ROMANCE DE LAS
INVASIONES HAITIANAS
El patético Romance de las invasiones
haitianas, anónimo, lamentablemente incompleto, lo conservaba entre viejos
papeles, en Santiago de los Caballeros, el distinguido ciudadano don Ulises
Franco Bidó. De sus manos pasó a las del fenecido historiador Manuel Ubaldo
Gómez Moya, a quien debemos el obsequio del inestimable manuscrito inédito.
Aunque escrito hacia 1830, los rasgos de la letra son del siglo anterior, de lo
que puede inducirse que el autor era persona de edad, que había presenciado las
dramáticas escenas descritas. En la versión que ahora se da a conocer han sido
introducidas las correcciones ortográficas indispensables. Es un romance de
gran valor histórico. Revela, con sorprendente dramatismo, cómo fueron las
espantosas invasiones haitianas. Explica la prudente actitud del pueblo
dominicano frente a la invasión de Boyer en 1822, y las circunstancias de
fuerza que la hicieron posible. Han sido inútiles las investigaciones relativas
a la paternidad del romance. Sea testimonio vivo de las mayores vicisitudes del
sufrido pueblo dominicano. (Por primera vez lo publicamos en nuestro libro Del
romancero dominicano, Santiago, 1943). (Emilio Rodríguez Demorizi).
LAS INVASIONES HAITIANAS
En mil ochocientos uno
Corrió, a principios
de enero,
en Santiago la
noticia
de que un poderoso
exéricito
de los Colonios de
Haití
avanzaba a hacerse
dueño
de esta parte ante
Española.
Se organizaron
corriendo
Varias columnas
valientes
que a esperarlo a
Mao fueron.
Llegaron pronto
hasta Mao
los de Guayubín,
huyendo;
que en vano quiso
enfrentarse
su capitán a ese
exército
de algunos miles de
hombres;
y entre todos
decidieron
oponerse al enemigo,
y montaron sobre un
cerro
un cañón para
acosarlo
y hacerle fuego
certero.
En esta disposición
hasta las diez
estuvieron
del día once del mes
que ya referido
dejo.
En esto vieron venir
un exército tan
grueso
que de fuerza se
aguantaron
a esperarlos en el
Puerto:
venía la Infantería
delante con gran
estruendo
de cajas, música
acorde
y diversos
instrumentos;
en lo interior de la
tropa
traían con galanteo
seis pabellones
hermosos,
y de colores
diversos;
detrás venían los
dragones
en caballos muy
ligeros,
gruesos, fuertes y
escogidos
para los grandes
empeños.
Más de cuatro mil
soldados
dicen muchos que
eran ellos,
y los españoles sólo
llegaban a
cuatrocientos;
pero habemos de
advertir
que de éstos los
fusileros
sólo a ciento y tres
llegaban,
los demás eran
lanceros.
Mas es cierto que
tenían
un cañoncito pequeño
de a cuatro, y ellos
venían
de Artillería sin
pertrechos:
llegaron tan
inmediato
que pudo hacérseles
fuego
con una chica
pistola
si lo mandase el
Gobierno.
Mas se pararon allí
Y divisan al momento
la caballería
española
que estaba detrás
del cerro:
al punto echáronle
manga
para irles al
encuentro;
lo que viendo el
Capitán
(hombre de crecido
aliento)
Don Cayetano Rosón,
picó el caballo
resuelto
para salir a encontrarlos;
sus soldados le
siguieron,
pero fue tal su
osadía,
que sin orden ni
concierto
comenzó a hacer
fuego al punto
sin esperar, ni dar
tiempo
que formasen en
batalla
sus soldados, porque
el fuego
con siete hombres lo
empezó,
pero se le acabó
presto
porque a pocas
embestidas,
cuando lo esperaba
menos
vino una furiosa
bala
que le dentró por el
pecho;
pasándole a la otra
parte,
cayendo difunto al
suelo:
a Dios le pido que
tenga
gozando su Santo
Reyno.
Murieron algunos
más,
pero los vivos se
vieron
tan sobornados, que
apenas
si contrarrestar
puedieron
la furia del enemigo
y los contrarios
esfuerzos.
Lo que viendo el
comandante,
que estaba encima
del Cerro,
hizo al punto
disparar
el cañón y armas a
un tiempo,
haciendo un terrible
estrago,
en el contrario; más
luego,
viendo que le iban
cercando
y serían perdidos
presto,
mandó que se
retirasen
a reunirse a su
Pueblo,
para defender en él,
hasta rendir el
aliento,
sus casas y
propiedades:
mas luego que
confirmaron
sobre la fuerza
contraria,
desde luego
conocieron
ser en vano
resistirse,
y determinaron
presto
hacer Capitulación,
y entregarles al
momento
dicha Plaza con las
armas,
municiones y
pertrechos.
Cuando a la noche
llegaron
los retirados y
oyeron
que se había
capitulado,
fue grande su sentimiento.
Doblemente acrecentó
su pena y su
desconsuelo
ver todo el pueblo
vacío,
con tan funesto
silencio,
tan tenebrosas las
calles,
las casas sin luz
adentro,
por que la gente
asombrada
sin saber bien del
suceso
se había retirado al
campo
hasta enterarse de
cierto
de aquesta tragedia
el fin;
mas luego que
conocieron
que en buena amistad
venían,
a sus casas se
volvieron.
El día trece
dentraron
los colonios a este
Pueblo,
y también se
apoderaron
en aqueste mismo
tiempo
sin un tiro de fusil
del fortalecido
Puerto
Ciudad de Santo
Domingo,
sus órdenes
repartiendo
a los pueblos
interiores
de este Arzobispado
excelso.
Trece meses
gobernaron
el Gobierno
principal
El Emperador
perverso
Cristóbal
tiranizando
a sus mismos compañeros.
Mas en el año de dos
a principios de
Febrero,
vinieron sobre esta
isla
veinte mil hombres
guerreros
de la Francia , y mas ciudades
y tomándose los
puertos
más flacos, fueron
grangeándose
poco a poco sus
terrenos,
hasta hacerlos
retirar
a los más remotos
pueblos
de las Colonias y
Sierras:
pero quiso luego el
cielo
que los blancos se
morían,
y fueron acaeciendo,
volviendo a
supiditar
los Colonios sobre
ellos,
hasta llegar a tomar
segunda vez sus
terrenos
hasta el río
Dajabón,
donde en esta parte
hicieron
los blancos sus
fortalezas,
y un tiempo
permanecieron
sufriendo crueles
asaltos
mas luego fallos se
vieron,
que fue fuerza
retirase
con bastante
detrimento
a la Parte ante Española,
siendo el principal
Gobierno
el valeroso Ferrán,
toda la fuerza
poniendo
en la famosa ciudad
de Santo Domingo y
Puerto;
(donde repartía sus
órdenes
a los interiores
Pueblos)
y más Puertos y
lugares
de este Arzobispado
bello.
Mas en el año de
cinco
el Emperador
soberbio
Cristóbal, ha
prevenido
Fuertes armadas a un
tiempo;
por la vuelta del
Sur una,
y la otra por tierra
dentro,
con intento de tomar
a Santo Domingo
presto,
con disposición y
orden
que no hallando
impedimento
ni estorbo para
pasar
en los caminos y
Pueblos,
a nadie le hiciesen
daño,
siguiendo a su
desempeño.
Mas el General
Serapio
que a la sazón en el
Pueblo
de Santiago
gobernaba,
como hombre poco
diestro
e instruído en lo
militar,
se determinó
resuelto
a no dejarlos pasar.
¡Nunca tal hubiera
hecho,
pues nos resultó tal
ruina,
desastres y
sacrilegios!
Previno la
resistencia
fortaleciendo los
Puertos,
preparó la Artillería ,
municiones y
pertrechos
para el funesto
combate
que esperaba por
momentos.
Pero hizo el
desatino
que aquellos hombres
más diestros
en la disciplina de
armas
los esparció en
cuatro Puestos;
doscientos al
Barrancón,
en la Emboscada trescientos,
doscientos Hato del
Yaque,
y en la Herradura ciento,
sabiendo de positivo
que todo el
contrario esfuerzo
venía por Hato del
Yaque,
como aconteció en
efecto.
Lunes de Carnestolendas
a mediados de
Febrero
a las seis de la
mañana
a este Fuerte vista
dieron:
y aunque el General
Tabares
le persuadió con
esmero
al General Español
que no mandase a
hacer fuego,
que la fuerza que
venía
excedía al número
nuestro,
que tuviese por
seguro,
por muy evidente y
cierto
que la orden que
traía,
(no teniendo mal
encuentro)
era pasar de
seguido,
proveyéndose en el
Pueblo
de todo lo
necesario.
Mas él respondió
diciendo:
¡me tengo que
defender
con los poquitos que
tengo!
y al punto hizo
disparar,
al son de los
instrumentos,
la pieza de
artillería
muy grande destrozo
haciendo;
también la fusilería
y demás armas de
fuego
tal incendio
despedían,
que oscuro de puso
el cielo;
los montes se
estremecían
al oír tan grande
estruendo;
pero por nuestra
desgracia
se cayó el cañón al
suelo,
y aunque de ellos
morían muchos,
avanzando se
vinieron;
en la pasada del Río
grande pérdida
tuvieron:
mas al fin siempre
avanzando
bajo el fuego se
vinieron.
Así que el fuerte
tomaron,
con ligereza
siguieron
derecho para
Santiago
con orgullo, en
seguimiento
del General y su
Escolta,
que iban siempre
haciendo fuego
en retirada, y al
fin
tan precisados se
vieron
que fue forzoso
apearse,
y defenderse en el
suelo;
pero a pocas
embestidas
el General cayó
muerto:
hiciéronle mil
pedazos
aún palpitante su
cuerpo,
cortáronle la
cabeza,
llevándola por
trofeo,
fijada en la
bayoneta
a Santiago. ¡Triste
Pueblo!
Donde le daremos
fin,
y concluída
dejaremos
aquesta Segunda
Parte,
que en la Tercera prometo
ablandar los
corazones,
aunque fuesen de
bronce hechos.
TERCERA PARTE:
Pues en la Segunda Parte
amado Lector atento
dejo dicho como
entraron
a mediados de
Febrero
los Colonios a
Santiago:
y como leones
sangrientos
rabiosos con el
estrago
que aquel día le
habían hecho,
era sin comparación
su furor, rabia y
despecho;
y más cuando se
encontraron
con los inválidos
viejos,
inútiles que
quedaron
para resguardar el
Pueblo
que también se
resistían.
Entraron a sangre y
fuego
con todo lo que
encontraban,
no perdonando a este
tiempo
ni aún las mujeres y
niños,
ni a los ancianos y
enfernos.
Por las calles, por
las Plazas,
dentro de las casas
y Templos,
en todas partes se
veían
amontonados los
muertos.
Luego a doce
Magistrados,
junto con el
carcelero,
los colgaron
afrentados
para mayor
vilipendio
al Público en las
Columnas
del Vivaque, allí
murieron.
Pero lo que más
asombra
y aturde el
entendimiento,
que no sé cómo lo
diga,
¡sólo de pensarlo
tiemblo!
que a los pobres
sacerdotes
aleves reconvinieron
que para escapar las
vidas
habían de dar sin
remedio
cierta cantidad de
plata,
y a todos guardia
pusieron.
Después que el
perdón echaron,
mandaron con grande
imperio
a los pocos que
quedaron
vivos, temblando de
miedo,
que a la Sabana arrojaron
tanta multitud de
muertos:
lo cual pusieron por
obra
sin dilación al
momento,
y a muchos los
arrastraron
con cordeles por el
suelo,
y hasta que vino la
noche
este exercicio
tuvieron.
