Pedro Samuel Rodríguez R.
El llamado anti-haitianismo
dominicano y el anti-dominicanismo haitiano tienen orígenes divergentes. El
anti-haitianismo histórico dominicano se genera en las luchas por la existencia
misma del pueblo dominicano frente al Estado haitiano agresor a lo largo de
gran parte del siglo XIX como histórico
y necesario patriotismo defensivo. El anti-dominicanismo haitiano tuvo su
génesis en la frustración y la rabia de los dirigentes haitianos cuando
generales dominicanos detuvieron sus aspiraciones de expansión territorial y
exterminio de la población dominicana en ese mismo siglo XIX.
Se facilitaría un proceso de
distensiones entre los dos Estados si ambos lograsen comprender el origen del
anti-haitianismo dominicano y la génesis del anti-dominicanismo haitiano.
El propósito del presente escrito
es tratar de llevar el necesario conocimiento de los hechos históricas que han
alejado a República Dominicana y la República de Haití y con ese conocimiento
ambos pueblos podrían intentar el inicio de un proceso que desmontara
prolongados desencuentros y promover, si fuere posible, una cooperación que
logre defendernos de los enemigos comunes externos del siglo XXI, de los efectos
del cambio climático; facilitar la coordinación del control de enfermedades en
ambos lados de la isla; hacer más fluido el comercio entre ambas naciones, y otros
muchos temas de interés mutuo.
Algunos historiadores dominicanos
contemporáneos (F. Moya Pons) plantean la tesis de que en República Dominicana
existen dos tipos de anti-haitianismos, a saber: 1) el anti-haitanismo
histórico, generado por una historia de agresiones haitianas a nuestro
territorio, y 2) el anti-hatianismo de Estado, propiciado por el Estado
dominicano y las élites de poder. En el presente escrito nos dedicamos al
primero, es decir, al llamado anti-haitianismo histórico; el cual creemos, ha
sido el verdaderamente determinante.
El llamado anti-haitianismo
histórico dominicano no ha sido un simple capricho ni un elemental racismo como
algunos piensan sino consecuencia de las innumerables invasiones, secuestros,
degüellos, crímenes, incendios, planes de exterminio de la población blanca y
mulata dominicana, y de todas las agresiones de los ejércitos de Haití al
territorio dominicano desde el inicio del siglo XIX. Por tanto, el
anti-haitianismo histórico dominicano no es nada nuevo; hunde sus raíces en
unos escenarios de agresiones iniciados hace más de 200 años, cuando Haití era
una nación poderosa, intimidante y expansionista.
Para cualquier interesado, un
simple examen de las relaciones de ambas naciones demuestra que los culpables
del origen de ese histórico Patriotismo Defensivo o anti-haitianismo histórico
dominicano han sido las acciones del Estado haitiano y sus dirigentes en el
curso de gran parte del siglo XIX, como trataremos de examinar más adelante.
Si los dirigentes haitianos de
hoy lograsen deshacerse de la fantasía de aquel ya inexistente poder
intimidante y expansionista del siglo
XIX y se sinceraran en cuanto a su enorme atraso generalizado, entonces darían
un enorme paso de avance para iniciar su propio desarrollo.
MEMORIA HISTORICA DOMINICANA Y
MEMORIA HISTORICA HAITIANA:
Ambas memorias históricas tienen
orígenes contrapuestos. Aunque el dominicano común de hoy no conozca a
cabalidad la historia de su nación, su memoria histórica no logra borrar los
hechos horrendos sucedidos a sus antepasados a lo largo de gran parte de ese
siglo XIX. Esa memoria se fue conformando a partir de las narraciones de las
víctimas a sus hijos desde 1801 y luego los mismos hijos fueron víctima de
otras agresiones haitianas posteriores y todo aquello fue transmitiéndose
oralmente de generación en generación y por eso es entendible que el
anti-haitianismo, en función de Histórico Patriotismo Defensivo, aún subyace en
el inconsciente del dominicano.
Por su parte, y en este mismo
contexto, la memoria histórica haitiana se genera cuando los ancestros de los
haitianos de hoy eran poderosos dirigentes que alegaban necesitar adueñarse de
todo el territorio insular como medida de ampliar su zona geográfica de
seguridad contra las potencias esclavistas. Esa expansión era, en efecto, a
expensas del territorio dominicano. Tan poderoso era Haití que los altos
dirigentes de la Confederación de La Gran Colombia le solicitaban ayuda
material para luchar contra España en su período emancipador. Todo ese proceso
generó en los haitianos una memoria histórica con ínfulas de grandeza,
expansión y victorias, pero como esos delirios de grandeza fueron frustrados
por las derrotas infligidas por Pedro Santana y otros prohombres dominicanos,
se genera entonces el anti-dominicanismo haitiano.
