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17.11.12

La Clase Media que se activa


La Clase Media dominicana participando en escenarios de luchas sociales


Por Pedro Samuel Rodríguez

No es tan simple como parece. En términos políticos no se trata de más de lo mismo. Primero las manifestaciones del “Estoy Jarto”; luego por el 4% para la educación; ahora contra la Reforma Fiscal. Estos movimientos, aunque aún se presenten con objetivos relativamente difusos, podrían ser el inicio de una revolución pendiente por décadas, protagonizada por una Clase Media minoritaria, harta de la manipulación de políticos que se promueven subsidiando a la marginada Clase Mayoritaria de votantes a costa de ella.

Se trata de un conjunto de justicieros movimientos que a corto o a mediano plazo darán al traste con la forma tradicional de hacer política y con la atrasada visión que hasta hoy prevalece, en donde la relación de las dirigencias políticas con la minoritaria y desamparada Clase Media, se ha tornado  descaradamente utilitaria.

Y es que, hasta los tiempos presentes, la casi total ausencia de los escenarios en donde se traban las luchas y las fricciones sociales, ha sido causa fundamental por la cual la minoritaria Clase Media dominicana no obtuvo previamente el curtimiento necesario ni la clara conciencia de clase que le hubiese capacitado para haber asumido la defensa de los intereses que les son inherentes. Así, las debilidades exhibidas a causa de esas carencias, facilitaron su permanente manipulación y aprovechamiento desde las diversas instancias políticas.

No obstante, el entrenamiento ha empezado y los objetivos de esa Clase parece que se definen. Tales objetivos no se dirigen a la desaparición del sistema de partidos ni a la desestabilización de las instituciones sino al fortalecimiento de la democracia mediante la modificación de las tradicionales relaciones de la dirigencia política con dicha minoritaria Clase.

Pero no nos engañemos. Aún no todo individuo perteneciente a  las Clases Medias está integrado a estos movimientos. Desafortunadamente, una importante proporción de ellos permanece aún prisionera de sus estrechos ámbitos de clase, sumergida en estériles competencias consumistas y desgastándose en poses intrascendentes y banales.

Por fortuna, las adscripciones al segmento social de Clase Media que se ha activado, va en aumento. Asimismo, crece una adhesión de simpatía hacia estos movimientos, proveniente de individuos pertenecientes a la parte más lúcida de los Conglomerados Mayoritarios. Y es que  bien ponderado, todos estarán de acuerdo en que los resultados de tal coalición de fuerzas serán beneficiosos, porque con ella se lograría cohesionar lo más sano del conjunto social de la Nación, apartando a corruptos, vagos, aprovechadores y vividores sin importar la clase económica o social de la que provengan.

Una coalición de fuerzas que integre la experiencia histórica de marginalidad a que ha estado sometido el Conglomerado social Mayoritario, junto a la experiencia histórica de desamparo a que ha estado sometida la Clase Media, influirá necesariamente en la conformación de formas de gobiernos más justas y progresistas.

No es tan simple como parece. Los resultados finales de estos movimientos no son los tradicionalmente usuales. La oposición política no debe creer que de este proceso saldrá indemne y sin pagar un alto costo. Tampoco debe así creerlo el históricamente excluido Conglomerado Social Mayoritario. Incluso, que no piense la clase magisterial que los recursos generados por el 4% aumentarán automáticamente sus salarios. Tal vez esto sólo lo logre una élite de ella, capacitada y entrenada a partir de lo aprendido con profesores importados quien sabe si desde Cuba o España.La misma Clase Media podrá verse sometida a fuertes cuestionamientos e inéditas presiones. A mediano o a largo plazo, no será tan simple como hoy parece.

 Y es que la Clase Media no es tonta. Es ella el segmento social que ha auspiciado los más grandiosos y positivos cambios sociales en todo el mundo y en todas las épocas. Aquí sólo ha estado dormida aunque ahora parece demostrar con audacia su capacidad en recuperar el tiempo perdido.

Los actuales movimientos que observamos, parecerían ser exclusivamente contra el “paquetazo” y en contra de “los políticos que ocasionaron el hoyo fiscal”; pero resulta que al interior de esa minoritaria Clase Media dominicana subyace desde hace mucho tiempo unos históricas e irresueltos nudos, los cuales necesita sacudir con urgencia. Es por ello que, probablemente, la indignación de hoy sea apenas una suerte de inconsciente y necesario ejercicio de entrenamiento para futuras y prolongadas jornadas de fricciones y luchas en pos de la solución de tales históricas ataduras (ver nuestro escrito: "La soledad de la Clase Media minoritaria*).

Hoy, como era de esperarse, la Clase Media se despereza y su objetivo más trascendente podría ser su responsabilidad en recuperar el histórico protagonismo perdido que podría salvar el país del despeñadero que actualmente late con temerosa insistencia. Su debut participando en cuestiones de luchas sociales, representa además un novedoso reto para ella misma. El conjunto social hace tiempo reclamaba su presencia activa.

 La agitación que se ve empezar no es una elemental manipulación política. Al contrario, podrían verse resultados inversos a los tradicionalmente esperados. Probablemente, los argumentos que hoy se esgrimen en contra de una dirigencia política determinada no serían más que la punta de una suerte de iceberg socio-histórico cuyo impacto modificará las visiones que hasta hoy prevalecen. Por absoluta necesidad, estos movimientos lucen apuntar como primer y verdadero objetivo a un radical replanteo de la desfasada relación entre Conglomerado Mayoritario-Pobre, Segmento Social Minoritario de Clase Media y Dirigencia Política.

