Por Pedro
Samuel Rodríguez R.
INTRODUCCIÓN:
Se trata
éste de un tema que no tiene que continuar siendo materia tabú. El dominicano
se liberaría de múltiples trabas mentales si afronta su estudio y no por ello
se desviará de su camino de siglos hacia la cultura occidental.
Con el
presente escrito pretendemos exponer algunos apuntes que podrían ser útiles para
el Estudio de las Mentalidades Colectivas en República Dominicana, rama
reciente de la Historia que se aplica a la problemática
de la psicología de los pueblos. Con él intentamos
sumarnos a la tradición de esfuerzos que, rastreando históricas matrices de
sentido, tratan de interpretar la sociedad dominicana.
Hay temas permanentes cuyo examen no obedece a
coyunturas del momento, como permanente es el pueblo dominicano y la historia
que lo ha estado conformando. En nuestra
nación existen unos autoproclamados historiadores que predican la retardatoria
idea de que aquí no hubo esclavitud y con ello tornan confuso el examen de
nuestra sociedad actual. Nuestra historia es como un contenedor de tiempo en
donde caben todos los hechos que han determinado lo que esta sociedad ha estado
siendo y en donde no escapa nada de lo que la constituye en su idiosincrasia,
su carácter nacional, su utillaje mental (1), sus rasgos, tendencias y
atributos.
LA HISTORIA
Y SU CONTINUIDAD – EL TIEMPO HISTÓRICO:
“¿Qué cosa es el tiempo? Si nadie me lo
pregunta, yo lo sé; pero si quiero explicárselo a quien me lo pregunte, no lo
sé”. (San Agustín, Confesiones).
Para
comprender aspectos tales como el proceso de conformación de los rasgos
generales del pueblo dominicano es necesario tomar en cuenta los ritmos del
tiempo histórico. El concepto de “larga duración de la historia” propuesto en
1958 (2) por el historiador francés Fernand Braudel (1902-1985) se explica como
una suerte de ensamblaje o arquitectura que el tiempo histórico construye; ‘una
coherencia suficientemente fija entre masas sociales’. Tales estructuras –señala
Braudel- no son únicamente sustancia del pasado sino materia de la vida social
actual.
Es en esa
larga duración de la historia en donde se construyen las estructuras sociales fundamentales de un
pueblo tales como su idioma, sus creencias religiosas, su visión del mundo, su
folclor, su segmentación socioeconómica y sus particularidades esenciales y
distintivas. Braudel relega a un segundo plano los otros dos ritmos o tiempos
de la historia, es decir, ‘la mediana duración’ o coyuntura y ‘la corta
duración’ o del acontecimiento, considerando a este último como ‘la espuma de la ola de la Historia, lo más
visible pero lo menos significativo’ ya que en esa corta duración no hay
construcción social perdurable.
Considerando
esa larga duración del tiempo histórico podríamos entonces abordar el tema de
cómo ha estado construyéndose el ensamblaje de
la idiosincrasia y el carácter del pueblo dominicano a partir de las
interacciones de los tres troncos étnico-culturales participantes que nos
aportó la historia: nativos, españoles y africanos. A la vez, la consideración
de esa larga duración del tiempo histórico nos facilitaría la comprensión de la
consecuentemente lenta construcción de ciudadanía en la República Dominicana.
LA LENTA E
INACABADA CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANIA EN REPUBLICA DOMINICANA:
¿Dónde se
origina el particular carácter contradictorio y ambivalente de nuestra cultura?
Es cierto
que en el decurso de nuestra prolongada Era colonial esclavista hubo cierto acercamiento
entre amos y esclavos, pero por más acercamiento que haya habido, un esclavo
era un esclavo y no otra cosa; es decir, un individuo a quien el amo compraba,
heredaba, se aprovechaba o vendía. Los Fondos de muchos de los Archivos
coloniales dominicanos están repletos de documentos que así lo consignan. Era
la norma habitual por siglos y obviamente también por siglos ha estado perdurando la manifestación de aquellas
distorsiones, contradicciones y ambivalencias generadas en dicha Era colonial.
Tales distorsiones se consideran parte de esas estructuras permanentes que ‘la
larga duración’ de nuestra historio conformó.
Durante
aquel sistema colonial esclavista a nadie se le ocurría la idea de que los
descendientes de esos esclavos se convertirían en futuros ciudadanos, es decir
en los actuales ciudadanos. Por esto en nuestra nación la construcción de
ciudadanía es lenta y aún inacabada. La
esclavitud produjo generaciones de individuos con las limitaciones propias de
un sistema de tal naturaleza y el tiempo transcurrido desde su abolición hasta
hoy no es suficiente para borrar el cúmulo de esas distorsiones.
Tales indelebles limitaciones las vemos a diario frente a nuestros propios ojos
(pobreza, ignorancia, inequidad, rebeldía, choques culturales). Y es que ‘el
tiempo pesa’ y apenas han transcurrido 194 años desde la abolición formal (1822
a 2016) frente a la pesada influencia de un sistema esclavista que duró 330
años (de 1492 a 1822).
Este
elemental razonamiento respecto al ‘peso del tiempo’ nos explica el origen de
la contrastante realidad social que a diario tenemos frente a nosotros y, a la
vez, nos ofrece una idea de lo que nos falta por atenuarla y/o resolverla. Se
trata de nuestra aún difícil obtención de los beneficios que aporta la
sedimentación histórica de un satisfactorio
destino colectivo y de un movimiento social de conjunto igualmente
satisfactorio.
