S. M.
Dessalines I
Diario de la
campaña de Santo Domingo.
Laville, 12 abril 1805*, **
El gobernante de Haití, Jean Jacques Dessalines, que se había hecho
proclamar Emperador con el nombre de Jacobo Primero, decidió invadir la parte
española de la Isla en febrero de 1805. El territorio de los dominicanos, que
había sido colonia de España, estaba ahora invadido por Francia, que mantenía
un ejército de miles de soldados. El objetivo de Dessalines era expulsar a los
franceses y reinar en toda la isla, lo que no pudo lograr porque no pudo tomar
la amurallada ciudad de Santo Domingo, que era un objetivo militar
imprescindible. El Diario de Campaña que aquí reproducimos a continuación es un
documento de extraordinaria importancia histórica:
Al haber sido ordenado por Su Magestad el Emperador los preparativos
para la Campaña de Santo Domingo y fielmente ejecutados en todos los lugares
sometidos a su obediencia; la orden de marcha transmitida oficialmente y todas
las disposiciones tomadas; El Emperador, a la cabeza de su estado mayor general
entró en campaña el 16 de febrero de 1805; se dirigió a la villa de Petite
Riviére y allí pasó revista a las tropas de la división Gabart.
Estas fuezas, compuestas de los dos batallones de las 4ª, 8ª y 14ª
medias brigadas, del segundo batallón de la 7ª y de la 20ª media brigada; de
dos compañías del primer escuadrón de caballería; del 1er. regimiento de
artillería y del 1er. escuadrón de caballería del 1er. regimiento, mandados por
el General Gabart, quien tenía a sus órdenes a los generales de brigada Magny y
Cangé, desfilaron cada una según su rango y el orden de batalla prescrito por
S. M.; atravesaron el Artibonito, a penas vadeable en esta época y fueron a
pernoctar a la hacienda Mangé, que era un ingenio de azúcar.
Al día siguiente 17, el Emperador salió de esta villa, dejó detrás de
sí la división Gabart, que pasó la noche en la hacienda Despainville y llegó
como a las cinco de la tarde al pueblo de Mirebalais. Allí encontró sobre las
armas la 10a. media brigada y dos batallones de la 3a., después de pasarles
revista, indicó a cada una su cuartel respectivo.
El 18, a las ocho de la mañana, el General Gabart, a la cabeza de su
división, entró en el pueblo de Mirebalais. El Emperador pasó revista a la
división reunida, inspeccionó sus armas y le designó el lugar para acantonarse.
El 19, S. M. intimó a los Comandantes de Hincha, de Lamatte (1), de
Neiba y San Juan a que reconocieran su autoridad y a prepararles una cantidad
necesaria de víveres y de caballos. Ese mismo día la división Petión se les
unió en el pueblo, conducida por el general de brigada Magloire Ambroise y
formada por dos batallones de las medias brigadas 11a., 22a., y 23a. y dos
compañías del 1er. regimiento de artillería, y de los escuadrones 2o. y 3o. de
caballería del 1er. regimiento.
El siguiente día 20, S. M. ordenó a la 3a. media brigada y a la
caballería, ir a acampar en la hacienda Desvarrieux, barrio de los Sarracenos.
El 21, el General Petión llegó con el resto de su división, compuesto
de dos batallones de las medias brigadas 21a. y 24a. El advirtió a S. M. que
las lluvias entorpecían al General de División Geffrard y retardaban su marcha.
El Emperador inmediatamente hizo formarse en batalla las dos divisiones, pasó
revista general, arengó a los soldados y les hizo tomar el camino de Las
Caobas, a las órdenes de los Generales Gabart y Petión, secundados por los
Generales de brigada Magny, Daut, Cangé y Magloire Ambroise.
