Antonio J. Pinto Tortosa
(Universidad Europea en Madrid)
(Universidad Europea en Madrid)
Resumen
En este artículo estudio el
impacto de la paz de Basilea, firmada entre Españay Francia en 1795, en el
imaginario colectivo de los españoles dominicanos, que súbitamente se
convirtieron en ciudadanos franceses. Para ello, he analizado una obra del
poeta popular Manuel Meso Mónica, representativa de la opinión pública de los
habitantes de Santo Domingo en aquel momento, que fue compuesta poco después de
la publicación de dicho tratado de paz en la colonia. El artículo consta de
tres partes: en la introducción describo el contexto hispano-dominicano cuando
se publicó la paz de Basilea, así como el marco teórico de mi investigación; en
la segunda parte, tras estudiar la extracción de Meso Mónica y la morfología
del poema, desgloso este último para describir las consecuencias de la paz
citada en Santo Domingo, según el testimonio del poeta; por último, expongo mis
conclusiones.
Abstract
In this article I study the
impact of the Treaty of Basel, signed between Spain and France in 1795, on the
collective imaginary of the Dominican Spaniards, who suddenly became French
citizens. For that purpose, I have analysed a work of the popular poet Manuel
Meso Mónica, which reflects the public opinion of the inhabitants of Santo
Domingo at that moment and was written soon after the publication of the peace
treaty in the colony. The article has three sections: in the introduction I
describe the Hispanic-Dominican historical context when the peace of Basel was
published in that territory, as well as the theoretical framework of my
research; in the second part, after studying Meso Monica's background and the
morphology of his poem, I analyse the latter to show the consequences of the
treaty in Santo Domingo, according to the poet's testimony; finally, I sum up
my conclusions.
La 'comunidad imaginada'
hispano-dominicana
En este epígrafe estudio
las circunstancias en que se firmó la paz de Basilea y su impacto en la
población de Santo Domingo, valorado sobre la base de las señas de identidad de
esta última, que se habían ido consolidando desde la llegada de los primeros
colonos españoles a finales del siglo XV.
A mediados de octubre de
1795 los habitantes de Santo Domingo1 supieron que algunos meses atrás, a
finales de julio, el gobierno español había firmado con Francia la paz de
Basilea. A cambio de conservar la integridad territorial de la España peninsular,
donde las tropas de la Convención Nacional habían ocupado zonas de Cataluña,
Navarra y las Vascongadas, el gobierno español pagó un precio elevado: cedió
Santo Domingo a Francia, renunciando así a una posesión colonial estratégica de
primer orden. Un año antes, quizá previendo aquel desenlace, el secretario de
Estado español, Manuel de Godoy, había girado instrucciones muy precisas al
marqués del Socorro, comisionado en una expedición de reconocimiento de Santo
Domingo: en primer lugar, Godoy le ordenó que reconociese aquella colonia y que
preparase su evacuación, si lo estimaba conveniente, siempre de acuerdo con las
autoridades dominicanas; en segundo lugar, le advirtió de que, antes de
abandonar aquel territorio, lo incendiase para evitar que ni Francia, ni Gran
Bretaña ni los esclavos rebeldes de Saint-Domingue aprovechasen la marcha de
España para ocuparlo.2
Las instrucciones reseñadas
no sólo apuntaban al deseo español de frustrar las ambiciones estratégicas en
el Caribe de las potencias mencionadas; además indicaban que el ejecutivo
español era consciente del peso estratégico de Santo Domingo en el Imperio
colonial hispano, por lo que estaba dispuesto a vender caro su abandono. Ahora
bien, pese a conocer la importancia de aquella colonia en el organigrama
imperial español, tras la paz de Basilea Godoy no podía reconocer oficialmente
el duro golpe que significaba la pérdida de Santo Domingo, porque si lo hacía
minaría la moral de los súbditos de la Corona y porque él mismo había sido el
principal responsable de las negociaciones de la paz. En tales circunstancias,
el secretario de Estado encabezó una intensa campaña propagandística con objeto
de relativizar la importancia de Santo Domingo, a la que incluso llegó a
calificar como 'tierra ya de maldición para los blancos, y verdadero cáncer
agarrado a las entrañas de cualquiera que fuere su dueño en adelante' (La Parra
y Larriba 2008: 319-320). Probablemente la mayoría de súbditos de la Corona
española se dejó seducir por aquella propaganda, pero no así los españoles
dominicanos, cuya indignación por su abandono en manos de Francia se puso de
manifiesto en boca de sus portavoces teóricos, los miembros del cabildo de
Santo Domingo, que se quejaron de una paz comprada por España 'con lágrimas de
sangre'.3
Para comprender la reacción
de los habitantes de Santo Domingo, debe analizarse la historia de esta última
desde su fundación hasta la publicación de la paz de Basilea. Desde que la
Corona de Castilla creó aquel enclave en el tránsito del siglo quince al siglo
dieciséis, la inmensa mayoría de sus pobladores blancos se habían identificado
con los cuatro pilares básicos de la identidad española: la monarquía, la
religión, la lengua castellana y el territorio del Imperio (Hobsbawm 2000:
17-19; Álvarez Junco 2001: 11-13); dichos valores fueron asumidos por la
población mestiza y mulata cuya proporción creció con el tiempo. Además, puesto
que Santo Domingo había sido la primera colonia de Castilla en América, y
habida cuenta de que España había competido con otras potencias rivales por la
colonización del Nuevo Mundo, sus habitantes siempre habían defendido su
condición de baluartes de la identidad española frente a los intereses rivales
al otro lado del Atlántico. Por eso algunas décadas más tarde, cuando Carlos I
de España inició su pulso europeo con Francisco I de Francia, los españoles
dominicanos asumieron la vertiente 'francófoba' de su identidad española,
aunque hasta entonces Francia todavía no había representado una amenaza real
para ellos en el escenario americano. De esta forma, la comunidad española de
Santo Domingo respondía a la perfección al modelo de 'comunidad imaginada'
acuñado por el sociólogo británico Benedict Anderson. Asimismo participaba de
un sentimiento común de camaradería con los habitantes de la España peninsular,
que movía a los vecinos de Santo Domingo a estar dispuestos a entregar su vida
por la Corona, si la defensa de la integridad del Imperio Español en América
así lo exigía (Anderson 1991: 7).
Aquella situación cambió
desde finales del siglo diecisiete, cuando los franceses, que paulatinamente se
habían ido asentando en el extremo occidental de La Española, consiguieron ver
reconocida su soberanía allí tras la firma de la paz de Ryswick, en 1697
(Gimbernard 1978: 102-107; Franco 1969: 63). En adelante, españoles y franceses
protagonizaron una intensa rivalidad territorial en la isla, a la que desde
1789 se añadió un componente ideológico, ya que Francia se había convertido en
la encarnación de la revolución. La tensión empeoró aún más si cabe tras el
estallido de la revolución esclava de Saint-Domingue en 1791; dicho episodio no
sólo amenazaba con llevar las ideas revolucionarias al Santo Domingo español,
sino también con convertirlo en otro cementerio blanco, como el Guarico, si los
esclavos rebeldes cruzaban la frontera y conseguían sublevar a los negros de
los ingenios dominicanos.4 España era la principal garantía para conjurar los
peligros descritos, que se resumían en una frase: 'el miedo al negro'. Por
tanto, era lógico que la población de Santo Domingo valorase su repentina
conversión en ciudadana francesa como un ultraje a dichos principios y como un
abandono a su suerte frente a los feroces negros insurrectos de la colonia
francesa del Guarico.5 Consideraron además la decisión del gobierno español en
la paz de Basilea como una traición, no sólo porque habían quedado a merced de
su peor enemigo, sino también porque sentían que la Corona no había sabido
premiar su lealtad en los últimos siglos. Sin embargo, lejos de oponerse a la
voluntad de la metrópoli y de resistirse a la aplicación de dicho tratado de
paz, los habitantes de Santo Domingo, encabezados por el gobierno colonial,
hicieron una última demostración de obediencia al rey y acataron el acuerdo
(Cassá 2007: 203).
'Las cuatro el reloj tocó
...': las décimas de Meso Mónica
A continuación desgloso el
contenido de las décimas escritas por el poeta Manuel Meso Mónica tras la firma
del tratado de Basilea, para valorar el dramático impacto de dicha paz, que
convirtió a los españoles dominicanos en ciudadanos franceses de iure de la
noche a la mañana. Asimismo contrasto la identidad que los franceses
pretendieron asignar a los habitantes de Santo Domingo con el ser esencialmente
español y 'anti-francés' de los vecinos hispano-dominicanos.
E poeta
Aparte de la documentación
oficial, otras fuentes escritas se hicieron eco del desamparo de los vecinos de
Santo Domingo desde 1795 en adelante. Revisten interés los testimonios
literarios, sobre todo porque la plasmación de cualquier episodio histórico en
la literatura contemporánea demuestra su impacto en la sociedad, intenso hasta
el extremo de requerir una expresión literaria como caja de resonancia de la
opinión pública. La obra de Manuel Meso Mónica, que cuando se compuso fue remitida
al Consejo Real de las Indias, se conserva en la sección de Estado del Archivo
General de Indias, en Sevilla (Sánchez Ramírez 1957: n. IXXI).6 En el
transcurso de la investigación para realizar mi tesis doctoral encontré este
testimonio en el archivo citado y estimé oportuno realizar un estudio
exhaustivo del poema en el presente ensayo, habida cuenta de su relevancia para
ilustrar la recepción de la paz de Basilea en Santo Domingo desde la
perspectiva de los vecinos de este territorio (Pinto Tortosa 2012: 189-97).
Según el poeta y abogado
dominicano Abelardo Vicioso, Manuel Meso Mónica es uno de los poetas populares
de Santo Domingo mejor conocidos, junto con Juan Antonio Alix.7 En su opinión
también habría sido uno de los primeros autores que encarnaron la resistencia
popular al legado colonial, así como la identidad dominicana propiamente dicha.
Este último juicio es cuestionable porque a la altura de 1795, cuando se firmó
la paz de Basilea, y hasta 1809 es imposible identificar un espíritu anti-colonial
en la población de Santo Domingo, pese a las aseveraciones de Roberto Cassá y
Emilio Cordero Michel en sentido contrario (Cassá 2007: 203-211; Cordero Michel
2007: 251-58).
Los padres de Meso Mónica
eran libres de color: habían sido esclavos pero sus dueños les habían puesto en
libertad, de modo que cuando Manuel Meso Mónica nació ellos ya disfrutaban de
la condición libre. La famiba vivió en el humilde barrio de Santa Clara, en la
ciudad de Santo Domingo, donde el padre había trabajado como zapatero.
Inicialmente Meso Mónica había sido analfabeto, pero aprendió a leer y escribir
para asistir después a las clases de la Universidad de Santo Tomás, regentada
por los dominicos. Entonces comenzó a reabzar sus primeras composiciones
poéticas, que desde muy pronto gozaron de gran predicamento entre las capas
populares. Conscientes de ello, los gobernantes coloniales lo colmaron de
favores para ganarse su afecto y para valerse de su obra poética como medio de
expresión de las inquietudes y los valores de la élite gobernante, que así se
transmitirían al pueblo de Santo Domingo para hacerlo partícipe de ellos. De
esta forma el gobierno colonial aspiraba a construir una conciencia colectiva
hispano-dominicana contra cualquier amenaza externa, especialmente desde la
colonia francesa vecina de Saint-Domingue. Así pues la principal aportación de
Meso Mónica consiste en constituir uno de los primeros ejemplos de personas
libres de color que colaboraron con el ejecutivo colonial.
La posición que Meso Mónica
llegó a alcanzar demostraría el alto grado de relajación de los prejuicios
raciales en aquella colonia en el tránsito del siglo dieciocho al siglo
diecinueve, analizada por el historiador dominicano Frank Moya Pons (1973:
378-81). Según este último, la suavización de los prejuicios raciales en Santo
Domingo había sido una de las consecuencias de las tensiones fronterizas entre
españoles y franceses en La Española. En su opinión, hasta principios del siglo
dieciocho había existido una rígida jerarquía entre los blancos de la colonia,
peninsulares o criollos, y los libres de color, es decir, los antiguos esclavos
o sus descendientes, criollos en sentido estricto puesto que eran un producto
humano 'genuino' de las sociedades caribeñas.8 Por su color de piel, estos últimos
apenas tenían acceso al ejército ni a los cargos públicos. No obstante, su
proporción creció en una sociedad donde escaseaban cada vez más los blancos,
generalizándose el mestizaje (Moya Pons 1973: 378-81). De hecho, si se
consideran las cifras de población manejadas por Franklyn J. Franco, en
vísperas de la firma de la paz de Basilea, la población blanca de Santo Domingo
ascendía a 35.000 individuos (entre peninsulares y criollos), frente a los
38.000 libertos, que comprendían artesanos y jornaleros mulatos, y a los 30.000
esclavos (Franco 1969: 72).
En tales circunstancias era
comprensible que el gobierno acabase recurriendo a los libres de color para
emplearlos en el ejército y la administración. En agrade8 cimiento por su
colaboración, la administración colonial fingió ignorar su color de piel y
aglutinó a toda la población del hemisferio oriental de la isla bajo la
denominación de '(españoles) dominicanos', término que en adelante no
equivaldría a 'blanco', sino a 'no-negro', ya que se comenzó a identificar al
negro con los antiguos esclavos de Saint-Domingue (Moya Pons 1973: 380-81). En
su ensayo sobre la identidad dominicana, Marcio Veloz Maggiolo ha suscrito los
postulados defendidos por Moya Pons, enfatizando la importancia del componente
cultural africano en la configuración de dicha identidad hispano-dominicana,
cuya gestación fecha quizá precipitadamente a mediados del siglo dieciséis.