En términos generales, la Clase Media sabrá distinguir la diferencia entre una coyuntura política del momento y una artificiosa y permanente estructura partidista de manipulación utilitaria.

Dicho en otras palabras, la Clase Media subsidia una parte importante de los Servicios que el Conglomerado Mayoritario-pobre evade a causa de su desafortunada e histórica invalidez económica. Pero resulta que ese esquema posee un irritante y descarado artificio: el respaldo que la dirigencia política otorga al Conglomerado Mayoritario desposeído, resta a la vez importancia a la minoritaria y desamparada Clase Media, convirtiendo en perversamente utilitaria dicha relación en vista de que esa Clase Media no posee la capacidad de aportar el caudal de votos que sí le aporta el poderoso Conglomerado Social Mayoritario. En consecuencia, la minoritaria Clase Media es transformada en el forzado pivote que subsidia a una clase Mayoritaria que ignora el artificio y cuyo beneficiario final es el político que manipula a ambos.

En función de cantidad de votos aportados, la dirigencia política hace más promesas al Conglomerado numéricamente Mayoritario que a la Clase Media, resultando entonces que la Clase Media sea valorada no en función de su escaso número de votos sino por la utilitaria  función de simple bisagra, exprimiéndole con permanentes aumentos de impuestos y el pago de elevados servicios y arbitrios, tratando con ello cumplir lo prometido a la marginada Clase social Mayoritaria, la cual es la que verdaderamente le asegura los votos necesarios para el disfrute del poder político y el enriquecimiento.

No se trata de una humanitaria labor de compensación por una deuda social acumulada a favor de las grandes mayorías. Al contrario, cierta clase política utiliza el “piadoso” expediente con el fin de aferrarse al poder mientras agita el látigo hacia las costillas de las Clases Medias minoritarias. Es esta una inaceptable manipulación que raya en lo perverso y que la Clase Media no tiene intención de continuar tolerando.

El juego parece que termina y es esto una poderosa razón por la que la Clase Media empieza a tomar en sus propias manos la defensa de sus intereses, desenmascarando el ardid. En consecuencia, la lucha de la Clase Media es por la obtención de un nuevo orden político y social de relaciones.

Es precisamente el ponerle término a esa relación a lo que los movimientos sociales de la Clase Media apuntan como objetivo primario. El fin último no es el "Paquetazo Fiscal del PLD". Sería ingenuo y simplón el así creerlo. Ello es un medio para el adiestramiento; una estación en el trayecto. De lo que se trata, pues, es terminar con el permanente castigo de todas las dirigencias político-partidarias, motorizado mediante los engañosos y obsoletos esquemas mencionados.

El Conglomerado social Mayoritario ES y representa al pueblo dominicano. Las Clases Medias minoritarias encarnan las aspiraciones de lo que ese pueblo anhela ser. 


Cuando lo más sano de ambos segmentos sociales tenga una presencia equilibrada en el Congreso, en estamentos de dirección del Gobierno, en los medios de comunicación y en la arena de luchas y fricciones civiles; cuando la Clase Media tome el valor de iniciar jornadas programadas en las que saliendo de sus refugios muestre su presencia a la Clase Mayoritaria -digamos- compartiendo el transporte colectivo y dedicando tiempo en ayuda social en barrios marginados, expresando con ello que "somos un mismo pueblo"; entonces se habrá dado inicio a un proceso verdaderamente trascendente de cohesión social.

Así, si cierta racionalidad se impone, los cambios que se reclaman dejarán de ser promovidos desde tribunas de profesionales politiqueros tradicionales sino protagonizados e impulsados por una Clase Social Media dinámica y progresista, respaldada por lo más lúcido de la Clase Social Mayoritaria.

Hasta ahora, lo peculiarmente penoso de la Clase media dominicana ha sido su doble carencia de una presencia militante y de una lúcida autodefensa de sus intereses de Clase. Pero las movilizaciones del presente preludian el inicio de tales esperados cambios.


En un escenario de esa naturaleza caerán los que deban caer y se promoverán quienes en verdad lo merezcan.

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Nota: El presente escrito está inspirado en un trabajo que escribimos en 2005 titulado “La soledad de la clase media minoritaria” (*) en el que abordamos la soledad, la incomprensión,  la manipulación y la injusta explotación, como escenario permanente al que la tradicional dirigencia política ha arrojado a esa clase social minoritaria y dinámica.

(*) “La soledad de la clase media minoritaria”:


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27.9.12

Mutilación de la consonante 's' en el Caribe hispanohablante




Hoy, algunos considerarían irreverente si se les dice que lo hispánico llegó a la isla antes que lo africano, aunque así sucedió en realidad.


Por Pedro Samuel Rodríguez

El presente escrito no posee pretensión académica alguna y a su autor solo le mueve el simple interés por el tema en cuestión. Es probable, además, que los aspectos aquí tratados hayan sido planteados por especialistas e investigadores del lenguaje en quién sabe cuántos autorizados ensayos. No obstante, quien escribe, un caribeño-antillano-dominicano, no ha leído esos textos y en consecuencia, escribe como resultado de una reflexión personal sobre aquello que aún no ha examinado.

Aclarado lo que precede, entremos en materia.

En términos generales y con diversas gradaciones y matices según la región, la mutilación de la letra ese en el Caribe hispanohablante parece caracterizarse por: 

     1- la supresión de la letra ‘s’ cuando a ésta le sigue otra consonante. Ejemplos:  sp: esperó (eperó), áspero (ápero), st: poste (pote), esto (eto), visto (vito), sc: oscuro (ocuro), buscó (bucó), sb: esbirro (ebirro), sl: muslo (mulo), sq: esquina (equina), sf: esfera (efera), sm: esmalte (emalte)...