El 22, el jército partió de Las Caobas para Las Matas y fué a
pernoctar a media jornada de distancia. El Emperador recibió en la mañana del 3
una diputación; hizo su entrada a medio día en ese pueblo y permitió a la tropa
descansar un poco y tomar alguna refacción.En la noche del 24 al 25, se dió la
orden de avanzar hacia San Juan. A cierta distancia de la ciudad, el Emperador
realizó algunos movimientos militares, y el 25, a las tres de la tarde, el
ejército, dividido en tres columnas, entró en la plaza, la que había sido
evacuada.Durante el día 26 se ocuparon de la inspección y de la limpieza de las
armas.
El 27, a las 6 de la mañana, se ordenó la salida para Azua lo cual fué
ejecutado. Se dejó como comandante en San Juan, al jefe de escuadrón Isaac
Borel, uno de los ayudantes de S. M., con un destacamento de trescientos
hombres. El ejército hizo alto en el río Yaque, a donde pasó la noche y se puso
de nuevo en marcha el 28 a las cinco de la mañana.Aún no habíamos caminado tres
leguas, cuando el jefe de escuadrón Barthelemy, que precedía la vanguardia,
hizo prisioneros a tres españoles a quienes condujo ante S. M. I. Uno de ellos,
teniente de caballería, se había adelantado tanto, para espiar nuestra llegada
y vigilar nuestros movimientos; y los otros dos declararon que ellos habían
sido enviados para aprovisionarse de agua. Además nos dijeron que no lejos de
allí había un campo atrincherado, comandado por un oficial francés llamado
Wiet.
Próximamente a las nueve de la mañana, al atravesar el lecho seco de
un río, el comandante Barthelemy divisó algunos centinelas enemigos colocados
detrás de una trinchera de piedras construida sobre un montículo. Advirtió de
eso a S. M. quien le ordenó ir a reconocer de cerca esa posición. Barthelemy,
sin esperar la caballería, seguido solamente de algunos dragones y de los
ayudantes de S. M., a porfía unos y otros, cargaron al enemigo. A su vista, los
centinelas huyeron. Cuando llegamos al lugar reconocimos que era una obra
imperfecta y que no podía considerarse cuanto más como un punto de observación.
Sin embargo el Jefe de escuadrón persiguió con ahinco a los fujitivos,
sin poder alcanzarlos.
Excitados por esos indicios, que confirmaban la proximidad del
enemigo, la caballería se les unió con suma precipitación y el ejército
apresuró su marcha. Una hora después divisamos el campamento Wiet y descubrimos
sus atrincheramientos. Se dió cuenta a S. M. de la proximidad del enemigo; al
instante el Emperador avanzó para observar el terreno, seguido de su estado
mayor general, y se detuvo a medio tiro de fusil de ese puesto, que estaba
situado en el camino real, sobre una eminencia, flanqueada de ambos lados por
dos cerrillos que la dominaban; en vista de eso, el Emperador concibió su plan
de ataque y sin dar al ejército ni a la caballería tiempo para llegar, lo hizo
ejecutar.Ordenó a una parte de la vanguardia ir a apostarse en emboscada en el
flanco izquierdo del enemigo; hizo rodear su derecha por la 4ª. media brigada y
se reservó atacar el frente con su estado mayor general y la 3ª media brigada a
la cabeza de las cuales se encontraban los generales Gabart y Daut.
El enemigo, que hasta entonces había guardado el más profundo
silencio, decidido a no tirar sobre nosotros sino a quema ropa, comenzó su
fuego y descargó sobre nosotros dos cañonazos con metralla. Entonces el combate
comenzó con encarnizamiento por una y otra parte. La 4ª media brigada dió el
asalto con su impetuosidad ordinaria, en el mismo momento en que el general de
división Gabart, después de haber derribado las trincheras que se encontraban
fuertemente defendidas y rodeadas de púas, se presentó en el frente. Por su
parte, la porción de la vanguardia, colocada en emboscada sobre la izquierda
del enemigo, dejó de inquietarla. Entonces los enemigos, acosados y empujados
por todas partes, buscaron su salvación en la fuga.
