Quizás no todos lo ven, pero a partir de la desaparición del
último dictador, República Dominicana está dentro de un acelerado proceso en el
que el pueblo mayoritario, por siglos informal e invisible, se ha estado
visibilizando en todas las esferas de la vida nacional. Se trata de un
ejercicio de acomodamientos y de masiva pedagogía social con sus costos en
inversión de valores que el conjunto social paga.
Se trata de un inconcluso y difícil proceso; doloroso como
un parto pero positivo a largo plazo. Una revolución que como prueba de fuego
nos está mostrando los límites de nuestras propias resistencias como nación y
la fortaleza de nuestros valores como sociedad.
Es un poderoso y novedoso proceso que ni siquiera intereses
externos pueden frustrar, aún mediante la masiva intromisión de individuos
ajenos a nuestra historia.
Son pocos los países de Latinoamérica que se han atrevido a
exponerse a tales pruebas. En la mayoría de esas naciones notamos que los
nativos aún continúan siendo casi invisibles, como si el conjunto social
temiera una fractura, una incontrolable revuelta si éstos se incorporan en masa
a todos los ámbitos de aquellas naciones.
Aquí, en República Dominicana, no hay nativos pre-hispánicos (indígenas),
pero tenemos los descendientes de los esclavizados (mezclados y puros)
conformados en la extensa Era colonial y hoy podemos verlos en primer plano
moviéndose, tratando de participar y participando en todos los ámbitos
posibles, sea en las profesiones liberales (médicos, ingenieros, economistas…);
en la política (diputados, senadores, dirigentes, síndicos, regidores…); en el
arte, el deporte; en los medios de comunicación; como maestros...
Es un fenómeno social espontáneo, novedoso, inédito y
positivo que en el curso de toda nuestra historia de apenas quinientos años, y
pese a sus coyunturales costos en inversión de valores, delincuencia,
corrupción y desorden, no se teme que esa masiva pedagogía provoque
necesariamente un convulso y peligroso estallido per sé. Se trata de los
aspectos propios de la enseñanza a una masa que ayer fue esclava, que se adapta
y que, por demás, nuestros valores tradicionales confían en saber lidiar.
Es la parte posiblemente más álgida de un proceso de
movilidad social muy intenso que parte desde un individuo ayer esclavizado en
la colonia hasta sus actuales descendientes convertidos en profesionales.
Esos descendientes (mezclados y puros) están aprendiendo a
salir de sus ancestrales funciones subalternas de siglos y lentamente han ido
incorporándose a novedosas funciones aún con todo el costo que para el conjunto
social representa su inexperiencia. Debutan en funciones en donde sus ancestros
ni soñaron aproximarse. Por su lado, la sociedad en su conjunto ha estado
acomodándose a esos lentos y dolorosos cambios para la convivencia de un pueblo
dual y desigual desde su nacimiento, sin traumas sociales catastróficos.
Podría afirmarse que este doloroso y aún inconcluso Parto
Social que ha estado madurándose y esperándose por siglos y generaciones,
representa la mayor revolución social emprendida por este pueblo.
Por Pedro Samuel Rodríguez R.
Santo Domingo, Rep. Dominicana.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario