Por Pedro Samuel Rodríguez-Reyes
¿Cuándo los dominicanos entenderemos que todos
somos descendientes de extranjeros?
Es un absurdo el que un ciudadano dominicano
étnicamente mezclado diga que “los europeos NOS invadieron hace más de cinco
siglos”. Es una equivocación sostener que “NOSOTROS recibimos y acogimos a
europeos españoles, a africanos”… porque quien así se expresa está falsamente
asumiendo que es descendiente de los nativos taínos que estaban aquí cuando
aquellos españoles y africanos llegaron. El dominicano étnicamente mezclado que
así lo asegure está suplantando una identidad. Anhela erigirse y presentarse
como lo que exactamente no es. Probablemente no se trata de una actitud
conscientemente malsana sino de una ignorancia elemental generalizada que se ha
estado repitiendo y aceptando como verdad fundada.
Nos estamos refiriendo a un artículo de la autoría
del Señor Juan Bolívar Díaz, publicado el Domingo 11 de diciembre de 2011, en
la página 9A del diario ‘Hoy’, titulado “¡Qué pena Sonia, Qué pena!”. En el
noveno párrafo del mencionado escrito el Sr. Díaz expresa: ”los hijos de esta
tierra donde tantos llegaron sin visa desde que los europeos nos invadieron
hace más de cinco siglos, lo que no impidió que los recibiéramos y acogiéramos
para convertirlos en dominicanos de ascendencia española, africana, libanesa,
palestina, judía, japonesa o cocola”. Es esta la equivocada auto-percepción que
continúa repitiéndose.
Quienes recibieron a los llegados fueron sólo
aquellos que ya estaban, y resulta que quienes estaban en la isla Española al
llegar los europeos ‘invasores’ eran los Taínos. Al Sr. Díaz lo hemos visto en
la televisión y al observar sus rasgos físicos no tenemos dudas de que se trata
de un dominicano étnicamente mezclado con la ‘invasora’ etnia española y con
las llegadas etnias africanas, como lo son el 73% de los dominicanos. Tampoco
creemos que alguien pueda asumir al Sr. Juan Bolívar Díaz como un descendiente
directo de la etnia Taína ¿Por qué entonces un descendiente de los llegados se
autoproclama descendiente de aquella etnia desaparecida e invadida? ¿Es esta
una fórmula equivocada de aquellos que tratan de presentarse con las
atribuciones de ser parte de los guardianes de la patria verdadera? (ver datos
porcentuales de nuestra mezcla étnica actual en el siguiente enlace:
https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/geos/dr.html + Dominican Republic: →people→ethnic groups).
Como es evidente, si el Sr. Díaz es descendiente
tanto de los españoles como de los africanos llegados a la colonia española de
Santo Domingo a partir de finales del siglo XV, entonces no tiene sentido el
que un descendiente de los llegados diga que “los españoles… nos invadieron” o
que “los recibimos” o que sus ancestros vieron a los españoles cuando trajeron
y esclavizaron a los africanos. Para el Sr. Díaz, ¿quiénes son exactamente los
hijos de esta tierra?: ¿los descendientes de los esclavos africanos llegados en
la era colonial?, ¿los descendientes de los españoles llegados en la misma era
colonial? ¿los inexistentes descendientes de los desaparecidos taínos nativos?
Por otra parte, a nadie se le ocurriría pensar que
un apellido de tan fuerte sabor hispánico-castellano o probablemente sefardí
como Díaz sea de origen taíno. (ver: “El apellido Díaz. Orígenes”, en: http://www.delarrago.com/her/ape/diaz.htm
).
Lo que sí tendría bastante sentido sería el que un
dominicano de pura ascendencia africana, como lo es el 11% de la población
dominicana de hoy, dijera que en nuestra era colonial los españoles
esclavizaron a sus ancestros. De eso no habría dudas. Haría sentido, además, si
un dominicano de pura ascendencia hispánica, como lo es el 16% de la población
dominicana actual, dijera que en la época colonial, sus ascendientes llegaron,
descubrieron, esclavizaron y colonizaron.
Igualmente haría perfecto sentido si hoy, en sus
respectivos países, los individuos descendientes de las poblaciones indígenas
originarias de México, Perú, Bolivia… se expresaran como lo hace el Sr. Díaz.
Pero ningún mezclado antillano podría presentarse como descendiente de los
desaparecidos Taínos.
La dominicanidad está aposentada en la mezcla de
nuestra población mayoritaria; no en la pureza racial -negra o blanca- sino en
la síntesis de ambas. Un dominicano racialmente mezclado es, a la vez, un
blanco-negro (o un negro-blanco) y con tales credenciales podría inclinarse
hacia la preferencia de la cultura que corresponde a una de tales razas. Pero
no tendría sentido la reiterada y pretendida pertenencia a la etnia nativa que
no existe como tal desde antes de la primera mitad del siglos XVI. (ver nuestro
escrito “República Dominicana: país modelo de hibridación étnica”: http://orbe15.blogspot.com/2010/08/republica-dominicana-pais-modelo-de.html
).
Y es que -lo hemos expuesto en el trabajo arriba
mencionado- : “Como pueblo, el dominicano posee un catálogo de notables e
incuestionables valores, pero al mismo tiempo pervive al interior de su propia
cultura un cúmulo de complejidades por delimitar, aclarar y resolver”. Se trata
de la sempiterna dificultad de identificar nuestros ancestros. Muchos creen
tener ascendencia indígena sin terminar de comprender que somos
mayoritariamente descendientes de individuos extranjeros llegados desde España
o África, y que nuestro principal valor está precisamente en la propia mezcla,
por la simple razón de que étnicamente somos una sociedad abrumadoramente
híbrida.
El mencionado escrito del Sr. Díaz lo hemos tomado
sólo como perfecto ejemplo para insistir en el tema de la complejidad a que la
hibridación étnica somete a los miembros de una sociedad racialmente mezclada
como la dominicana. Esa complejidad se expresa respecto a la dificultad de
identificar a los propios ancestros. Obviamente, no tuviéramos dicho problema
si el dominicano fuese un pueblo definida y mayoritariamente descendiente de
aborígenes (como por ejemplo el boliviano), o definida y mayoritariamente
descendiente de africanos (como el haitiano o el jamaiquino), o de 'europeos'
(Islas Canarias con sus Guanches originarios).
Es por tales razones que los pueblos que no poseen
nuestras complejidades de mezcla étnica, como lo es el actual pueblo haitiano
–su población mayoritaria-, cada miembro de su población mayoritaria puede
expresar con toda propiedad que los franceses, en tiempos de la colonia de
Saint Domingue, esclavizaron y masacraron a sus ascendientes africanos. En el
mismo sentido podría expresarse el pueblo mayoritario jamaiquino respecto de
sus colonizadores ingleses. La razón es que ni el actual pueblo mayoritario
haitiano ni el jamaicano o el boliviano son producto de fundiciones y
re-fundiciones raciales como es el caso dominicano.
No obstante, pueblos como el haitiano y el
jamaiquino, aunque no poseen nuestra mezcla étnica, son ellos también
descendientes de extranjeros llegados mayoritariamente desde África, y por
tanto, sus ancestros tampoco vieron llegar a franceses ni a ingleses
‘invasores’ en sus respectivos territorios. Al igual que nosotros, tanto en
Jamaica como en Haití, las etnias nativas desaparecieron desde hace siglos y
por tanto tendría poco sentido que un jamaicano de hoy o un actual haitiano
exprese que en la era colonial sus ancestros acogieron a ingleses o a franceses
llegados como invasores a su territorio. La razón de esa improbabilidad es la
misma nuestra: los ancestros de aquellos y los ancestros nuestros, llegaron; no
estaban. La diferencia de aquellos y nosotros estriba en que el intenso proceso
de mestizaje sucedió en nuestro territorio; no en aquellos. Por eso nuestra
mezcla; no la de ellos.