Asimismo, Veloz Maggiolo ha resaltado la contradicción entre la presencia de
algunos elementos de la cultura africana en la identidad colectiva
hispano-dominicana, por una parte, y la definición anti-africana de dicha
identidad, por otra parte, que se puso de manifiesto especialmente a raíz de la
revolución esclava de Saint-Domingue en 1791, consolidándose tras la independencia
de la República de Haití el 1 de enero de 1804 (Veloz Maggiolo 2006).
Contra las estimaciones de
Veloz Maggiolo, la documentación y la literatura manejadas en mi investigación
me permiten afirmar que la sociedad hispanodominicana contemporánea fue
articulándose paulatinamente durante el siglo dieciocho, en el sentido del
término 'articulación' que Stuart Hall concibió como la configuración de una
estructura compleja cuyos elementos constitutivos se hallan unidos, más que por
sus similitudes, por sus diferencias. Las disimilitudes culturales y étnicas de
los distintos grupos que componían la sociedad de Santo Domingo eran a priori
un obstáculo para su cohesión, que estuvo favorecida por la oposición común de
todos aquellos grupos al negro haitiano (Hall 1980: 305-345). Por consiguiente,
es posible afirmar que el tejido social español dominicano acabó
constituyéndose como un tejido híbrido, puesto que en él se reinterpretaron los
principios culturales y los prejuicios raciales de la sociedad española (Bhabha
1994), que jamás habría aceptado la integración de la población libre de color
en la administración o el ejército. Por tanto, en Santo Domingo se llevó a cabo
una experimentación social que Mary-Louise Pratt ha analizado detenidamente en
su ensayo Ojos imperiales (2010).
Sólo un sector de la
población de aquella colonia quedó al margen del proceso de criollización
descrito: los esclavos negros. La condición de estos últimos fue miserable
hasta el extremo de que la élite blanca y mestiza los consideraba al margen de
la sociedad y los explotaba, no dejándoles así más alternativa que sublevarse
para reivindicar el final de su miseria, como hicieron en varias revueltas que
jalonaron la historia dominicana desde la fundación de la colonia hasta la época
que nos atañe en la presente investigación, y que han sido analizadas por
Carlos Esteban Deive (1989) Juan José Andreu Ocáriz (1970: 551-81), y Fanon
(2009: 175-83), entre otros. Sin embargo, la marginación de la población negra
y la resistencia de esta última frente a los cánones culturales impuestos por
la élite gobernante no lastró el proceso de criollización de la sociedad de
Santo Domingo, entre otros motivos porque la proporción de la población esclava
frente a la población fibre era reducida, en comparación con la relación
proporcional entre ambas en otros territorios, como por ejemplo SaintDomingue o
Cuba.
La obra
El poema de Meso Mónica
consta de 22 décimas, muy frecuentes en la poesía popular española e
hispanoamericana, que alternan versos heptasílabos y octosílabos. Los recursos
estilísticos que emplea el autor son bastante limitados y convierten su obra en
un poema monótono; cabe reseñar el carácter enumerativo de la composición, la
acumulación de exclamaciones y preguntas retóricas y, por último, el empleo
recurrente de la anáfora y el paralelismo. En su tono y en su estructura en
general se percibe cierta influencia del soliloquio de Segismundo en La vida es
sueño, de Pedro Calderón de la Barca (1989). Si se parte de la base de que
Manuel Meso Mónica accedió a la educación universitaria y adquirió cierto nivel
cultural en su edad adulta, cabe suponer que conocía la poesía española del
siglo diecisiete. Este hecho, unido al tono trágico del monólogo citado de La
vida es sueño, motivado por la injusticia cometida contra su protagonista, que
era similar a la amargura reflejada por la ciudad de Santo Domingo, habría
animado a Meso Mónica a inspirarse en dicha obra.
Pese a que se desconoce su
fecha, la obra que nos atañe se puede datar en Santo Domingo poco después de la
publicación de la paz de Basilea en La Española, de acuerdo con la información
que aporta su autor. Meso Mónica describió las penurias que sobrevendrían en
Santo Domingo por el cumplimiento de la paz, recreando un diálogo figurado
entre la capital de la colonia y él mismo. El acto de dar voz a una ciudad
también ha sido muy recurrente en la historia de la literatura española e
hispanoamericana; entre otros ejemplos pueden citarse el 'Romance de Abenámar',
o el poema 'De la toma de Larache', de Luis de Góngora (Díaz Mas 2009: 173-76;
Góngora 2009: 317-21). Desde la óptica de su temática, la obra consta de tres
partes, donde el poeta aborda diferentes asuntos relacionados siempre con la
catástrofe que supondría la conversión de Santo Domingo en colonia francesa.
Con objeto de clarificar el análisis de la obra y para adaptar esta última a
mis intereses expositivos, en ocasiones analizo y cito las partes de que se
compone como un bloque compacto, y en otras ocasiones incluyo en el texto citas
de algunos versos concretos de cada una de dichas partes. En las notas al pie
indico la estrofa y la parte a la que corresponde el verso extractado para
facilitar el seguimiento de mi argumentación.
Introducción
La introducción del poema
corresponde a las cuatro primeras estrofas.9 En ellas el poeta comienza
convirtiéndose en portavoz de la opinión pública española: como todos los
súbditos de Carlos IV, conocía los leales servicios de Santo Domingo a la
metrópoli desde su fundación, por los que teóricamente aquella colonia debía
haber sido recompensada. Especialmente interesante es la conexión que establece
Meso Mónica entre la naturaleza del gobierno y la actitud de sus súbditos: del
mismo modo que el buen rey favorece el buen vasallaje, los buenos vasallos
deben obtener la recompensa del monarca justo; de lo contrario, la justicia de
la Corona queda en entredicho. El autor manifiesta su sorpresa porque esperaba
encontrar una ciudad feliz, gozosa del favor del rey, pero la halló afligida y
hastiada de sus sufrimientos. Impresionado, adoptó el papel de interlocutor e
inquirió a la capital de la colonia sobre la causa de sus males, cumpliendo una
función similar a la de Rosaura en La vida es sueño, ya que la sorpresa de este
personaje ante los lamentos oídos servía para introducir el soliloquio de
Segismundo:
Dime tú noble ciudad
qué desgracia te ha cabido?
A España le habéis servido?
Constante, y firme es
verdad?
Pues por qué tantos
lamentos!
Adonde están tus contentos?
Adonde está tu alegría?
Quién te puso en este día
entre indecibles
tormentos.10
Así, Meso Mónica dio pie a
la explicación de Santo Domingo, que constituye un testimonio de primera mano
de los padecimientos de los españoles dominicanos.
