.
Una historia presa del acontecimiento, falta de rigor documental, o que se avoca tan sólo al documentalismo de tipo positivista.
Diego Sempol, por su parte, destaca en estas investigaciones la atenuación de los conflictos sociales, en pos de una historia de acuerdos que no incomode a nadie.
Observando cualquiera de estas publicaciones se percibe una sucesión de fechas y episodios –más cronología que relato histórico- donde a los hitos fundacionales acompaña la instalación de diversos servicios (escuelas, trenes, luz eléctrica, teléfono), la repercusión de sucesos bélicos, y en ocasiones las rencillas de los políticos locales narradas en tono de anécdota. El estudio profundo de las constelaciones económicas y sociales, de la conformación de las diversas clases y grupos sociales, se halla ausente. Más aún la reflexión sobre los diversos tiempos y ritmos históricos, sobre los procesos estructurales o coyunturales que afectan a una región.
No obstante, en los trabajos históricos de Aníbal Barrios Pintos y Washington
Lockhart, se destaca – o en casos se intuye- el abordaje de estos ritmos y procesos.
El primero al afirmar que su cometido como investigador es “analizar las
estructuras y las coyunturas y los impulsos que dictan los actos”, hecho que se trasparenta en varios de sus escritos. Lockhart, con un enfoque sociológico simmeliano, ha buceado en los tránsitos de la sociedad tradicional a la sociedad moderna, viendo los desajustes de las formas de vida criollas dentro de los marcos institucionales modernos.
Algunos recientes trabajos que establecen una bisagra entre la historia regional y la microhistoria, también son receptivos al estudio de los procesos.
Antes de analizar como se plantean los procesos y ritmos históricos en las obras de Omar Moreira y Pablo Fucé que enfocan el departamento de Colonia, conviene mencionar las configuraciones de la historia regional como objeto de estudio, las vinculaciones entre lo local y lo global y la consideración del tiempo y las periodizaciones en la historia regional, tratando de integrar el primer y el segundo aspecto dentro de la problemática del tiempo y los procesos.
La región en función de los procesos
El desmigajamiento de la ciencia histórica, el estallido y fragmentación de los
relatos totalizadores, hicieron que aparecieran diversas disciplinas y campos de
investigación en la historia. Uno de estos campos fue la llamada historia regional. ¿Pero qué elementos marcan su especificidad disciplinaria? ¿Se la puede relacionar, así como así – como a veces se insinúa- con la microhistoria, entendida de múltiples modos, tanto por los italianos como por los mexicanos, sus teorizadores y exponentes de más peso? ¿Posee acaso una metodología propia? El mexicano Manuel Miño Grijalva llega incluso a dudar de su existencia, en un artículo justamente –y sugestivamente- titulado “¿Existe la Historia Regional?”. El propio concepto de región se muestra desde el principio como algo complejo. ¿Es una pura condicionalidad geográfica, o un constructo social y político sobre un arbitrario marco geográfico? ¿La única caracterización valedera de la historia regional sería el remitirse a un espacio determinado, y presentar una determinante geográfica mayor que la de otros discursos históricos?
La historia regional hecha en Uruguay, por ejemplo, toma desde lo empírico un recorte regional que privilegia las ciudades o los departamentos, sin preocuparse demasiado por pensar acerca de estas elecciones.
Es cierto que se puede aceptar con Jesús Gómez Serrano – como lo hace a su modo Miño Grijalva – “que ‘es posible hacer buena historia regional – seria, bien documentada, que signifique una aportación real al campo escogido – que no se preocupe demasiado o en forma explícita’ por un conjunto de problemas o hipótesis preconcebidos como eje y motor de la explicación.” Si se puede admitir esto, empero es cierto también que se deben plantear las posibles metodologías y líneas teóricas para su abordaje. Miradas antropológicas, sociológicas, demográficas, de la teoría de redes, del entero espectro de las ciencias sociales, caben en la historia regional. La historia regional, como la misma Historia a secas, podría ser así, un vaso vacío a llenar con los aportes teóricos de las
ciencias sociales. El historiador regional, según sus objetivos y problemas, haría la elección metodológica – teórica y el recorte espacial, según las necesidades de su investigación.
Que no exista un método específico para la historia regional – considerando que
tampoco lo haya para la Historia en general- no obsta al hecho de que los historiadores regionales en su práctica puedan problematizar cuestiones como el tiempo y las periodizaciones, tomando en cuenta planos como los locales, nacionales y universales, recalando en la disparidad de tiempos y procesos que implican estas alteraciones de óptica.
Si el historiador regional –como reconoce Miño Grijalva- parece un eslabón entre el cronista y el historiador profesional, eso no lo exime del hecho de pararse a realizar un cuestionamiento mínimo acerca de su trabajo.
La relación entre lo local y lo global se presenta tal vez de la forma más fructífera.
La influencia de lo global sobre lo local, saltándose los condicionamientos nacionales, como la vinculación de diversos ámbitos locales a través de las redes globales, hace que se replantee por cierto, el problema de las escalas, los tiempos y las ópticas. Analizar historias fronterizas quizás sea aquí muy oportuno, dado que esas situaciones de mestizaje e hibridación son las que mejor se proyectan propiamente a lo global.
La construcción de la región y de sus marcas identitarias, a la par que sus
interacciones con otras regiones, con el estado-nación y con el ámbito internacional, se entrelazan con el reconocimiento de los tiempos propios de la región, de sus procesos y líneas de larga duración.
Percibir los procesos económicos, sociales y culturales en la larga duración sin
duda puede explicar la conformación política e identitaria de una región. La región como espacio geográfico, como ámbito cultural, deberá ser vista desde los procesos que la conformaron. O sea, la región no sólo abordada como ámbito espacial, sino como desarrollo temporal. Así se percibirán constancias estructurales, apreciando de la forma más fina posible la siempre difícil distinción entre cambios y permanencias.
En caso que aceptemos los tres tiempos braudelianos, también podemos considerar distintos espesores temporales a nivel regional, nacional o mundial. Los tiempos largos, medios y cortos pueden percibirse de distinto modo según la escala espacial. Los tiempos largos en la historia regional, como se ha sugerido especialmente desde una mirada antropológica, tal vez puedan observarse mejor en sus invariaciones que a nivel nacional o global. Pero también el acontecimiento, que en muchos casos impacta con mayor intensidad en el plano local, puede analizarse con sus ritmos y desarrollos propios – en caso operando como importante hito que separa una época de otra- en los estudios regionales. Asimismo la relación entre centro y periferia, que puede ser una de las manifestaciones de lo global y lo local, amerita ver como un desarrollo temporal se superpone a otro, tanto distorsionándolo como acelerando elementos ya contenidos en este.
La historia regional atendiendo a esta diversidad de tiempos debe construirse sus
propias periodizaciones o replantearse las usadas nacional y mundialmente.
Como sostiene Manuel Moreno Castañeda: “En primer lugar, nunca se deberá
sacrificar lo esencial de los procesos por priorizar la cronologización. Las periodizaciones, por más exactas y científicas que pudieran ser, no pasan de ser referencias temporales con un propósito de estudio, que tienen, y poco, que ver con los procesos históricos reales. Por más que una fecha nos parezca una gran marca histórica, o como dirían algunos un "parteaguas", estará cargada de una gran subjetividad muchas veces ideológica y puede ser representativa para una persona o un grupo social; pero muchos no se darán ni por enterados, o puede afectar a algunos aspectos de la vida social y otros seguirán su propia dinámica.” Debemos considerar entonces “las periodizaciones conocidas, como parte de un marco de referencia y como convenciones que facilitan el entendimiento, no como criterios rígidos; en fin, recuperar los tiempos propios en su sentido y su significado.”
El ahondamiento en el estudio de los procesos y los ritmos temporales a los que
podrían avocarse los historiadores regionales, haría que se supere una producción histórica, que según señaló en su estudio Arturo Bentancur, peca por ser demasiado descriptiva, acumulando datos sin interpretarlos.
Procesos y larga duración en Colonia: análisis de dos obras
Un saludable ejemplo de análisis de procesos, emprendido desde presupuestos
disímiles, es el que presentan las obras de Omar Moreira y Pablo Fucé.
Omar Moreira en “Colonia y Rosario en las Gestas del Plata” indaga el modo como
“nace la matriz del departamento actual”.
Gerardo Caetano comentando este texto, reconoce que es una apuesta a rastrear un proceso de larga duración. Proceso que se aborda desde la geografía y la urbanística.
Moreira, al hacer foco en una zona de frontera como lo es Colonia, conformada
desde los siglos XVII y XVIII, abre su investigación desde lo local a lo global. El
entramado fronterizo vinculado con el espacio atlántico sería uno de los primeros y principales componentes de la configuración del departamento de Colonia. Su desarrollo urbanístico y su atípica distribución espacial ya estarían prefigurados para el autor, desde el siglo XVIII. En esa época ya se empezarían a plantear las tres zonas económicas, sociales y culturales en que se divide aún hoy el departamento: El Partido de Víboras (o zona oeste, con las actuales Carmelo y Nueva Palmira), con una alta densidad demográfica desde la etapa colonial, mantenida hasta fines del siglo XIX; el Partido del Rosario (zona este), con un desarrollo menor y una fuerte presencia de los estancieros; y la Colonia del Sacramento (zona centro), primero en manos portuguesas y luego españolas.
Según la hipótesis de Moreira, la colonización española de la región (el actual
departamento) se produjo en reacción al portugués, existiendo sin embargo, una estrecha convivencia entre ambas comunidades, ocurriendo aproximaciones que pautaron “una historia en común”, al punto que los dos impulsos poblacionales funcionaron como si fueran uno. Esto marcó, según Moreira, una “dialéctica de acción – respuesta que habría dejado su impronta para el resto de su historia” en la distribución poblacional.
La integración presente del departamento, con su profusión de ciudades, devendría de aquella matriz. Pero si estas relaciones – sin duda tensas- entre lusitanos y españoles habrían conducido a una primitiva integración de la región, esta integración para el futuro se distinguiría por su debilidad, hecho que Moreira no señala del todo. La convivencia entre los núcleos poblados del departamento a lo largo de su historia no estaría libre de conflictos. Relaciones y a la par rispidez entre las ciudades departamentales serían las herencias de esta matriz.
Mientras que el análisis de Moreira es de tipo geográfico y urbanístico, explorando desde estos enfoques la larga duración, Pablo Fucé ofrece un abordaje de corte antropológico.
Su libro “Cerca de la Horca” es un trabajo microhistórico, no sólo por presentar un
estudio de caso, sino por mostrar una anomalía como factor indicial de situaciones más amplias (al modo de Ginzburg).
Se puede inscribir su intento interpretativo dentro de una serie de obras aparecidas en los últimos años (Gabriela Sapriza, “Los caminos de una ilusión. 1913: Huelga de mujeres en Juan Lacaze”, 1993; Raúl Jacob, “Brevísima historia del Partido Ruralista”, 2006; y Ana Frega, “Pueblos y Soberanía en la Revolución Artiguista. La región de Santo Domingo Soriano desde fines de la colonia a la ocupación portuguesa”, 2007) que realizan desde diversas modalidades un interesante cruce entre la historia regional y la microhistoria. Raúl Jacob incluso, señala de modo explícito su tránsito entre lo local y lo microhistórico. El enfoque microhistórico que aparece en ellas puede escindirse –siendo esquemáticos- en dos grandes líneas apuntadas por Roger Chartier:
“En efecto, hay una gran distancia entre la perspectiva que considera los recortes
microhistóricos como laboratorios que permiten analizar intensamente los mecanismos de poder que caracterizan una estructura sociopolítica propia de un tiempo y un lugar determinado, y la que considera esos mismos recortes como una condición de acceso a creencias y a ritos que, usualmente, las fuentes callan o soslayan y que remiten, en su ‘anomalía’ incluso (el término es de Ginzburg), a un zócalo cultural compartido por la humanidad toda.”
Si el primer tipo de microhistoria es el más habitual en el panorama nacional, no
obstante aparecen obras como la de Fucé, dentro del segundo tipo.
Un incidente entre dos gauchos que deriva en un crimen, rescatado de los archivos coloniales, es el disparador para reconstruir la implantación de los poderes virreinales en la región de Colonia. El expediente, con su carga de rareza, deja entrever la relación entre gauchos y vecinos, los vínculos entre dos mundos con sus propios códigos y relaciones de poder. El texto, en gran parte, indaga acerca de lo dicho y lo silenciado, elementos que van apareciendo a lo largo de las investigaciones judiciales.
El capítulo III (“Leyendo la ciudad. Imágenes y palabras; conservadurismo
dirigente e insolencia popular”) deja en suspenso el crimen, para interpretar un lapso temporal más amplio comprendido desde la instauración del régimen español en Colonia en 1777, a su posterior quiebra durante la revolución. En este capítulo especialmente se dan ciertas pistas para entender como se estableció el poder estatal en la región. La elite radicada en Colonia se valió de la autoridad monárquica para cimentar sus posesiones territoriales y poder controlar a los gauchos, su mano de obra. La creación de una burocracia local posibilitó el desarrollo de las clases altas locales, a través del control urbano y del espacio rural de extramuros.
El dominio de la ciudad amurallada sobre su entorno rural se vio cuestionado con el advenimiento de la revolución. Entonces la elite local demostró todo su conservadurismo, tratando de mantener a cualquier precio las estructuras estatales que respaldaban su poder.
De aquí resultará la buena recepción de la invasión lusobrasileña. Ante el nuevo orden revolucionario que venía del campo, de ese espacio fronterizo aún no dominado, encarnado en los gauchos, la ciudad amurallada se atrincheró en el antiguo orden, orden que le aseguraba un mínimo de encuadramiento estatal y que había constituido su triunfo y asidero. Fucé no ahonda del todo en esta implementación del aparato estatal en la región, sino que brinda algunas claves para ayudar a entenderlo. Pero estas son lo suficientemente ilustrativas para captar el proceso de construcción estatal y el rol que le cupo a las elites locales. La relativa fortaleza de los poderes estatales en la región (durante la época hispana y luego con la república) se esboza en sus estadios iniciales.
En el siguiente apartado veremos como este elemento incidió en el proceso de
modernización del departamento.
Con diferentes espesores temporales y diversos postulados temáticos (geográficos, urbanísticos, demográficos, antropológicos, sociales y políticos), estas dos obras visualizan procesos con sus ritmos propios, tanto referidos a la construcción de un espacio geográfico como a la creación de un sistema administrativo y burocrático.
Un tema a explorar: el advenimiento de la modernización y sus bases estructurales Las investigaciones de Moreira y Fucé aportan insumos para un problema que se ha señalado en la historiografía sobre el departamento de Colonia, pero que no se ha estudiado en profundidad. Nos referimos a la modernización y su incidencia en la conformación del departamento desde fines del siglo XIX hasta la actualidad.
Son diversas las teorías acerca de la modernización, explicándola por factores
endógenos o exógenos, a la par que por múltiples variables que la definen y la distinguen de la “sociedad tradicional”. No pretendemos entrar en ese tembladeral teórico.
La historiografía uruguaya acepta que la modernización se produjo asociada al
Militarismo en 1876, siendo ya preludiada en la década de 1860. ¿Pero se produjo a un ritmo homogéneo en todo el territorio? ¿Fue recibida de igual forma en las distintas regiones? Si tomamos a la modernización como un antes y un después en la historia uruguaya, como el nacimiento del estado-nación y del país del siglo XX y XXI: ¿La historia regional no debería estudiar mejor esta enorme transformación?
La modernización pudo haberse acelerado o retardado en las distintas regiones.
Haber contado en ciertas zonas con bases y predisposiciones estructurales ausentes en otras.
El departamento de Colonia, con su desarrollo urbanístico, la instalación de
colonias agrícolas y de estancias empresas, la gran división de la tierra, fue uno de los sitios de avanzada de la modernización y tal vez donde esta se dio más cumplidamente. ¿Hubo bases estructurales para esto, o se debió a un mero azar?
Una interpretación “clásica” formulada por la historiografía departamental (si bien
de modo implícito) se inclina por la segunda postura, planteando que la sociedad
departamental nació casi ex nihilo por el aporte de los inmigrantes y estancieros
extranjeros. Otra hipótesis menos explorada consistiría en rastrear algunos elementos estructurales que potenciaron la modernización en la región (sin descuidar los factores exógenos).
Cierta división de la tierra, el desarrollo de una clase comerciante dinámica
(asociada con los estancieros), la existencia de grupos agricultores, la aparición de centros poblados como aglutinantes sociales y políticos, una implantación estatal de relativa eficiencia, una frontera abierta y un fuerte desarrollo portuario, son algunos factores que aparecen ya a fines del siglo XVIII. Sin duda debieron condicionar el proceso modernizador, generando un ambiente más adecuado al mismo que potenció y aceleró los cambios.
Las clases altas locales apoyaron la instalación de las colonias agrícolas,
manteniendo múltiples vínculos con ellas. Por otro lado, al estar la propiedad bastante fragmentada, muchos hacendados vieron rentable fraccionar sus tierras y venderlas a los inmigrantes. Otros, al no disponer de grandes propiedades, comenzaron con la cría del lanar asociada al vacuno.
La conformación de los diversos grupos sociales y su recepción a la modernización
y a la llegada de los inmigrantes se debería estudiar atendiendo a los procesos de larga
duración.
La historia regional al indagar en las redes de poder locales y su desenvolvimiento temporal, puede vislumbrar como se produjeron transformaciones nacionales o globales a nivel local, tratando de elaborar un tiempo y una periodización propia para las distintas regiones. No se trata de desconocer las periodizaciones y procesos aportados por una macrohistoria nacional o universal, sino de adaptar y redimensionar esos procesos.
Entender la conformación identitaria de una región –y creo que Colonia puede ser
un buen ejemplo para eso- depende del análisis exhaustivo de sus procesos en la larga duración. Hecho sin duda evidente, pero que hasta ahora, en gran parte, se ha obviado.
BibliografíaBENTANCUR, A., “Historia Regional en Uruguay”, Montevideo, FHCE, 1993.
BURKE, P., “Sociología e Historia”, Buenos Aires, Alianza, 1994.
CASANOVA, J., “La historia social y los historiadores”, Barcelona, Crítica, 2003.
CHARTIER, R.,“La historia o la lectura del tiempo”, Barcelona, Gedisa, 2007.
FREGA, A.,“Pueblos y Soberanía en la Revolución Artiguista. La región de Santo
Domingo Soriano desde fines de la colonia a la ocupación portuguesa”, Montevideo, EBO, 2007.
FUCE, P., “Cerca de la Horca”, Montevideo, Torre del Vigía, 2003.
JACOB, R.,“Brevísima historia del Partido Ruralista”, Montevideo, Arpoador, 2006.
MIÑO GRIJALVA, M., “¿Existe la Historia Regional?”, historiamexicana.colmex.mx/pdf/13/ art_13_1968_18038.pdf -
MORENO CASTAÑEDA, M., “Tiempo e historia regional”, “Revista La Tarea”,
www.latarea.com.mx/articu/articu9/moreno9.htm.
MOREIRA, O., “Colonia y Rosario en las gestas del Plata”, Colonia, IMC, 1998.
REALI, L., “La voz de los historiadores 3. Aníbal Barrios Pintos”, Papeles de Trabajo, FHCE, s/d.
SAPRIZA, G., “Los caminos de una ilusión. 1913: Huelga de mujeres en Juan Lacaze”, Montevideo, Fin de Siglo, 1993.
SEMPOL, D., “Historia Local. Entre la aldea y la globalización”, “Brecha”, Montevideo, A. XIV, N 692, marzo 5, 1999.
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Fuente:
ESTUDIOS HISTORICOS – CDHRP- mayo 2009 - Nº 1 – ISSN: 1688 – 5317
Resumen:La historia regional hecha en el Uruguay no ha atendido hasta ahora al estudio de los procesos ni ha construido periodizaciones propias. Discusiones sobre los conceptos de región, la relación entre lo local y lo global y los diversos tiempos históricos no se han planteado. Se propone comprender la construcción política e identitaria de una región a través de los procesos económicos, sociales, políticos y demográficos que la conformaron. Las obras de Omar Moreira y Pabló Fucé sobre el departamento de Colonia, rastrean estos procesos en la larga y media duración, analizando algunos elementos que configuraron la región.
Por Sebastián Rivero Scirgalea1
La reflexión teórica acerca de la práctica histórica en el Uruguay fue y continúa
siendo escasa. Más todavía fuera de los ambientes capitalinos, cuando nos referimos a la historia realizada en el interior del país, a la llamada historia regional. Con una dimensión territorial muchísimo menor a la de México y Argentina, y con un aparato estatal de corte centralista y unitario, el país interior no se ha vivido como algo distinto de su capital, ni ha alentado construcciones históricas que marquen sus especificidades. La situación geográfica y política antes aludida, la ausencia de estudios de metodología y teoría de la historia a nivel universitario, aunado a la carencia de trabajos históricos - tanto en número
como en calidad- en el interior del país, inciden en la poca relevancia otorgada a la historia regional y al análisis sobre la misma.
1 Sebastián Rivero Scirgalea (1978). Profesor de historia, periodista. Integra el Consejo Ejecutivo Honorario de las obras de preservación y reconstrucción de la antigua Colonia del Sacramento. Desde el año 2000 viene realizando y publicando trabajos sobre historia regional del departamento de Colonia. En 2007 publicó el libro “La Guerra Grande en Colonia” (Montevideo, Torre del Vigía). E-mail: dazet@hotmail.com.
.
ABSTRACT:
La historia regional hecha en el Uruguay no ha atendido hasta ahora al estudio de los procesos ni ha construido periodizaciones propias. Discusiones sobre los conceptos de región, la relación entre lo local y lo global y los diversos tiempos históricos no se han planteado. Se propone comprender la construcción política e identitaria de una región a través de los procesos económicos, sociales, políticos y demográficos que la conformaron. Las obras de Omar Moreira y Pabló Fucé sobre el departamento de Colonia, rastrean estos procesos en la larga y media duración, analizando algunos elementos que configuraron la región.
The regional History studied in Uruguay has not drawn its attention to the research of processes nor has it been able to show clear periods and stages. Discussions about concepts concerning a particular region, the relationship between local and global matters or subjects such as varied historic times have not been raised so far. It is suggested to analyse the politic and identifying
characteristics of a certain region through the economical, social, politic and demographic processes which led to its formation. The works of Omar Morerira and Pablo Fucé about the province of Colonia, trace such processes back in long and medium duration, taking a very close look at the elements shaping the region.
La reflexión teórica y metodológica acerca de los estudios regionales que se evidencia en Argentina, Brasil y México, aquí no encuentra ningún eco. El único texto referido a la historia regional en Uruguay, publicado por Arturo A. Bentancur en 1993, puede dar cuenta de estas falencias. La mayoría de los libros y artículos de historia regional, son realizados por aficionados amables, con un tono localista, celebratorio, acrítico, superestructural, banderizo, de personalidades y héroes.
Por Sebastián Rivero Scirgalea1
La reflexión teórica acerca de la práctica histórica en el Uruguay fue y continúa
siendo escasa. Más todavía fuera de los ambientes capitalinos, cuando nos referimos a la historia realizada en el interior del país, a la llamada historia regional. Con una dimensión territorial muchísimo menor a la de México y Argentina, y con un aparato estatal de corte centralista y unitario, el país interior no se ha vivido como algo distinto de su capital, ni ha alentado construcciones históricas que marquen sus especificidades. La situación geográfica y política antes aludida, la ausencia de estudios de metodología y teoría de la historia a nivel universitario, aunado a la carencia de trabajos históricos - tanto en número
como en calidad- en el interior del país, inciden en la poca relevancia otorgada a la historia regional y al análisis sobre la misma.
1 Sebastián Rivero Scirgalea (1978). Profesor de historia, periodista. Integra el Consejo Ejecutivo Honorario de las obras de preservación y reconstrucción de la antigua Colonia del Sacramento. Desde el año 2000 viene realizando y publicando trabajos sobre historia regional del departamento de Colonia. En 2007 publicó el libro “La Guerra Grande en Colonia” (Montevideo, Torre del Vigía). E-mail: dazet@hotmail.com.
.
ABSTRACT:
La historia regional hecha en el Uruguay no ha atendido hasta ahora al estudio de los procesos ni ha construido periodizaciones propias. Discusiones sobre los conceptos de región, la relación entre lo local y lo global y los diversos tiempos históricos no se han planteado. Se propone comprender la construcción política e identitaria de una región a través de los procesos económicos, sociales, políticos y demográficos que la conformaron. Las obras de Omar Moreira y Pabló Fucé sobre el departamento de Colonia, rastrean estos procesos en la larga y media duración, analizando algunos elementos que configuraron la región.
The regional History studied in Uruguay has not drawn its attention to the research of processes nor has it been able to show clear periods and stages. Discussions about concepts concerning a particular region, the relationship between local and global matters or subjects such as varied historic times have not been raised so far. It is suggested to analyse the politic and identifying
characteristics of a certain region through the economical, social, politic and demographic processes which led to its formation. The works of Omar Morerira and Pablo Fucé about the province of Colonia, trace such processes back in long and medium duration, taking a very close look at the elements shaping the region.
La reflexión teórica y metodológica acerca de los estudios regionales que se evidencia en Argentina, Brasil y México, aquí no encuentra ningún eco. El único texto referido a la historia regional en Uruguay, publicado por Arturo A. Bentancur en 1993, puede dar cuenta de estas falencias. La mayoría de los libros y artículos de historia regional, son realizados por aficionados amables, con un tono localista, celebratorio, acrítico, superestructural, banderizo, de personalidades y héroes.
Una historia presa del acontecimiento, falta de rigor documental, o que se avoca tan sólo al documentalismo de tipo positivista.
Diego Sempol, por su parte, destaca en estas investigaciones la atenuación de los conflictos sociales, en pos de una historia de acuerdos que no incomode a nadie.
Observando cualquiera de estas publicaciones se percibe una sucesión de fechas y episodios –más cronología que relato histórico- donde a los hitos fundacionales acompaña la instalación de diversos servicios (escuelas, trenes, luz eléctrica, teléfono), la repercusión de sucesos bélicos, y en ocasiones las rencillas de los políticos locales narradas en tono de anécdota. El estudio profundo de las constelaciones económicas y sociales, de la conformación de las diversas clases y grupos sociales, se halla ausente. Más aún la reflexión sobre los diversos tiempos y ritmos históricos, sobre los procesos estructurales o coyunturales que afectan a una región.
No obstante, en los trabajos históricos de Aníbal Barrios Pintos y Washington
Lockhart, se destaca – o en casos se intuye- el abordaje de estos ritmos y procesos.
El primero al afirmar que su cometido como investigador es “analizar las
estructuras y las coyunturas y los impulsos que dictan los actos”, hecho que se trasparenta en varios de sus escritos. Lockhart, con un enfoque sociológico simmeliano, ha buceado en los tránsitos de la sociedad tradicional a la sociedad moderna, viendo los desajustes de las formas de vida criollas dentro de los marcos institucionales modernos.
Algunos recientes trabajos que establecen una bisagra entre la historia regional y la microhistoria, también son receptivos al estudio de los procesos.