Déjolos en este
estado,
y prosigo refiriendo
la partida para
arriba
de este Exército
tremendo,
que los Pueblos y
lugares
todos se le iban
rindiendo,
Al fin, a Santo
Domingo
llegaron en breve
tiempo,
donde el General
Ferrán
se resistió con
esfuerzo
a no entregar la Ciudad
por lo cual sitio
pusieron.
Veinte y dos días
cabales
los tuvieron en el
cerco
ya con ardides
sutiles,
ya con asaltos
soberbios,
ya con cautelas y
engaños
para ver si entraban
dentro.
En uno de aquestos
días
dentro la ciudad
salieron
una escolta de
soldados.
y Don Juan Barón con
ellos
Caballero Principal,
de gran valor y
aliento,
que los Capitaneaba
con lindo acuerdo y
concierto:
para ver si a fuerza
de armas,
de pólvora, plomo y
fuego
se retiraban de
allí,
y aunque algún daño
le hicieron
no pudieron
conseguir
para entonces sus
intentos,
pues a pocas
embestidas
algunos quedaron
muertos,
saliendo el Barón
herido
que después murió
muy presto.
Al fin se
determinaron
a levantar dicho
cerco:
y viendo no habían
podido
el salir con sus
intentos,
creció de tal
calidad
la rabia y furor en
ellos,
que de la
jurisdicción
de Bayanguana
emprendieron
sus crueldades y
maldades
arrasando y dando
fuego
a los Pueblos y
lugares,
executando protervos
innumerables
audacias,
trayéndose al mismo
tiempo
la gente y los
animales,
y todo cuanto
pudieron
acarrear llevan
consigo:
pero lo que causa en
esto
mayor sentimiento es
el saber por fixo y
cierto
que a los que se
fatigaban
le daban la muerte
luego.
Así que habiendo
pasado
de La Vega , se partieron
en dos escoltas, la
una
para Santiago
derecho,
y la otra para Moca;
donde llegando al
momento
que el pueblo
hallaron vacío
el perdón
establecieron
que salieran los
vecinos
a sus casas sin
recelo,
que ya estaban
perdonados
y libres de todo
riesgo;
y muchos en la
confianza
dentro del Pueblo se
metieron,
y al otro día de
mañana
mandaron tocar
deguello,
y a todos le dieron
muerte
sin escapar de este
aprieto
ni aún las mujeres y
niños,
los inválidos y
enfermos,
que hasta en el
Templo mismo
quitaron sus vidas
fieros,
y saliéndose de allí
cenizas lo
convirtieron.
Cuando a Santiago
llegaron:
¡Oh que dolor! ¡Que
tormento!
¡Que tristeza! ¡Que
congoja!
¡Que pena y que
sentimiento!
que no sé como
esplicarar
tan enormes
sacrilegios!
Dadme, Dios mío,
valor
para decir con
acierto,
que a los pobres
sacerdotes
segunda vez requirieron
para que presto
entregasen
la gran suma de
dinero
que anterior le
habían pedido,
como arriba dicho
dejo.
Mas como no lo
tuviesen,
Joya, ni alhaja de
plata
que equivaliese al
valor,
el Gobernador
soberbio
le mandó quitar las
vidas,
y para su cumplimiento
ordenó que lo
sacasen
como a inocentes
Corderos
de casa del Señor
Cura,
y a él también junto
con ellos
prisioneros como
estaban
a la Plaza los trajeron:
a cuatro Santos
Ministros,
dos Monigotes
Profesos
a crueles
bayonetazos
les dieron la muerte
fieros.
Cómo se eclipsa el
Sol,
y se estremecen los
cielos,
la tierra tiembla de
espanto
al ver tales
Sacrilegios?
¡Oh Santo Dios que
sufrís
tan execrable
despecho,
mirad con
benignidad,
y rostro afable y
sereno
a todos los
pecadores,
y sentad en vuestro
Reyno
las almas de tantos
Fieles
que en estas guerras
han muerto!
Habiendo ya
executado
sus depravados
intentos,
hicieron un hoyo
largo
dentro de aquel
Cementerio,
y juntos los
sepultaron.
Lloremos , todos
lloremos
tan lamentable desastre
en tan insignes
sujetos.
Después de haber
concluido
tan terrible
atrevimiento,
dieron fuego a la
ciudad,
y a las Colonias
partieron,
llevando al Señor
Vicario,
y a su familia con
ellos
a un Frayle de la Merced ,
tesoro,
abastecimiento,
gran multitud de
personas
de uno y de otro
sexo,
muchedumbre de
animales
y mil cosas que no
cuento.
Los que consigo
llevaban
los llevaban
prisioneros,
o presos y
atropellados
y de mil angustias
llenos.
¡Cuántos murieron de
hambre,
cuántos de sed
perecieron,
cuántos pasando los
ríos
se ahogaron sin
remedio!
Al fin llegaron
allá,
en donde siempre
muriendo,
pocos con vida
quedaron
bajo del yugo
soberbio
e infame cautividad.
En este estado
estuvieron
por tres años y seis
meses,
hasta que permitió
el Cielo
que consiguiesen
permiso,
motivado a que
viniendo
sobre los Franceses
blancos
(que yacían de
Gobierno
de la parte ante
española)
un Exército muy
grueso
de la Isla de Puerto Rico
gobernado con
acierto
por Don Juan Sánchez
Ramírez
digno de tan noble
empleo.
Desembarcóse en
Higuey
y de allí repartió
presto
aviso a los
Comandantes
de los españoles
Pueblos
del intento que
traía,
y como venía
resuelto
trayendo orden
Superior
de entregarse de
aquel Puerto
noble de Santo
Domingo;
y lo aprobaron por
bueno.
También noticia le
dio
al esforzado
Gobierno
de las Colonias, que
al punto
le ha ofrecido para
esto
ayudarle en lo
posible
con sus tropas y
pertrechos
y todo lo necesario
para salir de este
empeño.
Por consiguiente a
Ferrán
Le ha mandado un
Parlamento
Dándole a entender
lo mismo,
y que supiese por
cierto
de cómo enviado
venía
del Católico y
excelso
Fernando Séptimo Rey
a entregarse de
aquel Puerto
y demás Parte
Española,
sin haber duda en
aquesto.
De esto se reyó
Ferrán
Haciendo burla y
desprecio,
imputándole por
tonto,
por sublevado y por
necio.
Previno ochocientos
hombres
de los más fuertes y
diestros
en militar
disciplina,
y con apercibimiento
de muchos lazos y
sogas
para amarrados
traerlos.
Salió de dicha
Ciudad
con notable
lucimiento
gobernando su Escuadrón,
el año mil y
ochocientos,
y ocho, a fines de
Octubre
esta partida
emprendieron.
Buscando van sus
contrarios
por el camino del
Seibo.
Ellos tuvieron
noticia
y se retiraron luego
algún poco más
arriba,
hasta llegar al
estrecho,
lugar bien acomodado
para lograr sus
intentos,
nombrado Palo
Hincado,
donde aguardando
estuvieron
algunos pocos días
sus prevenciones
haciendo.
Legó por fin aquel
día
que fue fatal y
postrero
para los franceses
blancos
como se verá muy
presto.
Pues luego que se
acercaron,
Mandó el Español
Gobierno
hacer sólo una
descarga
y echar mano a los
aceros,
sables, lanza y
armas tales,
y a acometer con
denuedo
a los Franceses que
al punto
muy desbaratados
fueron,
y huyendo
desordenados,
los españoles
siguieron
detrás de ellos con
furor
gran carnicería
haciendo.
Y Ferrán que aquesto
vido
Procuró escapar
huyendo
en un brioso caballo
para la ciudad
ligero.
Mas poco le
aprovechó,
Porque le alcanzaron
presto,
Y él, mirándose
perdido,
la muerte se dio
violento:
pues con sus mismas
pistolas
se metió dentro del
cuerpo
dos onzas de voraz
plomo,
cayendo difunto al
suelo,
solamente escapó uno
para contar el
suceso,
que arrasando por el
monte
apareció el día
tercero.
Mas de ochocientos
Franceses
en este ataque
murieron,
y de españoles sólo
hubo
diez entre heridos y
muertos.
Recogieron los
despojos,
Y con júbilo y
contento,
a Dios y a su Santa
Madre
las debidas gracias
dieron.
De esta tragedia
quedaron
con grande pavor y
miedo
el resto que había
quedado
a la ciudad
guarneciendo.
Aquí pido al Auditorio
un poco de
sufrimiento,
concluyendo aquesta
Parte,
que en la siguiente
ofrezco
proseguir aquesta
Historia
si me favorece al
Cielo.
CUARTA PARTE:
Carísimo lector mío,
pues en la Parte Tercera
te ofrecí de
proseguir
aquesta Historia
moderna,
quiero cumplir mi
palabra,
y darte gusto por
ella.
Y así, para
continuar,
digo: que ya en la Tercera
quedamos en que
mataron
en muy airosa
refriega
los valientes
Españoles
a la porción de más
fuerza
de los Franceses, y
así
cuando esta noticia
adversa
tuvieron los que
quedaron
de guarnición y
reserva
en aquel Puerto
lucido,
grande sobresalto y
pena
en sus pechos
sobrevino,
mayormente por la
acerba
muerte de su
General,
a quien amaban de
veras;
igualmente las
familias
Españolas, que en
aquella
famosa ciudad
vivían,,
el sentimiento y
tristeza
en todos fue
indecible
y gravísimo, que
deja
sus corazones
partidos
en grado
sobremanera.
Y más cuando
verificaron
que los contrarios
se acercan
a querer tomar la
plaza,
y a su vista se
presentan
a impedirles las
salidas
y las entradas por
Tierra.
De los Pueblos
interiores
domiciliados
regresan
junto con los
advenidos
mas de dos mil y
cinquenta
hombres de armas
reunidos,
que por la Tierra le cercan,
impidiéndole dentrar
ni salir a las
haciendas
a buscar la provisión
que a la vida humana
alienta.
Luego el Inglés por
el Mar
También sus flotas
presenta
dando favor a la España ,
estorbando con
destreza
no dentre ni salga
Barco
que para su favor
sea,
hasta que sean
obligados
del hambre y de la
miseria
a rendirse, aunque
forzados,
pues siendo de otra
manera
es casi como
imposible
rendir tales
fortalezas.
Vamos a lo más
preciso,
y más principal de
aquesta
Historia; por tanto
digo:
que el Exercito se
acerca
y pone sitio a la Plaza ,
y muy pronto el
hambre reina
entre los pobres
vecinos
sin que en la ciudad
hubiera
ratones, perros y
gatos,
borricos, caballos
yeguas
que no supiesen a
liebres,
y que adentro no
valieran;
la asadura de
caballo
se vendía por cosa
cierta
en cuatro pesos
cabales,
como también la botella
de miel de abejas
costaba
un peso por
evidencia:
arregulen cual
serían
las cosas que más se
aprecian:
y con todo no
querían
rendirse, sólo en su
tema
cada día pertinaces.
Por lo cual Don Juan
intenta
el bombardear la
ciudad
(aunque con dolor y
pena
de su corazón
piadoso)
para ver si con
aquesta
industria puede
rendirlos.
Para cuyo fin
comienza
en el principio de
Julio
a arrojar bombas
funestas,
causando muy grande
estrago
en las casa e
Iglesias,
y alguna gente moría
con las activas
centellas
que al estallar
disparaban
como encendidas
saetas.
Viéndose tan
oprimidos,
y angustiados de
manera
por todas partes
cercados
de mortales
contingencias,
determinaron
rendirse
con la condición
expresa
que les dejasen
llevar
donde avecinarse
fueran
las armas y los
caudales.