Para tener apenas una idea de aquellas distorsiones sociales conformadas en nuestra Era colonial,
veamos sólo algunos documentos coloniales consistentes en un Inventario de
Bienes escrito en el año de 1758 por la señora María Andrea Rivera, detallando
sus bienes como era de uso y costumbre en nuestro territorio; un testamento
fechado en el año de 1805, y otros documentos de compra y venta de esclavos del
año 1773 (dejamos la ortografía de la época):
Inventario de bienes del año 1758:
- “Una huerta de plátanos en seys pesos ($6)
- Una
huerta de cañas en ocho pesos ($8)
- Una
mata de coco espigadita en un peso ($1)
- Un
negrito nombrado Simón de nueve a diez años en ciento veinte y cinco pesos
($125)
- Una negra nombrada Antonia, de casta Congo,
preñada, como de veinte años poco más o menos en doscientos treinta pesos
($230)
- Ciento y cuatro reses a quatro pesos cada una
montan quatro cientos diez y seis pesos ($416)
- Un perro ballo de Puercos en siete pesos
($7)”, etc. (3)
En testamento fechado 5 de agosto de 1805, el
Señor Pedro Rivera, indica poseer entre otros bienes los siguientes:
“Declaro por bienes propios mios cinco Negros
barones, nombrados Marcos, Joseph Luis, Lorenzo, Victor y Ramón; con más seis
Negra(s) hembras nombradas Manuela, Eusebia, María, Edubi, Apolonia, y María
del Pilar, una yegua, una baca y un trocito de puercos en el Bojío: sinq (uen)
ta pesos de terrenos en Río Seco, Juridiscción de la Vega con alg (uno) s
animales de cabros”, Etc. (4)
Algunos
documentos de compra y venta de esclavos del año 1773:
a) Referente a Escritura de fecha 14 de Octubre
del año 1773, por la que «Manuel Mejía vende a Pedro Alcántara un negrito
esclavo llamado Mariano Creollo de cinco años de edad y lisiado de la mano
derecha, por la suma de 30 pesos.- Firmado por: José Lino Mejía, Alcalde
Ordinario. Testigos: Domingo Días Martil y Juan de Jesús» (5).
b) Referente a Escritura del 6 de Junio del año
1773, respecto a la «venta de una esclava llamada Petronila Díaz de 20 años,
criolla, con la tacha de ladrona, otorgada por el Sargento Narciso de Rivera,
de esta ciudad, al cura y vicario Pedro Palomino. Firmado: Alcalde Ordinario
Manuel Mejía. Testigos: Manuel Sánchez, Francisco de los Reyes» (6).
c) Referente a Escritura del 8 de Julio del año
1773, en relación a la «venta de un esclavo llamado Vicente, de casta Mandinga,
con tacha de embustero, otorgada por el Alférez Damián Jiménez, al Licenciado
Pedro Palomino, cura y vicario de esta ciudad. Firmado por: Manuel Mejía,
Alcalde Ordinario. Testigos: Nicolás Pimentel, Francisco Delgado y Salvador
Delgado (7)...
Al echar una mirada a esos documentos, el
observador contemporáneo puede sorprenderse de que el esclavo era visto como un
bien material y se inventariaba junto con animales, tierras y cualquier otro
bien que se poseyera, pero esta es una sorpresa que se genera sólo desde el
punto de vista de la actualidad pues desde la óptica de aquel prolongado período
esclavista no había motivos para sorpresa alguna. La reflexión justa sería
sobre los avances que hemos logrado como sociedad si consideramos el ámbito
desde el que hemos partido y sobre cómo pretender que hoy haya satisfactoria
cohesión social en una población
compuesta por los descendientes de aquellos amos y de aquellos esclavos pues no
ha transcurrido el tiempo suficiente
para que esa satisfactoria cohesión ocurra, como veremos más adelante.
No es necesario aclarar que, en términos
generales, los descendientes de los esclavos aquí mencionados y los
descendientes de otros miles de esclavos aquí no consignados son actualmente
ese pueblo mayoritario pobre (compuesto de negros puros y de mezclados en sus
diversas proporciones) disperso a lo largo y ancho de la geografía de la nación
dominicana. En consecuencia, hay que admitir que las influencias de las
distorsiones generadas en aquella Era colonial esclavista permanecen
aún en la actualidad como reto por atenuar y explican la lenta e inacabada
construcción de ciudadanía en la sociedad dominicana.
CONSTRUCCIÓN DE UNA NUEVA CIUDADANÍA:
Tal vez una forma de acelerar el proceso de la atenuación de esos contrastes,
contradicciones, ambivalencias y segmentación socioeconómica podría comenzarse a partir de los recientes planes sociales del gobierno tales como las llamadas Estancias
Infantiles, la Tanda Extendida en las escuelas públicas y demás inversiones
sociales de implementación reciente, pero sus resultados no serían vistos de inmediato
pues vencer siglos de influencia distorsionante, requeriría a la vez largo
tiempo de aplicación hasta que se observe la aparición de los primeros ciudadanos
producidos por tales planes.
ESTRAGOS SOCIALES DE LA ESCLAVITUD:
En su libro ‘El Derrumbe’, publicado en 1917, el escritor
dominicano Federico García Godoy, hace referencia sin mencionarlo directamente,
al fenómeno social de la lenta construcción de ciudadanía al trazar un
paralelismo entre las masas sociales dominicanas de su época y las de 1844,
hacía 73 años. García Godoy escribía: “aquellas masas atrasadas, ignorantes,
las mismas poco más o menos de hoy, no podían en modo alguno alcanzar por sus
propios medios mentales la aproximada apreciación de las innovadoras ideas
febreristas que herían en gran parte sus ideas de obediencia y de viejo y recio
autoritarismo”. El escritor se refería a
la masa mayoritaria del pueblo compuesta
por seres quienes hacía apenas 22 años eran esclavos formales por más de tres
centurias, en aquellos días cercanos a nuestra independencia del 27 de febrero
de 1844.
Cuando García Godoy hacía el señalamiento de que aquellas
masas de su tiempo
en 1917, habían transcurrido 93 años de la abolición de la esclavitud decretada
en 1822. Hoy, en 2016, transcurridos 124 años de esa abolición, casi podríamos
repetir lo mismo ‘poco más o menos’ que García Godoy. Se trata, pues, de la
lenta e inacabada construcción de ciudadanía en República Dominicana cuyo lento
proceso se entiendo como parte de los estragos sociales causados por la
prolongada esclavitud colonial y como reto permanente por resolver.
EL PUEBLO
DOMINICANO Y SU HISTÓRICO ALEJAMIENTO DE LO AFRICANO:
La histórica propensión del pueblo dominicano de
apartarse de lo que represente esclavitud y África se verifica en el hecho de
que nunca nadie aspiró aquí a volver a la indigna condición esclava sino a
distanciarse de todo lo que a ella se vincule. En la memoria colectiva del
pueblo dominicano, esclavitud y África han sido y continúan siendo sinónimos de
pobreza, ignorancia, rebeldía, resentimiento, indigna desigualdad y otras
distorsiones por superar, no por emular. Se trata de una pulsión de alejamiento
de lo que no conviene y de aproximación a zonas de conveniencia, cuya pulsión no
sería apropiado vincularla a los ámbitos de las llamadas prácticas
racistas.
