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2.3.08

LA HABANA POR HACER - Elizabeth Burgos

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LA HABANA POR HACER
Por Elizabeth Burgos


.Resumen

El deterioro sufrido por La Habana en los últimos cincuenta años, la sitúan como el mayor reto que deberán enfrentar las autoridades cuando se emprenda la urgente restauración urbanística del país. El dossier que aquí presentamos aborda con arquitectos y urbanistas las diferentes posibilidades de rehabilitación de la ciudad.


Palabras claves : arquitectura, guerrilla, La Habana, ruralidad, Cuba, urbanism

La réhabilitation de La Havane suite aux dégâts subis pendant le dernier demi siècle, constitue l’un des défis majeurs auquel les autorités cubaines devront faire face. Des architectes et urbanistes exposent leurs points de vue sur les différents projets de réhabilitation.
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El dossier “La Habana por hacer” fue publicado originalmente en el número 50 de la revista Encuentro de la cultura cubana. Hecho que merece mención porque haber alcanzado la cifra de cincuenta números significa la culminación de doce años de presencia continua durante los cuales la revista ha cumplido con su propósito inicial de abrir un espacio de diálogo, al mismo tiempo, someter a debate “el presente, el pasado y el futuro de Cuba”. Por tratarse de un tema medular de la historia cubana y por la centralidad que ha ocupado en el pasado y en el devenir de Cuba, es que hemos decidido integrar este interesante dossier sobre la ciudad de La Habana.

La situación geográfica de La Habana y la presencia en sus costas de la corriente del Golfo la ungió desde temprano como centro de expansión del proyecto imperial hispánico, convirtiéndola en el hito fundamental de la ruta imperial, como base logística y de tránsito durante el proceso de conquista de la “Tierra Firme. Como ciudad portuaria, encrucijada de la corriente del Golfo, se impuso como pieza fundamental de la empresa militar-marinera entre América y España.


Aparecía entonces como un hecho natural que el puerto de La Habana emergiera como la escala de la flota imperial encargada de transportar a la metrópoli las riquezas minerales provenientes del Nuevo Mundo. De allí que se le considerara como la “llave del Nuevo Mundo”. Así la designó José Martín Félix de Arrate en una obra de 1760 que lleva ese título, considerada como un hito fundacional del acervo historiográfico cubano. Y como bien lo apuntó el historiador cubano Manuel Moreno Fraginals: “La Habana fue un fenómeno aparte cuya relación con el exterior fue mucho más importante que su conexión con el resto de Cuba”.

Luego, tras la fundación de la República, en la continuidad de su vocación de centralidad, La Habana se perfiló como el núcleo económico, político y cultural, de la isla. Se convirtió en un centro cultural de una gran riqueza y dinamismo. Se publicaban revistas de muy alto nivel, como Orígenes, animada por el grupo del mismo nombre que gravitaba en torno a la gran figura tutelar, también su director, José Lezama Lima. La frecuentaban intelectuales de prestigio, españoles y de América Latina que acudían a ella atraídos por el prestigio de la ciudad y el renombre de sus escritores y la de sus músicos. La estancia de Federico García Lorca, en La Habana dejó un eco inolvidable entre los intelectuales cubanos de la época, como también la presencia de Gabriela Mistral. Y tras la guerra civil española, La Habana le brindó refugio a numerosos intelectuales españoles. Son entrañables las páginas escritas sobre su estancia en La Habana de la filósofa María Zambrano.

A partir de 1959, tras la inauguración del período revolucionario, La Habana pierde su sitial de honor y el discurso revolucionario la transforma en la personificación del mal. Blanco de la proyección de los fantasmas propios del puritanismo que suele animar los procesos revolucionarios, La Habana es relegada al estatus de ente femenino al que se le aplica el mismo discurso misógino destinado a las mujeres que se les acusa de llevar una vida disoluta, consideradas de “mala vida”, “pecadoras”.