       2-  la supresión de la ‘s’ cuando ésta se encuentra al final de la palabra. Ejemplo: jamás (jamá), manos (mano), compás (compá), mujeres (mujere)…

En ambos casos (1 y 2) lo mismo ocurre con la ‘z’ (en función de ‘s’). Ej.: zc: mezcla (mecla), y al final de la palabra: feliz (felí), veloz (veló), luz (lú)… Lo mismo ocurre con la x (en función de 's'): texto (teto), experto (eperto), antrax (antra)...

Sin embargo no hay problemas con la pronunciación de la ‘s’ cuando a ésta le sigue una vocal. Eje.:  sa: mesa (mesa), casa (casa), sala (sala), so: peso (peso)…  Lo mismo vale para la consonante ‘z’ (en función de ‘s’): maza (masa),  marzo (marso), caza (casa)… e igual para la x: léxico (lésico), Máximo (Másimo)...

Hay que destacar que los ejemplos aquí expuestos son más notorios en el habla coloquial cotidiana popular, y se atenúan en las exposiciones discursivas formales y de modo relativo en los medios de comunicación masiva. 

Posible origen de este fenómeno fonético
Los "sonidos de alta frecuencia":

Pensamos que la supresión de las eses en el Caribe hispanohablante ha ocurrido por influencia  de las lenguas africanas cuya presencia histórica data de la época de la esclavitud africana en esta zona. Si escuchamos algunos de los actuales dialectos hablados hoy  en Africa, podremos notar que el aparato fonológico de sus hablantes les imposibilita pronunciar "sonidos de alta frecuencia" como aquellos que precisamente deben emitirse cuando se encuentra una ‘s’ a la que sigue una consonante: (Sc) oScuro, (Sp) eSpina, (Sl) muSlo, (St) eStufa, (Sf) eSfera; y la ese  colocada al final de las palabras: compáS, manoS.
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Así, los esclavizados africanas recién traídos al Caribe a partir del siglo XVI al iniciarse la época colonial, evitarían tales incómodos y extraños sonidos mediante el recurso de la supresión de una de las letras (la S) de ese par de consonantes que obliga a producir lo que para ellos sería un impronunciable sonido (Sc, Sp, Sl, St...) así como la 's' final.

Si escuchamos con atención algunas de las lenguas habladas hoy en Africa, nos percatamos de la ausencia de esos "sonidos de alta frecuencia" que mencionamos. Oigamos un africano actual hablando en su lengua nativa y observemos la carencia de sonidos como los producidos por el par de consonantes mencionado, así como la falta del sonido que produce la 's' al final de una palabra castellana:








Corrección del vídeo: "los esclavos eran sacados del continente africano por las costas del Océano Indico, al ESTE".



En efecto, para los recién llegados hablantes de esas lenguas africanas, la solución por la que optaron sería simple y efectiva: suprimir la incómoda letra ‘s’ cuando le sigue otra consonante y cuando está al final de la palabra. Así, la adaptación del idioma castellano a su propia posibilidad fonológica de origen se hizo evidente y de esa forma aquellos africanos se gestionaron un castellano parecido al sonido plano y gutural propio de sus lenguas originarias. Esa necesaria acomodación resultó en posibles sonidos tales como: bucó eperó mulo pote eto ocuro equina efera vito lu felí veló ecuela epaña…, solucionando así un problema no sólo por la vía de lo más fácil sino por la vía de lo fonéticamente posible.


Presencia de la ‘s’ en ausencia de lo africano:

En regiones de Iberoamérica en donde los españoles colonizadores no llevaron esclavos africanos en razón de que no fue necesario por motivos de la abundante cantidad de nativos allí encontrados, como fue el caso de –digamos- vastas regiones de México, no se da el fenómeno de la mutilación de la ‘s’ que aquí tratamos. 

Así, hoy, a muchos mexicanos incluso analfabetos de la zona rural de esa nación les escuchamos pronunciar sin dificultad alguna, expresiones como la siguiente: “nosotros estamos esperando las medidas anunciadas por nuestros congresistas”. Sin embargo, en el Caribe hispanohablante, ya sea Cuba, República Dominicana, Puerto Rico, la costa caribeña de América Central, de Colombia y demás zonas en donde hubo alguna notable presencia africana, esa misma expresión se escucharía de una manera muy semejante a la siguiente: “nosotro etamo eperando la medida anunciada por nuetro congresita”. 

El origen de las diferencias entre aquellos mexicanos y estos caribeños podría ser fisiológica. Es posible que la naturaleza del aparato fonológico de los hablantes de las lenguas nativas de México facilitara su adaptación a aquel sonido que obliga a emitir la pronunciación del mencionado par de consonantes  en el idioma castellano; no sucediendo así en la fisiología del aparato fonológico de los hablantes de las lenguas africanas recién llegados en aquel tiempo.

Nota: indígenas mexicanos hablando su lengua nativa:  







Lo que llamamos 'sonidos de alta frecuencia' son aquí evidentes. En  sus palabras detectamos sonidos muy similares a los producidos por las consonantes sc: "retscoya", "scuen", sp: "spikan"...,  y como aquel que produce la 's' al final de una palabra. En consecuencia, la adaptación de su aparato fonológico al idioma español no le urgió a realizar cambios considerables al idioma castellano.

En México, las fuerzas telúricas que gestaron la base de la cultura popular y mayoritaria, provienen de las milenarias etnias indígenas originarias, las que, con los ingredientes de los procesos de aculturación y transculturación, han ido perfilando las formas de lo autóctono. En Santo Domingo, lo autóctono es producto de la combinación de dos culturas llegadas desde el exterior [españoles y africanos] hace apenas quinientos años en donde la fusión étnica fue gestando una base cultural híbrida. Los esclavos africanos llegados al Caribe a partir del siglo XVI, tuvieron la necesidad de modificar el castellano para adaptar ciertos sonidos a sus lenguas de origen y esa modificación parece haber gestado las formas del lenguaje hasta el presente. Si en términos de fonética del lenguaje quisiéramos detectar cuál ha sido aquí el protagonista más influyente [entre españoles y africanos] parece que ese protagonismo se inclina claramente a favor del vector cultural de ascendencia africana. Las formas del lenguaje que en este escrito tratamos sería demostración de ello.  

El fenómeno fonético de la supresión o mutilación de la consonante ‘s’  según lo describimos, parece que fue conformándose a partir de los núcleos humanos esclavizados provenientes de las costas occidentales del continente africano. Su influencia se expandiría  mediante la masiva presencia de los descendientes de tales núcleos; consolidándose mediante los procesos de mestizaje y luego generalizándose a partir de los respectivos procesos de emancipación e independencia de estas sociedades caribeñas hispanohablantes. En la República Dominicana de hoy, se observa que las inserciones  sociales obtenidas mediante las luchas políticas de los últimos cinco decenios se encargaron de consolidar definitivamente la magnitud de la influencia de ese vector cultural de ascendencia africana en el resto de la población.

Es necesario destacar que en el presente, el grado de mutilación de la ‘s’ varía de acuerdo a la magnitud numérica de los individuos africanos llegados en el transcurso de la época colonial a estos territorios caribeños. Así, observamos que esa mutilación es mucho más evidente en la ciudad de Cartagena de Indias (Colombia) que en la capital de esa nación, Bogotá, en donde el sonido de la ‘s’ es generalmente bastante claro. Esta variación relativa sería una adicional confirmación a la tesis que sustentamos sobre el origen africano de la mutilación de las eses en la cuenca del mar Caribe. En la caribeña ciudad de Cartagena, la presencia de esclavos africanos fue infinitamente superior a la de Bogotá. Por su parte, en la costa caribeña de Venezuela, se presenta un fenómeno bastante parecido al colombiano, pero  en Caracas  más bien se tiende a sustituir la ‘s’ por un sonido parecido a la ‘j’: “los invito pues” (loj invito puej), “cuando estés acá” (cuando estej acá)… Esta sustitución de la ‘s’ por ‘j’ se observa también en ciertas regiones  de Cuba y Puerto Rico. Con menor intensidad, ciertos segmentos de la población dominicana también hacen tal sustitución.

Pronunciación de las eses, criollidad y machismo:

Probablemente en áreas geográficas específicas como la actual República Dominicana, el crecimiento de la histórica influencia africana ha llegado a ser más poderosa que su correlato hispánico. Es posible que ello se deba al intenso proceso de mestizaje ocurrido desde principios de la colonia en ese pueblo antillano. Se trata del pueblo caribeño más mezclado, cuya mezcla se operó en la particular condición (caso único en Iberoamérica) de unos amos en aislamiento y en casi permanente estado de pobreza. Esta condición está documentada en muchas cartas del siglo XVII dirigidas por los obispos al rey y en incontables escritos coloniales que lo reseñan.

Ciertamente la tendencia general del dominicano es la de adscribirse a la cultura Occidental. No obstante, en las últimas décadas, el sustrato de ascendencia africano es el que parece protagonizar la cultura de la nación. Esta dicotomía se hace evidente incluso en sectores minoritarios de individuos blancos provenientes de las clases altas cuyos ancestros no fueron esclavos. Por un lado sus gustos y preferencias son marcadamente los de la cultura occidental pero cuando deben expresarse con énfasis y determinación lo hacen utilizando las formas del habla proveniente del histórico sector africano.

Al menos en el ámbito de la lengua se percibe que el poderoso sector ancilar africano es asumido como factor constitutivo de la criollidad, mas no ocurre así respecto a la debilitada influencia hispánica. Actualmente y como resultado de las luchas políticas y el avance de la democracia de los últimos cincuenta años, las élites sociales y económicas que antaño eran los protagonistas de los salones y de las calles, han cedido ese protagonismo al conglomerado mayoritario. La presencia del pueblo mayoritario en el escenario de la nación, evidencia que la cultura de filiación ancilar es el sustrato influyente y protagónico. Hoy, en el ámbito del conglomerado social mayoritario, aquel que pretenda sacar a relucir lo hispánico podría ser culturalmente proscrito. En ese conglomerado no parece simpático adoptar las formas culturales que puedan evocar al amo de la colonia.

Si quisiéramos conocer cuándo históricamente inició esa tendencia tendríamos tal vez que remitirnos a mediados del siglo XIX cuando empezaría a generalizarse en forma inconsciente la solidaria piedad con que el religioso humanismo español conformó a la población de esta nación caribeña. Pero no debemos olvidar que también hubo en ese tiempo la necesidad de utilizar a los ex esclavos en función de soldados (de peones-soldados) para las guerras que consolidaron la Independencia.