NUESTRA ORFANDAD RESPECTO A UNA RAZA TELÚRICA Y
PRIMERA:
Hasta ahí, el tema relativo a la conocida
complejidad que enfrenta la proporción mayoritaria de un pueblo étnicamente
mezclado -como el dominicano- al identificar sus ascendencias, parecería simple
curiosidad anecdótica sin mayor trascendencia. Sin embargo, es aquí en donde
empieza nuestro problema dominicano, pues, observado desde otro ángulo, el
mismo referente podría derivar en una reflexión sobre la dificultad que
representa para un pueblo mayoritariamente híbrido como el nuestro el tratar de
identificarse plenamente con una determinada y definida raigambre étnica.
Porque, de aquellas tres etnias que nos conformaron (nativos, españoles y africanos)
¿cuál es, exactamente, la raza telúrica y primera que al representarnos pueda
remitirnos a lo que el filósofo francés J.F. Lyotard ha definido como 'aquella
fe originaria, aquella frescura antigua, aquel estado prístino, aquella
grandeza indefinible de los comienzos'? Desafortunadamente los dominicanos no
poseemos ni somos parte de una raza telúrica y originaria, y en este punto, más
allá de los remedios políticos y económicos, a la mayoría de este pueblo (al
73%) sólo puede redimirle la fe en lo que representa su propia síntesis, su
principal cualidad.
Por su parte, el actual pueblo haitiano y el pueblo
jamaicano sí que poseen la certidumbre de una raza telúrica y primera (las
etnias africanas); de unos dioses ancestrales en donde depositar aquella fe
originaria y aquella frescura antigua evocada por Lyotard. Para los germánicos,
sus héroes teutónicos pre-románicos atestiguan su presencia en los dramas
musicales wagnerianos. Para los pueblos nórdicos está su extensa y antiquísima
mitología y sus sagas. Asimismo, los actuales pueblos originarios de México,
América Central y Sur América depositan aquella 'grandeza indefinible de los
comienzos' en sus dioses de las selvas y las montañas. Para los dominicanos es
precisamente esta carencia nuestra grande y profunda orfandad.
Es entonces aquí en donde se inicia nuestra
reflexión. Porque tal vez sea precisamente esa orfandad lo que provoque que el
ciudadano dominicano a veces necesite aferrarse a aquella desaparecida etnia
primigenia (Taínos) como inexistente tabla de salvación. Si tratásemos de
definir esa carencia quizás podría ser expresada como orfandad subyacente, indefinida e inconfesada, colocada en el mismo
centro de nuestra identidad y de nuestras acciones.
Es difícil que esto sea entendido desde escenarios
externos a nuestras realidades locales. En adición, podría ser esto una de las
causas de las incomprensiones y del desconocimiento que la comunidad
internacional a veces muestra respecto al pueblo dominicano. Porque para esa
comunidad es relativamente fácil el conocer y asimilar lo haitiano, lo
jamaicano o lo boliviano; pero no así respecto a lo dominicano. Los pueblos
mayoritariamente híbridos como el nuestro no son comunes en el globo y por
tanto, esa comunidad internacional no posee los suficientes elementos que le
faciliten la comprensión de lo nuestro.
A partir de reflexiones como éstas podemos mejorar
el entendimiento respecto no sólo de la comunidad internacional sino respecto a
argumentos como los del Sr. Juan Bolívar Díaz y especialmente respecto a la entendible tendencia de otros
dominicanos que abatidos por aquella generalizada y subyacente orfandad de una
raza telúrica y primera buscan aferrarse a alguna fe originaria mediante su
adhesión solidaria con aquellos que sí la poseen, como el caso de los haitianos.
No se trata siquiera de un solidario humanismo sino de una particular y
subyacente orfandad que no sabemos atenuar ni manejar. Como Anacaona, los
Taínos y Enriquillo serán intentos siempre fallidos, y algunos buscan esa
‘frescura antigua’ por extensión, lo cual es otro imposible.
-
1- ¡Qué pena Sonia, qué pena! - Juan Bolívar Díaz: