamaicano de hoy o un actual haitiano exprese que en la era colonial sus ancestros acogieron a ingleses o a franceses llegados como invasores a su territorio. La razón de esa improbabilidad es la misma nuestra: los ancestros de aquellos y los ancestros nuestros, llegaron; no estaban. La diferencia de aquellos y nosotros estriba en que el intenso proceso de mestizaje sucedió en nuestro territorio; no en aquellos. Por eso nuestra mezcla; no la de ellos.

NUESTRA ORFANDAD RESPECTO A UNA RAZA TELÚRICA Y PRIMERA:

Hasta ahí, el tema relativo a la conocida complejidad que enfrenta la proporción mayoritaria de un pueblo étnicamente mezclado -como el dominicano- al identificar sus ascendencias, parecería simple curiosidad anecdótica sin mayor trascendencia. Sin embargo, es aquí en donde empieza nuestro problema dominicano, pues, observado desde otro ángulo, el mismo referente podría derivar en una reflexión sobre la dificultad que representa para un pueblo mayoritariamente híbrido como el nuestro el tratar de identificarse plenamente con una determinada y definida raigambre étnica. Porque, de aquellas tres etnias que nos conformaron (nativos, españoles y africanos) ¿cuál es, exactamente, la raza telúrica y primera que al representarnos pueda remitirnos a lo que el filósofo francés J.F. Lyotard ha definido como 'aquella fe originaria, aquella frescura antigua, aquel estado prístino, aquella grandeza indefinible de los comienzos'? Desafortunadamente los dominicanos no poseemos ni somos parte de una raza telúrica y originaria, y en este punto, más allá de los remedios políticos y económicos, a la mayoría de este pueblo (al 73%) sólo puede redimirle la fe en lo que representa su propia síntesis, su principal cualidad.

Por su parte, el actual pueblo haitiano y el pueblo jamaicano sí que poseen la certidumbre de una raza telúrica y primera (las etnias africanas); de unos dioses ancestrales en donde depositar aquella fe originaria y aquella frescura antigua evocada por Lyotard. Para los germánicos, sus héroes teutónicos pre-románicos atestiguan su presencia en los dramas musicales wagnerianos. Para los pueblos nórdicos está su extensa y antiquísima mitología y sus sagas. Asimismo, los actuales pueblos originarios de México, América Central y Sur América depositan aquella 'grandeza indefinible de los comienzos' en sus dioses de las selvas y las montañas. Para los dominicanos es precisamente esta carencia nuestra grande y profunda orfandad.

Es entonces aquí en donde se inicia nuestra reflexión. Porque tal vez sea precisamente esa orfandad lo que provoque que el ciudadano dominicano a veces necesite aferrarse a aquella desaparecida etnia primigenia (Taínos) como inexistente tabla de salvación. Si tratásemos de definir esa carencia quizás podría ser expresada como orfandad subyacente, indefinida e inconfesada, colocada en el mismo centro de nuestra identidad y de nuestras acciones.

Es difícil que esto sea entendido desde escenarios externos a nuestras realidades locales. En adición, podría ser esto una de las causas de las incomprensiones y del desconocimiento que la comunidad internacional a veces muestra respecto al pueblo dominicano. Porque para esa comunidad es relativamente fácil el conocer y asimilar lo haitiano, lo jamaicano o lo boliviano; pero no así respecto a lo dominicano. Los pueblos mayoritariamente híbridos como el nuestro no son comunes en el globo y por tanto, esa comunidad internacional no posee los suficientes elementos que le faciliten la comprensión de lo nuestro.

A partir de reflexiones como éstas podemos mejorar el entendimiento respecto no sólo de la comunidad internacional sino respecto a argumentos como los del Sr. Juan Bolívar Díaz y especialmente respecto a la entendible tendencia de otros dominicanos que abatidos por aquella generalizada y subyacente orfandad de una raza telúrica y primera buscan aferrarse a alguna fe originaria mediante su adhesión solidaria con aquellos que sí la poseen, como el caso de los haitianos. No se trata siquiera de un solidario humanismo sino de una particular y subyacente orfandad que no sabemos atenuar ni manejar. Como Anacaona, los Taínos y Enriquillo serán intentos siempre fallidos, y algunos buscan esa ‘frescura antigua’ por extensión, lo cual es otro imposible.