La caballería concluyó la derrota, persiguiendo a los fujitivos a
través de las zarzas y las espinas de que este país está erizado; los destrozó
completamente en el trayecto de más de dos leguas, y llevó ante S. M. un gran
número de prisioneros, muy particularmente al llamado Wiet, comandante de ese
puesto, quien declaró que él estaba a la cabeza de 300 hombres, y que había
prometido a Ferrand, responder con su cabeza, de que impediría el paso del
ejército haitiano, en razón de la posición que él ocupaba. Y efectivamente,
para desalojar al enemigo, era necesario nada menos que tropas acostumbradas a
vencer los obstáculos del país. Esta acción tan funesta al enemigo y que fué
tan violenta, no costó, sin embargo, la vida sino a cuatro soldados nuestros;
Jerome, capitán de caballería, fué muerto de un pistoletazo; Guillaume, coronel
de la 4ª media brigada, fué herido en el brazo izquierdo y el secretario
ayudante del general Daut, el bravo Pierre Louis quedó con el vientre
atravesado de un balazo.
Después de una corta pausa, el ejército recibió la orden de continuar
la marcha y fué a descansar en un hato donde pasó la noche. Como a las nueve de
la noche oímos tres cañonazos de alarma disparados en Azua. A esta señal, una
guardia que el enemigo había colocado en el camino que conduce de Neiba a Azua,
comandada por Daut, y audante de S. M. evacuó el lugar y se retiró a esta
última plaza.
Si Daut era ayudante de S. M., ¿cómo podía comandar la guardia enemiga
que evacuó el camino y entró a Azua?En la mañana del siguiente día, 1º de
Marzo, el ejército se puso en marcha para Azua y se hizo alto cerca de la
ciudad. El emperador, después de haber dividido en dos columnas la división
Gabart, dió una a este oficial superior, ayudante del general de brigada Cangé
y tomando consigo al general de brigada Daut, se puso a la cabeza de otra
columna para atacar al mismo tiempo esta plaza y cortar toda retirada al
enemigo; pero estas medidas fueron inútiles, pues la guarnición, mandada por un
oficial llamado Bruys, lejos de pensar en oponernos alguna resistencia, evacuó
la plaza e hizo tirar la alarma.Juan Jiménez, español, que vino a rendirse a S.
M. fué nombrado comandante del lugar.
Hicimos alto allí desde las tres a las cinco de la mañana, hora a la
cual partimos para ir a pernoctar a orillas del río Oco (2).
El 4, a las dos de la tarde, se llegó a una media legua de Baní. El
ejército, después de tomar algunas disposiciones acometió ese pueblo y entró en
él en el mayor orden, no encontrando allí a persona alguna. Fué entonces cuando
S. M. quedó plenamente convencido de que los naturales españoles estaban
totalmente vendidos a los franceses y por consiguiente eran indignos de recibir
por más tiempo los afortunados efectos de su clemencia.
El día 5 el ejército salió de Baní; siguiendo la orilla del mar,
divisamos dos grandes buques ingleses fondeados cerca de tierra, los que,
después de habernos visto desfilar, aparejaron y se hicieron a la vela. Fuimos
a descansar en la estancia de Blas de Luna. S. M. ordenó a varios generales de
división colocar sus tropas de manera de evitar desorden y confusión en caso de
ataque.
El día 6, al amanecer, el ejército recibió la orden de continuar la
marcha. Llegamos a media noche a la estancia de Gaillard (3) distante una legua
y cuarto de la ciudad de Santo Domingo. S. M. fijó allí su cantón imperial;
formó su guardia de 2,500 hombres sacados de las diferentes compañías de
granaderos y de varias medias brigadas, e intimó a Ferrand por escrito, así
como a los habitantes de la ciudad, a que le entregaran la plaza y que se
sometieran a su autoridad; al anochecer, el enemigo quemó la población de San
Carlos.