En su respuesta al poeta,
la ciudad recuperó la idea del equilibrio deseable entre la justicia del poder
y la lealtad de los súbditos. El personaje de Santo Domingo procedió a enumerar
sus servicios al monarca español, especialmente su lealtad a la Corona y su
arraigada fe católica:
Por qué se ha de usar
conmigo
que a mi Dios, y mi Rey
sigo
con mis hijos, y poder:
la pena de padecer
el más funesto castigo.11
Pese a ello, España la
había abandonado en manos de su peor enemigo, Francia, por lo que la ciudad, en
nombre de toda la colonia, acabó dudando de su propia lealtad a Carlos IV, e
incluso llegó a plantearse que quizá hubiese ofendido al rey de alguna forma;
sólo así podía explicarse el abandono español.12 Dicho abandono debe valorarse
desde una óptica paternalista: Santo Domingo había quedado desamparada, sin la
salvaguarda de su 'padre', el rey, a quien se había encomendado desde su
nacimiento. El uso del concepto 'castigo' remite a la relación paternal de la
metrópoli con sus colonias y sirve para incidir en la injusticia de España, que
ha 'reprendido' a Santo Domingo, uno de sus 'hijos', sin que la colonia haya
hecho nada para ofenderle.
En este punto reside una
nueva crítica velada a la actitud incoherente de la metrópoli con la más fiel
de sus posesiones ultramarinas. La capital calificó su abandono en manos de
Francia de 'funesto castigo' por cuatro motivos: primero, porque significó la
pérdida de la identidad española propia para convertirse en súbdita de una
nación extranjera; segundo, porque esa otra nación era Francia, enemiga
acérrima de España desde comienzos de la Edad Moderna; tercero, porque la
sumisión a Francia significaría la instauración en Santo Domingo de los
principios revolucionarios, radicalmente opuestos a los valores tradicionales
españoles; finalmente, por el alto riesgo de contagio de la revolución esclava
de Saint-Domingue a Santo Domingo y, desde aquí, al resto de posesiones
españolas.
A continuación, la ciudad
describió las circunstancias de la publicación de la paz de Basilea en Santo
Domingo, el 18 de octubre de 1795.13 Interesa la identificación del responsable
directo de aquel tratado: 'y en un vando me descubre / el Rey: ya me
abandonó'.14 El gobierno y la población dominicana habían acatado con
resignación la voluntad de la Corona de abandonarlos en manos de Francia, con
objeto de demostrar su lealtad a la metrópoli incluso cuando las resoluciones
de esta última les eran desfavorables. Al mismo tiempo el ejecutivo colonial
dominicano, que debió permanecer en su puesto interinamente mientras los franceses
tomaban posesión de aquel territorio, inició una intensa propaganda para
mantener a la población fiel a su antigua metrópoli. Con este fin, eximió al
rey español de responsabilidad en la firma de la paz y cargó todas las culpas
sobre Godoy, a quien acusó de haber actuado a espaldas de Carlos IV para saciar
su ambición personal. Defendiendo la inocencia absoluta del monarca, los
gobernantes de la colonia reforzaban la lealtad de los vecinos de Santo Domingo
a su antiguo soberano, convenciéndolos de que aguardasen pacientes la ocasión
idónea para restaurar la soberanía española en aquel territorio.
Ahora bien, frente a esta
opinión generalizada, que eximía al rey español de responsabilidad en la firma
del acuerdo de Basilea, considerándolo un mero títere en manos de los políticos
ambiciosos, Meso Mónica culpó a Carlos IV directamente por aquel desenlace.
Puesto que se ha indicado que el autor acabó convirtiéndose en portavoz de los
valores de la élite dominante, su juicio sobre la responsabilidad en la paz de
Basilea demuestra que, en el fondo, el gobierno colonial dominicano al que él
representaba era consciente de la culpabibdad directa del rey por el abandono
de Santo Domingo. En teoría, el soberano había encomendado las negociaciones de
paz a Manuel de Godoy, pero en la práctica había correspondido a Carlos IV la
decisión última de revocar o ratificar la iniciativa de su secretario de
Estado, y había optado por respaldar la resolución de Godoy. La acusación
directa de la Corona por el tratado de paz chocaba frontal13 mente con el
objetivo de caracterizar al soberano como inocente para reforzar la lealtad de
los españoles dominicanos hacia él. Así pues, la actitud del ejecutivo de la
colonia fue contradictoria, quizá porque se vio sobrepasado por los acontecimientos
y porque, además, la 'traición' española había sido un golpe que no estaba
dispuesto a olvidar fácilmente (Vicioso 1983: 43).15
En los siguientes versos,
la ciudad prosiguió lamentándose por la pérdida de sus antiguos honores.
Asimismo, denunció el repentino cambio de actitud del gobierno español, que
pasó de invertir todo su esfuerzo por conservar Santo Domingo a mostrar una
indiferencia desconcertante hacia ella.16 Dicha actitud formaba parte de la
estrategia española para fingir que Santo Domingo no había causado más que
problemas a España desde su fundación, de modo que su abandono estaba más que
justificado. Finalmente, la introducción del poema concluye con la insistencia
del personaje de la ciudad en la responsabilidad del monarca. Por primera vez
Santo Domingo identificó claramente a su futuro poseedor:
Ay de mí! Qué torcedor,
para mi mayor tristeza?