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1- ¡Qué pena Sonia, qué pena! - Juan Bolívar Díaz:

http://www.hoy.com.do/opiniones/2011/12/10/405417/Que-pena-Sonia-que-pena








































28.11.11

¿Existe un pensamiento antropológico Dominicano? - Marta Ellen Davis


Martha Ellen Davis


¿EXISTE UN PENSAMIENTO ANTROPOLÓGICO DOMINICANO?

Martha Ellen Davis

¿Existe un pensamiento antropológico dominicano? Hay que reformular la pregunta porque "pensamiento" se refiere sólo a la filosofía, el marco de referencia de nuestros proyectos de investigación que define sus temas y sus métodos. Pero la antropología dominicana también debería incorporar la dimensión "aplicada", o sea, práctica, la que pone la filosofía en acción. Por eso hay que tomar en cuenta las metas, tanto científicas como prácticas, de nuestros proyectos, asimismo nuestros roles y relaciones con los asistentes y los "informantes" y comunidades.

El desarrollo de una Antropología dominicana con estas dos vertientes, la científica y la aplicada, es lo que traté en una ponencia: "Hacia una antropología dominicana" en una jornada sobre antropología sociocultural en la República Dominicana que organizó el Fondo para el Avance de las Ciencias Sociales en la República Dominicana en 1977. Su director, Frank Moya Pons, me asignó la tarea de plantear una definición y dirección para la Antropología sociocultural dominicana en su fase incipiente 1. En 1978 se inició la carrera de Antropología en la UASD. Ofrecí la ponencia, luego artículo, como una aportación al forjar la primera y, hasta la fecha, la única carrera de Antropología en el país.

Hacia una Antropología dominicana

Para crear una Antropología dominicana libre de las debilidades de la practicada en otros países y adaptada a la realidad nacional, mi punto de partida fue la crítica de la Antropología sociocultural norteamericana en los ensayos por antropólogos norteamericanos en el libro Reinventing Anthropology [Reinventando la antropología] editado por Dell Hymes en 1972. Después de esbozar los puntos de crítica, planteé un modelo filosófico para la "reinvención" (o sea, reformulación) de la Antropología, basándome en la novela destacada de la época sobre la Filosofía de la Ciencia, titulado Zen and the art of motorcycle maintenance [Zen y el arte de y el arte de la manutención de la motocicleta] de Robert Persig (1974).

Las críticas de la Antropología sociocultural norteamericana de los autores en la obra de Hymes se podían resumir como sigue: En la Antropología norteamericana de aquel entonces, los intereses toman precedencia por encima de la calidad y la moralidad. La Antropología ha sido y sigue siendo parte de la conquista colonial, de origen tanto externo como interno. La meta de la Antropología actual parece ser la de perpetuarse como disciplina sobre todo, apoyando así al "Sistema", o sea, la estructura del poder. La Antropología actual se basa en una perspectiva científica equivocada basada en una fachada de objetividad, la cual conduce a una evasión de problemas vitales y por lo tanto una irresponsabilidad hacia la Humanidad. Las prioridades en cuanto a temas y enfoques están mal orientadas, y, por lo tanto, de nuevo hacen ignorar los problemas críticos del mundo. La Antropología se ha alejado del humanismo, a veces como consecuencia de la misma objetividad que crea una barrera entre el objeto y el sujeto. Esto mismo, en conjunto con la sobre-especialización prematura, conduce a la falta de comunicación con el pueblo2.

Siguiendo a Persig, nuestra meta debería ser el establecimiento de una Antropología humanística basada en lo que llama la "realidad dinámica" que requiere el método cientí-fico, en que se reajustan los modelos de acuerdo con nuevas evidencias e ideas. Tal actitud mental científica, según Persig, requiere:

1. Entusiamo -del griego enthousiasmos, literalmente "lleno de Dios".
2. "La mente del principiante" -observar con la curiosidad de el que ve por primera vez, sin imponer modelos preestablecidos.
3. El conocimiento de uno mismo -para evitar una "rigidez de valores" la cual impone inconscientemente los con¬ceptos y prejuicios socioculturales del científico.