A su atractivo, a su prestigio internacional y a su centralidad, se le adjudica la culpa de la decadencia de Cuba. Su protagonismo cultural, sus logros arquitectónicos, son silenciados y se centra el discurso político en el aspecto que privará como imagen: su vida nocturna, sus bares célebres y sus cabarets, sus salas de juego y , sobre todo, la prostitución; que por cierto es una característica de toda ciudad portuaria y lo fue también de La Habana desde la época en que se convirtió en el centro portuario de la Monarquía española en América. Acabar con ese foco de “inmoralidad” se convierte en una forma de legitimación del proyecto revolucionario; argumento, que cincuenta años más tarde, sigue funcionando como legitimador del tipo de Estado y de gobierno que rigen el destino de Cuba, y ello pese al grado alcanzado hoy por la prostitución en La Habana convertida en uno de los grandes atractivos turísticos de la ciudad, ya no practicada por profesionales del sexo, sino por jóvenes adolescentes, todavía estudiantes de ambos sexos: actividad que se practica con la complicidad de los organismos policiales.

El papel simbólico adjudicado por el poder revolucionario a La Habana, alcanzó un tal grado de exacerbación que fue en torno a un hecho concerniente, precisamente, a La Habana que estalló el primer conflicto entre el mundo intelectual y el poder revolucionario. Fue a raíz de la proyección del documental de Sabá Cabrera Infante y de Orlando Jiménez Leal, “PM” (1961), que muestra el ambiente nocturno de la ciudad en un tono benévolo, — en lugar de crítico como lo exigía la “moral revolucionaria”—, reñido con el discurso puritano del momento.
El documental fue prohibido por la Comisión de Estudios y Clasificaciones de Películas, por “nocivo a los intereses del pueblo cubano y a su revolución” provocando una ola de protestas y de controversias. La crisis entre el poder y los intelectuales indujo al gobierno a realizar en la Biblioteca Nacional el famoso “Encuentro con los intelectuales”, (en realidad fueron tres: 16, 23 y 30 de junio 1961) en donde Fidel Castro pronunció un discurso conocido como “Palabras a los intelectuales”, que definía la política cultural del país sintetizada en una sola frase: “Dentro de la revolución todo; contra la revolución nada” que desde entonces fijó la normativa del comportamiento de los intelectuales de la isla.

La condición de mujer “pecadora” de La Habana se tradujo en la voluntad de castigarla, de negarle los afeites y los cuidados necesarios para la preservación de la belleza y evitar los estragos del tiempo, de esa manera La Habana comenzó su destino de “fabricación de ruinas”. El abandono voluntario en la que fue sumida la ciudad a partir de 1959, produjo una ciudad devastada y algunas zonas de la ciudad, en particular las más antiguas, convertidas en verdaderas ruinas. Es el precio que ha pagado la mítica ciudad por haber ostentado durante siglos los atributos que hicieron de ella un espacio privilegiado y amable.

Desde 1959 se originó un estilo de vida que regentaba la vida cotidiana de todos los cubanos, relegando lo doméstico, dándole la prioridad al cumplimiento de las “tareas revolucionarias” que consistían en la movilización permanente del “pueblo combatiente” a la espera de la intervención norteamericana. El mantenimiento de la ciudad pecadora, culpable de los vicios del país, no aparecía como una tarea revolucionaria prioritaria, antes por el contrario, su atractivo podía significar una incitación a la desobediencia a la moral revolucionaria.

Algo había en su belleza, en el esplendor de la ciudad que la reñía con la idea de revolución y la destinaba a expiar sus encantos convirtiéndose en la maltrecha ciudad de hoy. Jean Paul Sartre, que pasó un mes en la isla, se hace eco en su célebre reportaje “Ouragan sur le sucre” (France Soir, 1960) , de los prejuicios y reproches que expresaba entonces la élite de la revolución a través de cuyo prisma él filósofo percibió La Habana. Sartre, que le dedica la primera entrega de su reportaje a sus impresiones sobre la ciudad y a su arquitectura, es quien tempranamente expresa lo que a sus ojos aparecía como una anomalía: la arquitectura de La Habana, la exuberancia de su iluminación, su modernidad, chocan sobremanera la sensibilidad del filósofo francés extrañado por esa ausencia de “austeridad propia de las revoluciones”, en las que ve una demostración de subdesarrollo, personificación de la condición de “semi colonia” de la isla hasta 1959.