Antes de analizar como se plantean los procesos y ritmos históricos en las obras de Omar Moreira y Pablo Fucé que enfocan el departamento de Colonia, conviene mencionar las configuraciones de la historia regional como objeto de estudio, las vinculaciones entre lo local y lo global y la consideración del tiempo y las periodizaciones en la historia regional, tratando de integrar el primer y el segundo aspecto dentro de la problemática del tiempo y los procesos.
La región en función de los procesos
El desmigajamiento de la ciencia histórica, el estallido y fragmentación de los
relatos totalizadores, hicieron que aparecieran diversas disciplinas y campos de
investigación en la historia. Uno de estos campos fue la llamada historia regional. ¿Pero qué elementos marcan su especificidad disciplinaria? ¿Se la puede relacionar, así como así – como a veces se insinúa- con la microhistoria, entendida de múltiples modos, tanto por los italianos como por los mexicanos, sus teorizadores y exponentes de más peso? ¿Posee acaso una metodología propia? El mexicano Manuel Miño Grijalva llega incluso a dudar de su existencia, en un artículo justamente –y sugestivamente- titulado “¿Existe la Historia Regional?”. El propio concepto de región se muestra desde el principio como algo complejo. ¿Es una pura condicionalidad geográfica, o un constructo social y político sobre un arbitrario marco geográfico? ¿La única caracterización valedera de la historia regional sería el remitirse a un espacio determinado, y presentar una determinante geográfica mayor que la de otros discursos históricos?
La historia regional hecha en Uruguay, por ejemplo, toma desde lo empírico un recorte regional que privilegia las ciudades o los departamentos, sin preocuparse demasiado por pensar acerca de estas elecciones.
Es cierto que se puede aceptar con Jesús Gómez Serrano – como lo hace a su modo Miño Grijalva – “que ‘es posible hacer buena historia regional – seria, bien documentada, que signifique una aportación real al campo escogido – que no se preocupe demasiado o en forma explícita’ por un conjunto de problemas o hipótesis preconcebidos como eje y motor de la explicación.” Si se puede admitir esto, empero es cierto también que se deben plantear las posibles metodologías y líneas teóricas para su abordaje. Miradas antropológicas, sociológicas, demográficas, de la teoría de redes, del entero espectro de las ciencias sociales, caben en la historia regional. La historia regional, como la misma Historia a secas, podría ser así, un vaso vacío a llenar con los aportes teóricos de las
ciencias sociales. El historiador regional, según sus objetivos y problemas, haría la elección metodológica – teórica y el recorte espacial, según las necesidades de su investigación.
Que no exista un método específico para la historia regional – considerando que
tampoco lo haya para la Historia en general- no obsta al hecho de que los historiadores regionales en su práctica puedan problematizar cuestiones como el tiempo y las periodizaciones, tomando en cuenta planos como los locales, nacionales y universales, recalando en la disparidad de tiempos y procesos que implican estas alteraciones de óptica.
Si el historiador regional –como reconoce Miño Grijalva- parece un eslabón entre el cronista y el historiador profesional, eso no lo exime del hecho de pararse a realizar un cuestionamiento mínimo acerca de su trabajo.
La relación entre lo local y lo global se presenta tal vez de la forma más fructífera.
La influencia de lo global sobre lo local, saltándose los condicionamientos nacionales, como la vinculación de diversos ámbitos locales a través de las redes globales, hace que se replantee por cierto, el problema de las escalas, los tiempos y las ópticas. Analizar historias fronterizas quizás sea aquí muy oportuno, dado que esas situaciones de mestizaje e hibridación son las que mejor se proyectan propiamente a lo global.
La construcción de la región y de sus marcas identitarias, a la par que sus
interacciones con otras regiones, con el estado-nación y con el ámbito internacional, se entrelazan con el reconocimiento de los tiempos propios de la región, de sus procesos y líneas de larga duración.
Percibir los procesos económicos, sociales y culturales en la larga duración sin
duda puede explicar la conformación política e identitaria de una región. La región como espacio geográfico, como ámbito cultural, deberá ser vista desde los procesos que la conformaron. O sea, la región no sólo abordada como ámbito espacial, sino como desarrollo temporal. Así se percibirán constancias estructurales, apreciando de la forma más fina posible la siempre difícil distinción entre cambios y permanencias.
En caso que aceptemos los tres tiempos braudelianos, también podemos considerar distintos espesores temporales a nivel regional, nacional o mundial. Los tiempos largos, medios y cortos pueden percibirse de distinto modo según la escala espacial. Los tiempos largos en la historia regional, como se ha sugerido especialmente desde una mirada antropológica, tal vez puedan observarse mejor en sus invariaciones que a nivel nacional o global. Pero también el acontecimiento, que en muchos casos impacta con mayor intensidad en el plano local, puede analizarse con sus ritmos y desarrollos propios – en caso operando como importante hito que separa una época de otra- en los estudios regionales. Asimismo la relación entre centro y periferia, que puede ser una de las manifestaciones de lo global y lo local, amerita ver como un desarrollo temporal se superpone a otro, tanto distorsionándolo como acelerando elementos ya contenidos en este.
La historia regional atendiendo a esta diversidad de tiempos debe construirse sus
propias periodizaciones o replantearse las usadas nacional y mundialmente.
Como sostiene Manuel Moreno Castañeda: “En primer lugar, nunca se deberá
sacrificar lo esencial de los procesos por priorizar la cronologización. Las periodizaciones, por más exactas y científicas que pudieran ser, no pasan de ser referencias temporales con un propósito de estudio, que tienen, y poco, que ver con los procesos históricos reales. Por más que una fecha nos parezca una gran marca histórica, o como dirían algunos un "parteaguas", estará cargada de una gran subjetividad muchas veces ideológica y puede ser representativa para una persona o un grupo social; pero muchos no se darán ni por enterados, o puede afectar a algunos aspectos de la vida social y otros seguirán su propia dinámica.” Debemos considerar entonces “las periodizaciones conocidas, como parte de un marco de referencia y como convenciones que facilitan el entendimiento, no como criterios rígidos; en fin, recuperar los tiempos propios en su sentido y su significado.”
El ahondamiento en el estudio de los procesos y los ritmos temporales a los que
podrían avocarse los historiadores regionales, haría que se supere una producción histórica, que según señaló en su estudio Arturo Bentancur, peca por ser demasiado descriptiva, acumulando datos sin interpretarlos.
Procesos y larga duración en Colonia: análisis de dos obras
Un saludable ejemplo de análisis de procesos, emprendido desde presupuestos
disímiles, es el que presentan las obras de Omar Moreira y Pablo Fucé.
Omar Moreira en “Colonia y Rosario en las Gestas del Plata” indaga el modo como
“nace la matriz del departamento actual”.
Gerardo Caetano comentando este texto, reconoce que es una apuesta a rastrear un proceso de larga duración. Proceso que se aborda desde la geografía y la urbanística.
Moreira, al hacer foco en una zona de frontera como lo es Colonia, conformada
desde los siglos XVII y XVIII, abre su investigación desde lo local a lo global. El
entramado fronterizo vinculado con el espacio atlántico sería uno de los primeros y principales componentes de la configuración del departamento de Colonia. Su desarrollo urbanístico y su atípica distribución espacial ya estarían prefigurados para el autor, desde el siglo XVIII. En esa época ya se empezarían a plantear las tres zonas económicas, sociales y culturales en que se divide aún hoy el departamento: El Partido de Víboras (o zona oeste, con las actuales Carmelo y Nueva Palmira), con una alta densidad demográfica desde la etapa colonial, mantenida hasta fines del siglo XIX; el Partido del Rosario (zona este), con un desarrollo menor y una fuerte presencia de los estancieros; y la Colonia del Sacramento (zona centro), primero en manos portuguesas y luego españolas.
Según la hipótesis de Moreira, la colonización española de la región (el actual
departamento) se produjo en reacción al portugués, existiendo sin embargo, una estrecha convivencia entre ambas comunidades, ocurriendo aproximaciones que pautaron “una historia en común”, al punto que los dos impulsos poblacionales funcionaron como si fueran uno. Esto marcó, según Moreira, una “dialéctica de acción – respuesta que habría dejado su impronta para el resto de su historia” en la distribución poblacional.
La integración presente del departamento, con su profusión de ciudades, devendría de aquella matriz. Pero si estas relaciones – sin duda tensas- entre lusitanos y españoles habrían conducido a una primitiva integración de la región, esta integración para el futuro se distinguiría por su debilidad, hecho que Moreira no señala del todo. La convivencia entre los núcleos poblados del departamento a lo largo de su historia no estaría libre de conflictos. Relaciones y a la par rispidez entre las ciudades departamentales serían las herencias de esta matriz.
Mientras que el análisis de Moreira es de tipo geográfico y urbanístico, explorando desde estos enfoques la larga duración, Pablo Fucé ofrece un abordaje de corte antropológico.
Su libro “Cerca de la Horca” es un trabajo microhistórico, no sólo por presentar un
estudio de caso, sino por mostrar una anomalía como factor indicial de situaciones más amplias (al modo de Ginzburg).
Se puede inscribir su intento interpretativo dentro de una serie de obras aparecidas en los últimos años (Gabriela Sapriza, “Los caminos de una ilusión. 1913: Huelga de mujeres en Juan Lacaze”, 1993; Raúl Jacob, “Brevísima historia del Partido Ruralista”, 2006; y Ana Frega, “Pueblos y Soberanía en la Revolución Artiguista. La región de Santo Domingo Soriano desde fines de la colonia a la ocupación portuguesa”, 2007) que realizan desde diversas modalidades un interesante cruce entre la historia regional y la microhistoria. Raúl Jacob incluso, señala de modo explícito su tránsito entre lo local y lo microhistórico. El enfoque microhistórico que aparece en ellas puede escindirse –siendo esquemáticos- en dos grandes líneas apuntadas por Roger Chartier:
“En efecto, hay una gran distancia entre la perspectiva que considera los recortes
microhistóricos como laboratorios que permiten analizar intensamente los mecanismos de poder que caracterizan una estructura sociopolítica propia de un tiempo y un lugar determinado, y la que considera esos mismos recortes como una condición de acceso a creencias y a ritos que, usualmente, las fuentes callan o soslayan y que remiten, en su ‘anomalía’ incluso (el término es de Ginzburg), a un zócalo cultural compartido por la humanidad toda.”
Si el primer tipo de microhistoria es el más habitual en el panorama nacional, no
obstante aparecen obras como la de Fucé, dentro del segundo tipo.
Un incidente entre dos gauchos que deriva en un crimen, rescatado de los archivos coloniales, es el disparador para reconstruir la implantación de los poderes virreinales en la región de Colonia. El expediente, con su carga de rareza, deja entrever la relación entre gauchos y vecinos, los vínculos entre dos mundos con sus propios códigos y relaciones de poder. El texto, en gran parte, indaga acerca de lo dicho y lo silenciado, elementos que van apareciendo a lo largo de las investigaciones judiciales.