Mis esfuerzos por implementar una antropología "reinventada" en República Dominicana

Tomé muy a pecho las críticas de la Antropología socio-cultural norteamericana de los años 70 publicadas en la obra editada por Dell Hymes, que me llegaron justo cuando estaba abriendo mi camino profesional a principios de los años 70. Traté de "reinventar" la antropología en mi propia vida profesional sin hipocresía. Algunos de mis colegas son voceros de derechos humanos, feministas, socialistas, raciales para otros; pero sus posturas ideológicas son apoyadas por su buen ingreso y un equipo de ayuda con su esposa, mamá, otro familiar hembra, o, en el caso de colegas mujeres, el servicio doméstico. Es decir, que tienen la libertad para pontificar sobre justicia gracias a la subyugación de otra persona. El escritor trinitario V. S. Naipaul (Premio Nobel de Literatura, 2001), en su ensayo The killings in Trinidad (1980) consideró con cinismo a los extranjeros "hippies" izquierdistas quienes venían a convivir con los "nativos" y apoyar sus causas radicales gracias a la seguridad de sus boletos de vuelta; los nativos no tenían escape.

Dejé un puesto universitario en Irlanda del Norte para volver a integrarme a la investigación, primero gracias al Fondo para el Avance de las Ciencias Sociales en la República Dominicana y luego para divulgar los frutos de mis investigaciones a través de la publicación y docencia en el país proveedor de los datos. Mi modo de vida ha resultado ser mucho más modesto que el de mis colegas locales, al no estar tan bien "conectados" como ellos. En realidad, este camino ideológico de vivir la antítesis del "imperialismo científico" ha sido factible sólo gracias a la hospitalidad de ciertas familias dominicanas, a quienes estoy eternamente agradecida.

Pero mis intenciones fueron mal interpretadas por ciertos colegas. Dice mi informante principal de Islas Canarias, "Enséñame tu colega y te enseñaré tu adversario". Parece que al ser la única en el país con un doctorado (Ph.D.) en Antropología, mis colegas se sentían que les echaba sombra. En el Caribe, asimismo las aldeas campesinas del mundo latino, existe el concepto del recurso limitado y se percibe que el logro de uno es el atraso de otro. El antropólogo George Foster, a base de investigaciones en una aldea mexicana, ha desarrollado la teoría del "bien limitado" (limited good) (Foster 1965). En el Caribe anglófono de la isla de Providencia (Colombia), un informante viejito de Peter J. Wilson caracterizó la estructura de su sociedad de la isla como una cubeta de cangrejos en que uno tiene que pisar a los otros para poder salir de la cubeta. La pionera de estudios folklóricos dominicanos, Edna Garrido de Boggs (N. 1913, hija de Víctor Garrido Puello), afirma que ese es el caso entre los colegas intelectuales dominicanos (comunicación personal, marzo 2010). Será por eso que su ensayo ganador de un premio nacional a principios de los años 5O3 y sus grabaciones de campo de música folklórica dominicana en disco de pasta (años 1947-48) fueron robados de Bellas Artes para luego aparecer usados en escritos por otros4.

La misión ideológica de devolver a la sociedad los frutos científicos de la bondad de los informantes y otros fue obstaculizada por algunos colegas, aunque a la vez fue facilitada por otros periféricos pero afines a la Antropología, a quienes estoy siempre agradecida. Pero el haber tomado este camino significó mi desvinculación de un entorno profesional de mayor lucro y seguridad al inicio de mi carrera profesional cuando uno se introduce en el sistema. Así nunca fue posible reintegrarme ahí a la mitad de la carrera. Ha requerido el sacrificio de la vida familiar y la esperanza de la seguridad económica en la vejez. No obstante, ha sido en vano. Actualmente, a partir del 2002, de regreso a la República, la aceptación de mi persona ha sido totalmente diferente: una actitud de aprecio, apoyo y respeto. Pero aquella fase inicial de la vida de idealismo y mayores energías, hubo notables obstáculos en todas las instituciones del Estado en que laboré (1978-1985 )5. En el ámbito de la UASD y a nivel nacional no fue posible poner en práctica mis pautas hacia la construcción de una Antropología dominicana con base filosófica humanística claramente articulada, libre de las debilidades de la Antropología importada y adaptada a la realidad socio- cultural dominicana.

Yo había sido invitada a la reunión en 1977 en que se discutió el plan de estudios de la carrera de Antropología en la UASD; y aunque no había ingresado al profesorado todavía designaron una materia, Folklore y Etnomusicología, contando conmigo. Gané un concurso en primer lugar a principios del 1979 para impartir Introducción a la Antropología en la carrera de Medicina y se inició el semestre sin asignarme docencia. Tuve que recurrir a pedir audiencia con el Consejo Técnico de la Facultad de Humanidades para que tuviera la oportunidad de interrogarme para disipar sospechas debido a mi condición de norteamericana6. La audiencia tomó lugar el 3 de mayo. Al preguntarme por mis aparatos de grabación "de largo alcance", les invité a acompañarme a Arroyo Salado (Sección El Limonal) de Baní esa tarde para ayudarme con mi equipo para documentar los palos tocados por la hermandad de la Santísima Cruz, para ver y hasta manejar mi grabadora magnetofónica; no aceptó nadie. El interrogatorio se tornó inquisidor al preguntarme de dónde eran mis antepasados. Contesté con la historia oral de cómo la familia había salido de España cuando la Inquisición y su trayectoria hasta llegar al Nuevo Mundo sobre el año 1900. Iba a detallar la historia del otro lado de la familia, mineros de carbón galeses, cuando el decano me despachó. Siempre agradezco la justicia con que el decano Virgilio Bello Rosa me trató, aunque se sintiera en una posición difícil. Poco después me asignaron una sola sección para el segundo semestre, cuyo inicio se atrasó hasta noviembre debido al ciclón David.

Pero nunca me fue permitido impartir docencia en la carrera. Participé en concursos internos con exámenes escritos para las materias de Sociedades Campesinas y Antropología Física, que ya impartía como un componente significante de la Introducción a la Antropología para estudiantes de Medicina. No sólo no gané los concursos, sino que el departamento me dejó fuera de las "listas de los elegibles"; o sea, nunca me iban a permitir impartir esas materias en la carrera.

Es más, el artículo con mis pautas para una Antropología dominicana, ofrecidas como una aportación desinteresada a mis futuros colegas, fue sádicamente criticado por Julio Sánchez Maríñez en la revista que publica mi departamento, la Revista Dominicana de Antropología e Historia, según un enfoque dogmáticamente marxista. Fue una crítica destructiva sin proponer alternativas, diferente a la mía de la Antropología sociocultural, en que ofrezco un modelo alternativo. Su propósito era de figurear como "intelectualoide" proponente del dogma marxista como la única luz verdadera; al pisarme a mí, aspiraba salir de la cubeta. De hecho, ilustra una de las fallas de la Antropología sociocultural vigente entonces (y todavía): el querer aplicar un modelo teórico, surgido de los datos sobre algún tema o realidad, a otro tema, en vez de utilizarlo sólo como hipótesis a ver si los datos confirman o refutan ese mecanismo de explicación que es la teoría. Es decir, viola el método científico. Pregunto: ¿Qué es más peligroso para la ciencia: ¿su predisposición ideológica o el romanticismo de que me acusa?

La publicación de esta crítica, casi tan larga como mi artículo, ilustra mi ambiente laboral de esos tiempos. Por lo tanto, después de cuatro semestres de Introducción a la Antropología para estudiantes de Medicina, sometí un proyecto de investigadora al entonces Centro de Estudios de la Realidad Social Dominicana (CERESD) bajo la dirección del profesor Luis Gómez. Elegí un tema en que habría interés pero que los miembros tal vez no quisieran investigar sobre el terreno personalmente: el vodú dominicano. El proyecto fue aprobado a unanimidad para un período de cinco semestres. El informe final en forma de manuscrito de un libro luego ganó el Premio Nacional de Ensayo "Pedro Henríquez Ureña" y fue publicado por la UASD como La otra ciencia: el vodú dominicano como religión y medicina populares7.

En el transcurso de este proyecto de investigación, participé en un concurso interno en la carrera de Antropología para impartir Folklore y Etnomusicología, pero no anunciaron el resultado y luego se publicó un concurso externo, en la cual no participé al ser interna. El primer día de clases, el director del departamento suplicó que yo impartiera la clase. ¿Qué había pasado con el concurso interno? "Se descartó". Y ¿qué pasó con el concurso externo? "Se quedó vacante". Requiere tiempo reunir grabaciones de música tradicional selecta al nivel mundial, montar un laboratorio de audición y seleccionar y recopilar lecturas en Folklore y Etnomusicología en español apto para el nivel de los estudiantes y su enfoque antropológico. Consulté con un profesor de experiencia quien me aconsejó "no improvisar" para no quedar mal. Así nunca pude servir a la carrera ni a sus estudiantes, ni siquiera en mi especialidad.

Hacia una Antropología dominicana hoy en día

Por lo tanto, parece que mis aportaciones a los estudiantes de la carrera tienen que ser a través de mis conferencias y publicaciones. Pero aprovecho la ocasión para ofrecer las siguientes impresiones sobre la actualidad de la Antropología sociocultural en la República Dominicana los treinta y tres años después de plantear mis pautas. Señalo que mis observaciones no son basadas en una evaluación completa ni rigurosa, sino impresiones.

¿Cómo son las relaciones actualmente entre el/la investigador/a y el/la informante?

¿Todavía queremos los investigadores ser protagonistas para satisfacer nuestros egos, carreras? ¿O ya asumimos un papel de facilitador, médium, intérprete, colocando el foco sobre los informantes como colaboradores, y no sobre nosotros mismos? ¿Ya ofrecemos reciprocidad por los "datos" que el informante nos "da" -así poniendo en práctica ese aspecto de reciprocidad de la "Antropología aplicada"?

Unos pocos ejemplos del papel del investigador de Antropología y Folklore y del promotor cultural (Antropología/Folklore aplicados) erróneamente concebidos son los siguientes:

(a) El folklorista autodidacta Fradique Lizardo se promovía en la prensa en los años 70 y 80 como el gran descubridor de rasgos culturales. Cada artículo anunciaba un nuevo descubrimiento. Hasta afirmó ser el descubridor de la música y baile de la "jacana" del complejo de la Sarandunga de Baní, cuando había sido yo quien le había facilitado una grabación (1973), antes Doña Edna Garrido la había grabado y publicado sobre el tema (1947), y por supuesto desde hace generaciones los mismos practicantes sabían de su existencia. Al mismo tiempo se encargó de desacreditar a otros investigadores y artistas autodidactas, como René Carrasco o Casandra Damirón, para alzarse él, como el cangrejo que se sale de la cubeta pisoteándolos a los otros.

4. En cuanto a vídeos documentales de mis colegas, en uno el investigador ocupa el centro del escenario como el experto, cuando debería estar fuera de pantalla como director. En otro, la narración del experto es tan verbo¬sa que el sonido e imagen de los portadores culturales están de fondo como ambientación de un discurso; y los cortes son tantos que no se comprende ni el procedimiento ritual ni la estructura y naturaleza de géneros de música y baile representados.

Recientemente (febrero 2010) se celebró una jornada en que el Ministerio de Cultura, con mucho gasto y esfuerzo organizativo, en que se invitaron a los protagonistas de los carnavales a nivel nacional para que los supuestos expertos aportáramos a su desarrollo intelectual con discursos edificantes. A pesar de la muy buena fe y éxito logístico con que se realizó, era un caso de "lo de alante pa' 'tras" porque en realidad eran los practicantes quienes tenían que dar discursos a los investigadores. Una y otra vez en diferentes partes del mundo se repite este error que nace de la estructura de clases con sus divisiones sociales entre lo rural y lo ur¬bano y lo iletrado y lo letrado. El crítico de mi artículo original cree que me es "impensable el problema de la lucha de clases" [Op. Cit.: 224], lo cual no es cierto.

Actualmente, estoy tratando de poner esta ideología en práctica al ayudarle a un informante a escribir su propio libro sobre las tradiciones agropecuarias (ya desaparecidas en una sola generación) en La Gomera, Islas Canarias, España, de importancia para entender las raíces dominicanas. Ha sido dictado por él y transcrito y editado por mí. El va a figurar como autor y yo como editora, aunque a mí me toca la mayor parte del trabajo. El gasto de investigación lo estoy llevando yo, como responsabilidad de reciprocidad, aunque tal vez se recupere de alguna forma con la publicación. Claro, tal proyecto sólo se puede hacer con un informante con dones especiales de observación, memoria y expresión. Su protagonismo es tal que no le gusta que le digan "informante" precisamente porque implica una desigualdad de clase entre investigador y portador cultural, con un matiz de expropiación del saber del portador para el avance del investigador. Vamos a ver cómo resulta esta obra experimental.

¿Cómo son las relaciones entre colegas?

¿Ya se hace trabajo en Antropología sociocultural en equipo, o todavía a solas? En la Arqueología y Antropología Física hay más trabajo en equipo que en Antropología Socio- cultural en el país, hasta la fecha. El equipo abarca colegas y también alumnos; y hay que dar crédito a los que han aportado. En México, según me relata una alumna de licenciatura en Antropología en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el profesor forma un equipo con los alumnos, que hasta duermen en su casa previo a una salida o bien para procesar en grupo los materiales recopilados. Yo tuve la buena fortuna de agregarme a un grupo de alumnos del etnomusicólogo Gabriel Moedano (Escuela Nacional de Antropología) en 1974 para pasar todo un día 12 de diciem¬bre en la plaza de la Basílica, observando y documentando las actividades de los fieles que llegaban a rendir homenaje a la Virgen de Guadalupe.

Recientemente (octubre 2009), en el congreso "Presencia Cultural de África en el Caribe" realizado en la UASD, es¬cuché una presentación por Carlos Hernández Soto sobre un trabajo preliminar en equipo para documentar la ubicación y estado de conservación de los ingenios históricos de San Cristóbal. Es un modelo a seguir.

¿Dónde están las etnografías?

La identidad nacional tiene que basarse en el conoci¬miento profundo y pormenorizado de la naturaleza sus tierras y su gente en el pasado y el presente. Es decir, que tanto para fines de la ciencia como la identidad nacional y regional, son imprescindibles las etnografías que proveen la Antropología Sociocultural, apoyadas por la dimensión histórica que aporta la Arqueología y la Historia escrita y oral. Si no, rasgos culturales tomados como "símbolos nacionales" son desen¬carnados, divorciados de su matriz, sin base.

La Etnografía es el estudio descriptivo detallado de la vida sociocultural de específicos sectores o comunidades. Se realizan a base de una convivencia extendida en los sectores y lugares a documentar y utilizan la técnica de la observación- participante. En la práctica moderna, en vez de, o además de, estudios que documentan toda vertiente de una comunidad, se puede enfocar en un aspecto selecto, como yo he enfocado en la música. Pero concentrarse en un tema como parte de la sociedad y la cultura da entrada a una comprensión más global de su matriz sociocultural.

Del comportamiento observable a través de la observación-participante, se puede deducir los conceptos que generan tal comportamiento, la definición actual de la cultura como conceptual. Asimismo en la Lingüística estructural, el análisis de un conjunto de expresiones revela las estructuras subyacentes que las gobiernan, o sea, la gramática.

Aún los antropólogos dominicanos han trabajado poco la Etnografía. No obstante, tales estudios en la República Do¬minicana son urgentes, sobre todo cuando se trata del sector rural. Cuando vine al país en el 1972, la proporción relativa entre los sectores rural y urbana era de quizás 70%/30%; ahora es el inverso. La juventud ha dejado, o quisiera dejar, la agricultura y emigrar al pueblo o a la ciudad, motivada por un cambio de valores o poca atención gubernamental al sector agropecuario durante muchas décadas. El saber agropecuario y todas las costumbres de esa vida han quedado sólo en las memorias de los ancianos. Si no se documentan inmediatamente, el recuerdo de las formas de subsistencia usadas ininterrumpidamente desde los comienzos de la colonia Primada de América se perderá para siempre. Un modelo a seguir sería la obra The People of Puerto Rico editada por Julián Steward8, que comprende estudios etnográficos de cinco de sus alumnos como prácticas de doctorado, cada uno durante un año en una comunidad que representaba un sector diferente de productividad: una comunidad tabacalera, una cafetera, dos cañeras (una de colonos y otra de productores independientes que vendían al ingenio) y un estudio de la élite insular urbana.

Así se ve que la Etnografía también abarca el ámbito urbano en sus diferentes sectores (Antropología Urbana). A medida que el sector rural pierde su vida tradicional y población, la zona urbana adquiere mayor importancia para estudios antropológicos usando la misma técnica de la observación- participante y otras. Los sociólogos, quienes se dedican más bien al sector urbano, se suelen enfocar en problemas sociales de manera cuantitativa en vez de las normas, el dominio del antropólogo, mayormente de forma cualitativa con pocos "informantes claves". Aquí hay necesidad de colaboración con la Sociología para estudiar y comprender la naturaleza de los sectores urbanos como base para luego poder enfocar los problemas sociales, tales como la delincuencia, la adicción, la prostitución y otros. Aquí hay muchas posibilidades vo-cacionales para antropólogos trabajar por contrato, sea para entidades gubernamentales o no gubernamentales.

Por otra parte, la Antropología Urbana tiene que abarcar la élite, los que dominan la política y economía del país. Pero ése es el sector más impenetrable y uno requiere ser miembro del sector para tener pleno acceso. El autor del capítulo sobre la élite puertorriqueña en el libro de Steward fue quien tuvo menos éxito debido a mayores dificultades de acceso.