Una
temprana manifestación de esa histórica tendencia del pueblo dominicano de apartarse
de lo africano mediante el acercamiento a lo hispánico la tenemos en las
primeras mujeres esclavizadas llegadas de África a nuestro territorio a partir del
siglo XVI quienes vieron de inmediato la conveniencia de tener hijos con
español ya que sus críos nacían libres de esclavitud aún ellas mantuvieran el
estatuto de esclavas. A esa temprana tendencia se agregarían otras que apuntaban
hacia lo mismo: alejarse de lo africano; y el conjunto de esas tendencias se haría
permanente hasta hoy. La histórica e intensa mezcla étnica del pueblo
dominicano es muestra que valida la propensión hacia ese alejamiento. Se trata
de una suerte de histórica fuga de propósitos desde sus propias y ancestrales culturas
africanas hacia la cultura occidental mediante lo hispánico.
EL HISTÓRICO
‘PROBLEMA POSITIVO’ DE NUESTRA POBREZA COLONIAL:
La nuestra
fue una colonia atípica. Históricamente, cuando un conglomerado de personas de condición
esclava y piel negra y otro colectivo de personas libres y piel blanca tienden
a acercarse e incluso a fundirse étnicamente, a ese fenómeno no es propio
denominarle racismo. El racismo lo aplica un conglomerado de individuos
blancos, libres y prósperos dirigentes hacia un colectivo esclavo, lo que no
fue el caso dominicano en vista, entre otras razones, de la casi permanente y
generalizada condición de pobreza económica de los amos coloniales en este
territorio. En la conformación de la mezcla racial del pueblo dominicano
participaron nativos, españoles y africanos, y en ese sentido la historia nos
ha enseñado para evitar desaparecer como sociedad la búsqueda de la necesaria convivencia
entre blancos, negros y mezclados, convivencia que hubiese sido imposible de
lograr si hubiese estado presente la riqueza de los amos la cual nos hubiese
conducido directo a los odios raciales y éstos –quien sabe- a la desaparición.
Probablemente
el histórico ímpetu inicial que provocó la tendencia del pueblo dominicano a
alejarse de todo lo vinculado a lo esclavo-africano
y al acercamiento a lo hispánico fue tan poderoso que su impulso aún mantiene
su impronta expresándose en ignorancia y negación de esa ascendencia. Ciertamente,
de esos ancestros, los dominicanos tenemos un objetable favorito: el africano,
pero ese rechazo es hoy sólo una extensión de aquella tendencia original que
habiendo partido desde los mismos nativos trasplantados de África (de las
primeras esclavizadas) se fue convirtiendo en generalizado desconocimiento y
rechazo de, precisamente, ese mismo tronco ancestral. Nada de esto tiene que ver con un inexistente
racismo de blancos ricos hacia esclavos pobres en nuestra historia.
Las etnias
que se rechazan, difícilmente se fusionan biológicamente. En nuestro prolongado sistema
colonial esclavista hay más evidencia histórica del mutuo acercamiento entre
amos y esclavos que de rechazo o maltrato de los amos a sus valiosos e
imprescindibles esclavos. Recordemos que el 73% de los dominicanos son mezclados-mulatos
(mezcla de blancos y negros) cuya masa de mezclados ha representado por siglos y
continúa representando el conglomerado mayoritario de la población dominicana,
habiendo dos colectivos étnicos minoritarios compuestos por un 16% de blancos ‘sin
mezcla’ y un 11% de negros ‘sin mezcla’. (8)
En las
sociedades identificadas con las prácticas racistas, los mezclados-mulatos son
minoría, nunca un conglomerado mayoritario como es el caso de República
Dominicana. Y es que las prácticas esclavistas
no son compatibles con una historia de fusiones étnicas y menos aún si están combinadas
con la pobreza de los amos coloniales como sucedió en nuestra atípica Era
colonial. La casi permanente condición de pobreza de los amos operó como
catalizador que favoreció el acercamiento.
CONSECUENCIAS
DE LA PROLONGADA ESCLAVITUD:
Por sí, un
color de piel no produce pobreza. No obstante, si a un conglomerado de
individuos y a sus descendientes se les somete por más de tres siglos a la indigna
esclavitud -no importa el color ni el tono de su piel- a esos individuos se les
está condenando por siglos, a transformarse en un conglomerado de personas
pobres, rebeldes, incultas, excluidas, cerradas o resentidas; tanto a ellos
como a su descendencia, y aún hayan pasado generaciones desde la abolición de
ese sistema esclavista, la impronta de aquellas condiciones negativas permanecerá,
atenuada o no. El presente de hoy está dentro de la vigencia de ese tiempo de
influencias.
Son esas
las consecuencias que aún se continúan observando aunque apenas atinamos a
interpretarlas en vista de que desconocemos casi por completo la existencia de
los 330 años transcurridos bajo ese sistema de distorsiones. Por otra parte,
importantes procesos históricos como la Independencia de 1844 o la Restauración
o la Era de Trujillo o la revolución de 1965 no logran borrar las distorsiones
creadas en el prolongado sistema colonial esclavista. Sólo el largo tiempo las va
atenuando.
Pero la
pobreza, la rebeldía y la incultura no sólo provienen de los esclavizados
negros de nuestra colonia. Actuales descendientes de minoritarios colectivos humanos
de individuos blancos no esclavos y provenientes
de la misma colonia, han sido también portadores de condiciones negativas
similares, como veremos más adelante.
Así, para acometer
la superación de la secuela de distorsiones heredadas de aquella esclavitud
colonial se hace necesario aceptar previamente la existencia de esos ancestros.
No obstante, la enseñanza tradicional de la historia no nos ayuda a conocerlos y
por tanto no podemos hoy interpretar el origen ni la causa de tanta pobreza, de
tanta rebeldía, cerrazón y
resentimiento. Lo que sí podemos estar seguros es que tales negativos resultados
no son una consecuencia natural sino histórica y, por tanto, susceptibles de ser
modificados.
MÁS QUE NEGRO,
ESCLAVO:
El
extendido desconocimiento de la esclavitud en nuestra sociedad puede ser
culpa -reiteramos- de la poca mención que hacen de ella nuestros textos convencionales de historia. Tan poca es su mención que casi estamos convencidos de que no
existió y esa carencia ha estado dejándonos un vacío que nos dificulta la
adecuada comprensión de nosotros mismos como pueblo.
Expresar
que lo indigno es negativo es aceptado por todos; decir que la esclavitud es
indigna y negativa, también se acepta; pero declarar que lo africano y lo negro
son condiciones indignas sin ninguna otra explicación, entonces esa incompleta
declaración es con razón interpretada como efectivamente racista. Por supuesto
que nuestros ancestros africanos eran negros y esclavos, pero si se comete el
desliz de omitir la palabra clave: “esclavo”, entonces estamos
irremediablemente perdidos. Es ahí en donde reside el mayor núcleo de confusión
de muchos debido al desconocimiento de la condición esencialmente esclava de
esos ancestros. Estaremos desorientados y confundidos si a estos ascendientes se
les confiriere la exclusiva condición de negros, sin reparar en su categoría primordial de esclavizados: esclavos de piel negra.
Si nos
quedamos en la simple observación de unas diferencias fenotípicas como color de
piel y otras características superficiales sin poder examinar la yuxtaposición
de los diversos planos que se derivan de la esclavitud, entonces no podríamos conocer
el porqué de los sistemas contrapuestos conformadas en el tejido social
dominicano y nos sería difícil iniciar la implementación de un equilibrado
sistema para la convivencia armónica. Implementar tal sistema de equilibrada
armonía consistiría en evitar que el protagonista sea sólo uno de los dos
sistemas contrapuestos conformados en nuestra historia, a saber: el sistema de
filiación esclava compuesto de pobreza,
ignorancia, rebeldía y resentimientos y el sistema de filiación hispánica compuesto
de ínfulas de poder y dominio.
Si
desconocemos la existencia de los ancestros esclavo-africanos entonces sólo
podríamos “ver”, pero no comprender la naturaleza de esos planos yuxtapuestos, quedándonos
sólo un confuso mosaico compuesto de
ínfulas de poder, rebeldías y resentimientos difícil de entender y menos aún de
resolver. Para armar el rompecabezas faltaría ese trasfondo esencial que fue la
prolongada esclavitud colonial.
UTILIDADES
PRÁCTICAS DE LA ACEPTACIÓN DE LOS ANCESTROS AFRICANOS:
No hay
utilidad en rechazar la existencia de un ancestro, pues, si por alguna razón a
uno de los tres troncos ancestrales que
conformaron nuestra etnicidad de origen se le considerase
inexistente, de todas maneras allí
estará, agazapada o visible la presencia de ese ancestro negado. Curiosamente, del temprano ímpetu de alejamiento
de lo africano en el siglo XVI hemos pasado al actual estado de desconocimiento
de su existencia. Probablemente la fortaleza de aquel ímpetu de alejamiento de
ayer, conformó la impronta de negación y el rechazo de su existencia de hoy, y
tal vez sea de utilidad que tal rechazo empiece conscientemente a ser superado en la medida de lo posible.
Pero hoy ese ‘inconsciente' alejamiento, no es tan inconsciente: hemos atiborrado nuestras calles de automóviles privados porque -como en siglos pasados- continuamos alejándonos del producto de la esclavitud africana que son los pobres de hoy y el consecuente choque cultural que se produce y se expresa en que nos resulta difícil compartir con ellos -con los descendientes actuales de aquellos esclavos- un transporte colectivo. Es la prolongación del mismo alejamiento de ayer de todo lo que se vincule con la esclavitud. Se trata de uno de los retos más difíciles de superar: para sobreponernos y vencer las consecuencias de la prolongada esclavitud hemos necesitado alejarnos de lo que ella representa pero estamos todos en el mismo barco y es entonces el Estado y sus planes sociales de pago de una deuda social acumulada por siglos quienes tienen la última palabra.
Pero hoy ese ‘inconsciente' alejamiento, no es tan inconsciente: hemos atiborrado nuestras calles de automóviles privados porque -como en siglos pasados- continuamos alejándonos del producto de la esclavitud africana que son los pobres de hoy y el consecuente choque cultural que se produce y se expresa en que nos resulta difícil compartir con ellos -con los descendientes actuales de aquellos esclavos- un transporte colectivo. Es la prolongación del mismo alejamiento de ayer de todo lo que se vincule con la esclavitud. Se trata de uno de los retos más difíciles de superar: para sobreponernos y vencer las consecuencias de la prolongada esclavitud hemos necesitado alejarnos de lo que ella representa pero estamos todos en el mismo barco y es entonces el Estado y sus planes sociales de pago de una deuda social acumulada por siglos quienes tienen la última palabra.
Es obvio
que la consciente aceptación del origen africano de una parte importante del
pueblo dominicano no equivaldría a fascinación por lo africano. Esta sociedad
continuará con la misma gradual y permanente desvinculación de esa cultura
ancestral, como lo ha hecho en forma
espontánea desde el inicio de su propia conformación. Pero -reiteramos- detener o atenuar esa permanente práctica de alejamiento y su
conversión en una dinámica más sana y útil no correspondería sólo a los individuos
sino a los gobiernos que logren implementar prácticas sociales que acorten las
distancias económicas entre los hoy descendientes de aquellos amos y de
aquellos esclavos coloniales -puros y mezclados-, cuyas distancias producen los choques culturales
que hacen permanente los alejamientos de hoy en día. Esto quiere decir que, para trazar pautas realistas, los gobernantes no deberían continuar desconociendo lo referente a la esclavitud y su permanente influencia.
Pero no se
trata de que las sociedades que tienen ancestros esclavos africanos poseen beneficios
adicionales sino de las utilidades que se derivan de la aceptación de ese origen, cuando se tiene. En
el caso del pueblo dominicano, la aceptación de un origen esclavo-africano
facilitaría el conocimiento de los ejes fundacionales que nos han modelado y favorecería la comprensión de eventos e informes previos, elementales y básicos, como
los que mencionamos a continuación:
1- La
esclavitud africana ha sido el sistema de mayor duración e influencia en
nuestro territorio al permanecer por espacio de 330 años (1492-1822) en cuyo
transcurso se mantuvo a miles de personas de origen africano en indigna
condición de obligada pobreza y sin libertad individual ni derechos. Ese
prolongado sistema esclavista coincidió con nuestra Era colonial y para dar una
idea del peso temporal de esa Era colonial y de su influencia en el pueblo
dominicano, señalemos que la actual Era republicana apenas tiene 173 años de
duración (1844-2016) y que ambas Eras tendrán la misma edad, el mismo peso temporal
y la misma influencia sólo a partir del año 2,174 cuando la Era republicana
cumpla también 330 años (1844 + 330 = 2,174). Así puede visualizarse una segura
aunque aún lejana recomposición de equilibrios sociales que, no obstante,
podríamos acelerar mediante el conocimiento y el debate de ideas como las
tratadas. Pero el hecho comprobable es que la Era colonial y la influencia de su
sistema esclavista aún continúan gravitando más pesadamente que la actual Era
republicana con su sistema de libertad e independencia. Esa aún vigente influencia
esclavista explica nuestra pobreza y nuestro
subdesarrollo actual. Pero no nos enteramos de nada de ello si ignoramos la
existencia de los ancestros africanos y su extensa esclavitud.