Visión que daba por sentado que semejante acerbo arquitectónico y de modernidad no podía ser obra de un país “subdesarrollado”, sino de la potencia imperial. Peso a todo, Sartre expresa su satisfacción porque “la revolución inventa su arquitectura que será bella” y “mientras tanto combate la americanización oponiéndole el pasado colonial”, sin imaginar cuál iba a ser la suerte de la arquitectura colonial, que es la que más ha sufrido los embates de la revolución.

No obstante fue tras la celebración de la conferencia Tricontinental en La Habana en enero 1966 que debía coordinar las luchas de liberación en los tres continentes empeñados en luchas anti-colonialistas, Asia, África y América Latina, que el desapego de La Habana, su abandono, se justifica en aras de la aplicación de la teoría del internacionalismo revolucionario, personalizado en los escritos y en la práctica de Ernesto “Che” Guevara, cuyo rasgo sobresaliente era la idealización del campo y del guerrillero rural, condicionando el futuro de los centros urbanos a una suerte de ruralismo por decreto. Cuba, que ya había logrado su revolución, se propuso ejercer de vanguardia de la lucha revolucionaria tricontinental. Surge entonces el internacionalismo como meta prioritaria de la política cubana a la cal deben adscribirse los cubanos porque “el deber de todo revolucionario es hacer la revolución”; de ello se desprendía que todo cubano debía tener como ambición convertirse en guerrillero internacionalista.

A partir de la Tricontinental, que coincide con la desaparición de la escena pública de Ernesto “Che” Guevara, porque “otras tierras del mundo” exigen sus esfuerzos de revolucionario, comienza para La Habana la fase guevariana de su historia. El guevarismo, una mezcla de leninismo con maoísmo, basa su propuesta en la idealización del campesinado, y el campo, como el terreno de emergencia de la revolución.

Durante la fase guevariana, se renueva la campaña de denuncias de La Habana y de su capacidad de seducción, considerada nefasta al advenimiento del “hombre nuevo” que debe surgir de las generaciones de guerrilleros que harán entrega de sus vidas a la causa. El guerrillero es “el elegido del pueblo” y “su vanguardia armada”, y “es fundamentalmente y antes que nada, un revolucionario agrario” reñido con la vida urbana y debe tener “las mejores virtudes del mejor soldado del mundo” 1.


Lo rural contrapuesto a la ciudad, lugar de “perdición y de aburguesamiento, visión expuesta en la teoría de la “guerra de guerrillas” de Ernesto “Che” Guevara en donde se forja una relectura de la propia historia de la revolución. En los escritos de Guevara se instaura la idealización de la Sierra Maestra, erigiéndola en gesta heroica, adjudicándosele todo el mérito de la lucha contra la dictadura de Batista, despojando de todo crédito a los grupos de oposición que actuaron en las zonas urbanas, en donde por cierto, se produjo la mayoría de las víctimas de la dictadura y en donde la acción del terrorismo urbanos significó el desgaste mayor del gobierno de Batista, en particular, ante la opinión pública norteamericana, lo que obligó a Washington a mermarle su apoyo, y en definitiva a abandonarlo.

Quienes coincidimos en aquel período en la isla, a mediados de los años sesenta, recordamos los largos monólogos nocturnos de Fidel Castro sobre la obsesión que lo ocupaba en aquel momento, que se originaba en el descontento debido a desabastecimiento que comenzaba a castigar a la población. Se necesitaba un culpable, y La Habana, que ya ostentaba el signo de lo negativo, se le reprochaba consumir gran parte de los recursos que producía el país, mientras que ella no producía nada, culpándola del desabastecimiento que golpeaba a la isla, ya desde entonces una característica de la revolución.

Para poner término a ese papel de “mujer mantenida” de la capital cubana, fue que el Líder Máximo ideó convertirla en un emporio de producción de café. Durante todo un período, desde los niños de las guarderías infantiles, hasta los ministros, la población habanera entera era convocada a plantar pies de café en los alrededores de la ciudad. A esa campaña se le llamó “El cordón de La Habana”. El proyectó fracasó cuando se descubrió que las plantas de café no progresaban debido a la plantación paralela a las de café, de otra planta de crecimiento extremamente rápido, el gandúl, destinada a darle sombra a la plantación de café que debía producir el preciado café de sombra que sólo se da en zonas montañosas. La planta en cuestión, destinada a crear un entorno boscoso en tiempo record, resultó que absorbía todo el oxigeno de la tierra y mataba a la plante del café. La Habana se vengaba así de quienes pretendían someterla a una actividad reñida con su alcurnia.

Los monólogos nocturnos de denunciación de la Habana, estaban destinados a la preparación psicológica de los futuros guerrilleros latinoamericanos, por aquella época en proceso de entrenamiento en Cuba, y, a la inspiración de textos teóricos destinados a fijar los preceptos del comportamiento del guerrillero y las pautas teóricas político/militares del castrismo. Antes que la lucha de clases y la noción de proletariado, eje de la teoría marxista, se pone el acento en la idea del “revolucionario burgués habitante de la ciudad”, opuesto al “verdadero revolucionario”; al guerrillero rural. La idea de “las ciudades del Caribe, esas grandes sucursales yanquis”, en donde “(…) todo hombre aunque sea un camarada, que se pasa la vida en la ciudad, es un burgués sin saberlo en comparación con el guerrillero”. “El hombre de la ciudad vive como consumidor”, “(…) esas incubadoras tibias (las ciudades) infantilizan y aburguesan”. “Cuando una guerrilla habla con sus responsables urbanos o en el extranjero, trata con “su” burguesía”. “Fidel Castro ha tenido la experiencia de ello y no ha vacilado, aun a riesgo de quedar solo (…), en condenar y repudiar a “su” burguesía, inclinada a hacer alianzas sin principios” (…) moral que más tarde revelará ser también una política proletaria”. “La ciudad, dice Fidel, es un cementerio de revolucionarios y recursos” 2.

Ideas vertidas en los textos de teorización de la guerrilla de la época que dieron pie a múltiples polémicas con los partidos comunistas formados en la idea del proletariado como vanguardia y fuerza modernizadora de la sociedad, mientras que consideraban al campesinado como una fuerza conservadora, sujeta a las tradiciones. Pero lo que no se percibía entonces, era que la prioridad del castrismo residía en la formación de “cuadros” radicales, fieles al líder, futuros miembros de una fuerza armada incondicional, base del futuro Estado: al “hombre nuevo” le estaba vedada la fiesta. Tras la muerte de Ernesto Guevara, y el abandono de la línea guerrillera por Fidel Castro, y la adscripción de La Habana à la línea soviética, comienza el período de la sovietización de la ciudad.

Luego de la desaparición de la URSS, La Habana entra en la era postsoviética. Se inaugura un período inédito : por primera vez Cuba conoce un fase libre de imperio tutelar 3. Una orfandad que la obliga a decretar el “período especial”, pues ya no recibe los ingentes subsidios de la Unión soviética, lo que significa ingresar a un período de mayor racionamiento y de penuria del que ya conocía la población. Durante este período, según el escritor cubano Antonio José Ponte, la ciudad comienza a recuperar sus hábitos pasados, surge de nuevo el sentido de la fiesta, pero será una Fiesta vigilada, título de su último libro, (Anagrama, Barcelona, 2007) en el que el autor dedica un capitulo, “Un paréntesis de ruinas”, al fenómeno de los edificios y casas en ruinas que se ven en diferentes barrios de La Habana, tras el abandono decidido durante el imperio del ruralismo.


Ponte realiza una radiografía fría, sin piedad de la suerte corrida por la “ciudad escombro de una guerra que nunca tuvo lugar” y que “es menos una ciudad viva que paisaje de legitimación política”. Para el autor, las ruinas arquitectónicas son la representación simbólica de la ruina del régimen y de sus gobernantes. Inspirados en el texto de Ponte, los cineastas alemanes, Florián Borchmeyer y Matthias Hentschler, realizaron un excepcional largometraje, “Habana – Arte nuevo de hacer ruinas”, premiado en varios festivales cinematográficos que muestra la vida de unos habitantes de La Habana, que por falta de habitación, han fijado residencia en las ruinas de La Habana vieja. Documental conmovedor sobre la vida cotidiana de esos seres que han vivido durante decenios esperando la invasión americana, la revolución mundial, la realización del paraíso en la tierra, sin haberlas visto materializarse, y que hoy siguen viviendo a la espera sin saber de qué, pero viviendo entre ruinas.

La Habana aparece hoy como el símbolo de la decadencia física de la isla en donde el tiempo de la economía, de la gestión de los problemas cotidianos se detuvo en aras a la realización de una utopía que exigía de la población la movilización permanente a la espera de “una guerra que nunca tuvo lugar”. Durante cincuenta años la población cubana ha vivido bajo la exacerbación del héroe combatiente, el influjo de la retórica revolucionaria, mientras que hoy — como declarara hace poco la joven escritora cubana Wendy Guerra, autora de Todos se van, (Bruguera, 2006), “vivimos a la espera de que alguien muera”.

El dossier que presentamos a nuestros lectores gira en torno al deterioro de La Habana, y el reto que esta situación le plantea a las autoridades cubanas cuando llegue el momento ineludible de reconstruir el país. El dossier lo integran en su mayoría, textos de arquitectos, de “adentro” y de “afuera” y cada uno, situado desde su perspectiva particular, da su punto de vista acerca de qué hacer para convertir de nuevo a La Habana en una ciudad habitable y adaptada a la época.

El primer texto del dossier es de orden histórico, “La ciudad y sus constituciones,” del arquitecto y artista plástico, Juan Luís Morales Menocal. Mediante un recuento que tiene como directriz las diferentes Constituciones de Cuba y su incidencia en la historia de la arquitectura de la ciudad, apoyándose en las normativas y en las definiciones territoriales y urbanísticas desde la fundación de La Habana. Las incidencias de las diferentes Leyes de Urbanismo en el perfil de la ciudad. El vacío institucional a partir de 1959, la parálisis de desarrollo urbano y el abandono del núcleo histórico, fue producto de una consigna del poder, obedecida por los urbanistas. La constitución de 1976 instaura la lealtad a la Unión soviética, el ordenamiento territorial y urbano debe adaptarse a los sistemas socialistas.

En el período postsoviético se aborda una lenta recuperación de una parte limitada de la ciudad destinada al turismo, pero esa experiencia de autogestión y de autofinanciamiento, no es permitida al resto de barrios y de municipios. En “La Habana, siempre La Habana”, el emblemático arquitecto Ricardo Porro, afincado en Francia, que junto a Vittorio Garatti y Roberto Gottardi, concibió la Escuela Nacional de Arte”, un espectacular diseño arquitectónico, combinado con artesanía local, el único original construido durante la revolución, fue interrumpido y abandonado, expresa su punto de vista acerca de una propuesta realista para el futuro urbano de Cuba. Para Porro priva un urbanismo de comunicación y la ciudad que más se acerca a ese ideal es Venecia, estructurada en unidades urbanas coherentes.

Cuba tiene una tradición y de ella se debe partir, pues no comulga ni con la “cocalización universal”, porque para llegar a lo universal se debe pasar por lo propio y se indigna contra el Plan Regulador de La Habana, o del Instituto de Planificación física que proponen la demolición total de la ciudad tradicional para realizar barrios prefabricados. “La ciudad a debate”, es una apasionante miscelánea, de una gran riqueza conceptual, de trece arquitectos y urbanistas que debaten sobre el urbanismo y arquitectura futura de La Habana; para que La Habana recupere su perfil y se adapte a las necesidades actuales. En “Las incógnitas de La Habana”, Roberto Segre y Mario Coyula, realizan un recuento de los diferentes proyectos de remodelación urbanísticos de La Habana en que también algunos arquitectos reflexionaron sobre la construcción de una “ciudad socialista”. Aluden en la actualidad, al trabajo de los poderes municipales, asesorados por técnicos extranjeros, para elaborar una normativa urbana. Concluyen en la necesidad del fortalecimiento de la sociedad civil para que las políticas de transformación no sean siempre decididas verticalmente por un poder central.

Patricia Baroni, autora de “El centro histórico: singularidad y recuperación”, pone el acento en la voluntad de la recuperación del Centro Histórico, que debido a la situación económica no ha podido realizarse a cabalidad. No obstante la tarea realizada en ese sentido por la Oficina del Historiador que se ha dado a la tarea de restaurar algunas zonas de la ciudad histórica, dedicadas al turismo extranjero, es un logro ejemplar. David Bigelman, en “Renovatio Urbis”, se centra primeramente en propuestas de orden práctico. La creación de un organismo especializado de profesionales de diversas disciplinas, se hace indispensable para emprender y canalizar las reformas que se producirán en las reformas urbanas del país.

Centra sus deseos reformadores en la remodelación de la fachada marítima de La Habana, el ensanche del Malecón. También Bigelman, a alude a Venecia como modelo teórico. “Mayami y Labana, ying-yang cities”, último texto del dossier, nota optimista en el que Rafael Fornés, arquitecto residenciado en Miami, introduce la otra faz, complementaria de La Habana: Miami. No son ciudades hermanas sino complementarias, mantienen una relación especular. En tono humorístico, por momentos provocador, emite verdades que rompen los esquemas del enfrentamiento ideológico entre cubanos. Arquitectos cubanos han construido en Miami, arquitectos de Miami construyen en Pekín. La muerte de Mao y la desaparición de otros líderes comunistas, la globalización, todo ello induce a construir en lugares improbables: ¿por qué los arquitectos cubanos de Miami, “hijos también de la Virgen de la Caridad del Cobre” no se preparan para una misión internacionalista en La Habana?

Notas

1 Ernesto Guevara, “Qué es un “Guerrillero”, Obra revolucionaria, Ediciones Era, México, 1967, p.501.

2 Régis Debray, ¿Revolución en la Revolución?, Cuadernos de la revista Casa de las Américas, La Habana, 1967, pp. 56- 57-58.

3 A propósito del período soviético, ver: Rafael Rojas, “Souvenirs de un Caribe soviético”, Encuentro de la cultura cubana, N· 48/49, primavera/verano, 2008, pp. 18-34.

4 Para acceder a la versión completa de la película:
http://vodpod.com/watch/682720-habana-arte-nuevo-de-hacer-ruinas-primera-parte) (http://vodpod.com/watch/682725-habana-arte-nuevo-de-hacer-ruinas-segunda-parte)



Para citar este artículo
Referencia electrónica

Elizabeth Burgos, « La Habana por hacer », Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Cuestiones del tiempo presente, 2009, [En línea], Puesto en línea el 03 février 2009.
URL : http://nuevomundo.revues.org/index52573.html. Consultado el 13 juin 2009.


Autor
Elizabeth Burgos



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Publicado en Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Reseñas de libros y CD roms, 2008

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Fuente:
http://nuevomundo.revues.org/index52573.html

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