Si quisiéramos hurgar en un pasado aún más remoto, entonces  es probable que factores tales como la pobreza de los amos en nuestros primeros siglos, fuera conformando en éstos un sentido de vital dependencia respecto a sus esclavos, y a la vez estos esclavos desarrollarían un sentido particular de su importancia, con tanta fuerza, que al paso del tiempo su impronta ancilar (esclava) iría validándose como el sustrato fundamental a pesar de su posición social subordinada. En lo que al presente escrito concierne, ese enorme poder sumergido iría imponiendo sus formas culturales al resto de la población, no sólo en el lenguaje sino en lo atinente a casi toda la carga simbólica  de lo vernáculo. Hoy, la magnitud de ese poder no permitiría que algún irreverente se atreva a insistir en que lo hispánico llegó a la isla antes que lo africano, aunque así haya ocurrido efectivamente.

Hoy en día, en la República Dominicana, quien ose hablar “poniendo las eses donde van” puede ser despectivamente sindicado de pretencioso, ampuloso y hasta de poco varonil. Esos cuasi agresivos señalamientos pueden interpretarse como definitiva declaración que sella y oficializa la victoria de unas formas culturales (africanas) sobre otras (hispánicas).

Para poner todo esto en perspectiva, se nos ocurre indicar que sería perfectamente posible que estas acusaciones y señalamientos sorprendan a aquellos mexicanos rurales antes mencionados; éstos no atinarían a comprender la relación existente entre una cosa y la otra; es decir, entre la pronunciación de las eses, lo pretencioso, lo ampuloso y el machismo. A su vez, para muchos dominicanos resultaría extraña la incomprensión de esos mexicanos.

Reflexiones finales:

Nuestra intención es precisamente la de vincular tales extrañezas mediante la facilitación de espejos externos que nos permitan mirarnos en el otro, y mediante el examen histórico de particularidades como el lenguaje, para así entender por qué somos de determinada forma y por qué actuamos como lo hacemos,  y además para concienciarnos de que no se trata de una naturaleza nacional inamovible y eterna sino de que hemos estado adaptándonos a fenómenos dinámicos, los que si no son pasibles de revertir a voluntad al menos podemos mantener a conciencia. Así, el estudio de nuestra identidad nacional puede entonces empezar a ser abordado, contando con herramientas tales como el simple y cotidiano lenguaje popular. 

En el ámbito dominicano seguiremos suprimiendo las eses al hablar, pero luego de mirarnos en aquellos espejos estaríamos habilitados para mantener o modificar esas formas por propia decisión y no sólo como instancias que creíamos inmodificables costumbres de nativos. Así, al menos, sabremos cuál es el origen del temor a “poner las eses donde van” cuando hablamos, y el por qué de otros tantos, tontos, subjetivos y múltiples miedos e inseguridades semejantes. Es cierto que “Somos así y así somos” pero seguiremos siéndolo sólo hasta que decidamos modificar ese modificable destino.


Notas: 

1- Campesino mexicano
Podemos escuchar los mencionados sonidos de alta frecuencia en sus palabras:
http://youtu.be/_E2jcEPXYm8

2- Afromexicanos de la costa. La proporción étnica de su mezcla los aproxima o aleja de la pronunciación de los sonidos de alta frecuencia que mencionamos. Mientras más cerca de la etnia nativa más presencia de dichos sonidos en su fonética: 


 
  
                  3- Campesina suramericana hablando en su lengua nativa. Obsérvense los sonidos de alta frecuencia presente en sus   palabras:


4- Platanero ambulante en Santo Domingo. Observemos la carencia de los mencionados sonidos de alta frecuencia en sus expresiones:

              5-  Breve documental sobre la trata esclavos africanos. Es obvio, pero parece que hay que repetirlo constantemente, que todo africano llegado a América en la era colonial fue traído en función de trabajador esclavo; en contra de su voluntad. A lo largo y ancho del continente americano (Estados Unidos, el Caribe, Centroamérica, México, Suramérica), todo aquel que hoy poesee una gota de sangre africana tuvo un ancestro esclavo:


 
6- Video relacionado con el tema:
"Los negros y la esclavitud en Santo Domingo", Texto: Carlos Larrazábal Blanco, parte I
7- Lectura relacionada:
¿Existe un dialecto dominicano?


psr - StoDgo RepDom, 23 sept, 2012
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6.6.12

Los “a-pártidas” como fuerza política




Por Pedro Samuel Rodríguez-Reyes

A pesar de que el vocablo “apártida” no existe en la lengua española, nos permitimos utilizarlo para señalar a todo aquel que no pertenece a un partido político. Si el apátrida es todo aquel que no tiene patria, entonces el “apártida” podría ser aquel que no pertenece a partido político alguno. Es sabido que el prefijo “a” indica que no tiene o que no pertenece a algo. El vocablo a-pártida = sin partido, aquí lo tratamos sólo como una convención para facilitar la explicación de lo que a estas líneas ocupa. Es decir, convenimos en que los “apártidas” son aquellos individuos (como quien estas líneas suscribe) que no militan en una organización política partidaria determinada.

Así, en República Dominicana, quienes somos apártidas pertenecemos a un importante segmento de la población, tan poderoso como lo es el colectivo PRDeísta y el PLDeísta. Y es que el padrón de la Junta Central Electoral indica que en nuestro país hay 6,416,397 de votantes registrados con derecho al voto, de tal forma que si en las elecciones del 20 de mayo del 2012 el PLD y aliados sacó 2.3 millones de votos; el PRD y aliados sacó 2.1 millones, entonces el conglomerado de los sin partido o “apártidas” representa también unos dos millones (1.9 millones para ser exactos) de individuos. Esto quiere decir que los “apártidas” poseen el potencial de ser una fuerza política tan poderosa como lo es cada uno de los partidos mayoritarios tales como el PRD y el PLD.