El día 7 al amanecer, los generales Gabart y Petión recibieron la
orden de ir a reconocer las afueras de la plaza y de visitar lo más
próximamente posible, las posiciones más ventajosas. A las ocho de la mañana,
el enemigo comenzó a cañonear y tiró sin descansar a medida que se preparaban
los aproches (4) de la plaza.Las dos divisiones del Norte, comandadas en jefe
por el general H. Christophe se reunieron en ese momento en el campamento
imperial. Esas divisiones estaban formadas con dos batallones de las 1a., 2a.,
5a., 6a., 9a., 27a., 28a., y 29a. medias brigadas, de dos compañías de
artillería del 2o. regimiento, de una compañía de zapadores y de dos
escuadrones de caballería del 2o. regimiento, comandados como segundo por el
general de división Clerevaux. Esas tropas fueron a descansar a una estancia
vecina, destinada a servir de hospital.
En vano algunas piezas de artillería, dirigidas desde varios fuertes
de la ciudad lanzaron una granizada de balas, granadas y metralla sobre
nuestros soldados para interrumpir sus trabajos.
Una gran gran cantidad de gaviones (5) fue confeccionada, y nuestras
líneas fueron trazadas alrededor de nuestras trincheras.En la noche del 7 al 8,
los generales Gabart y Petión hicieron tomar a sus tropas sus posiciones
respectivas, y diseñaron los contornos de la ciudad por un cordón protegido por
tres líneas de gaviones colocados a un débil tiro de fusil de las murallas.
Estas fuerzas fueron dispuestas en el orden siguiente:El ala izquierda de la
división Gabart, comandada por el general Daut,se extendía desde la orilla
derecha del Ozama hasta las alturas de San Carlos, ocupadas por las columnas
del centro, bajo las órdenes del general Cangé, y el ala derecha, confiada al
general Magny llevada a la iglesia de ese poblado, interceptaba, al
prolongarse, el camino real que conduce de Santo Domingo a Santiago. Aunque a
partir de este punto hasta la orilla del mar, había un espacio muy grande que
recorrer, la división Petión pudo cubrir la extensión de ese terreno y
mantenerse allí hasta la llegada del general Geffrard.
El día 8 el Emperador, a la cabeza de su estado mayor general,
acompañado de los generales Christophe y Clerveaux, hizo inspeccionar los
trabajos y visitar las diversas posiciones. En el momento en que él se
presentaba al campamento del general Gabart, el general ayudante Damestois fué
herido con una bala de cañón, herida a consecuencia de la cual expiró dos horas
después. Al haber comprobado S. M. que sus miras habían sido perfectamente
cumplidas, retornó al campamento imperial; empleó su estado mayor general y los
granaderos de su guardia en formar allí un campo atrincherado y ordenó a los
generales Christophe y Clerveaux ir a situarse en la orilla izquierda del
Ozama, de modo de no quedar separados de la división Gabart sino por la anchura
del río y ocupar el espacio comprendido desde ese punto hasta la orilla del
mar. Cinco botes cargados de víveres fueron tomados a tiros; dos buques que
habían salido del río volvieron a entrar después de haber sido rechazados por
los ingleses. El fuego de la ciudad y de las trincheras continuó sobre nosotros
durante todo el día. A media noche se oyeron cañonazos del lado del mar;
supimos al día siguiente que los ingleses se habían apoderado de dos buques
cargados de mujeres, etc.
El día 9, a las cuatro de la tarde, la 20a. media brigada hizo que se
apoderaran de los caballos que habían echado fuera de la ciudad. El enemigo,
después de haber hecho llover sobre nosotros gran cantidad de balas de cañón,
bombas y granadas, efectuó una salida contra el general Magny.La tropa de este
oficial enardecida por su ejemplo, se arrojó sobre ellos, los derrotó y los
persiguió vivamente hasta sus murallas.
