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12.11.16

Decreto de Lous Ferrand, general francés, Comandante en Jefe del Santo Domingo ocupado por Francia

Decreto de Louis Ferrand

Louis Ferrand, general francés, Comandante en Jefe del Santo Domingo ocupado militarmente.

Santo Domingo, 6 de enero 1805* , **

En este insólito Decreto el señor Ferrand, General de brigada, francés comandante en jefe, capitán general interino de la ocupada Colonia de Santo Domingo, miembro de la Legión de Honor de la República Francesa, autoriza a los habitantes y autoridades de la parte española de la Isla capturar en territorio de la república de Haití niños de hasta 14 años de edad, con el fin de venderlos como esclavos. Según algunos historiadores esto fue lo que motivó (o provocó) la invasión de Dessalines y la masacre, degüello o genocidio que cometió su ejército durante su retirada de nuestro territorio.

Siempre he ocupado en tomar las disposiciones necesarias para aniquilar la rebelión de los negros en la colonia de Santo Domingo (Saint-Domingue, hoy Haití: nota de Vetas), y considerando que una de las más eficaces para conseguir este objeto es la de disminuir la población y de privarles, tanto como sea posible, de los medios de poder hacer reclutamientos.

Considerando que ese reclutamiento diario debe caer naturalmente, sobre los negros y gentes de color de menos de catorce años, y la política a la vez que la humanidad, reclaman que la autoridad legítima tome medidas para impedir que los sexos de esta edad y de este color participen en crímenes y en una revuelta que los conduciría, inevitablemente a los castigos más terribles;

Considerando que es beneficioso para la colonia que las diferentes edades de esa juventud sean distinguidas, y que las más peligrosas sean sacadas de su territorio, mientras que las otras, cuidadosamente conservadas en los buenos principios y distribuidas en los departamentos fieles, puedan un día concurrir, con su trabajo, a su restauración; Considerando también, que los habitantes vecinos de las fronteras sublevadas y las tropas que están formando el cordón, merecen que el gobierno les recompense por las fatigas y los peligros a que están continuamente expuestos. Ha decretado y decreta lo que sigue:

Art. 1. Los habitantes de las fronteras de los departamentos del Ozama y del Cibao, así como las tropas empleadas en los puestos guarnecidos del cordón, están y continúan estando autorizadas a extenderse por los territorios ocupados por los sublevados, a perseguirlos y a hacer prisioneros a todos aquellos del uno o del otro sexo que no pasen de la edad de catorce años.

Art. 2. Los prisioneros procedentes de estas expediciones serán propiedad de los captores;

Art. 3. Los niños varones capturados, que tengan menos de diez años y las negras, mulatas, etc., menores de diez años, deberán quedar expresamente en la colonia, y no podrán ser exportadas bajo ningún pretexto. -Los captores podrán, según su gusto, o dejarlas en sus plantaciones o venderlos a habitantes que residan en los departamentos del Ozama y del Cibao (actual República Dominicana: ndv).

Art. 4. Los negros y personas de color de los que se hace mención en el artículo precedente y que no deberán ser exportados, no serán considerados como propiedad de los Captores y no podrán ser vendidos por ellos, mientras no se hayan provisto, para cada un individuo, en el departamento del Ozama, de un certificado de personas notables de Azua, visado por el comandante Ruiz, y el departamento del Cibao, de otro certificado igual del Ayuntamiento de Santiago, visado por el comandante Serapio, que compruebe que esos negros, etc., han sido efectivamente capturados en el territorio ocupado por los sublevados y que formaban parte de ellos.Las personas notables de Azua y de Santiago llevarán registros en los cuales se inscribirán, sin interrupción los certificados que ellos expidan y les será acordado dos pesos que pagarán los captores, por cada un certificado.

Art. 5. Los niños varones de diez a catorce años y las negras, mulatas, etc., de doce a cotorce años, serán expresamente vendidas para ser exportadas.

Art. 6. Los designados para la exportación no podrán ser embarcados en ningún otro puerto que no sea el de Santo Domingo, en donde se pagará por derecho, en favor del gobierno, cinco por ciento de exportación sobre el precio de la venta.