Como puede observarse, lo
contrapuesto de ambas visiones consiste en que el llamado anti-haitianismo
dominicano es fruto de las luchas del pueblo dominicano por existir frente a
los dirigentes haitianos en el siglo XIX, mientras el anti-dominicanismo haitiano
es expresión de rabia por la frustración de no haber podido satisfacer sus
deseos de dominio permanente de un territorio ni exterminar su pueblo: el
dominicano.
Lo equivocado consiste en que hoy
en día algunos dirigentes haitianos han prolongado hasta el presente aquellos
tiempos de grandeza que tuvieron en el siglo XIX y continúan actuando como si
Haití aún conservara aquel pasado poderío.
BREVE RECUENTO DE LAS AGRESIONES
HAITIANAS QUE FOMENTARON EL LLAMADO ANTI-HAITIANISMO HISTORICO DOMINICANO:
La simple lectura del rosario de
agresiones haitianas al pueblo dominicano en el siglo XIX, convencería al
lector de las razones que generaron ese anti-haitianismo histórico dominicano.
Veamos:
1- la injustificada invasión de
Toussaint Louverture a Santo Domingo en 1801 y su secuela de ejecuciones,
sangre y terror.
2- los innecesarios degüellos,
incendios y secuestros de Moca y Santiago por las tropas de Dessalines,
Crhistopher y Moyse en 1805.
3- los 22 años de ocupación de
nuestro territorio por el general haitiano Boyer desde 1822 hasta 1844.
4- las cinco invasiones de los
ejércitos haitianos ocurridas a partir de nuestra independencia (o Separación)
de Haití en febrero de 1844.
Después de este breve recuento,
tomemos en consideración que ni el ejército ni el Estado dominicano traspasaron
la frontera ni agredieron Haití en su territorio ni fueron expansionistas ni
tuvieron planes de exterminar la población haitiana. Todas las agresiones han
tenido una sola dirección: desde el Oeste (Haití) hacia el Este (República
Dominicana).
Si Haití y sus elites mantuvieron
la permanente obsesión de tomar nuestro territorio y de exterminar nuestra
población blanca y mulata y la República Dominicana solo aspiraba a defenderse
para sobrevivir, entonces el surgimiento de un sentimiento anti-haitiano era lo
mínimo que podía esperarse de toda esa historia.
LOS AÑOS DE LA EXALTACION DEL
PODER HAITIANO:
Para explicar el origen
fundacional del anti-haitianismo histórico dominicano bastaría con centrarnos
en las terribles ejecutorias del Emperador haitiano Faustino Soulouque en su
empeño por exterminar la población dominicana blanca y mulata. Se trataba de su
“solución final” a lo que él consideraba “el problema de la población de la
parte española de la isla”, así como su obsesión en tomar nuestro territorio a
toda costa. Fueron éstos los años de la mayor exaltación de poder de los
dirigentes del vecino Haití y, por consecuencia directa, fueron también éstos
los tiempos de la consolidación de ese Histórico Patriotismo Defensivo o anti-haitianismo
dominicano.
Para exponer algunos detalles de
aquella Era de poder haitiano y garantizar imparcialidad en las informaciones,
no utilizamos fuentes dominicanas ni haitianas sino la correspondencia oficial
de los cónsules extranjeros acreditados en Santo Domingo que, como testigos
presenciales, informaban a sus respectivos gobiernos de lo que ocurría en Santo
Domingo.
Veamos: El 13 de abril de 1849,
en correspondencia del Agente Comercial norteamericano en Santo Domingo, Mr.
Green, éste informaba a su gobierno en Washington, lo siguiente:
“La mayor consternación y alarma
prevalece aquí debido a que el Presidente Haitiano Soulouque está a dos días de
marcha para llegar a esta ciudad teniendo bajo su mando a diez mil negros; éste
ha ordenado el exterminio de todos los blancos y mulatos y ha vencido a los
dominicanos en todos los combates. Mi residencia ya está totalmente llena de
mujeres atemorizadas”. (1)
Por su lado, Victor Place, cónsul
francés en Santo Domingo, también informaba a su Canciller en París sobre estos
dramáticos acontecimientos de abril del 49:
“Los haitianos se hicieron
maestros de la situación en Azua y el ejército dominicano se dispersó. Un gran
número de soldados desaparecieron adentrándose en la espesa foresta de la isla,
donde ellos saben por mucho tiempo no serán buscados (…) Nadie puede dar una
idea del terror que se apodera de la situación. La ciudad se colma de mujeres y
niños que llegan desde las Matas, San Juan, de Azua, Baní y de San Cristóbal.