Dos de nuestros valientes soldados perdieron la vida en este combate;
tres fueron heridos; el jefe de batallón Lerebours fué herido levemente por una
metralla. La retirada del enemigo fué tan precipitada que dejaron abandonados en
el campo de batalla sus muertos y sus heridos. El día siguiente no se hizo
notar sino por la entrada de un parlamentario inglés en la plaza.
El día 11, como a las ocho de la mañana, el enemigo marchó en tres
columnas; la primera, dirigida contra el general Gabart, no se atrevió a
atacarlo, y se unió a la segunda para dirigirse contra el general Magny.
Apreciando la ventaja que ellas podían sacar de la iglesia de San Carlos, se
aprovecharon del abrigo que les ofrecía este edificio y dirigieron sobre nosotros
un fuego vivo y pertinaz.
Julien Cupidon, coronel de la 14a. media brigada, ya impaciente por
desalojar esos tiradores, viendo que una tercera columna avanzaba para rodear
nuestra posición, salta sobre las trincheras y grita: “¡A mí, soldados!” y se lanza
sobre el enemigo. A su vez, las medias brigadas 14a. y 20a. saltan las
trincheras y se precipitan tras sus pasos. La victoria no estuvo dudosa largo
rato; el enemigo fué pronto destrozado y puesto en fuga; un gran número quedó
en el pavimento, varios fueron hechos prisioneros y el resto no escapó de
nuestra persecución sino entrando en precipidada confusión en sus murallas. Un
refuerzo enviado por el general Petión, formado de dos batallones de la 22a.y
de dos de la 24a., conducidos por el general Magloire Ambroise, llegó bastante
tiempo para compartir la gloria de esta jornada y contribuyó a su feliz éxito.
Nosotros perdimos por nuestra parte ocho soldados de infantería. Apot, teniente
de granaderos fué muerto; Boulan, capitán, fué herido mortalmente; y el
intrépido jefe de brigada Julien, murió de un balazo en la cabeza. De la ciudad
no han cesado de enviarnos bombas y balas de cañón durante el resto del día y
una parte de la noche. Las informaciones de los prisioneros nos aseguraron que
el hospital estaba lleno de enfermos, que la ciudad estaba falta de leña y que
estaban obligados a servirse para la cocción de algunas cabañas de madera que
se encontraban a lo largo de las murallas. El día 12, el general Geffrard llega
con su división, formada por dos batallones de las 13a., 15a., 16a., 17a., y
18a. medias brigadas, y dos compañías del 3er. regimiento de artillería, y de
dos escuadrones de caballería del 3er. regimiento, comandado como segundo jefe
por el general Moreau. Entonces S. M. ordenó al general Petión replegarse y
apoyarse en el general Magny; lo que fue ejecutado inmediatamente, y la
división Geffrard fué a apoderarse del terreno que acababa de ser evacuado. Las
tropas a las órdenes del general Christophe, después de haber sido obligadas a
pasar el río Isabela y de remontar por más de ocho leguas el curso del Ozama
para poder vadearlo, llegaron a su destino. Tan pronto como el enemigo las
descubrió, lanzó contra ellas cantidad de bombas y balas. El día 13, muy de
mañana, los generales Christophe y Clerveaux dieron el frente al enemigo e
hicieron algunas descargas contra los buques fondeados en el río. Después de
sufrir grandes daños esos buques pasaron la desembocadura del río. El fuego de
la división Christope molestó especialmente, el cuartel de Ferrand y las calles
próximas. La plaza respondió también vigorosamente y mezcló el fuego de
fusilería con el fuego de artillería.
Los días 14 y 15 el enemigo continuó cañoneando y bombardeando.
El 16, un correo encargado de las correspondencias y despachos
extranjeros llegó al campamento imperial; S. M. después de haberse enterado de
ellas, ordenó a todas las divisiones aproximarse a un tiro de pistola de las
murallas de la ciudad.