A esta Nación francesa
he de servir? Qué dolor.17
Ei 'catálogo de las naves'
La segunda parte del poema
se corresponde con las diez estrofas siguientes.18 En ellas la ciudad empezó
justificando su duelo tras la publicación de la paz de Basilea, ya que la
evacuación inmediata de la colonia la dejaría totalmente desamparada mientras
se organizaba la nueva administración francesa.19
En esta estrofa hay una
referencia clave para fechar la obra: la marcha inminente del arzobispo, fray
Fernando Portillo y Torres, que había sido el guía espiritual y el modelo
humano de los españoles dominicanos. Esta información permite datar el poema,
ya que la partida de fray Fernando Portillo sólo pareció irrevocable en las
semanas inmediatamente posteriores a la publicación de la paz, entre octubre y
diciembre de 1795, cuando Meso Mónica habría compuesto esta obra. Entonces los
franceses, conscientes de que el gobierno de la colonia iba a ser mucho más
difícil sin el apoyo de la Iglesia, agasajaron a fray Fernando para que se
quedase en Santo Domingo, como él mismo reconoció en una carta a la Corona.20
El gobernador francés de Saint-Domingue, PhilippeRose Roume de Saint-Laurent,
le había prometido que respetaría el catolicismo y que mantendría las iglesias
abiertas al culto, pero el arzobispo no estaba por la labor de colaborar con
las autoridades francesas y deseaba marcharse antes. No obstante, Roume maniobró
hábilmente y publicó un manifiesto, anunciando a los españoles dominicanos que
el arzobispo tenía la intención de quedarse en Santo Domingo. Obviamente la
noticia era falsa, pero fue el golpe de efecto necesario para obligar a fray
Fernando a permanecer en suelo dominicano contra su voluntad, advirtiéndole que
no debía traicionar las esperanzas de sus feligreses.21 Así pues, el arzobispo
permaneció en Santo Domingo de momento, pero en la primavera de 1798 acabó
solicitando y obteniendo el permiso de Joaquín García, que aún oficiaba como
gobernador dominicano interino, para partir a La Habana (Rodríguez Demorizi
1958: 393; Moya Pons 2003: 137):22
Junto al arzobispo
marcharían el cabildo y el deán de la catedral y, por último, las órdenes
religiosas, que dejarían la Iglesia dominicana desarbolada. De resultas de ello
Santo Domingo quedaría totalmente huérfana, ya que no sólo había perdido a su
'padre', el rey, sino también a su 'madre', la Iglesia Católica. Como el poeta
anticipó por boca de la ciudad de Santo Domingo, los franceses aprovecharían
entonces para cerrar los templos y prohibir el culto católico. Todas las
penurias descritas al comienzo de esta segunda parte serían fatales para la
población dominicana, porque su arraigada fe católica era una de sus principales
características y porque su supresión dejaría expedito el camino a los vicios
ligados a la revolución francesa, como ya había advertido Joaquín García a la
Corona en noviembre 1795.23
Súbitamente, Meso Mónica
interrumpió la enumeración de las consecuencias del tratado de paz, con el fin
de hacer que el personaje de la ciudad insistiese nuevamente en la culpabilidad
directa del monarca por sus sufrimientos y los de sus vecinos. Como en la
introducción, Santo Domingo resaltó el contraste entre su lealtad a España y su
ingrato abandono por esta última.24 Tras confesar su temor por el proceso de
anexión por Francia, la ciudad retomó el listado de las autoridades y las
instituciones que se marcharían en breve, comenzando por el capitán general
García, modelo de buen gobernante.25 Especialmente llamativa es la mención de
la Real Audiencia: habida cuenta de que era la institución encargada de
administrar justicia, la ciudad le recriminó que no hubiese evitado su abandono
injusto en manos de Francia.26 En este punto el poeta se refirió a la justicia
en sentido lato, atribuyendo su salvaguarda a una institución vinculada sólo a
una acepción muy particular de dicho concepto: el poder judicial. Aquí se
observan tres elementos típicos de la poesía popular: la reiteración, tanto en
la imagen del rey como culpable de la paz, como en la repetición de la misma
estructura sintáctica ('Quién ...?'), cuyo objeto es incidir en el mensaje
principal de la obra para que la audiencia, de baja condición social en su mayoría,
lo capte fácilmente; también es interesante la inserción forzada de palabras en
los versos séptimo y octavo, entre paréntesis ('sí' y 'no') para respetar la
métrica y el ritmo del poema; y la metonimia, consistente en tomar la parte por
el todo, atribuyendo a la Real Audiencia el deber de salvaguardar la justicia
en sentido ético, responsabilidad que sobrepasaba sus atribuciones ampliamente.
Por último, la enumeración
concluye con el abandono doloroso de la Universidad, primada entre las
universidades de Hispanoamérica:
qué desgracia vuestra ha sido
la que siento con ternura
pues queda otra vez obscura
la Luz que había renacido.27
En estos versos existe una
alusión implícita a la reforma ilustrada de las universidades españolas por
Carlos III, que había supuesto una evolución innegable respecto a la enseñanza
previa tradicional. En opinión del personaje de Santo Domingo, con la llegada
de los franceses se interrumpiría dicho proyecto educativo y las nuevas
generaciones intelectuales dominicanas volverían a sumirse en las tinieblas.
Esta observación resulta paradójica: precisamente Francia se había considerado
a sí misma abanderada de la Ilustración y de las nuevas ideas, es decir, de 'la
Luz', frente al oscurantismo tradicionalista del resto de potencias europeas,
del que España era representativa. Sin embargo, como demuestran los versos de
Meso Mónica, las autoridades dominicanas se consideraron portadoras de la luz,
identificada con la religión y las tradiciones hispanas, frente a la oscuridad
de la revolución. De esta forma, se pone de manifiesto que las tinieblas no
eran necesariamente una metáfora de la reacción, sino del enemigo,
independientemente de su ideología, a quien se identificaba con la oscuridad de
manera interesada para generar una imagen negativa de aquél frente a los
valores propios. Este hecho es una constatación más del carácter imaginado no
sólo de la 'comunidad española dominicana', derivada de la 'comunidad imaginada
pre-nacional' española, sino de cualquier comunidad pre-nacional o nacional.28
Así se observa la encomiable labor intelectual de los creadores de estas
identidades colectivas quienes, no contentos con construirlas sobre bases
inexistentes, deforman la realidad para adaptarla a los intereses propios de su
comunidad respectiva (Álvarez Junco 2001: 11-13).
Desenlace
La tercera y última parte
del poema, que se corresponde con las siete estrofas finales, comienza con un
alegato de la ciudad de Santo Domingo por la ejemplaridad de su sufrimiento.29
Así el autor conseguía enfatizar las penurias de los españoles dominicanos
desde 1795, cuando quedaron en manos de Francia, a la par que desprestigiaba
aún más a la Corona, responsabilizándola del 'fatal desenlace' de Basilea:
Triste sola y afligida
me considero exemplar
que no se podrá igualar
en los días de mi vida.30
Dicho afán ejemplarizante
se percibe sobre todo en la segunda estrofa, que comienza con un apelativo
teatral a un público imaginario, 'señores y caballeros', que debía ser el
testigo de sus padecimientos; este público era la población dominicana y, en
general, los súbditos de la Corona española, que habían presenciado el trato
injusto de la metrópoli a Santo Domingo y debían formarse una opinión al
respecto.31
Después el personaje de la
ciudad resaltó el contraste entre su espíritu cosmopolita, por una parte,
forjado sobre la acogida de los forasteros, los soldados del ejército colonial
y los tripulantes de las embarcaciones mercantes que llegaron a la costa
dominicana en los últimos siglos, y la trágica experiencia de la evacuación
masiva de su población y sus instituciones tras la cesión a Francia, por otra
parte. Interesa el mensaje contenido en esta última estrofa:
Ay de mis hijos Amados,
quándo los olvidaré?
Cómo no los lloraré?
Sin delito desterrados
cómo no lo he de sentir?32
En ella, la ciudad señaló
que los habitantes de Santo Domingo, pese a haberse mantenido siempre fieles a
España, se habían visto obligados a huir como vulgares criminales, aunque no
habían cometido delito alguno.33 Parte de la población se quedaría, pero su
permanencia sería sólo un consuelo menor, ya que los sufrimientos de la colonia
seguirían siendo incontables. Por todas las circunstancias que el poeta ha
descrito hasta ahora, con el tiempo el nombre de Santo Domingo acabaría siendo
sinónimo de desgracia, hasta el extremo de que nadie desearía habitar allí.34
El colmo de la humillación se viviría con la entrega de las armas y las
municiones a los franceses, que equivaldría a renunciar a la defensa propia en
beneficio de los nuevos e indeseados gobernantes.35
El poema concluye con la
interpelación de la ciudad al poeta, para preguntarle si los motivos enumerados
hasta ahora eran suficientes para explicar su aflicción: 'Y tú que habéis
preguntado / las causas de mi lamento: / estarías (dime) contento / si te
hubiera tal pasado'.36 Al mismo tiempo, Santo Domingo le recordaba que sus
sufrimientos no habían concluido aún, puesto que su territorio había quedado en
manos de una nueva nación ajena al sentimiento de la piedad. La respuesta de
Meso Mónica fue terminante:
Triste ciudad desgraciada
tu pena ya considero:
y aunque consolarte quiero
no puedes ser consolada.