En menos de cuatro días las casas han quedado atestadas y todos esos
desdichados que han llegado sin provisiones han provocado una especie de
escasez, tanto más grande cuando se considera que casi nada se ha traído del
campo, al formar parte, la gran mayoría de los agricultores de ese disperso
ejército. Previendo situaciones parecidas, reuní en mi casa algunas provisiones
de harina, arroz, maíz, pollo, cordero, etc., pero ante una miseria tan grande,
no he podido resistir y he hecho ya distribuciones a esos desdichados que
mueren de hambre. Continuaré haciéndolas mientras me quede algo. ¿Pero qué nos
pasará si este estado de cosas se prolonga?”. (2)
Poco antes, el 10 de febrero de
ese mismo año de 1849, el recién llegado Cónsul de Gran Bretaña en Santo
Domingo, Robert Schomburgk, había informado a su Canciller en Londres, Lord
Palmertson, lo siguiente:
“Desembarqué en Sto. Domingo el
20 de enero y confirmé que los reportes de la invasión estaban confirmados por
los hechos; por lo que la joven República Dominicana, quien tiene ya que luchar
con numerosas dificultades respecto a sus asuntos financieros, se ha visto
obligada a aumentar considerablemente su Ejército permanente con el fin de
repeler la invasión. Por lo que he podido averiguar del Ministro de Guerra, hay
unos 4,000 dominicanos en la frontera y se han embarcado 200 hombres más para
Azua, y otros los seguirán (…) y debo agregar que el Presidente ha emitido una
proclamación general para armar a todos los dominicanos de la edad de 12 años a
60 años. Parece ser la opinión general, fundada en anteriores acciones hostiles
entre Haitianos y Dominicanos, que el ejército de estos últimos aunque
numerados sólo en 4,000 hombres, podrán muy bien rechazar las fuerzas de
Soulouque, si este sólo marcha [con] 12,000 hombres desde Puerto Príncipe, porque
debilitados por enfermedades y deserciones probablemente no más de 8,000
llegarán a la frontera dominicana”. (3)
EL HISTÓRICO PATRIOTISMO DEFENSIVO
DOMINICANO:
Pero hubo un cambio total de la
situación. Entre el 17 y el 21 de abril de ese mismo año, sorpresivamente los
dominicanos bajo el mando de Pedro Santana detienen los triunfos haitianos en
el encuentro de El Número y en la batalla de Las Carreras los derrotan
totalmente. Así lo comunica el agente norteamericano, Mr. Green, a su gobierno,
el 2 de mayo de ese mismo año de 1849, cuando despachaba el siguiente mensaje:
“Debo informarle a Ud. que el
ejército haitiano bajo el mando de Soulouque ha sido batido y derrotado en
todas partes”. (4)
En el mismo tenor, el Cónsul
británico Schomburgk informaba a su Canciller que:
“Los dominicanos, bajo el General
Santana han derrotado a los haitianos, quienes continuamente retroceden en su
huida hacia la frontera. Azua ha sido retomada y las Tropas dominicanas están
en persecución de sus enemigos. Antes de la ocurrencia de este logro
inesperado, la ciudad [de Santo Domingo] estaba bajo la más grande aprehensión
y se creía generalmente que nada podía impedir que el Presidente Soulouque
apareciera en Santo Domingo”. (5)
Víctor Place, Cónsul francés en
Santo Domingo, también informaba a su Canciller en París: “El general Santana
tomó la ofensiva y abatió completamente a los haitianos que abandonaron Azua y
están actualmente en plena huida”. (6)
SOULOUQUE, SEDIENTO DE LA SANGRE
DE LOS EXTENUADOS DOMINICANOS:
Pero a escasos dos meses de estas
derrotas de abril de 1849, el presidente haitiano Soulouque, avergonzado y
furioso, ya preparaba su nueva invasión a Santo Domingo; su guerra de
exterminio definitiva, como él la llamaba. Esto puede verse en correspondencia
del cónsul francés en Santo Domingo, Victor Place, a su canciller en París, del
2 de junio de 1849:
“Usted sabe, a través de la
correspondencia del Cónsul General [francés] en Puerto Príncipe, que quizá esta
ocasión esté próxima. El Presidente Soulouque anuncia públicamente que él se
prepara a un último esfuerzo para una guerra de exterminio. Quiere, según lo
que ha publicado, aniquilar a todo aquel que no sea de raza africana (…) y que
debido al interés que hemos testimoniado a la República Dominicana, ellos van a
convertir a esta bella isla en una nueva Guinea”. (7)
En marzo del próximo año (1850)
siendo Soulouque Emperador, el mismo Canciller francés envía desde París una
carta a su homónimo el Canciller británico en Londres, y entre otras cosas le