El capítulo III (“Leyendo la ciudad. Imágenes y palabras; conservadurismo
dirigente e insolencia popular”) deja en suspenso el crimen, para interpretar un lapso temporal más amplio comprendido desde la instauración del régimen español en Colonia en 1777, a su posterior quiebra durante la revolución. En este capítulo especialmente se dan ciertas pistas para entender como se estableció el poder estatal en la región. La elite radicada en Colonia se valió de la autoridad monárquica para cimentar sus posesiones territoriales y poder controlar a los gauchos, su mano de obra. La creación de una burocracia local posibilitó el desarrollo de las clases altas locales, a través del control urbano y del espacio rural de extramuros.
El dominio de la ciudad amurallada sobre su entorno rural se vio cuestionado con el advenimiento de la revolución. Entonces la elite local demostró todo su conservadurismo, tratando de mantener a cualquier precio las estructuras estatales que respaldaban su poder.
De aquí resultará la buena recepción de la invasión lusobrasileña. Ante el nuevo orden revolucionario que venía del campo, de ese espacio fronterizo aún no dominado, encarnado en los gauchos, la ciudad amurallada se atrincheró en el antiguo orden, orden que le aseguraba un mínimo de encuadramiento estatal y que había constituido su triunfo y asidero. Fucé no ahonda del todo en esta implementación del aparato estatal en la región, sino que brinda algunas claves para ayudar a entenderlo. Pero estas son lo suficientemente ilustrativas para captar el proceso de construcción estatal y el rol que le cupo a las elites locales. La relativa fortaleza de los poderes estatales en la región (durante la época hispana y luego con la república) se esboza en sus estadios iniciales.
En el siguiente apartado veremos como este elemento incidió en el proceso de
modernización del departamento.
Con diferentes espesores temporales y diversos postulados temáticos (geográficos, urbanísticos, demográficos, antropológicos, sociales y políticos), estas dos obras visualizan procesos con sus ritmos propios, tanto referidos a la construcción de un espacio geográfico como a la creación de un sistema administrativo y burocrático.
Un tema a explorar: el advenimiento de la modernización y sus bases estructurales Las investigaciones de Moreira y Fucé aportan insumos para un problema que se ha señalado en la historiografía sobre el departamento de Colonia, pero que no se ha estudiado en profundidad. Nos referimos a la modernización y su incidencia en la conformación del departamento desde fines del siglo XIX hasta la actualidad.
Son diversas las teorías acerca de la modernización, explicándola por factores
endógenos o exógenos, a la par que por múltiples variables que la definen y la distinguen de la “sociedad tradicional”. No pretendemos entrar en ese tembladeral teórico.
La historiografía uruguaya acepta que la modernización se produjo asociada al
Militarismo en 1876, siendo ya preludiada en la década de 1860. ¿Pero se produjo a un ritmo homogéneo en todo el territorio? ¿Fue recibida de igual forma en las distintas regiones? Si tomamos a la modernización como un antes y un después en la historia uruguaya, como el nacimiento del estado-nación y del país del siglo XX y XXI: ¿La historia regional no debería estudiar mejor esta enorme transformación?
La modernización pudo haberse acelerado o retardado en las distintas regiones.
Haber contado en ciertas zonas con bases y predisposiciones estructurales ausentes en otras.
El departamento de Colonia, con su desarrollo urbanístico, la instalación de
colonias agrícolas y de estancias empresas, la gran división de la tierra, fue uno de los sitios de avanzada de la modernización y tal vez donde esta se dio más cumplidamente. ¿Hubo bases estructurales para esto, o se debió a un mero azar?
Una interpretación “clásica” formulada por la historiografía departamental (si bien
de modo implícito) se inclina por la segunda postura, planteando que la sociedad
departamental nació casi ex nihilo por el aporte de los inmigrantes y estancieros
extranjeros. Otra hipótesis menos explorada consistiría en rastrear algunos elementos estructurales que potenciaron la modernización en la región (sin descuidar los factores exógenos).
Cierta división de la tierra, el desarrollo de una clase comerciante dinámica
(asociada con los estancieros), la existencia de grupos agricultores, la aparición de centros poblados como aglutinantes sociales y políticos, una implantación estatal de relativa eficiencia, una frontera abierta y un fuerte desarrollo portuario, son algunos factores que aparecen ya a fines del siglo XVIII. Sin duda debieron condicionar el proceso modernizador, generando un ambiente más adecuado al mismo que potenció y aceleró los cambios.
Las clases altas locales apoyaron la instalación de las colonias agrícolas,
manteniendo múltiples vínculos con ellas. Por otro lado, al estar la propiedad bastante fragmentada, muchos hacendados vieron rentable fraccionar sus tierras y venderlas a los inmigrantes. Otros, al no disponer de grandes propiedades, comenzaron con la cría del lanar asociada al vacuno.
La conformación de los diversos grupos sociales y su recepción a la modernización
y a la llegada de los inmigrantes se debería estudiar atendiendo a los procesos de larga
duración.
La historia regional al indagar en las redes de poder locales y su desenvolvimiento temporal, puede vislumbrar como se produjeron transformaciones nacionales o globales a nivel local, tratando de elaborar un tiempo y una periodización propia para las distintas regiones. No se trata de desconocer las periodizaciones y procesos aportados por una macrohistoria nacional o universal, sino de adaptar y redimensionar esos procesos.
Entender la conformación identitaria de una región –y creo que Colonia puede ser
un buen ejemplo para eso- depende del análisis exhaustivo de sus procesos en la larga duración. Hecho sin duda evidente, pero que hasta ahora, en gran parte, se ha obviado.
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Fuente:
ESTUDIOS HISTORICOS – CDHRP- mayo 2009 - Nº 1 – ISSN: 1688 – 5317
http://www.estudioshistoricos.org/edicion_1/sebastian-rivero.pdf
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