Individualmente cada una de estas "tres" fuerzas políticas representa aproximadamente un tercio del universo de dominicanos con derecho al voto. Si incluimos los partidos minoritarios (aquí no contabilizados) se completarían los 6.4 millones de los inscritos en el padrón de la JCE.

Respecto a los comicios del pasado mayo, podríamos considerar que, incluyendo el conglomerado de "a-pártidas" los totales porcentuales obtenidos por cada uno de estos "tres" colectivos frente al universo de 6.4 millones de votantes son:

PLD= 35.9% de los 6.4 millones del padrón de la JCE (aprox. 1/3 del padrón de la JCE)

PRD= 32.9% de los                                                                                             )
Apártidas = 30.3% ( “                                                                           “                )*

*El conglomerado de los “a-pártidas” incluye a  los que se abstienen de votar; a los que se encuentran fuera del país; a los que no votan porque no se trasladan a su comunidad de origen donde están registrados para esos fines; y a los que votan por cualquier partido sin tener necesariamente militancia en una organización política en particular.

Aclaramos que en las pasadas elecciones (mayo 2012) cuando la JCE señala los porcentajes de las votaciones (PLD = 51.21% y PRD = 46.95%) se está refiriendo no al porcentaje relacionado con el total de los inscritos en su padrón sino con relación a los votos válidos emitidos en ese proceso electoral. Queda claro entonces que nuestro conteo está referido con el total de los inscritos en el  padrón de la JCE, esto es, con relación a los 6.4 millones de inscritos.

Vemos pues que los votos del PRD y aliados, más los del PLD y aliados, suman ambos sólo las dos terceras partes del total de los individuos con derecho al voto. Se completan los tres tercios (el 100%) con los “a-pártidas”.

Esto significa que en República Dominicana ningún partido puede ni debe declarar que representa al pueblo dominicano sino a la tercera parte del electorado. Pero si tomamos como referencia a los 10 millones de dominicanos, entonces la relación porcentual es aún más baja; es decir, el PRD es aproximadamente el 20% (la quinta parte = 2 millones) del pueblo dominicano y en iguales términos lo es el PLD. En la misma relación porcentual quedaríamos los “apártidas”.

En términos prácticos todo esto debe entenderse en el sentido de que cada uno de estos dos partidos mayoritarios necesita ganar nuevos adeptos para poder mantener una distancia considerablemente ventajosa del partido que le precede. Pero esos nuevos adeptos tendrá que sacarlos de una de las pocas fuentes disponibles como lo es la rica cantera de los “a-pártidas”. Para convencer a los miembros de este importante conglomerado de “apártidas” es necesario que el partido que tenga ese interés deberá hacerlo mostrándoles las bondades y los atractivos de esa organización política.

Lo poco racional es continuar con lo que hasta ahora se ha estado haciendo, o sea, atacándose uno al otro mientras la fuerza de los “a-pártidas” observa la  estéril rebatiña de la que huyen.

Aun suponiendo que el conglomerado de los “apártidas  no represente el 30% sino sólo el 10% de los 6.4 millones del padrón de la JCE, no dejaría por ello de ser un colectivo interesante para ser conquistado por un partido cualquiera. Aún se trate de ese pequeño 10% él representa la no despreciable cantidad de aprox. 600,000 nuevos votos. El partido mayoritario que logre adicionar semejante cifra sería un indiscutible y permanente ganador en todo proceso eleccionario. 

Nos permitimos enfatizar el hecho de que si efectivamente existe una cantera en donde conseguir votos frescos ¿qué ganancia busca entonces el PRD atacando al PLD y viceversa? Es poco probable que los PRDeístas sean convencidos por los PLDeístas y viceversa. Si la fuente de votos frescos está en el conglomerado de los “a-pártidas” y en el colectivo de los nuevos votantes ¿para qué tanto feroz enfrentamiento entre estos dos partidos?.

No obstante, si una de esas dos organizaciones políticas mencionadas se dedicara a conquistar, digamos, a ese nada despreciable 10% de nuevos votantes, entonces tendría necesariamente que modificar su discurso y su forma de hacer política. Y esa modificación sería beneficiosa no sólo para ese partido sino también para toda la nación dominicana.

Finalmente, para nosotros, los valiosos “apártidas”, la cháchara estridente proveniente del PLD o del PRD no nos gana como adeptos. Para lograrlo se nos debe presentar necesariamente propuestas realistas, serenas, lúcidas y concretas que efectivamente tiendan a mejorar todo el conjunto social dominicano, no a una interesada y minúscula quinta parte de la nación.
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5.6.12

PRD: Controlar un tesoro

No soy quién para alertar. No pertenezco a un partido político. Sólo expreso mis ideas libre y espontáneamente como un ciudadano cualquiera (psr). 


 Por Pedro Samuel Rodríguez

 En el mundo de los negocios se ha acuñado la frase “Problema Positivo” para indicar lo que ocurre cuando el éxito desbordado se convierte en generador de problemas. 

En el ámbito de la política local dominicana de las últimas cinco décadas, el Partido Revolucionario Dominicano ha logrado el incuestionable éxito de poseer una enorme, invariable y fiel militancia -hoy con más de 2 millones de afiliados- lo que ha convertido a esa organización política en el mayor partido de la República Dominicana del período post-dictadura. En adición, es muy probable que la militancia PRDeísta posea la más acendrada mística y una fidelidad partidaria mayor que cualquier otra organización política dominicana. 