decía:
“Veo por la correspondencia del
Sr. Raybaud, Cónsul General [francés] en Puerto Príncipe, que el Emperador
Soulouque está más sediento que nunca de la sangre de los dominicanos. Acaba de
comprar un vapor de guerra y trataba la adquisición de un segundo barco, de dos
corbetas y para el aprovisionamiento para una masa de 30,000 hombres que él
tiene proyectado lanzar sobre el territorio dominicano ya sea por mar o por
tierra. La abundancia de la última cosechad de café le han dado los recursos
necesarios para esta expedición. Es de temer que los dominicanos, extenuados ya
por una lucha tan grande y desproporcionada, esta vez sucumba, si no se deciden
lanzarse a los brazos de los Estados Unidos, el cual, si damos fe a los
rumores, les habrían hecho propuestas”. (8)
No obstante a que los dominicanos
habían vencido continuamente a los haitianos, éstos parece que no tenían otra
cosa más útil por hacer que no fuera después de cada derrota volver a preparar
la próxima invasión a sus vecinos del Este.
¿Cómo evitar que tanta agresión
del Estado haitiano se infiltrara en el tejido social dominicano y se
aposentara en su memoria histórica? No obstante, ese llamado anti-haitianismo
histórico no se ha dirigido necesariamente hacia el pueblo haitiano llano sino
a su Estado y a sus élites, quienes, aún hoy en día, continúan mostrando las
mismas ínfulas de poder como si estuviesen en aquel siglo XIX de grandeza
imperial. Como muestra de la existencia y de la prolongación de ese
anti-dominicanismo histórico haitiano solo hay que observar las permanentes actitudes
prepotentes de sus autoridades hacia la nación dominicana de hoy; su falta de
colaboración y sensatez.
REPÚBLICA DOMINICANA BUSCÓ
MEDIADORES QUE GARANTIZASEN LA PAZ CON LOS GOBIERNOS DE HAITI:
En 1849, apenas cinco años
después de la independencia (o Separación) de Haití, República Dominicana,
aunque había rechazado y vencido en cada invasión, ya cansada de tanta guerra
impuesta por los haitianos, anhelaba la paz definitiva y para ello convoca a
las poderosas naciones del momento (Francia, Inglaterra y Estados Unidos) para
que fuesen mediadoras y garantes de esa deseada paz. Necesitábamos que esas
naciones interpusiesen sus buenos oficios para que tratasen de disuadir al
Emperador haitiano a que pusiese término a la obsesiva idea de tomar el
territorio de sus vecinos dominicanos y de aniquilar su población.
Como consecuencia del permanente
rechazo de esas invasiones extenuantes, los dirigentes dominicanos hasta
contemplaron la posibilidad de anexarse a alguna potencia, como extrema medida
que podría salvarlos del continuo hostigamiento de los gobiernos de Haití.
Ninguna potencia quiere nuestro exterminio -razonarían-; de ellas podríamos
salir un día; pero de un nuevo dominio haitiano no sobreviviríamos como pueblo
ni como nación. Bajo tales circunstancias el anti-haitianismo dominicano no
hacía más que consolidarse.
LA CEGUERA DE ALGUNOS
HISTORIADORES DESLUMBRADOS POR LA REVOLUCIÓN HAITIANA:
Da pena leer lo que escriben
algunos historiadores extranjeros refiriéndose a ese proceso de las luchas
dominicanas frente a Haití. Tales escritos, si queremos ser indulgentes con
ellos, debemos atribuirlos a la ignorancia o a la falta de información de sus
autores; no a la mala fe. Nos estamos refiriendo a un reciente escrito (2014)
de dos historiadores cubanos contentivos de barbaridades como las siguientes:
“En los dominicanos, asombra la
cantidad de ofertas que hacen a todo el que quisiera anexarse el país. En esto
coincide el interés de la élite de poder dominicana de perpetuarse. También demuestra
que existieron lagunas en la conformación de la nacionalidad. La amenaza de
Haití le vino como anillo al dedo a este grupo”. (9)
Estas son visiones producto de la
ceguera causada por el deslumbramiento de la revolución haitiana y que no toman
en cuenta el hecho de que, si bien los haitianos querían ampliar su zona
geográfica de seguridad, lo planeaban hacer a costa del territorio dominicano y
a costa de la misma existencia del pueblo dominicano. El resultado de esa
ceguera ha sido la permanente incomprensión de las luchas de los dominicanos
por su propia existencia. Esa ciega admiración por la revolución haitiana es
directamente proporcional a la incomprensión hacia la República Dominicana.
Otros escritores, principalmente haitianos, se han empeñado en hacer creer que
las luchas dominicanas por la defensa de su existencia, poseyeron una única, simple
y elemental motivación racista y nada más.
AUSENCIA DE RACISMO DOMINICANO
RESPECTO A LAS LUCHAS CON HAITÍ:
El sufrimiento ocasionado a
nuestros ancestros por tales agresiones nada tuvo que ver con el color de piel
de los agresores. Su color fue ciertamente negro pero pudo haber sido blanco o
amarillo y el sufrimiento recibido y los sentimientos en contra del agresor no
hubiesen variado. El origen de ese anti-haitianismo histórico, entonces, no
posee conexión con racismo alguno. Para los dominicanos de aquellos tiempos las
agresiones de los haitianos no fue una guerra racial; los agresores tenían la
piel color negro; no más. El dolor sufrido por los dominicanos no hubiese sido
menor si esos mismos haitianos hubiesen tenido un color de piel muy blanco pues
el dolor, la angustia y el sufrimiento no eligen previamente un color de piel
del agresor para adversarlo.
VALORES DEL ANTI-HAITIANISMO
DOMINICANO FRENTE AL ANTI-DOMINICANISMO HAITIANO:
Reiterémoslo: el llamado anti-haitianismo
dominicano se explica como genuino Patriotismo Defensivo. Sus razones están
hundidas en una prolongada, permanente y bien documentada historia de
agresiones. Debe haber nobleza y razones válidas cuando un pueblo lucha por su
existencia como tal. No obstante, la permanencia del anti-dominicanismo de los
haitianos a quienes los dominicanos no agredieron en su territorio, solo puede
residir en una injustificada y permanente frustración de las élites haitianas
al no lograr anexar nuestro territorio de forma permanente ni aniquilarnos como
pueblo. ¿Qué nobles ideales puede haber en ello?
La continuación de un desenfocado
anti-dominicanismo haitiano, carece de toda justificación, en donde está ausente
la realidad histórica del presente. Es como si el Estado haitiano y sus élites,
persistieran hoy en continuar auto-percibiéndose como si aún fuesen una
poderosa monarquía o que aún tienen en el poder un temible emperador, o ¿acaso
continúan creyendo que aún están en posición de satisfacer pedidos de ayuda
material de la Gran Colombia como lo fue en el pasado?
Para concluir lo reiteramos: si
los haitianos lograsen desmontar todas esas fantasías del pasado, entonces se
facilitaría un entendimiento entre ambos lados de la frontera de la isla la
Hispaniola que logre defendernos de los problemas comunes del siglo XXI. Ojalá
así sea.
--
BIBLIOGRAFIA:
1- Cfr./A. Lockward, ‘Documentos para la historia’,
p. 81.
2- Cfr./E. Rodríguez Demorizi, ‘Correspondencia del
cónsul’, tomo II, pp. 180-181.
3- Carta de Schomburgk a Palmerston, Núm. B-27-1 /
Cfr./Wenceslao Vega, ‘La mediación extranjera en las guerras dominicanas de
independencia, 1849-1856’, Archivo General de la Nación, Santo Domingo, 2011,
pp 94-95
4- A. Lockward, p. 82.
5- Carta de Schomburgk a su Canciller, f.o., Núm.
B-48/Cfr. W. Vega, p. 9).
6- E. Rodríguez Demorizi, ‘Papeles del cónsul’,
tomo II, p. 190/Cfr. W. Vega, cit., p. 96.
7- E. Rodríguez Demorizi, ‘Correspondencia del
cónsul’, tomo II, p. 205.
8- E. Rodríguez Demorizi, ‘Correspondencia del
cónsul’, tomo II, p. 311/Cfr. W. Vega, cit., p. 100.
9- José Abreu Carder y Elia Sintes Gómez, ‘Los
alzamientos de Guayubín, Sabaneta y Montecristi: Documentos’, Archivo General
de la Nación, Santo Domingo, 2014, p.13.-
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