Y Don Juan al punto
acepta
este partido, y así
los Españoles se
entregan
de esta Ciudad, pues
dentraron
sin ninguna
resistencia
a veinte y cinco de
Julio,
del año nueve por
cuenta.
Los Franceses se
embarcaron
y se fueron a otra
tierra,
quedando los
Españoles
pacíficos, sin
molestia,
aclamando al Rey
Fernando
Séptimo, que paz
perpetua
le tenga Dios, y le
guarde
de traiciones y
cautelas.
Hasta el año diez y
seis
debajo de la bandera
estuvieron de la España :
mas entonces se
presenta
diferente Pabellón,
que Constitucional
era.
Después el año
veinte y uno
otra nueva ley se
acerca
que llamaban
Colombiana
y se asomaba a sus
puertas
que estaba ya al
admitirse,
pero parece que era
para más desolación
de esta codiciada
Tierra.
Mas cuando no se
esperaba
el Jefe, que ahora
gobierna
toda esta Isla de
Haití,
provino Armada de
fuerza
conquistando a los
Colonios
para que a su banda
venga,
desertando de su Rey
Cristóbal con su
violencia
los tiraniza y
oprime,
y muchos de ellos se
alegran
porque estaban mal
contentos,
y forzados de manera
que la muerte le
deseaban,
por donde
encontraron brecha
para salir de tal
yugo,
y servidumbre tan
fiera:
aunque fue forzoso
hacerla,
y secreta
precaución,
como es preciso en
la guerra.
y como por el muy
alto
no hay muro ni
fortaleza
que a su voluntad se
oponga,
cuando quiso su
Clemencia
se acabase este
Tirano,
dispuso su bondad
inmensa
trazando todas las
cosas
con Sabiduría
Eterna.
Y así, sin él saber
cómo
ni cuándo, se le
presenta
a su Palacio una
Armada
tan terrible como
gruesa
y le cercan y
amenazan,
y él cubierto de
soberbia
viendo que lo habían
dejado
sólo en la mayor
estrema,
y que escapar no
podía
de ser muerto a la fiereza
y manos de sus
contrarios,
con sus dos pistolas
mesmas
quitóse el propio la
vida,
y se libertó de
aquella
infamia en que podía
verse
sin con vida le
prendieran.
Mirando tal
maravilla
el Exército se
alegra;
rebosando de
contentos
las aclamaciones
mezclan
con alegría
diciendo:
Viva, viva en paz
perpetua
el presidente Boyer
que nos sacó de tal
pena,
y muera, muera
Cristóbal,
para siempre, muera,
muera!
Al instante aquellas
tropas
se acogen a las
banderas
del Presidente
Boyer,
y grandes fiestas
celebran.
Recogiendo los
despojos
de las copiosas
riquezas
que aqueste Imperio
tenía,
los tesoros y
grandezas
en pocas partes se
han visto
otras que mayores
sean.
Dando las debidas
gracias
a Dios y a su Madre
bella
de haber tenido la
dicha
de concluir esta
empresa
sin un tiro de
fusil,
cosa que no se
creyera...
(Nota: Aunque E. Rodríguez Demorizi acota que el texto "explica la prudente actitud del pueblo dominicano frente a la invasión de Boyer en 1822, y las circunstancias de fuerza que la hicieron posible", los
historiadores dominicanos deben comentar la publicación de este Romance, pues,
como se nota al final, su autor –y quizás otros criollos de la época- estuvo de acuerdo y justifica la ocupación de Boyer en 1822. Además, como también comenta E.
Rodríguez Demorizi, el documento no se conservó completo, por lo que no sabemos
con qué valoraciones continúa. – P.S.R.).
Digitación cortesía de Pedro Samuel Rodríguez R., 4/07/2005, para Orbe Quince: www.orbe15.blogspot.com
Digitación cortesía de Pedro Samuel Rodríguez R., 4/07/2005, para Orbe Quince: www.orbe15.blogspot.com