A través de un dilatado ejercicio de medio siglo de luchas en suelo dominicano el PRD ha logrado gestar esa sólida fidelidad al interior de su enorme conglomerado de militantes imbuida con una mística capaz de transmitirse de una generación a otra. Esto ha garantizado su permanente y creciente masa de seguidores. Probablemente, para poder lograr un éxito tan abrumador en términos de cantidad y fidelidad de militancia, las demás organizaciones políticas de la nación tendrían que discurrir un tiempo similar de luchas como el transitado por este partido. 

Y es que el del PRD no un éxito cualquiera. Sólo hay que observar los dos aspectos siguientes: 

a) Lo fácil que le resulta a un individuo de esa militancia el no tener que tomarse siquiera el trabajo de pensar en las razones por las cuales es ese el partido en el que debe militar. Éste sólo debe quedarse ahí tranquilamente en donde estuvieron o aún están sus ancestros; sus padres o abuelos. “Soy del PRD porque mi madre lo era; y ella murió”, expresó una militante de este partido. Se trata de un hecho casi litúrgico que toma lo político y lo transfiere al interior de lo familiar. He ahí el núcleo central de la mística PRDeísta. Es un fenómeno cultural coronado con ribetes casi gloriosos; ello representa un éxito rotundo para una organización política. Las cúpulas dirigenciales de ese partido lo saben. Pero de inmediato surge la pregunta ¿han actuado las diversas dirigencias de ese partido a tono con la magnitud del fenómeno?  

b) Por su parte, la holgura en el ejercicio de sus funciones con que la dirigencia de esa organización política puede permitirse actuar en el transcurso de los últimos lustros se evidencia en el hecho que ella no tiene ni ha tenido que tomarse siquiera el trabajo de preocuparse de que será cuestionada por su masa de fieles seguidores. Tampoco va a preocuparse por las críticas provenientes de otras organizaciones políticas que le adversan, las cuales, frente a su portentoso partido, siempre han sido minoritarias. Y a sabiendas de que todo lo minoritario queda automáticamente descalificado, entonces ¿para qué esa dirigencia va a preocuparse por críticas que salen de enanos grupúsculos? 

Sin embargo, en este punto cabe preguntarse ¿por qué un partido con esas excepcionales características no es entonces la agrupación política que mayor número de veces ha gobernado? ¿Cómo explicar que un partido con esas privilegiadas condiciones haya estado más tiempo en la oposición que dirigiendo los destinos de la nación? Habrá una cantidad indeterminada de opiniones que respondan estas interrogantes. En los próximos párrafos ofrezco las mías. 

Los nietos de Ma’Chepa 

Para las diversas dirigencias que en las últimas cinco décadas se han sucedido, el PRD ha representado un valioso tesoro, y en consecuencia, esa dirigencia se traba en frecuentes luchas por su control. El valor de ese tesoro lo ha aportado su creciente, histórica y multitudinaria militancia imbuida de una ancestral mística y de una fe irreductible en los símbolos de esa organización. 

Esa mística y esa fe han operado como prolongación de aquellas luchas libradas a partir de los primeros años de la decapitación de la dictadura de Rafael Trujillo. Fue aquella una confrontación entre el bien, encarnado por los pobres hijos de Ma’Chepa, y el mal, representado por los Tutumpotes propietarios de los carros pescuezos largos y los remanentes de la represiva mentalidad trujillista. Aquella saga y su correspondiente carga simbólica fue vinculada a los símbolos del partido: el buey, el jacho y el color blanco. Toda esa parafernalia simbólica frisada en la psiquis de aquella primera generación de afiliados fue transferida a sus hijos y nietos quienes han asumido esa carga simbólica en función de fidelidad a sus mayores y en mística pasión casi sagrada proveniente de sus ancestros. Esto explica el profundo motivo que subyace en la psiquis de la señora que declara: “Soy del PRD porque mi mamá también lo fue; y ella murió”. 

 Es decir, lo meramente político y mundano, mediante una suerte de operación psico-simbólica se ha instalado en el dominio de lo familiar, filtrándose a una esfera cercana a lo mágico-religioso. Se trata, pues, de un éxito indiscutible e incuestionable de una organización política; un verdadero tesoro-partido. Así, no es entonces difícil comprender que una organización política que se ve privilegiada de contar con un conglomerado de seguidores de esas características sostenga frecuentes luchas internas por el control de sus símbolos. Todos quieren controlar el tesoro; es entendible que así sea. 

Circuito de relaciones base-dirigentes 

A pesar del evidente éxito obtenido por esta formidable maquinaria política en el decurso de medio siglo, su numeroso conglomerado de fieles seguidores ha propiciado, sin proponérselo, la conformación de un circuito de relaciones de irreductible y mutua confianza en donde, por un lado, esa multitudinaria y ancestral militancia ha confiado radicalmente en los símbolos de su partido y en el desempeño de sus diversas dirigencias; y por el otro lado esas dirigencias han confiado ciegamente en que su fiel militancia nunca le abandonará. 

 La presencia de ese circuito de relaciones se evidencia en la relajada confianza con que su dirigencia se expresa; como diciéndonos: no importa cómo actuemos si siempre tendremos la plena seguridad de que nunca perderemos un ápice de nuestra fiel militancia. Y es cierto; la mística de sus seguidores garantiza a la dirigencia el permanente blindaje que le inmuniza contra cuestionamientos y disensiones. El PRDeísmo, en amplios segmentos de su militancia, es asumido con fervor casi religioso.

