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12.12.11

De Juan Bolívar Díaz a J.F. Lyotard


Por Pedro Samuel Rodríguez-Reyes

¿Cuándo los dominicanos entenderemos que todos somos descendientes de extranjeros?

Es un absurdo el que un ciudadano dominicano étnicamente mezclado diga que “los europeos NOS invadieron hace más de cinco siglos”. Es una equivocación sostener que “NOSOTROS recibimos y acogimos a europeos españoles, a africanos”… porque quien así se expresa está falsamente asumiendo que es descendiente de los nativos taínos que estaban aquí cuando aquellos españoles y africanos llegaron. El dominicano étnicamente mezclado que así lo asegure está suplantando una identidad. Anhela erigirse y presentarse como lo que exactamente no es. Probablemente no se trata de una actitud conscientemente malsana sino de una ignorancia elemental generalizada que se ha estado repitiendo y aceptando como verdad fundada.

Nos estamos refiriendo a un artículo de la autoría del Señor Juan Bolívar Díaz, publicado el Domingo 11 de diciembre de 2011, en la página 9A del diario ‘Hoy’, titulado “¡Qué pena Sonia, Qué pena!”. En el noveno párrafo del mencionado escrito el Sr. Díaz expresa: ”los hijos de esta tierra donde tantos llegaron sin visa desde que los europeos nos invadieron hace más de cinco siglos, lo que no impidió que los recibiéramos y acogiéramos para convertirlos en dominicanos de ascendencia española, africana, libanesa, palestina, judía, japonesa o cocola”. Es esta la equivocada auto-percepción que continúa repitiéndose.

Quienes recibieron a los llegados fueron sólo aquellos que ya estaban, y resulta que quienes estaban en la isla Española al llegar los europeos ‘invasores’ eran los Taínos. Al Sr. Díaz lo hemos visto en la televisión y al observar sus rasgos físicos no tenemos dudas de que se trata de un dominicano étnicamente mezclado con la ‘invasora’ etnia española y con las llegadas etnias africanas, como lo son el 73% de los dominicanos. Tampoco creemos que alguien pueda asumir al Sr. Juan Bolívar Díaz como un descendiente directo de la etnia Taína ¿Por qué entonces un descendiente de los llegados se autoproclama descendiente de aquella etnia desaparecida e invadida? ¿Es esta una fórmula equivocada de aquellos que tratan de presentarse con las atribuciones de ser parte de los guardianes de la patria verdadera? (ver datos porcentuales de nuestra mezcla étnica actual en el siguiente enlace:
https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/geos/dr.html  + Dominican Republic: →people→ethnic groups).

Como es evidente, si el Sr. Díaz es descendiente tanto de los españoles como de los africanos llegados a la colonia española de Santo Domingo a partir de finales del siglo XV, entonces no tiene sentido el que un descendiente de los llegados diga que “los españoles… nos invadieron” o que “los recibimos” o que sus ancestros vieron a los españoles cuando trajeron y esclavizaron a los africanos. Para el Sr. Díaz, ¿quiénes son exactamente los hijos de esta tierra?: ¿los descendientes de los esclavos africanos llegados en la era colonial?, ¿los descendientes de los españoles llegados en la misma era colonial? ¿los inexistentes descendientes de los desaparecidos taínos nativos?

Por otra parte, a nadie se le ocurriría pensar que un apellido de tan fuerte sabor hispánico-castellano o probablemente sefardí como Díaz sea de origen taíno. (ver: “El apellido Díaz. Orígenes”, en: http://www.delarrago.com/her/ape/diaz.htm ).

Lo que sí tendría bastante sentido sería el que un dominicano de pura ascendencia africana, como lo es el 11% de la población dominicana de hoy, dijera que en nuestra era colonial los españoles esclavizaron a sus ancestros. De eso no habría dudas. Haría sentido, además, si un dominicano de pura ascendencia hispánica, como lo es el 16% de la población dominicana actual, dijera que en la época colonial, sus ascendientes llegaron, descubrieron, esclavizaron y colonizaron.

Igualmente haría perfecto sentido si hoy, en sus respectivos países, los individuos descendientes de las poblaciones indígenas originarias de México, Perú, Bolivia… se expresaran como lo hace el Sr. Díaz. Pero ningún mezclado antillano podría presentarse como descendiente de los desaparecidos Taínos.

La dominicanidad está aposentada en la mezcla de nuestra población mayoritaria; no en la pureza racial -negra o blanca- sino en la síntesis de ambas. Un dominicano racialmente mezclado es, a la vez, un blanco-negro (o un negro-blanco) y con tales credenciales podría inclinarse hacia la preferencia de la cultura que corresponde a una de tales razas. Pero no tendría sentido la reiterada y pretendida pertenencia a la etnia nativa que no existe como tal desde antes de la primera mitad del siglos XVI. (ver nuestro escrito “República Dominicana: país modelo de hibridación étnica”: http://orbe15.blogspot.com/2010/08/republica-dominicana-pais-modelo-de.html ).

Y es que -lo hemos expuesto en el trabajo arriba mencionado- : “Como pueblo, el dominicano posee un catálogo de notables e incuestionables valores, pero al mismo tiempo pervive al interior de su propia cultura un cúmulo de complejidades por delimitar, aclarar y resolver”. Se trata de la sempiterna dificultad de identificar nuestros ancestros. Muchos creen tener ascendencia indígena sin terminar de comprender que somos mayoritariamente descendientes de individuos extranjeros llegados desde España o África, y que nuestro principal valor está precisamente en la propia mezcla, por la simple razón de que étnicamente somos una sociedad abrumadoramente híbrida.

El mencionado escrito del Sr. Díaz lo hemos tomado sólo como perfecto ejemplo para insistir en el tema de la complejidad a que la hibridación étnica somete a los miembros de una sociedad racialmente mezclada como la dominicana. Esa complejidad se expresa respecto a la dificultad de identificar a los propios ancestros. Obviamente, no tuviéramos dicho problema si el dominicano fuese un pueblo definida y mayoritariamente descendiente de aborígenes (como por ejemplo el boliviano), o definida y mayoritariamente descendiente de africanos (como el haitiano o el jamaiquino), o de 'europeos' (Islas Canarias con sus Guanches originarios).

Es por tales razones que los pueblos que no poseen nuestras complejidades de mezcla étnica, como lo es el actual pueblo haitiano –su población mayoritaria-, cada miembro de su población mayoritaria puede expresar con toda propiedad que los franceses, en tiempos de la colonia de Saint Domingue, esclavizaron y masacraron a sus ascendientes africanos. En el mismo sentido podría expresarse el pueblo mayoritario jamaiquino respecto de sus colonizadores ingleses. La razón es que ni el actual pueblo mayoritario haitiano ni el jamaicano o el boliviano son producto de fundiciones y re-fundiciones raciales como es el caso dominicano.

No obstante, pueblos como el haitiano y el jamaiquino, aunque no poseen nuestra mezcla étnica, son ellos también descendientes de extranjeros llegados mayoritariamente desde África, y por tanto, sus ancestros tampoco vieron llegar a franceses ni a ingleses ‘invasores’ en sus respectivos territorios. Al igual que nosotros, tanto en Jamaica como en Haití, las etnias nativas desaparecieron desde hace siglos y por tanto tendría poco sentido que un jamaicano de hoy o un actual haitiano exprese que en la era colonial sus ancestros acogieron a ingleses o a franceses llegados como invasores a su territorio. La razón de esa improbabilidad es la misma nuestra: los ancestros de aquellos y los ancestros nuestros, llegaron; no estaban. La diferencia de aquellos y nosotros estriba en que el intenso proceso de mestizaje sucedió en nuestro territorio; no en aquellos. Por eso nuestra mezcla; no la de ellos.