La carencia de trabajos profundos etnográficos la atribuyo a las limitaciones de clase social de los que se consideran profesionales, además de las exigencias del pluriempleo, y, en el caso del alumnado, a la falta de apoyo económico para estudios largos, equipos y materiales. O sea, los que tienen la preparación intelectual y los fondos no quieren incomodarse y estar fuera de sus familias (o llevar sus familias) por meses hasta un año sin salir. Y los que tienen la devoción y deseo de hacerlo, no tienen la preparación, los fondos, o ambos problemas. No obstante, en México, donde la Antropología es la más desarrollada en la América Latina, el patriotismo trasciende las barreras de clase; la burguesía hace sus etnografías rurales y barriales.

La Antropología Aplicada

En el 1977 en el mismo seminario en que ofrecí mis pautas para una "Antropología dominicana", Luciano Castillo esbozó los dominios en que se podría realizar proyectos de Antropología Aplicada en el país. Esta se puede concebir, por una parte, como la dimensión de reciprocidad de cualquier estudio, como he señalado. Pero también se puede enfocar como proyectos en sí para el bien de informantes y sus comunidades. De esta forma, la Antropología Aplicada colinda con la Antropología Urbana y la Sociología: a no sólo definir problemas sociales sino también aportar a resolverlos.

Pero la Etnografía básica (y temas dentro la Etnografía, como organización familiar y otras) es necesaria antes de cualquier estudio o bien proyecto aplicado. Sobre esto discutí en las oficinas de la UNESCO con una estudiante española de doctorado en Antropología Aplicada muy engreída quien quiso lanzar un proyecto aplicado en el este sin primero conocer la Etnografía y luego definir (conjuntamente con los moradores) sus necesidades y problemas.

Como un ejemplo vigente de un sector que requiere de Antropología Aplicada de varias vertientes, me refiero a la industria del turismo, que ha resultado ser la primera fuente de ingreso para el país. Primero, la construcción implica destrucción no sólo de la naturaleza sino también de yacimientos indígenas y coloniales. Esta amenaza requiere "Arqueología de rescate" y luego la interpretación y exhibición de los restos y artefactos desenterrados previamente a una obra. Esto se ha hecho en algunos casos. Por otra parte, a veces me he portado como turista (¡observación-participante!) para escuchar las explicaciones histórico-culturales ofrecidas por guías turísticos. El adiestramiento de estos guías, asimismo las carreras de turismo, es un área que urge la participación antropológica. De hecho, el sociólogo Dagoberto Tejeda ha impartido clases de Folklore para tales carreras, una aportación muy importante que requiere aún más participación profesional.

Finalmente, los espectáculos para turistas de "Folklore" y bailes nacionales requieren de mucha asesoría por parte de los antropólogos (y musicólogos) aplicados9. La necesidad abarca tanto a la presentación, orientación y trato a músicos/ bailadores tradicionales del lugar convertidos en espectáculo como las recreaciones de imitaciones de lo supuestamente auténtico, como los llamados "ballet folklóricos" para fines de espectáculo. Con los artistas tradicionales, hay que cuidar que su arte no sea impactado por su presentación en escenario; y hay que tener una sensibilidad especial si se trata de expresiones sagradas.

Las autoridades públicas y privadas se deberían recurrir a los antropólogos aplicados para cualquier proyecto de gran envergadura, para realizar estudios iniciales y concurrentes sobre su impacto sociocultural. Por ejemplo, la construcción de una represa que requiere el desalojo y reubicación de un sector rural requiere un estudio y monitoreo sociocultural. De esta forma, la Antropología Aplicada se puede tornar polémica y hasta peligrosa, cuando se trata el impacto de proyectos o bien favorecidos por el gobierno o entidades privadas, por su importancia política y/o fiscal, a pesar de las consecuencias. En estos tiempos podrían incluir el impacto del metro (tanto en la vida de la comunidad, como los pasajeros como los sindicatos de transportistas) o empresas como la Barrick Gold.

La Antropología Aplicada requiere que uno lleve la batuta de la ética en defensa del pueblo (inclusive a los políticos) sobre la conservación y respeto hacia la historia y la cultura. El arqueólogo aplicado tiene que concientizar el pueblo de Nigua, que ha construido sobre yacimientos coloniales alrededor de su iglesia histórica, o bien incentivar la legislación proteccionista y su cumplimiento. Tiene que instruir el pueblo que vende su patrimonio histórico -"caritas de indios"- en el Corral de los Indios de San Juan y las playas de Samaná, y asimismo procurar una medida legislativa y cumplimiento de la misma para su protección.