2- Una
parte importante del pueblo dominicano de hoy es descendiente de aquellos miles
de esclavizados coloniales quienes en la actualidad continúan heredando, en
menor o mayor proporción la pobreza de sus ancestros coloniales esclavizados. Se
trata pues de la llamada deuda social acumulada, la cual debe ser entendida
como deuda pendiente de pagar por los siglos de esclavitud a la que fueron
sometidos los ancestros de muchos dominicanos, hoy herederos de
aquella pobreza original. Algunos pretenden borrar esa deuda intentando la
simple fórmula de esfumar la existencia de la esclavitud, sin entender que
mientras no resolvamos esa pesada acreencia de forma satisfactoria, continuaremos
teniendo en nuestra nación, pobreza, ignorancia, rebeldía, resentimiento, desigualdad
y exclusión.
3- En ese
prolongado proceso de mezcla étnica en el que intervino blancos y nativas
produciendo mestizos; blancos y negras produciendo mezclados-mulatos se ha
conformado diversos tonos de piel (y otros caracteres fenotípicos). Esta
proporción de mezclados representa -reiteramos- el 73% de la población del pueblo dominicano
actual.
4- En poco
más de cinco siglos transitados por nuestra historia, el tono de color de estos
mezclados-mulatos representa proximidad o alejamiento con la esclavitud. En
términos generales, el alejamiento se manifiesta por un tono de piel claro y ha
correspondido a una condición económica intermedia; mientras que la proximidad
con la esclavitud se manifiesta con un tono de color de piel más oscuro y ha
correspondido a una más aguda condición de pobreza económica que la del grupo anterior.
5- En
nuestro territorio existen colectivos de personas de piel blanca quienes desde la Era colonial nunca se
mezclaron con esclavos ni con descendientes de éstos y hasta hoy representan el mencionado 16% de la población dominicana actual, quienes en términos generales se han
colocado en la franja de las élites económicas y sociales dominicanas. Por otra parte, desde esa misma Era colonial existen
colectivos de personas quienes nunca se mezclaron con personas de piel blanca y
sus descendientes actuales son quienes poseen un tono de piel más oscuro y a la
vez mayor condición de pobreza, representando el 11% de la población. No
obstante, algunas excepciones aplican, como examinaremos más adelante
6- Como
vemos, por un lado, en nuestro país lo étnico trasciende a lo meramente
estético, y más bien dá cuenta de la posición económica y social del individuo.
Por el otro lado, las personas de piel blanca (16%) y las de piel negra (11%)
representan minorías étnicas, mientras los mezclados por ambas etnias (73%) con su diversidad tonos de piel, representan la síntesis histórica mayoritaria
de este pueblo.
7- Debido
al intenso y prolongado proceso de mezcla étnica del pueblo dominicano no debe
sorprender si a un compatriota de piel negra le hacen un examen de ADN
mitocondrial y el resultado arroja una alta proporción de 'sangre blanca'.
Tampoco debe causar sorpresa si el resultado del mismo examen hecho a un
compatriota de piel blanca arroja una inesperada alta proporción de 'sangre
negra'. Insospechado también puede resultar el informe de que la proporción de 'sangre blanca' en la población dominicana es ligeramente superior a la 'sangre africana' pues tomando la parte blanca en los mezclados como 73% + el 16% de blancos 'puros' el
resultado es 89% de 'sangre blanca' mientras que tomando la parte negra en los
mezclados como 73% + el 11% de negros 'puros' el resultado es 84% de 'sangre negra'. La proporción resultaría entonces: 89% de 'sangre blanca' y 84% de 'sangre negra'. Pero
–reiteramos- ninguno de estos hallazgos, hechos e informes serían posibles si
ignoramos la existencia de los ancestros africanos.
CONSECUENCIAS DE LA NEGACIÓN DE LA ESCLAVITUD AFRICANA:
CONSECUENCIAS DE LA NEGACIÓN DE LA ESCLAVITUD AFRICANA:
Si
ignoramos la existencia de los ancestros africanos nos sería imposible
comprender la sociedad en la que hoy vivimos pues tendríamos muy pocos
elementos que nos expliquen la pobreza, el subdesarrollo, la deuda social, la
inequidad y sólo atinaremos a buscar culpables. Así, sumergidos en esa ignorancia,
nos quedaría la decepción respecto a nuestro país y un continuo pesimismo hacia
nada concreto.
Todos los
dominicanos “ven” que sus compatriotas poseen diversos colores de piel pero no
todos comprenden el por qué, el cómo y el desde cuándo. No es lo mismo “ver” que
comprender las múltiples implicaciones que ello entraña. Comprenderlo es un
beneficio que se logra conociendo los procesos históricos que intervinieron en
la conformaron de este pueblo, y en el transcurso de esa dinámica de
conocimiento nos colocamos en situación de aceptar sin turbaciones ni rubores
la ascendencia africana de una parte importante del pueblo dominicano.
Así las
cosas, la consciente aceptación de esos ancestros puede ofrecernos beneficios
prácticos adicionales tales como la
obtención de ejes fundamentales mediante los que los gobiernos diseñen e implementen conscientes planes sociales que pongan término al lastre de las desiguales relaciones entre los divergentes niveles culturales, sociales y económicos con que la historia nos conformó, siendo así posible una mayor
indulgencia con la parte del pueblo que evidencia más estrecha relación con un
pasado ancestral ancilar (esclavo).
Por otra
parte, si borramos la existencia de la esclavitud colonial africana, entonces
asumiremos equivocadamente que el pueblo dominicano se conformó a partir de
individuos blancos y libres, y eso, además de falso, nos colocaría en situación
complicada pues supondría que con un origen de esa naturaleza y sin el lastre
de la esclavitud, entonces deberíamos estar hoy más desarrollados como nación
y, en consecuencia, tendríamos pocos argumentos para explicarnos el
subdesarrollo que padecemos. Por otro
lado, si asumimos la falsa idea de que nuestros ancestros fueron sólo nativos taínos
lo probable es que tenderíamos hacia la inútil exigencia de la vuelta a una
sociedad bucólica ‘que se nos ha arrebatado’.
El no
sincerar la aceptación de los orígenes africanos probablemente llevó a nuestros
cientistas sociales de finales del siglo XIX y principios del XX a un pesimismo
casi patológico y, por extensión, muchos dominicanos de hoy se mantienen en un
estado de permanente rebeldía y desesperanza frente a casi todo lo que les
rodea ya que se niegan a incorporar a su consciencia ese elemento vital para la comprensión de la
realidad dominicana que es aquel origen esclavo-africano.
Sincerar
esa aceptación facilita el pensar históricamente y comprender –por ejemplo- que
la falta de civilidad de un individuo que conduce una ‘guagua voladora’ muy
probablemente está vinculada con la cercanía de sus ancestros a la prolongada
esclavitud africana en nuestro territorio y a las consecuentes limitaciones
sociales que conlleva ese origen. Comprender ese vínculo histórico significa
entender al personaje, no culparlo, pues él es sólo producto de circunstancias
históricas específicas. En adición, con esa visión podríamos resolver la
nefasta dicotomía compuesta por 'naturaleza e historia'. No es lo mismo percibir
a ese conductor como un producto de la historia dominicana que como un salvaje
por naturaleza.
La
aceptación de nuestros orígenes africanos es incluso útil en las relaciones con
los vecinos haitianos. Para desmontar muchos de los usuales argumentos
intimidatorios de un supuesto poder telúrico-primitivo de esos vecinos frente a
los dominicanos sería efectivo empezar una conversación haciéndoles
saber que están frente a un también descendiente de africanos. Ellos tal vez no
nos acepten a su igualdad pero nuestro argumento podría resultarles razonable y disuasivo. De cara a lo internacional nada más digno que un extra-insular (europeo,
latinoamericano, norteamericano,) escuche a un dominicano -no importa su color de piel- expresarse sin tapujos respecto a los orígenes africanos de su pueblo y de cómo hemos ido superando esos contrastes a través de
la historia. Recibirían con agrado y confianza nuestra falta de fingimientos,
de rodeos, engaños, reservas y complejos, y más aún cuando efectivamente hemos
obtenido unos avances y unos históricos tránsitos sociales que están a la vista
de todos.
En adición,
a partir de la visión que nos ofrece la
aceptación del origen histórico africano de nuestro pueblo nos resultaría fácil comprender el ‘momentum’ en dónde nos
encontramos en la actualidad respecto de aquel remoto origen esclavo. Un simple examen de esa dinámica nos indica
que de la denominación ‘negro’ (esclavo) pasamos a la de ‘peón’ hasta llegar a
la actual de ‘pobre u obrero’, mientras que si rechazamos esa ascendencia no
atinaremos a ver que esas tres denominaciones están estrechamente vinculadas en
una misma dinámica progresiva en la que todos estamos inficionados. Se trata de
la íntima relación “ayer-hoy” que a veces nos cuesta entender a causa de que
nos sentimos desvinculados de ese ayer, pretendiendo que somos un producto
humano sólo del hoy en que vivimos. Por un lado, en términos personales, ese
momentum nos puede indicar en qué medida alguien ha logrado superar las
limitaciones provocadas por la esclavitud y quien aún no.
NUESTRA
HISTÓRICA MOVILIDAD SOCIAL Y ECONÓMICA:
Los
históricos avances sociales del pueblo dominicano se evidencian cuando valoramos
lo extraordinario que es el hecho de haber pasado (en apenas 10 generaciones de
50 años) de un ancestro antes esclavo colonial a su descendiente hoy ciudadano
dominicano, de profesión arquitecto urbanista o cirujano bilingüe sea éste
étnicamente mezclado (en una de sus diversas gradaciones de tonos de piel) o sea
éste negro sin mezcla. Ese solo hallazgo nos demuestra que en nuestro
territorio han ocurrido unos tránsitos sociales tan enormes que los mismos son
dignos de ser reconocidos a nivel global, aún nosotros mismos ignoremos ese
fenómeno social casi milagroso. Comprenderlo representa un beneficio que valoramos
cuando aceptamos aquella ascendencia africana; de lo contrario ni nos enteramos.
COMPLEJIDADES Y DESIGUALDADES HEREDADAS:
El pueblo
dominicano de hoy, como producto conformado esencialmente por el mestizaje
entre amos coloniales blancos provenientes de España y negras esclavizados
provenientes de África, es necesariamente heredero de las condiciones
originarias de aquellos amos y de aquellos esclavos, por lo que hoy dicho
pueblo posee las indisolubles características de ambos y en cinco siglos de
historia tales características determinaron la conformación de una sociedad
necesariamente compleja y desigual. Superar las consecuencias de la prolongada
esclavitud significa comprender que las permanentes tensiones sociales -e incluso- las negociaciones entre
sindicatos y patronos, parten de aquel marco histórico primigenio amo-esclavo y
que el trasfondo de esas luchas tiene el propósito (tal vez inconsciente) de
continuar acortando las distancias heredadas entre los hoy descendientes de aquellos
amos y aquellos esclavos coloniales.
Ha sido
nuestra extensa lucha parecida a la librada por los llamados Siervos de la tierra que empezada en la Europa medieval finalmente dio al traste con el
feudalismo. Aquellos europeos necesitaban acortar las distancias originadas entre
señores feudales y siervos y así ocurrió; en nuestro territorio la necesidad ha
sido acortar las distancias originadas entre amos y esclavos coloniales cuya
tensión aún permanece como reto que, con sus altas y bajas, se supera.
NUESTROS
BLANCOS-POBRES:
Por otra
parte, hubo grupos humanos que en la colonia llegaron a nuestro territorio siendo blancos,
libres aunque pobres, quienes no se mezclaron étnicamente en forma
significativa. Algunos descendientes de esos blancos pobres hoy continúan
siendo pobres mientras otros de ellos lograron prosperidad en su condición de
personas siempre libres; ejemplo: los inmigrantes canarios que arribaron desde
finales del siglo XVII hasta mediados del XVIII. Existen otros colectivos
minoritarios cuyos ancestros libres, pobres y blancos provienen de la colonia
profunda pero cuyos antepasados no lograron superar la cosmovisión de nuestro
primer siglo XVI y así lo fueron transmitiendo a sus descendientes y hoy
continúan siendo nuestros blancos-pobres.
De modo que
la pobreza y el subdesarrollo del pueblo dominicano no sólo se inician mediante
un conglomerado de individuos víctima de la esclavitud africana. Existen nuestros blancos-pobres
de hoy cuya pobreza e ignorancia sólo podría
atribuirse a condiciones particulares de sus ancestros quienes como
colectivo humano nunca fueron víctima de sistema esclavista alguno. Por su
lado, la condición de pobreza, rebeldía y exclusión de un negro dominicano de
hoy puede explicarse fácilmente porque éste posee una definida filiación
atribuible al prolongado sistema colonial esclavista padecido por el
conglomerado humano de sus ancestros; mas no podría imputársele a éste
particularidades individuales de sus antepasados como ocurre con el colectivo
de blancos pobres.
Así las
cosas, es indudable que la mayor fuente originaria de pobreza, rebeldía, desigualdad
e inequidad en nuestro territorio no se generó mediante un pequeño colectivo de
individuos coloniales blancos, libres, arruinados e individualmente
displicentes, aventureros o vagos, sino
que esa fuente mayoritaria de pobreza fue generada mediante la coerción
aplicada a un conglomerado humano mayoritario esclavizado que había sido
movilizado desde el continente africano.
BLANCOS POR
HISTÓRICO BLANQUEAMIENTO; OTRO VIAJE HACIA LO HISPÁNICO:
Pero estos
análisis no se limitan a los dominicanos que por cuyas características físicas
son identificados como de ancestros africanos (73% mulatos + 11% de negros sin
mezcla). Existe una cantidad de dominicanos quienes tuvieron
esos mismos ancestros africanos y hoy son blancos a causa de un permanente
proceso de ‘blanqueamiento’ a que se sometió sus ancestros negros mediante un
repetido mestizaje con blancos. Como es sabido, el proceso se explica porque: el
intercambio de negra con blanco produce mulato; mulato con blanco produce
tercerón; tercerón con blanco produce cuarterón y cuarterón con blanco produce
vuelta al blanco. En cinco siglos se ha producido parte del 16% de los actuales
dominicanos blancos con supuesta desvinculación histórica del negro.
Entonces,
la aceptación de la ascendencia africana del pueblo dominicano aplica para un grupo de dominicanos de diversos colores de piel incluyendo a
blancos ‘puros’ cuyos ancestros provienen de la Era colonial. No obstante,
quedarían excluidos de estos análisis los dominicanos descendientes por ambos lados (padres y madres) de
inmigrantes llegados en épocas relativamente recientes tales como asiáticos,
árabes, europeos, haitianos.
BREVES
INFORMES HISTÓRICOS DE LA ESCLAVITUD EN SANTO DOMINGO:
Para
ofrecer algunos escuetos informes históricos de la esclavitud africana en Santo
Domingo, mencionemos que en 1501 se autoriza la introducción de los negros
ladinos, es decir, africanos en poder de cristianos en España. En 1503, se
prohíbe esa medida y en 1505 se autoriza la importación general de
esclavizados. Trecientos Quince años después, en 1820, llegaron los últimos
africanos a Santo Domingo cuyos importadores fueron los comerciantes catalanes
Pablo Pujols y Francisco Travieso (V. Alfau D., 1994).
La
institución esclavista es abolida en 1822 por J.J. Boyer, y en 1907 quedan
eliminadas las palabras ‘esclavitud y esclavo’ del texto de la Carta Magna
dominicana.
En este
punto la pregunta obligada sería ¿dónde están hoy los descendientes de todos
esos esclavizados llegados a nuestro territorio entre 1501 a 1820? La respuesta
es simple: ellos son parte del pueblo mayoritario dominicano que vemos a
diario. Como ya hemos mencionado, la proporción étnica de este pueblo es: 73% de mezclados cuyos
ancestros fueron consecuencia del intenso mestizaje colonial esencialmente
entre blancos y negros; 16% de blancos 'sin mezcla' cuyos ancestros no fueron
esclavos, y 11% de negros 'sin mezcla' cuyos ancestros fueron necesariamente
esclavos. Faltaría por examinar la composición de mezcla de ese 73% de mezclados, la cual es como sigue: 17% indio nativo,
43% negroide, 40% blanco (Dr. Álvarez Perelló).
Los 500 años de permanente mezcla étnica, ha conformado en ese 73% una multiplicidad de colores de piel estrechamente imbricada en similar multiplicidad de posiciones económicas, sociales y culturales. A su vez, las interacciones entre el conglomerado humano de mezclados, blancos y negros, habrá generado una diversidad de visiones del mundo al interior del conjunto social dominicano, como era de esperarse.
Los 500 años de permanente mezcla étnica, ha conformado en ese 73% una multiplicidad de colores de piel estrechamente imbricada en similar multiplicidad de posiciones económicas, sociales y culturales. A su vez, las interacciones entre el conglomerado humano de mezclados, blancos y negros, habrá generado una diversidad de visiones del mundo al interior del conjunto social dominicano, como era de esperarse.
ALGUNAS
GENERALIDADES PARA CONCLUIR:
Ciertamente,
parte importante del pueblo dominicano ha partido de una condición adversa: la
esclavitud, e indudablemente los esclavizados eran negros pero cuando se habla
de negros en función negativa se está haciendo referencia inconsciente a la
esclavitud que subyace debajo de un color de piel, no al color de piel en sí.
Cuando solo existían esclavos blancos antes del descubrimiento de América, a
nadie se le ocurría decir “esclavo blanco” sino “esclavo” a secas. En general,
los actuales africanos que viven en África cuyos ancestros nunca salieron de
África no han conocido la esclavitud como la conocieron los africanos
trasladados a América y sus descendientes; por tanto, negritud no es un
equivalente de esclavitud necesariamente.
No es
apropiado suponer que en nuestro territorio la abolición de la esclavitud de
1822 ni nuestra Independencia de 1844 borró de repente todo vestigio de aquel prolongado sistema esclavista. Tampoco es
apropiado creer que hoy todo rastro de esa esclavitud ha desaparecido debido a
que ha transcurrido mucho tiempo desde que se abolió o porque ese tema interesa
a pocos.