El día 17 S. M. hizo visitar los nuevos trabajos; el enemigo cañoneó y
bombardeó el puesto Magny.
Del 18 al 22 el enemigo no cesó de dirigir sus fuegos sobre todos los
puntos.
El día 23, las diversas divisiones aproximaron sus líneas hasta tocar
las murallas de la plaza. La artillería enemiga mantuvo un fuego terrible sobre
las divisiones Petión y Geffrard. A las tres de la tarde, los aliados hicieron
una salida, se escurrieron a lo largo de las murallas y avanzaron hasta las
orillas del mar.
Juste Vencol, jefe de la 17a. media brigada, a la cabeza de su tropa,
salta sus trincheras, se arroja sobre el enemigo, hace de él una horrible
carnicería y lo obliga a punta de bayoneta, a entrar en la ciudad. Nosotros
perdimos en este combate al ayudante mayor Kiebro y algunos soldados de
infantería. Un sargento quedó con una pierna desbaratada de un cañonazo. Pudo
notarse que mientras duró el combate un grupo de enemigos se daba prisa en
cortar mangles.
El siguiente día 24 no se señaló sino por la llegada del general de
brigada Gérin y la de un tránsfuga americano.
El día 25 se pasó revista a las compañías de artillería a las órdenes
de los jefes de batallón Lys y Montblanc, y a la compañía de zapadores bajo la
dirección del ingeniero Barré. S. M. hizo dar la orden a los comandantes de las
varias comunes conquistadas de reunir a todos los habitantes y reducirlos a
prisión, para que, a su primera orden hacerlos pisotear por las acémilas (6) y
otros animales, al llegar a la parte haitiana.
El día 26 el Emperador conferenció con los generales consejeros de
Estado; les manifestó la necesidad de dar un asalto y les dio la orden de
ocuparse prontamente en los preparativos necesarios para ello.Un bergantín de
guerra y un falucho (7) se presentaron en la boca del Ozama hicieron una señal
a la ciudad, la que les respondió.
El día 27, a las tres de la tarde, los generales Petión y Geffrard
llamaron la atención de S. M. sobre una división francesa de cinco grandes
buques, de tres fragatas, dos bergantines y otras embarcaciones de guerra. A
las cuatro, los sitiados, después de un fuego terrible de las murallas,
hicieron una salida general contra los generales Magny, Petión y Geffrard.
Después de un combate que duró dos horas y media, el enemigo, acosado por todas
partes y en completa derrota, recurrió a la fuga y precipitadamente se refugió
en el portón de la ciudad, dejando el terreno sembrado de cadáveres,
abandonando sus heridos y varios prisioneros: los informes de estos últimos
confirmó las noticias que habíamos recibido ya, y un sargento que no sobrevivió
a sus heridas nos aseguró que, entre otros jefes heridos en la última salida se
encueentra el general Duberthier.
El día 28, en la mañana, se comenzó a desembarcar las tropas; nosotros
juzgamos, según varios informes, que ese refuerzo podía apreciarse en cuatro
mil hombres.
El Emperador, comprendiendo, por la llegada de esta división y la
sinceridad de los avisos llegados a él; sabiendo que otras dos escuadras
estaban listas para salir de los puertos de Francia, para un destino desconocido,
advertido por sus relaciones extranjeras para prepararse contra las nuevas
tentativas que iba a hacer producir la conclusión de la paz en Europa;
considerando que el objeto que él se había propuesto con esta expedición estaba
cumplido más de la mitad, puesto que el saqueo de la ciudad de Santo Domingo
era lo único que faltaba para completar sus proyectos, y calculando que un
mayor retardo expondría su ejército; atendiendo al desbordamiento próximo de
los ríos, que iba a hacer impracticable su retirada, no juzgó a propósito
sacrificar a la ambición de una conquista, la seguridad y la conservación de la
parte que es asiento de su imperio.