Art. 7. Los que lleven estos negros y gente de color a Santo Domingo, para ser vendidos y exportados, estarán obligados a procurarse, para cada individuo, en el departamento del Ozama, un certificado expedido por las personas notables de Azua, visado por el comandante Ruiz y en el departamento del Cibao un certificado igual del Ayuntamiento de Santiago, visado por el comandante Serapio, en el que se compruebe que esos negros, etc., han sido efectivamente capturados en el territorio ocupado por los sublevados y que formaban parte de ellos.Esos certificados deberán igualmente ser inscritos en los registros llegados por los notables de Azua o de Santiago, y por cada uno de ellos se pagarán dos pesos.

Art. 8. Ningún negro, etc., podrá ser embarcado en Santo Domingo, sin que el general en jefe haya dado para ello una autorización particular que él expedirá en presencia de los documentos exigidos.

Art. 9. Se considerarán como objetos robados y se confiscarán o reclamarán donde quiera que se encuentren en la colonia de Santo Domingo, así como en las colonias vecinas, los negros y gentes de color para los cuales no se hubieren llenado las formalidades indicadas.

Art. 10. Toda persona que haya conservado o vendido, así como también, toda persona que haya exportado o tratado de exportar negros, etc., de la colonia, sin haber llenado las formalidades arriba indicadas, estará obligado a pagar cincuenta pesos de multa por cabeza; y todo propietario o capitán de buque, así como todo funcionario civil o militar, que haya dado o haya sido sorprendido ayudando a un fraude de este género, será reducido a prisión o privado de su empleo, y pagará cien pesos por cabeza de negro, etc., sustraído o que se haya intentado sustraer.

Art. 11. La retribución acordada a los Ayuntamientos de Azua y de Santiago por los certificados que tengan que expedir, servirá para los gastos comunales y sólo se descontará de esa suma, la cantidad que juzgaren conveniente los señores notables, para el sueldo del Secretario.

Art. 12. Los comandantes militares y los notables quedan encargados, en sus respectivos departamentos, de la ejecución del presente decreto, principalmente en lo que concierne a la vigilancia necesaria para impedir toda clase de abuso respecto a esto.

Art. 13. En el instante en el que los sublevados, reconociendo su error, hagan acto de sumisión al emperador de los Franceses; en manos del general Ferrand y que haya seguridad de que ellos proceden de buena fe, todas las hostilidades serán suspendidas.

El presente decreto, que será traducido e impreso en los dos idiomas (francés y español) en número de doscientos ejemplares, publicado y fijado en las ciudades y pueblos de los departamentos del Ozama y del Cibao, será registrado en la oficina de inspección colonial; en la secretaría de la comisión provisional de la justicia y depositado en las secretarías de los consejos de notables del departamento.

Hecho en el Cuartel General de Santo Domingo, el 16 Nivoso, año XIII (6 Enero 1805).

El general de brigada, comandante en jefe, capitán general interino, miembro de la Legión de Honor.

Firmado: FERRAND.

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* Tomado del libro “Invasiones haitianas de 1801, 1805 y 1822”. Compilación de Emilio Rodríguez Demorizi. Editora del Caribe, C. por A.; Ciudad Trujillo, R.D., 1955, páginas 101 a 104.


** Rodríguez Demorizi adiciona la siguiente nota: Traducido del francés por el licenciado C. Armando Rodríguez. Tomado del Recuiel gènèrale des lois et actes du Governement d’Haití..., Vol. I p. 39-41, por Listant Pradine. Publicado anteriormente en Gazette politique et commercial d’Haití, Nº 25, año 1805.

Jean Jacques Dessalines : Diario de la Campaña de Santo Domingo, 1805



S. M. Dessalines I
Diario de la campaña de Santo Domingo. 
Laville, 12 abril 1805*, **

El gobernante de Haití, Jean Jacques Dessalines, que se había hecho proclamar Emperador con el nombre de Jacobo Primero, decidió invadir la parte española de la Isla en febrero de 1805. El territorio de los dominicanos, que había sido colonia de España, estaba ahora invadido por Francia, que mantenía un ejército de miles de soldados. El objetivo de Dessalines era expulsar a los franceses y reinar en toda la isla, lo que no pudo lograr porque no pudo tomar la amurallada ciudad de Santo Domingo, que era un objetivo militar imprescindible. El Diario de Campaña que aquí reproducimos a continuación es un documento de extraordinaria importancia histórica:

Al haber sido ordenado por Su Magestad el Emperador los preparativos para la Campaña de Santo Domingo y fielmente ejecutados en todos los lugares sometidos a su obediencia; la orden de marcha transmitida oficialmente y todas las disposiciones tomadas; El Emperador, a la cabeza de su estado mayor general entró en campaña el 16 de febrero de 1805; se dirigió a la villa de Petite Riviére y allí pasó revista a las tropas de la división Gabart.

Estas fuezas, compuestas de los dos batallones de las 4ª, 8ª y 14ª medias brigadas, del segundo batallón de la 7ª y de la 20ª media brigada; de dos compañías del primer escuadrón de caballería; del 1er. regimiento de artillería y del 1er. escuadrón de caballería del 1er. regimiento, mandados por el General Gabart, quien tenía a sus órdenes a los generales de brigada Magny y Cangé, desfilaron cada una según su rango y el orden de batalla prescrito por S. M.; atravesaron el Artibonito, a penas vadeable en esta época y fueron a pernoctar a la hacienda Mangé, que era un ingenio de azúcar.

Al día siguiente 17, el Emperador salió de esta villa, dejó detrás de sí la división Gabart, que pasó la noche en la hacienda Despainville y llegó como a las cinco de la tarde al pueblo de Mirebalais. Allí encontró sobre las armas la 10a. media brigada y dos batallones de la 3a., después de pasarles revista, indicó a cada una su cuartel respectivo.

El 18, a las ocho de la mañana, el General Gabart, a la cabeza de su división, entró en el pueblo de Mirebalais. El Emperador pasó revista a la división reunida, inspeccionó sus armas y le designó el lugar para acantonarse.

El 19, S. M. intimó a los Comandantes de Hincha, de Lamatte (1), de Neiba y San Juan a que reconocieran su autoridad y a prepararles una cantidad necesaria de víveres y de caballos. Ese mismo día la división Petión se les unió en el pueblo, conducida por el general de brigada Magloire Ambroise y formada por dos batallones de las medias brigadas 11a., 22a., y 23a. y dos compañías del 1er. regimiento de artillería, y de los escuadrones 2o. y 3o. de caballería del 1er. regimiento.

El siguiente día 20, S. M. ordenó a la 3a. media brigada y a la caballería, ir a acampar en la hacienda Desvarrieux, barrio de los Sarracenos.

El 21, el General Petión llegó con el resto de su división, compuesto de dos batallones de las medias brigadas 21a. y 24a. El advirtió a S. M. que las lluvias entorpecían al General de División Geffrard y retardaban su marcha. El Emperador inmediatamente hizo formarse en batalla las dos divisiones, pasó revista general, arengó a los soldados y les hizo tomar el camino de Las Caobas, a las órdenes de los Generales Gabart y Petión, secundados por los Generales de brigada Magny, Daut, Cangé y Magloire Ambroise.

El 22, el jército partió de Las Caobas para Las Matas y fué a pernoctar a media jornada de distancia. El Emperador recibió en la mañana del 3 una diputación; hizo su entrada a medio día en ese pueblo y permitió a la tropa descansar un poco y tomar alguna refacción.En la noche del 24 al 25, se dió la orden de avanzar hacia San Juan. A cierta distancia de la ciudad, el Emperador realizó algunos movimientos militares, y el 25, a las tres de la tarde, el ejército, dividido en tres columnas, entró en la plaza, la que había sido evacuada.Durante el día 26 se ocuparon de la inspección y de la limpieza de las armas.

El 27, a las 6 de la mañana, se ordenó la salida para Azua lo cual fué ejecutado. Se dejó como comandante en San Juan, al jefe de escuadrón Isaac Borel, uno de los ayudantes de S. M., con un destacamento de trescientos hombres. El ejército hizo alto en el río Yaque, a donde pasó la noche y se puso de nuevo en marcha el 28 a las cinco de la mañana.Aún no habíamos caminado tres leguas, cuando el jefe de escuadrón Barthelemy, que precedía la vanguardia, hizo prisioneros a tres españoles a quienes condujo ante S. M. I. Uno de ellos, teniente de caballería, se había adelantado tanto, para espiar nuestra llegada y vigilar nuestros movimientos; y los otros dos declararon que ellos habían sido enviados para aprovisionarse de agua. Además nos dijeron que no lejos de allí había un campo atrincherado, comandado por un oficial francés llamado Wiet.

Próximamente a las nueve de la mañana, al atravesar el lecho seco de un río, el comandante Barthelemy divisó algunos centinelas enemigos colocados detrás de una trinchera de piedras construida sobre un montículo. Advirtió de eso a S. M. quien le ordenó ir a reconocer de cerca esa posición. Barthelemy, sin esperar la caballería, seguido solamente de algunos dragones y de los ayudantes de S. M., a porfía unos y otros, cargaron al enemigo. A su vista, los centinelas huyeron. Cuando llegamos al lugar reconocimos que era una obra imperfecta y que no podía considerarse cuanto más como un punto de observación.

Sin embargo el Jefe de escuadrón persiguió con ahinco a los fujitivos, sin poder alcanzarlos.

Excitados por esos indicios, que confirmaban la proximidad del enemigo, la caballería se les unió con suma precipitación y el ejército apresuró su marcha. Una hora después divisamos el campamento Wiet y descubrimos sus atrincheramientos. Se dió cuenta a S. M. de la proximidad del enemigo; al instante el Emperador avanzó para observar el terreno, seguido de su estado mayor general, y se detuvo a medio tiro de fusil de ese puesto, que estaba situado en el camino real, sobre una eminencia, flanqueada de ambos lados por dos cerrillos que la dominaban; en vista de eso, el Emperador concibió su plan de ataque y sin dar al ejército ni a la caballería tiempo para llegar, lo hizo ejecutar.Ordenó a una parte de la vanguardia ir a apostarse en emboscada en el flanco izquierdo del enemigo; hizo rodear su derecha por la 4ª. media brigada y se reservó atacar el frente con su estado mayor general y la 3ª media brigada a la cabeza de las cuales se encontraban los generales Gabart y Daut.

El enemigo, que hasta entonces había guardado el más profundo silencio, decidido a no tirar sobre nosotros sino a quema ropa, comenzó su fuego y descargó sobre nosotros dos cañonazos con metralla. Entonces el combate comenzó con encarnizamiento por una y otra parte. La 4ª media brigada dió el asalto con su impetuosidad ordinaria, en el mismo momento en que el general de división Gabart, después de haber derribado las trincheras que se encontraban fuertemente defendidas y rodeadas de púas, se presentó en el frente. Por su parte, la porción de la vanguardia, colocada en emboscada sobre la izquierda del enemigo, dejó de inquietarla. Entonces los enemigos, acosados y empujados por todas partes, buscaron su salvación en la fuga.

La caballería concluyó la derrota, persiguiendo a los fujitivos a través de las zarzas y las espinas de que este país está erizado; los destrozó completamente en el trayecto de más de dos leguas, y llevó ante S. M. un gran número de prisioneros, muy particularmente al llamado Wiet, comandante de ese puesto, quien declaró que él estaba a la cabeza de 300 hombres, y que había prometido a Ferrand, responder con su cabeza, de que impediría el paso del ejército haitiano, en razón de la posición que él ocupaba. Y efectivamente, para desalojar al enemigo, era necesario nada menos que tropas acostumbradas a vencer los obstáculos del país. Esta acción tan funesta al enemigo y que fué tan violenta, no costó, sin embargo, la vida sino a cuatro soldados nuestros; Jerome, capitán de caballería, fué muerto de un pistoletazo; Guillaume, coronel de la 4ª media brigada, fué herido en el brazo izquierdo y el secretario ayudante del general Daut, el bravo Pierre Louis quedó con el vientre atravesado de un balazo.

Después de una corta pausa, el ejército recibió la orden de continuar la marcha y fué a descansar en un hato donde pasó la noche. Como a las nueve de la noche oímos tres cañonazos de alarma disparados en Azua. A esta señal, una guardia que el enemigo había colocado en el camino que conduce de Neiba a Azua, comandada por Daut, y audante de S. M. evacuó el lugar y se retiró a esta última plaza.

Si Daut era ayudante de S. M., ¿cómo podía comandar la guardia enemiga que evacuó el camino y entró a Azua?En la mañana del siguiente día, 1º de Marzo, el ejército se puso en marcha para Azua y se hizo alto cerca de la ciudad. El emperador, después de haber dividido en dos columnas la división Gabart, dió una a este oficial superior, ayudante del general de brigada Cangé y tomando consigo al general de brigada Daut, se puso a la cabeza de otra columna para atacar al mismo tiempo esta plaza y cortar toda retirada al enemigo; pero estas medidas fueron inútiles, pues la guarnición, mandada por un oficial llamado Bruys, lejos de pensar en oponernos alguna resistencia, evacuó la plaza e hizo tirar la alarma.Juan Jiménez, español, que vino a rendirse a S. M. fué nombrado comandante del lugar.

Hicimos alto allí desde las tres a las cinco de la mañana, hora a la cual partimos para ir a pernoctar a orillas del río Oco (2).

El 4, a las dos de la tarde, se llegó a una media legua de Baní. El ejército, después de tomar algunas disposiciones acometió ese pueblo y entró en él en el mayor orden, no encontrando allí a persona alguna. Fué entonces cuando S. M. quedó plenamente convencido de que los naturales españoles estaban totalmente vendidos a los franceses y por consiguiente eran indignos de recibir por más tiempo los afortunados efectos de su clemencia.

El día 5 el ejército salió de Baní; siguiendo la orilla del mar, divisamos dos grandes buques ingleses fondeados cerca de tierra, los que, después de habernos visto desfilar, aparejaron y se hicieron a la vela. Fuimos a descansar en la estancia de Blas de Luna. S. M. ordenó a varios generales de división colocar sus tropas de manera de evitar desorden y confusión en caso de ataque.

El día 6, al amanecer, el ejército recibió la orden de continuar la marcha. Llegamos a media noche a la estancia de Gaillard (3) distante una legua y cuarto de la ciudad de Santo Domingo. S. M. fijó allí su cantón imperial; formó su guardia de 2,500 hombres sacados de las diferentes compañías de granaderos y de varias medias brigadas, e intimó a Ferrand por escrito, así como a los habitantes de la ciudad, a que le entregaran la plaza y que se sometieran a su autoridad; al anochecer, el enemigo quemó la población de San Carlos.

El día 7 al amanecer, los generales Gabart y Petión recibieron la orden de ir a reconocer las afueras de la plaza y de visitar lo más próximamente posible, las posiciones más ventajosas. A las ocho de la mañana, el enemigo comenzó a cañonear y tiró sin descansar a medida que se preparaban los aproches (4) de la plaza.Las dos divisiones del Norte, comandadas en jefe por el general H. Christophe se reunieron en ese momento en el campamento imperial. Esas divisiones estaban formadas con dos batallones de las 1a., 2a., 5a., 6a., 9a., 27a., 28a., y 29a. medias brigadas, de dos compañías de artillería del 2o. regimiento, de una compañía de zapadores y de dos escuadrones de caballería del 2o. regimiento, comandados como segundo por el general de división Clerevaux. Esas tropas fueron a descansar a una estancia vecina, destinada a servir de hospital.

En vano algunas piezas de artillería, dirigidas desde varios fuertes de la ciudad lanzaron una granizada de balas, granadas y metralla sobre nuestros soldados para interrumpir sus trabajos.

Una gran gran cantidad de gaviones (5) fue confeccionada, y nuestras líneas fueron trazadas alrededor de nuestras trincheras.En la noche del 7 al 8, los generales Gabart y Petión hicieron tomar a sus tropas sus posiciones respectivas, y diseñaron los contornos de la ciudad por un cordón protegido por tres líneas de gaviones colocados a un débil tiro de fusil de las murallas. Estas fuerzas fueron dispuestas en el orden siguiente:El ala izquierda de la división Gabart, comandada por el general Daut,se extendía desde la orilla derecha del Ozama hasta las alturas de San Carlos, ocupadas por las columnas del centro, bajo las órdenes del general Cangé, y el ala derecha, confiada al general Magny llevada a la iglesia de ese poblado, interceptaba, al prolongarse, el camino real que conduce de Santo Domingo a Santiago. Aunque a partir de este punto hasta la orilla del mar, había un espacio muy grande que recorrer, la división Petión pudo cubrir la extensión de ese terreno y mantenerse allí hasta la llegada del general Geffrard.

El día 8 el Emperador, a la cabeza de su estado mayor general, acompañado de los generales Christophe y Clerveaux, hizo inspeccionar los trabajos y visitar las diversas posiciones. En el momento en que él se presentaba al campamento del general Gabart, el general ayudante Damestois fué herido con una bala de cañón, herida a consecuencia de la cual expiró dos horas después. Al haber comprobado S. M. que sus miras habían sido perfectamente cumplidas, retornó al campamento imperial; empleó su estado mayor general y los granaderos de su guardia en formar allí un campo atrincherado y ordenó a los generales Christophe y Clerveaux ir a situarse en la orilla izquierda del Ozama, de modo de no quedar separados de la división Gabart sino por la anchura del río y ocupar el espacio comprendido desde ese punto hasta la orilla del mar. Cinco botes cargados de víveres fueron tomados a tiros; dos buques que habían salido del río volvieron a entrar después de haber sido rechazados por los ingleses. El fuego de la ciudad y de las trincheras continuó sobre nosotros durante todo el día. A media noche se oyeron cañonazos del lado del mar; supimos al día siguiente que los ingleses se habían apoderado de dos buques cargados de mujeres, etc.

El día 9, a las cuatro de la tarde, la 20a. media brigada hizo que se apoderaran de los caballos que habían echado fuera de la ciudad. El enemigo, después de haber hecho llover sobre nosotros gran cantidad de balas de cañón, bombas y granadas, efectuó una salida contra el general Magny.La tropa de este oficial enardecida por su ejemplo, se arrojó sobre ellos, los derrotó y los persiguió vivamente hasta sus murallas.

Dos de nuestros valientes soldados perdieron la vida en este combate; tres fueron heridos; el jefe de batallón Lerebours fué herido levemente por una metralla. La retirada del enemigo fué tan precipitada que dejaron abandonados en el campo de batalla sus muertos y sus heridos. El día siguiente no se hizo notar sino por la entrada de un parlamentario inglés en la plaza.

El día 11, como a las ocho de la mañana, el enemigo marchó en tres columnas; la primera, dirigida contra el general Gabart, no se atrevió a atacarlo, y se unió a la segunda para dirigirse contra el general Magny. Apreciando la ventaja que ellas podían sacar de la iglesia de San Carlos, se aprovecharon del abrigo que les ofrecía este edificio y dirigieron sobre nosotros un fuego vivo y pertinaz.

Julien Cupidon, coronel de la 14a. media brigada, ya impaciente por desalojar esos tiradores, viendo que una tercera columna avanzaba para rodear nuestra posición, salta sobre las trincheras y grita: “¡A mí, soldados!” y se lanza sobre el enemigo. A su vez, las medias brigadas 14a. y 20a. saltan las trincheras y se precipitan tras sus pasos. La victoria no estuvo dudosa largo rato; el enemigo fué pronto destrozado y puesto en fuga; un gran número quedó en el pavimento, varios fueron hechos prisioneros y el resto no escapó de nuestra persecución sino entrando en precipidada confusión en sus murallas. Un refuerzo enviado por el general Petión, formado de dos batallones de la 22a.y de dos de la 24a., conducidos por el general Magloire Ambroise, llegó bastante tiempo para compartir la gloria de esta jornada y contribuyó a su feliz éxito. Nosotros perdimos por nuestra parte ocho soldados de infantería. Apot, teniente de granaderos fué muerto; Boulan, capitán, fué herido mortalmente; y el intrépido jefe de brigada Julien, murió de un balazo en la cabeza. De la ciudad no han cesado de enviarnos bombas y balas de cañón durante el resto del día y una parte de la noche. Las informaciones de los prisioneros nos aseguraron que el hospital estaba lleno de enfermos, que la ciudad estaba falta de leña y que estaban obligados a servirse para la cocción de algunas cabañas de madera que se encontraban a lo largo de las murallas. El día 12, el general Geffrard llega con su división, formada por dos batallones de las 13a., 15a., 16a., 17a., y 18a. medias brigadas, y dos compañías del 3er. regimiento de artillería, y de dos escuadrones de caballería del 3er. regimiento, comandado como segundo jefe por el general Moreau. Entonces S. M. ordenó al general Petión replegarse y apoyarse en el general Magny; lo que fue ejecutado inmediatamente, y la división Geffrard fué a apoderarse del terreno que acababa de ser evacuado. Las tropas a las órdenes del general Christophe, después de haber sido obligadas a pasar el río Isabela y de remontar por más de ocho leguas el curso del Ozama para poder vadearlo, llegaron a su destino. Tan pronto como el enemigo las descubrió, lanzó contra ellas cantidad de bombas y balas. El día 13, muy de mañana, los generales Christophe y Clerveaux dieron el frente al enemigo e hicieron algunas descargas contra los buques fondeados en el río. Después de sufrir grandes daños esos buques pasaron la desembocadura del río. El fuego de la división Christope molestó especialmente, el cuartel de Ferrand y las calles próximas. La plaza respondió también vigorosamente y mezcló el fuego de fusilería con el fuego de artillería.

Los días 14 y 15 el enemigo continuó cañoneando y bombardeando.

El 16, un correo encargado de las correspondencias y despachos extranjeros llegó al campamento imperial; S. M. después de haberse enterado de ellas, ordenó a todas las divisiones aproximarse a un tiro de pistola de las murallas de la ciudad.

El día 17 S. M. hizo visitar los nuevos trabajos; el enemigo cañoneó y bombardeó el puesto Magny.

Del 18 al 22 el enemigo no cesó de dirigir sus fuegos sobre todos los puntos.

El día 23, las diversas divisiones aproximaron sus líneas hasta tocar las murallas de la plaza. La artillería enemiga mantuvo un fuego terrible sobre las divisiones Petión y Geffrard. A las tres de la tarde, los aliados hicieron una salida, se escurrieron a lo largo de las murallas y avanzaron hasta las orillas del mar.

Juste Vencol, jefe de la 17a. media brigada, a la cabeza de su tropa, salta sus trincheras, se arroja sobre el enemigo, hace de él una horrible carnicería y lo obliga a punta de bayoneta, a entrar en la ciudad. Nosotros perdimos en este combate al ayudante mayor Kiebro y algunos soldados de infantería. Un sargento quedó con una pierna desbaratada de un cañonazo. Pudo notarse que mientras duró el combate un grupo de enemigos se daba prisa en cortar mangles.

El siguiente día 24 no se señaló sino por la llegada del general de brigada Gérin y la de un tránsfuga americano.

El día 25 se pasó revista a las compañías de artillería a las órdenes de los jefes de batallón Lys y Montblanc, y a la compañía de zapadores bajo la dirección del ingeniero Barré. S. M. hizo dar la orden a los comandantes de las varias comunes conquistadas de reunir a todos los habitantes y reducirlos a prisión, para que, a su primera orden hacerlos pisotear por las acémilas (6) y otros animales, al llegar a la parte haitiana.

El día 26 el Emperador conferenció con los generales consejeros de Estado; les manifestó la necesidad de dar un asalto y les dio la orden de ocuparse prontamente en los preparativos necesarios para ello.Un bergantín de guerra y un falucho (7) se presentaron en la boca del Ozama hicieron una señal a la ciudad, la que les respondió.

El día 27, a las tres de la tarde, los generales Petión y Geffrard llamaron la atención de S. M. sobre una división francesa de cinco grandes buques, de tres fragatas, dos bergantines y otras embarcaciones de guerra. A las cuatro, los sitiados, después de un fuego terrible de las murallas, hicieron una salida general contra los generales Magny, Petión y Geffrard. Después de un combate que duró dos horas y media, el enemigo, acosado por todas partes y en completa derrota, recurrió a la fuga y precipitadamente se refugió en el portón de la ciudad, dejando el terreno sembrado de cadáveres, abandonando sus heridos y varios prisioneros: los informes de estos últimos confirmó las noticias que habíamos recibido ya, y un sargento que no sobrevivió a sus heridas nos aseguró que, entre otros jefes heridos en la última salida se encueentra el general Duberthier.

El día 28, en la mañana, se comenzó a desembarcar las tropas; nosotros juzgamos, según varios informes, que ese refuerzo podía apreciarse en cuatro mil hombres.