Al interior
de nuestro pueblo existe un entramado de tensiones históricas en permanente
dinámica de pugnas y acomodamientos que todo lo rige, cuyo nudo original ha
partido de la relación entre unos esclavos y unos amos coloniales cuyo proceso
de distensión continúa hasta el presente. Las fricciones sociales, las
diferencias culturales y económicas, las permanentes rebeldías muchas veces
injustificables y la inequidad social son parte de ese nudo original que aún
tratamos de liberar.
Con escasas
excepciones, la enseñanza tradicional de la historia republicana dominicana y
sus textos convencionales, narran períodos de nuestra historia como si fuesen
entes estáticos desconectados de los procesos previos que les generaron. Cuando
esas enseñanzas tratan lo ocurrido –digamos- en el año de nuestra Independencia
en 1844, escasamente hacen mención del
relativamente cercano sistema colonial esclavista (1492-1822) que duró 330
años, sin enfatizar en la naturaleza de las relaciones pueblo-dirigentes que
había conformado la poderosa influencia de aquel prolongado período esclavista,
el cual había concluido hacía escasamente dos décadas. Esto quiere decir que en
ese 1844 cada dominicano que no fuese éticamente blanco (y resulta que el
grueso de esa población no era étnicamente blanca), era un ex esclavo o ex
liberto o hijo de esclavo o de liberto.
Pero esos
textos de historia no hacen referencia a tan importante tema y nos dejan la
equivocada idea de que en 1844 todos eran ciudadanos con igualdad de
propósitos. Hoy, tendemos a la misma equivocada idea y de eso trata el presente
escrito.
Antes de
concluir, mencionemos que la misma tendencia histórica que niega los orígenes
africanos causaría la inexistencia de un género musical que pudo llamarse
afro-dominicano pero parece que nos hemos prohibido mencionar el vocablo Afro y
todas sus derivaciones. Por extensión, las permanentes y dolorosas invasiones del
siglo XIX provenientes del vecino occidental Haití, causaría que en República
Dominicana –curiosamente- tampoco exista el Oeste en la geografía de la nación.
A la zona colocada al Oeste franco aún preferimos nombrarle Sur-Oeste aparentemente
para evitar mencionar el vocablo Oeste de recordación ominosa. Tal vez sea ya
tiempo de iniciar la superación de tales limitaciones.
Aunque no tengan noción de que las
desigualdades sociales provienen de la esclavitud colonial, los gobiernos dominicanos
han percibido que existe una deuda social acumulada que deben honrar para
reducir la distancia entre los pobres y los ricos de hoy, cuya distancia proviene
efectivamente, de las diferencias que por siglos se mantuvo entre amos y esclavos
de aquella prolongada colonia esclavista. Se trata de la misma íntima relación “ayer-hoy”
que aún continúa permeando casi todo y que una historia abierta a la aceptación
de nuestros orígenes facilitaría la visión que aceleraría el proceso de
solución de nuestros atrasos.
La
ascendencia africana del pueblo mayoritario dominicano no va a dejar de existir
por el simple hecho de rechazar su existencia. Los efectos de esa ascendencia están
a la vista de todos y sólo hay que aceptar su existencia para obtener los
beneficios que esa aceptación depara.
Si
continuamos rechazando la existencia de aquel prolongado sistema esclavista no
nos enteramos de aspectos fundamentales de nuestra sociedad actual, y
probablemente con su sola aceptación, el conjunto social, es decir, los actuales
descendientes de aquellos amos y de aquellos esclavos obtendrían las
condiciones necesarias para empezar un consciente e inédito pacto social para el logro de unos cambios que la sociedad dominicana ha estado esperado
quizás desde su Independencia en 1844. Sería ese pacto la mayor de las
revoluciones sociales jamás iniciadas en nuestro territorio.
Una final
utilidad práctica de la aceptación de nuestra ascendencia africana se deriva de
que si República Dominicana es el país modelo de hibridación étnica, entonces
este pueblo posee las condiciones suficientes para ser, además, modelo en
cuanto a sociedad libre de prejuicios raciales. Para lograrlo a cabalidad sólo
bastaría reafirmar nuestra identidad mediante la aceptación de nuestros
verdaderos orígenes. –
-
Notas
bibliográficas:
1 – El
‘utillaje mental’, o sea, las estructuras mentales propias a las distintas
clases; hábitos de pensamiento, ideas socialmente transmitidas y admitidas en
una sociedad determinada. Ver: Ciro Flamarión S. Cardoso / Héctor Pérez
Brignoli; “Los métodos de la historia”. Editorial Crítica. Grupo Editorial
Grijalbo. Barcelona, 1976, p. 329.
2 – “El
Mediterráneo”, es el libro que Fernand Braudel empieza a escribir en 1923; en 1939
termina una primera redacción; en 1947 lo presenta como tesis doctoral, y en
1949 lo publica por primera vez en francés. En ese libro, Braudel se propone
averiguar cómo fluye el tiempo en su personaje histórico: los territorios
bañados por el mar mediterráneo, geografía habitada por varias civilizaciones
que allí interactúan tales como latina, griega, islámica y judía. En ese texto,
Braudel escribe la historia de forma
diferente; una historia que iba más allá del tiempo del simple relato.
3 - AGN.
Fondo ARS. Caja (Leg.) No. 47, expediente No. 49, folio 22r. “Protocolo Notarial 1758. Inventario de
bienes de María Andrea Rivera que incluye el negrito Simón y la negra preñada
Antonia”.
4 - AGN,
Fondo ARS, Caja (legajo) No. 22, expediente No. 224, folio 23v al 25v. “Protocolo Notario Rafael Gómez Fernández
1805. Testamento de Pedro de Rivera”… 5 de agosto 1805
5 - Fondos
del Archivo Real de Bayaguana 1607-1920. Boletín del Archivo General de la
Nación. Año XXVI, 1981, No. 593.
6 - Idem, No.
641.
7 – Idem, No.
645.
8 - Para ver la composición étnica actual del pueblo dominicano:
https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/geos/dr.html
Seleccione Dominican Republic →people and Society→ethnic groups.
8 - Para ver la composición étnica actual del pueblo dominicano:
https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/geos/dr.html
Seleccione Dominican Republic →people and Society→ethnic groups.
-
Nota: el
autor es colaborador del BAGN (Boletín del Archivo General de la Nación). Ver
del mismo autor: "Fray Bartolomé de
la Casas, Luis Berrio, y los labradores llegados al Santo Domingo de 1520".
BAGN, Año LXXIII, Vol. XXXVI, No. 131, pp. 533-550
-
p.s.r., Santo
Domingo, R.D., enero-febrero, 2016
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