En consecuencia, dió a los principales jefes la orden de evacuar el
país, y a las dos de la tarde, la caballería se extendió por todos lados,
destruyendo y quemando todo lo que encontraba a su paso. A las once se levantó
el sitio de la plaza; el ejército, en el mayor silencio dejó sus posiciones y
se retiró en tan gran orden, que el enemigo no advirtió que hubieran abandonado
el sitio.
En virtud de las últimas instrucciones de S. M. dejadas a varios
generales, éstos empujaron delante de ellos el resto de los habitantes, de los
animales y bestias. Tanto en la parte haitiana como en la dominicana cuando se
dice bestias se entiende caballos y mulos y nunca el ganado vacuno que se
encontraban en los campos, redujeron a cenizas los pueblos, aldeas, hatos y
ciudades, llevaron por todas partes la devastación, el hierro y el fuego, y no
perdonaron sino los individuos destinados por S. M. a ser conducidos como
prisioneros.
Así concluyó una campaña en que todas las ventajas estuvieron
constantemente de nuestra parte, en la que el enemigo no cesó de ser
completamente vencido. Así fué levantado el sitio de una plaza que no debió su
salvación sino a un acontecimiento tan afortunado como inesperado, y a un
cúmulo de circunstancias más dignas que una semejante conquista, de llamar la
atención del pueblo guerrero que la tenía en jaque.
Hecho en el campamento imperial de Laville, el 12 de abril de 1805,
año II de la Independencia de Haití.El General, Jefe de estado mayor general,
firmado: Bazelais.
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Notas:
1- Así llamaban los haitianos al pueblo de Las Matas de Farfán, según
nota de Rodríguez Demorizi.
2- Ocoa.
3- Gaillard, hoy Galá. Lugar situado a una legua de Santo Domingo.
Según explica Demorizi, el Emperador Dessalines abandonó a Galá en la noche del
28 de marzo y gastó cuatro días para llegar a Marchand, distante 120 leguas de
Galá.
4- Aproches: término militar que se aplica a los trabajos que van
preparando los que atacan una plaza para poder acercarse a ella, según una nota
de Rodríguez Demorizi.
5- Una nota de Rodríguez Demorizi sobre el término “gaviones” dice
textualmente: “Bestiaux: además de la acepción de ganados tiene la de brigada,
conjunto de acémilas para el transporte de útiles de guerra”. El Pequeño
Larousse Ilustrado, edición impresa en 1992, define el gavión como un cestón
lleno de tierra. De acuerdo a esta definición los gaviones son preparados para
armar trincheras en los campos de guerra.
6- Rodríguez Demorizi comenta en una escueta nota, harto irónica:
“Esta es una de las habituales prácticas de S. M.” (Acémila: mula o macho de
carga/nota de vetas).
7- Falucho: embarcación menor, cómoda y con carroza a popa, destinada
al uso de los jefes de la marina u otras pesonas de distinción. Llamábanla
también faluca y falúa.
*Tomado del libro “Invasiones haitianas de 1801, 1805 y 1822”.
Compilación de Emilio Rodríguez Demorizi. Editora del Caribe, C. por A.; Ciudad
Trujillo, R.D., 1955, páginas 109 a 119.
Rodríguez Demorizi adiciona la siguiente nota:
**Traducido del francés por el Lic. C. Armando Rodríguez. Tomado del
Reueil des lois..., Vol. I, pp. 41-47. El Diario está firmado por Bezelais. Se
publicó originalmente en Gazette politique et commercial d'Haiti, No. 25-28, 30
mayo-20 junio 1805. Hay otro Journal de campgne pendant l'expedition de Saint
Domingue, de Cristóbal, publicado en la Gazette. En el Archivo General de la
Nación se conserva un Plano del sitio de Santo Domingo impuéstole por
Dessalines, del 15 ventoso al 8 germinal del año 13 (6-8 marzo 1805), en el
cual figuran posiciones de los ejércitos del sitiador y del sitiado, reductos
militares, etc.
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