Es tan justa, y bien fundada
en toda Ley, y razón
que debemos tu aflicción
no sólo considerar
sino sentirla, y llorar
con males de corazón.37
El empleo de la primera
persona del plural en el séptimo verso responde al deseo del autor de expresar
el deber ético de todos los súbditos de España de participar en el duelo de
Santo Domingo. Como en la segunda parte de este poema, Meso Mónica rompió
momentáneamente la estructura dialogada de las décimas, con en el fin de dar
entrada a un tercer personaje colectivo: el pueblo español. En ambos casos, la
finalidad es ejemplarizante y propagandística: mediante la descripción de las
penurias de los españoles dominicanos y su exposición ante los súbditos de la
Corona, el poeta y el personaje de Santo Domingo aspiraban a mover a los
españoles a denunciar la maniobra de su rey en Basilea. Como la capital de la
colonia, Segismundo había implorado a otro público en La vida es sueño: la
corte celestial. Su invocación obedecía a su deseo de reparación moral por la
justicia cometida contra él, pero el personaje de Santo Domingo perseguía un
fin mucho más terrenal: su rehabilitación material y su regreso inmediato al
seno de España, que debía reconocer su error en Basilea, no sólo por la afrenta
a la población hispano-dominicana sino también por el perjuicio que aquella paz
había supuesto para los intereses territoriales españoles en Hispanoamérica.
Para concluir, debe
añadirse que la ruptura del monólogo de la ciudad de Santo Domingo hasta en dos
ocasiones, con el fin de interpelar a un público imaginario, también es
indicativo del carácter popular de este tipo de composiciones: en ellas impera
el deseo de transmitir un mensaje claro, que el público pueda captar sin
dificultad, sobre el interés por salvaguardar la coherencia interna de la obra,
cuyo hilo narrativo se ve interrumpido de manera abrupta en las partes
indicadas en las líneas precedentes.
Conclusiones
El estudio de las décimas
de Manuel Meso Ménica complementa el análisis de la documentación oficial del
gobierno dominicano en el contexto de la firma de la paz de Basilea. De la
valoración contrastada de ambos tipos de fuentes se deduce que el principal
motivo del resentimiento de los vecinos de Santo Domingo contra el gobierno
español era su sensación de traición y de desamparo, ya que estimaban que sus
servicios a la Corona española, sobre todo en el último lustro, no habían sido
recompensados adecuadamente.
Desde la aparición de los
primeros asentamientos franceses en el oeste de La Española, a mediados del
siglo diecisiete, y más aún en medio de la crisis desatada tras el estallido de
la revolución esclava de Saint-Domingue en 1791, los españoles dominicanos
siempre se habían mantenido fieles a España y habían defendido su colonia para
preservar la integridad territorial española en América, exponiéndose a
numerosos padecimientos. Pese a todo, la paz de Basilea los devolvió a la cruda
realidad y les convenció de que su propia idea de la relevancia de Santo
Domingo en el Imperio Español era irreal: cuando la Corona se vio obligada a
elegir entre la renuncia a las plazas ocupadas por las tropas de la Convención
en Cataluña, Navarra y las Vascongadas, y la cesión de Santo Domingo a Francia,
no dudó en decantarse por esta última opción. Así el gobierno español
demostraba que la conservación de la unidad territorial peninsular era
prioritaria, ya que con independencia del valor simbólico de Santo Domingo, las
posesiones peninsulares constituían la auténtica base territorial de la
monarquía española. Por ello en Santo Domingo la paz de Basilea provocó una
fuerte crisis de conciencia, erosionando los pilares fundamentales de la identidad
española de sus habitantes. Aparte de su impacto territorial, que ya se ha
analizado, fue traumática la desaparición de la tradición monárquica, puesto
que Francia, nueva poseedora de aquella colonia, era una República.
Momentáneamente sólo resistieron el envite la lengua castellana y la religión
católica, pero las autoridades francesas sólo las respetaron en apariencia para
ganarse el afecto de los vecinos de Santo Domingo. Cuando lo hubiesen
conseguido, tenían la intención de imponerles su propia cultura para borrar
cualquier trazo de identidad española.
Es interesante discernir la
culpabilidad de la paz de Basilea desde la óptica de Meso Ménica, del gobierno
colonial y de la población dominicana, tanto blancos peninsulares, como
criollos y libres de color. Nadie dudaba de la identidad del responsable
directo de la pérdida de Santo Domingo en las negociaciones de la paz: el rey
español. En el análisis de las décimas se ha resaltado la contradicción
implícita en este juicio de valor, ya que tanto Meso Ménica como el ejecutivo
colonial, cuyos valores el poeta representaba e intentaba transmitir a la
población, quisieron convencer a esta última de que Carlos IV había sido
engañado por sus consejeros, sobre todo Manuel de Godoy, y de que por tanto no
se le podía culpar de aquel desenlace. Así confiaban en convertir a la Corona
en el nexo de unión entre los españoles dominicanos y su antigua metrópoli en
los años venideros, aguardando el momento justo para tomar las armas de nuevo
en nombre de aquel rey y restaurar la soberanía española en el este de la isla.
Ahora bien, la
contradicción entre la convicción de las autoridades dominicanas y de Meso
Mónica sobre la responsabilidad regia en la paz de Basilea, por una parte, y su
propaganda oficial para eximir al rey de culpa ante la población dominicana,
por otra parte, es sólo aparente. De hecho, ambas posturas son complementarias:
el gobierno de la colonia y su principal portavoz ante la población, Manuel
Meso Mónica, eran conscientes de que las negociaciones de la paz de Basilea
habían sido conducidas por Manuel de Godoy, pero también sabían que el rey
podía haber desautorizado a su secretario de Estado y optar por otra salida
frente a la Convención. Las décimas de Meso Mónica, auspiciadas por el
ejecutivo colonial, deben entenderse como una llamada de atención a la Corona
con objeto de señalar su error y de animarle a no cometer una equivocación
similar en el futuro. Una vez transmitido el mensaje, las autoridades
dominicanas, en colaboración con Meso Mónica y otros propagandistas que
trabajaron a su servicio, se consagraron a explotar la imagen del monarca
inocente, esencial para que el pueblo dominicano siguiese fiel a su identidad
española y estuviese dispuesto a sublevarse para defender los derechos de aquel
mismo rey sobre el territorio que habitaba.
Por último, debe afirmarse
que la identidad 'hispano-dominicana' descrita en este ensayo a la luz de los
versos de Meso Mónica y la documentación oficial contemporánea emanó de la
élite blanca originalmente, en el tránsito del siglo quince al siglo dieciséis,
pero fue asumida por la población libre de color conforme la criollización
racial se impuso en el tejido social de Santo Domingo, dos centurias después.
Así esta última, pese a su color de piel, que recordaba su ascendencia esclava,
se distanciaba ideológicamente de la población negra, asociada a la esclavitud,
y emulaba el código de valores blanco, que era el código dominante.
Footnote
* Miembro de la Red de
Estudios Comparados del Caribe y Mundo Atlántico (RECCMA). Véase:
http://www.reccma.es (búsqueda realizada el 18 de agosto de 2013).
1 Para referirme a los
habitantes de Santo Domingo en época colonial he decidido emplear los conceptos
'españoles dominicanos', 'habitantes de Santo Domingo', 'vecinos de Santo
Domingo' o 'hispano-dominicanos', en lugar de 'dominicanos'.
2 Archivo Histórico
Nacional (AHN), Estado (E.), legajo (1.) 883, expediente (e.) 16. Instrucciones
de la Corona al marqués del Socorro. Aranjuez, 12 de abril de 1795.
3 Archivo General de Indias
(AGI), E, 1.13, documento (d.) 1. Representación de los miembros del cabildo de
Santo Domingo al capitán general Joaquín García. Santo Domingo, 25 de octubre
de 1795.
4 Guarico es el término
usado para referirse a la capital de la Provincia del Norte de SaintDomingue,
Le Cap François, y a toda la colonia francesa por extensión.
5 AGI, E, 1. 13, d. 1.
Representación ....
6 AGI, E, 1. 11B, e. 97,
lr-2r. Poema de Manuel Meso Mónica, sobre el impacto de la paz de Basilea en
Santo Domingo. S/f [Santo Domingo, octubre de 1795].
7 La elección de Meso
Mónica en detrimento de Juan Antonio Alix obedece sobre todo a que el de Meso
Mónica fue el poema que encontré durante mi investigación y sirve para ilustrar
el contexto de Santo Domingo tras su cesión a Francia. Juan Antonio Alix
(1833-1918) es posterior cronológicamente y, por consiguiente, no es útil para
el cometido del presente ensayo, que no es un análisis de la poesía popular
dominicana, sino un estudio histórico de la realidad de Santo Domingo tras la
paz de Basilea.
8 empleo el término 'criollo' en su acepción de 'autóctono, propio,
distintivo de un país hispanoamericano' (Real Academia Española n. f.).
9 AGI, E, 1. 11B, e. 97, Ir. Poema .... Estrofas 1-4.
10 AGI, E, 1. 11B, e. 97, Ir. Poema .... Estrofa 1. En ésta y en
todas las demás citas he respetado la ortografía original del poema.
11 AGI, E, 1. 11B, e. 97, Ir. Poema .... Estrofa 2.
12 Como Segismundo en La vida es sueño, el protagonista se pregunta
qué falta ha cometido para merecer tal castigo: '¿qué delito cometí / contra
vosotros naciendo?' (Calderón de la Barca 1989: 33).
13 AGI, E, 1. 11B, e. 97, Ir. Poema ... Estrofa 3.
14 AGI, E, 1. 11B, e. 97, Ir. Poema ... Estrofa 3; Cassá 2007: 204.
Roberto Cassá ya eximió a Godoy de responsabilidad exclusiva en aquella
ocasión, señalando también al monarca como cómplice de dicha iniciativa.
15 Se debe poner en tela de juicio la idea de que Meso Mónica
hubiese albergado convicciones autonomistas, debiendo afirmarse más bien que
parte de su mensaje ha sido interpretado en este sentido a posteriori por
quienes han defendido la autonomía e incluso la independencia de Santo Domingo,
desde 1809 en adelante.
16 Así se demuestra que Santo Domingo no era una posesión menor
para la Corona española, contra el planteamiento del historiador David Geggus
(2002: 181).
17 AGI, E, 1. 11B, e. 97, Ir. Poema .... Estrofa 4.
18 AGI, E, 1. 11B, e. 97, lr-2r. Poema .... Estrofas 5-14.
19 Esta enumeración se observa también en el monólogo de Segismundo
en La vida es sueño: 'Nace el ave [...]', 'Nace el bruto [...]', 'Nace el pez
[...]', 'Nace el arroyo [...]' (Calderón de la Barca 1989: 32-34).
20 AGI, E, 1. 11A, e. 9, d. 1. Informe de fray Fernando Portillo al
príncipe de la Paz, Manuel de Godoy. Santo Domingo, 4 de mayo de 1796.
21 AGI, E, 1. 11A, e. 9, d. 1. Informe de fray Fernando ....
22 AHN, E, 1. 3407 (1). Informe de Joaquín García al príncipe de la
Paz sobre la marcha del arzobispo. Santo Domingo, 15 de abril de 1798.
23 AHN, E, 1. 3407(1). Informe de Joaquín García a la Corona. Santo
Domingo, 19 de noviembre de 1795.
24 AGI, E, 1. 11B, e. 97. 2r. Poema .... Estrofa 11.
25 AGI, E, 1. 11B, e. 97, 2r. Poema .... Estrofa 12.
26 AGI, E, 1. 11B, e. 97, 2r. Poema .... Estrofa 13.
27 AGI, E, 1. 11B, e. 97, 2r. Poema .... Estrofa 14.
28 El concepto 'pre-nacional' ha sido acuñado por José Álvarez
Junco para referirse a la identidad colectiva previa a la consolidación de una
conciencia nacional propiamente dicha.
29 AGI, E, 1. 11B, e. 97, 2r. Poema .... Estrofas 15-21.
30 AGI, E, 1. 11B, e. 97, 2r. Poema .... Estrofa 15.
31 AGI, E, 1. 11B, e. 97, 2r. Poema .... Estrofa 16.
32 AGI, E, 1. 11B, e. 97, 2r. Poema .... Estrofa 17-18.
33 Segismundo clamaba también en este sentido en su monólogo: '¿qué
delito cometí / contra vosotros naciendo?' (Calderón de la Barca 1989: 32-33).
34 AGI, E, 1. 11B, e. 97, 2r. Poema .... Estrofa 19.
35 AGI, E, 1. 11B, e. 97, 2r. Poema .... Estrofa 20.
36 AGI, E, 1. 11B, e. 97, 2r. Poema .... Estrofa 21.
37 AGI, E, 1. 11B, e. 97, 2r. Poema .... Estrofas 22.
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AuthorAffiliation
ANTONIO J. PINTO TORTOSA
Instituto de Historia -
CSIC
Appendix
APENDICE
Las décimas de Meso Mónica
AGI, E, 1. 11B, e. 97,
lr-2r. Poema de Manuel Meso Mónica, sobre el impacto de la paz de Basilea en
Santo Domingo. S/f [Santo Domingo, octubre de 1795].