El Emperador, comprendiendo, por la llegada de esta división y la sinceridad de los avisos llegados a él; sabiendo que otras dos escuadras estaban listas para salir de los puertos de Francia, para un destino desconocido, advertido por sus relaciones extranjeras para prepararse contra las nuevas tentativas que iba a hacer producir la conclusión de la paz en Europa; considerando que el objeto que él se había propuesto con esta expedición estaba cumplido más de la mitad, puesto que el saqueo de la ciudad de Santo Domingo era lo único que faltaba para completar sus proyectos, y calculando que un mayor retardo expondría su ejército; atendiendo al desbordamiento próximo de los ríos, que iba a hacer impracticable su retirada, no juzgó a propósito sacrificar a la ambición de una conquista, la seguridad y la conservación de la parte que es asiento de su imperio.

En consecuencia, dió a los principales jefes la orden de evacuar el país, y a las dos de la tarde, la caballería se extendió por todos lados, destruyendo y quemando todo lo que encontraba a su paso. A las once se levantó el sitio de la plaza; el ejército, en el mayor silencio dejó sus posiciones y se retiró en tan gran orden, que el enemigo no advirtió que hubieran abandonado el sitio.

En virtud de las últimas instrucciones de S. M. dejadas a varios generales, éstos empujaron delante de ellos el resto de los habitantes, de los animales y bestias. Tanto en la parte haitiana como en la dominicana cuando se dice bestias se entiende caballos y mulos y nunca el ganado vacuno que se encontraban en los campos, redujeron a cenizas los pueblos, aldeas, hatos y ciudades, llevaron por todas partes la devastación, el hierro y el fuego, y no perdonaron sino los individuos destinados por S. M. a ser conducidos como prisioneros.

Así concluyó una campaña en que todas las ventajas estuvieron constantemente de nuestra parte, en la que el enemigo no cesó de ser completamente vencido. Así fué levantado el sitio de una plaza que no debió su salvación sino a un acontecimiento tan afortunado como inesperado, y a un cúmulo de circunstancias más dignas que una semejante conquista, de llamar la atención del pueblo guerrero que la tenía en jaque.

Hecho en el campamento imperial de Laville, el 12 de abril de 1805, año II de la Independencia de Haití.El General, Jefe de estado mayor general, firmado: Bazelais.

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Notas:
1- Así llamaban los haitianos al pueblo de Las Matas de Farfán, según nota de Rodríguez Demorizi.
2- Ocoa.
3- Gaillard, hoy Galá. Lugar situado a una legua de Santo Domingo. Según explica Demorizi, el Emperador Dessalines abandonó a Galá en la noche del 28 de marzo y gastó cuatro días para llegar a Marchand, distante 120 leguas de Galá.
4- Aproches: término militar que se aplica a los trabajos que van preparando los que atacan una plaza para poder acercarse a ella, según una nota de Rodríguez Demorizi.
5- Una nota de Rodríguez Demorizi sobre el término “gaviones” dice textualmente: “Bestiaux: además de la acepción de ganados tiene la de brigada, conjunto de acémilas para el transporte de útiles de guerra”. El Pequeño Larousse Ilustrado, edición impresa en 1992, define el gavión como un cestón lleno de tierra. De acuerdo a esta definición los gaviones son preparados para armar trincheras en los campos de guerra.
6- Rodríguez Demorizi comenta en una escueta nota, harto irónica: “Esta es una de las habituales prácticas de S. M.” (Acémila: mula o macho de carga/nota de vetas).
7- Falucho: embarcación menor, cómoda y con carroza a popa, destinada al uso de los jefes de la marina u otras pesonas de distinción. Llamábanla también faluca y falúa.

*Tomado del libro “Invasiones haitianas de 1801, 1805 y 1822”. Compilación de Emilio Rodríguez Demorizi. Editora del Caribe, C. por A.; Ciudad Trujillo, R.D., 1955, páginas 109 a 119.

Rodríguez Demorizi adiciona la siguiente nota:


**Traducido del francés por el Lic. C. Armando Rodríguez. Tomado del Reueil des lois..., Vol. I, pp. 41-47. El Diario está firmado por Bezelais. Se publicó originalmente en Gazette politique et commercial d'Haiti, No. 25-28, 30 mayo-20 junio 1805. Hay otro Journal de campgne pendant l'expedition de Saint Domingue, de Cristóbal, publicado en la Gazette. En el Archivo General de la Nación se conserva un Plano del sitio de Santo Domingo impuéstole por Dessalines, del 15 ventoso al 8 germinal del año 13 (6-8 marzo 1805), en el cual figuran posiciones de los ejércitos del sitiador y del sitiado, reductos militares, etc.