Conclusión

¿Entonces, existe un pensamiento antropológico dominicano? Sí y no. Como ciencia, la Antropología Física y Socio-cultural, pasada y presente, dondequiera que se realice tiene que estar acorde con el método científico y el rigor que esto implica. Debe usar las metodologías y técnicas que se han desarrollado para sus estudios, aunque estén siempre en evolución. Pero en su aspecto aplicado, sí, tiene que ajustarse a la realidad sociocultural de sus sujetos y sus comunidades y servirlos para fines de su bienestar física y espiritual.

Notas:

1- La jornada se llevó a cabo en el Museo del Hombre Dominicano el 19 de noviembre de 1977 y fue publicada en 1978. El artículo mío en esta obra fue titulado, “Hacia una antropología dominicana”.

2- Cita casi literal de Davis op. Cit. 1977: pág. 13.

3- Por fin publicado con anexos como Reseña histórica de folklore en 2006.

4- En obras de Fradique Lizardo y Julio Alberto Hernández (EGarrido: comunicación personal, 2008).

5- Además de la UASD, el Museo del Hombre Dominicano, el Archivo Nacional de Música, la Dirección de Cultura de la Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos.

6- En esos tiempos, de un profesorado que entiendo de unos 1,200 profesores a tiempo completo y parcial, sólo 4 de nosotros éramos norteamericanos (por lo menos en Humanidades): la profesora June Rosenberg y yo en Historia y Antropología, la profesora Elizabeth Higgenbotham en Idiomas y una en Psicología que trabajaba en el CURSO en Barahona.

7- La otra ciencia: el vodú dominicano como religión y medicina popular, santo Domingo; Universidad Autónoma de Santo Domingo, 1987.

8- Publicado en 1956. Los alumnos que llegaron a ser antropólogos de renombre incluían a Eric Wolf y Sydney Mintz.

9- Yo misma fui co-fundadora de la Sección Etnomusicología Aplicada de la Sociedad de Etnomusicología (Society for Ethnomusicology) en los años 90.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Castillo, Luciano. 1977 "Perspectivas y estrategias para una antropología aplicada en la República Dominicana", La antropolo-gía en la República Dominicana. Santo Domingo: Fondo para el Avance de las Ciencias Sociales y Asociación para el Desarrollo, 1978, Págs. 23-38.

Davis, Martha Ellen. 1977 "Hacia una antropología dominicana" en La antropología en la República Dominicana: una evaluación. Santo Domingo: Asociación para el Desarrollo, págs. 7-22. Fondo para el Avance de las Ciencias Sociales en la República Dominicana. 1978 La antropología en la República Dominicana: una evaluación. Santo Domingo: Asociación para el Desarrollo.

La otra ciencia: el vodú dominicano como religión y medicina populares. Santo Domingo: Universidad Autónoma de Santo Domingo,

1987.
Foster, George M. "Peasant society and the image of limited good", American Anthropologist, Vol. 67, No. 2, abril, págs. 293-315.

Garrido de Boggs, Edna. 2006. Reseña histórica del folklore dominicano. Santo Domingo: Secretaría de Estado de Cultura y Editora Buho.

Hymes, Dell. 1972. Reinventing anthropology. New York: Pantheon Books. Reeditado 1999 con una nueva introducción por el autor, Ann Arbor: Universidad de Michigan.

Naipaul, V. S. 1980. The return of Eva Perón with The killings in Trinidad. Nueva York: Knopf.

Persig, Robert M. Zen and the art of motorcycle maintenance: an inquiry into values. Nueva York: Morrow.

Sánchez Maríñez, Julio. 1980. "Lectura del trabajo de M. E. Davis: 'Hacia una antropología dominicana', Revista Dominicana de Antropología e Historia, Año IV, Vol. VI, Nos. 8, 9, 10 y 11, 1977-1980, Págs. 217-227.

Steward, Julian et. al. 1956 The people of Puerto Rico: a study in social anthropology. Urbana: University of Illinois Press.

Wilson, Peter J. 1973. Crab antics: the social anthropology of English-speaking Negro societies of the Caribbean. New Haven: Yale University Press.

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Texto tomado de Revista Dominicana de Antropología, No. 69. Congreso de Antropología Emile de Boyrie Moya; Santo Domingo, República Dominicana, Enero 2011, pp. 165-182
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