Pregunta que le hace el Autor a la Ciudad
1
Dime tú Noble ciudad
qué desgracia te ha cabido?
A España le habéis servido?
Constante, y firme es verdad?
Pues por qué tantos lamentos!
Adonde están tus contentos?
Adonde está tu alegría?
Quién te puso en este día
2
Entre indecibles tormentos.
Respuesta de la Ciudad
Ay infeliz de mí!
Quién me podrá consolar? Quién me podrá remediar?
O qué desgraciada fui!
Qué delito cometí?
Por qué se ha de usar conmigo
que a mi Dios, y mi Rey sigo
con mis hijos, y poder:
la pena de padecer
El más funesto castigo.
3
Las quatro el relox tocó
en el diez y ocho de Octubre,
y en un vando me descubre
el Rey: ya me abandonó.
Quién jamás se persuadió,
que a mí siendo la primada
Ciudad, la más celebrada
como la rosa entre flores,
me quitara los honores,
con que me vi tan honrada?
4
Qué Nación no me ha deseado?
Qué combates no he tenido?
Quién mis muros ha vencido?
Qué victorias no he cantado?
Pues por qué me ha entregado
mi Rey, mi Dueño, y Señor?
Ay de mí! Qué torcedor
para mi mayor tristeza?
A esta Nación franceza
he de servir? Qué dolor.
5
Pude ser más desgraciada?
No me podré manetar?
De día y noche llorar
mi suerte tan desdichada?
En pocos días seré:
A mis hijos los veré
salir a peregrinar
y lágrimas derramar
tantas que me anegaré.
6
O qué pena! O qué dolor!
Cómo te podré sufrir
al mirarme despedir
de mi Arzobispo, y Pastor?
Al quedar sin tal Señor
cuya dignidad me honrraba,
cuyo exemplo me exitaba!
A la mayor santidad,
cuyo Amor, y caridad
en mi bien sacrificaba.
7
Para mi mayor tormento
llorando le seguirán
el cavildo con su Dian (sic)
al embarque o sentimiento!
Qué triste serás momento!
Qué lágrimas largaré!
Qué ayes exalaré
qué de suspiros al cielo!
En mí no cabrá consuelo
sin ñn me lamentaré.
8
Dónde (Dios mío) hallaré
tanto bien como perdí?
En los templos, ay de mí!
Qué cerrados los veré!
A los conventos iré,
lo mismo también será.
Pues quién me consolará? /
quién de mí se ha de doler
quién me podrá socorrer
quién mi pena aplacará.
9
Religiosos que habéis sido
consuelo en la adversidad
que a mí triste Ciudad
en tiempos ha acaecido.
Ahora afligida os pido
ahora os ruego tengáis
piedad de mí, y seáis
de mis penas lenitibo
mirar que muriendo vivo:
Mas Ay! Adonde es que estáis.
10
Cómo podréis consolar
quando todos sin consuelo
alzáis las manos al cielo
para sobre mí llorar?
En camino para el mar
os veo, triste de mí!
Para qué tal cosa vi?
Me debáis? O qué tormento
No volveréis al Convento?
Qué muerte, qué frenecí (sic).
11
Ay Jesús! Qué es lo que veo?
Tus esposas embarcar?
Fuentes para más llorar
de sangre es lo que deseo.
Qué me queda? Qué poseo
Tengan lástima de mí
que en un instante perdí
quanto se podía perder
por un tan sólo querer
de mi Rey a quien serví.
12
Qué pena será la mía
quando quede despojada
y al francés soy entregada
desde el mencionado día?
Vos Presidente García
cuyo amor me fue sin par
a a compáñame (sic) a llorar
con lágrimas de aflicción
al entregar el bastón
que supistes empuñar.
13
Noble Audiencia que habéis sido,
en todo mi Protectora,
cómo no lo has sido ahora?
Por qué no me has defendido?
Quién a ti no ha obedecido?
Quién a ti no ha respetado?
Quién tu (sí) ha repugnado?
Quién tu (no) hizo fuerza?
Quién se opuso a vuestra Alteza?
Sin que le haya bien pezado.
14
O regia universidad
de todo el mundo alavada
llora el verte desmembrada
siente mi fatalidad.
Colegio Noble llorar
la pérdida que has tenido
qué desgracia vuestra ha sido
lo que siento con ternura
pues queda otra vez obscura
la Luz que había renacido.
15
Triste sola y afligida
me considero exemplar
que no se podrá igualar
en los días de la vida.
Me gloriaba de lucida
con mi Audiencia me alegraba
Conventos cinco contaba
Dos Cavildos Novilícimos
y Doctores Sapientísimos
cuyos honores gozaba.
16
Señores y Cavalleros
fui dichosa en poseer
y piadosa en acoger
por hijos los forasteros. /
Soldados, y Marineros
de muy distintas regiones,
mis costumbres, mis acciones,
a todos bien parecían
y gustosos me decían
nos robas los corazones.
17
Y es posible haya quedado
tan sola, y tan abatida
que me vea reducida
al más infeliz estado?
Que habiendo yo consolado
a tantos en mi regazo
para mí sea tan escaso
el consuelo en mi penar?
Cómo no he de llorar
a vista de lo que paso.
18
Ay de mis hijos Amados,
quándo los olvidaré?
Cómo no los lloraré?
Huérfanos, y descarreados?
Sin delito desterrados
cómo no le he de sentir?
Y cómo podré vivir
sin ellos en mi viudez?
Pues Madre soy como vez
como no me he de aflixir?
19
Vecinos me quedarán
algunos que me acompañen
y que sus mexillas hañen
lágrimas que llorarán
Miserias ellos verán
y grandes calamidades;
hombres y enfermedades
de modo que nadie quiera
oír mi nombre si quiera (sic)
mentar en otras Ciudades.
20
Mis Morteros y Cañones,
quarteles y fortaleza
sirviendo a Nación franceza
afligirán corazones
puertas, ventanas y halcones,
sabana, calles y Plazas,
chosas, bojíos y casas,
en un continuo lamento
te servirán de tormento,
a todas horas que pasas.
21
Pregunta que hace la ciudad al que preguntó
Y tú que habéis preguntado
las causas de mi lamento:
estarías (dime) contento
si te hubiera tal pasado:
sin motivos me he quexado?
Es mi pena mal sentida?
Debo estar, o no afligida
en poder de otro Señor
que me trate con rigor
al verme tan abatida
22
Respuesta del Autor
Triste Ciudad desgraciada
tu pena yo considero:
y aunque consolarte quiero
no puedes ser consolada.
Es tan justa, y bien fundada
en toda Ley, y razón
que debemos tu aflicción
no sólo considerar
sino sentirla, y llorar
con males de corazón.
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