NUESTRA ORFANDAD RESPECTO A UNA RAZA TELÚRICA Y PRIMERA:

Hasta ahí, el tema relativo a la conocida complejidad que enfrenta la proporción mayoritaria de un pueblo étnicamente mezclado -como el dominicano- al identificar sus ascendencias, parecería simple curiosidad anecdótica sin mayor trascendencia. Sin embargo, es aquí en donde empieza nuestro problema dominicano, pues, observado desde otro ángulo, el mismo referente podría derivar en una reflexión sobre la dificultad que representa para un pueblo mayoritariamente híbrido como el nuestro el tratar de identificarse plenamente con una determinada y definida raigambre étnica. Porque, de aquellas tres etnias que nos conformaron (nativos, españoles y africanos) ¿cuál es, exactamente, la raza telúrica y primera que al representarnos pueda remitirnos a lo que el filósofo francés J.F. Lyotard ha definido como 'aquella fe originaria, aquella frescura antigua, aquel estado prístino, aquella grandeza indefinible de los comienzos'? Desafortunadamente los dominicanos no poseemos ni somos parte de una raza telúrica y originaria, y en este punto, más allá de los remedios políticos y económicos, a la mayoría de este pueblo (al 73%) sólo puede redimirle la fe en lo que representa su propia síntesis, su principal cualidad.

Por su parte, el actual pueblo haitiano y el pueblo jamaicano sí que poseen la certidumbre de una raza telúrica y primera (las etnias africanas); de unos dioses ancestrales en donde depositar aquella fe originaria y aquella frescura antigua evocada por Lyotard. Para los germánicos, sus héroes teutónicos pre-románicos atestiguan su presencia en los dramas musicales wagnerianos. Para los pueblos nórdicos está su extensa y antiquísima mitología y sus sagas. Asimismo, los actuales pueblos originarios de México, América Central y Sur América depositan aquella 'grandeza indefinible de los comienzos' en sus dioses de las selvas y las montañas. Para los dominicanos es precisamente esta carencia nuestra grande y profunda orfandad.

Es entonces aquí en donde se inicia nuestra reflexión. Porque tal vez sea precisamente esa orfandad lo que provoque que el ciudadano dominicano a veces necesite aferrarse a aquella desaparecida etnia primigenia (Taínos) como inexistente tabla de salvación. Si tratásemos de definir esa carencia quizás podría ser expresada como orfandad subyacente, indefinida e inconfesada, colocada en el mismo centro de nuestra identidad y de nuestras acciones.

Es difícil que esto sea entendido desde escenarios externos a nuestras realidades locales. En adición, podría ser esto una de las causas de las incomprensiones y del desconocimiento que la comunidad internacional a veces muestra respecto al pueblo dominicano. Porque para esa comunidad es relativamente fácil el conocer y asimilar lo haitiano, lo jamaicano o lo boliviano; pero no así respecto a lo dominicano. Los pueblos mayoritariamente híbridos como el nuestro no son comunes en el globo y por tanto, esa comunidad internacional no posee los suficientes elementos que le faciliten la comprensión de lo nuestro.

A partir de reflexiones como éstas podemos mejorar el entendimiento respecto no sólo de la comunidad internacional sino respecto a argumentos como los del Sr. Juan Bolívar Díaz y especialmente respecto a la entendible tendencia de otros dominicanos que abatidos por aquella generalizada y subyacente orfandad de una raza telúrica y primera buscan aferrarse a alguna fe originaria mediante su adhesión solidaria con aquellos que sí la poseen, como el caso de los haitianos. No se trata siquiera de un solidario humanismo sino de una particular y subyacente orfandad que no sabemos atenuar ni manejar. Como Anacaona, los Taínos y Enriquillo serán intentos siempre fallidos, y algunos buscan esa ‘frescura antigua’ por extensión, lo cual es otro imposible.

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1- ¡Qué pena Sonia, qué pena! - Juan Bolívar Díaz:

http://www.hoy.com.do/opiniones/2011/12/10/405417/Que-pena-Sonia-que-pena








































1 comentario:

Marilyn Recio dijo...

Excelente texto! Siempre que le visito encuentro artículos con plantiamentos novedosos,y de actualidad.
Este no me lo había planteado.