En consecuencia, esa dirigencia ha podido permitirse -e incluso aún se permite- el lujo de pelearse entre sí por el control de ese poderoso partido sin que ello haya representado –ni hasta hoy represente- pérdida alguna de sus seguidores. Esa militancia continuará fiel y sin cuestionamientos a su dirigencia sea en situaciones de enfrentamientos internos -enfrentamientos sin contenido ideológico sino por el mero control- o aún se trate de eventuales casos en que esa dirigencia haya propiciado algún gobierno poco afortunado. Es harto comprobado que esa masa de afiliados siempre ha garantizado una generosa indulgencia a quienes mantengan la franquicia de los símbolos del partido. No obstante, ahí podría residir el potencial peligro que a estas líneas ocupa. Porque, ¿Quién puede garantizar que esa relación será indefinida? 

Se entiende que cuando la fidelidad y la mística partidaria de un ciudadano ha llegado al límite de transferir lo político al seno de lo familiar no hay posibilidad de que éste cuestione a su partido ni a su dirigencia de turno. Es un éxito total el contar con ese ejército de fieles seguidores pero, a la vez, ello también representa el requisito indispensable para la aparición de los primeros síntomas de un típico “Problema Positivo” cuando determinadas condiciones hayan madurado. 

Alerta

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Una de esas condiciones que podrían empezar a eclosionar por maduración al interior de algún segmento de la militancia del PRD estaría vinculado a un repentino sentimiento de frustración acumulada, al hacer conciencia de que la dirigencia de la poderosa organización política a la que pertenece da permanentes y claros indicios de su incapacidad para alcanza el poder. Albergar en su interior la incómoda disyuntiva de no poder explicarse el fenómeno de pertenecer a un poderoso partido que regularmente está en la oposición puede contener en sí mismo el virus que debilita la más sólida mística. Si semejante sentimiento empieza a expandirse entonces a ello seguiría el asomo de una difusa frustración que fácilmente derive en la atomización de una organización, sin importar lo poderosa que esta sea o haya sido. 

Nos permitimos remarcar que si a una permanente, relajada y cómoda confianza en el desempeño de las funciones dirigenciales se agrega la reiteración de pleitos y rebatiñas por el control del poder al interior de la élite dirigente, y si a ello se suma el que estos hechos ocurren al término de una adicional derrota con su secuela de áspera atribución de culpabilidades, la combinación de estos eventos podrían generar señales poco auspiciosas pues a ello podría continuar la repentina aparición, al interior de un segmento de militantes, de los primeros síntomas impulsados por una acumulación de decepciones; y si una resbaladiza pendiente de esta naturaleza se inicia los resultados podrían ser imprevisibles. 

 ¿Está la confiada dirigencia de esa poderosa organización política consciente de lo que podría sobrevenir? 

Culpables inconscientes

Desde un particular punto de vista, la culpa primigenia de las distorsiones que mencionamos y que se han ido generando a través de los últimos lustros al interior de esa organización política, no ha partido de la dirigencia sino de la naturaleza de la relación con que el tiempo ha conformado a su masa de militantes. Son los militantes quienes inician la conformación de un determinado circuito de relaciones sin tener conciencia de ello. Es la militancia quien ha “dañado” a la dirigencia; no al revés; pues no es norma que el conglomerado de miembros se adapte a los dirigentes de su partido. 

Tal vez el pecado de las diversas dirigencias ha sido lo complaciente en extremo con su masa de seguidores, pues, "los hijos de Ma'Chepa siempre tienen la razón"; y así, ambos -seguidores y dirigentes- han generado un circuito de relaciones que ha devenido en un entrampamiento de difícil solución.

Si por comodidad la élite dirigente ha convertido esa adaptación en una estructura permanente, en donde desde la oposición unas dirigencias se dedican casi exclusivamente a complacer su militancia reiterando los ataques argumentales al gobierno de turno que esa ávida militancia desea escuchar; si esto se adiciona con escasos planes y pocas ofertas concretas, entonces los resultados de esa estructura de adaptaciones no propicia ni garantiza el acceso al poder; ello más bien podría favorece la aparición de signos de disidencias cuyo momento de aparición sólo sería cuestión de tiempo. Y es que hasta la mística más sólida y la fe más ciega podrían desmoronarse cuando el militante se convence de que pertenece a una organización política que aunque la más poderosa está permanentemente colocada en el ámbito de la oposición y de la rebeldía. 

¿Necesidad de cambios? 

Si al interior de una determinada organización política se avizora la urgente necesidad de determinados cambios, la responsabilidad de que éstos se activen con antelación a una posible debacle debe recaer en su dirigencia. Pero vista la entendible confianza que se permite exhibir la dirigencia de una organización tan poderosa, muy probablemente la realización de tales readaptaciones sería tarea difícil para una dirigencia que invierte tiempo y energía en controlar los símbolos del partido-tesoro, quedando la ejecución de tales cambios sólo reservada para líderes excepcionales pero ausentes. 

Para hacer más comprensible nuestros argumentos pongamos otro escenario totalmente diferente y contrastante. Si un partido político de éxito moderado se empeña en impulsar un crecimiento interior, este se coloca en los fragores de una necesaria, eficiente, organizada e inteligente lucha desde abajo, es decir, desde el difícil terreno de la exclusión minoritaria hacia el crecimiento. Ello obligará a ese partido a la imposición de un permanente auto-cuestionamiento reflexivo y a un necesario orden interno y al planteamiento de ofertas realistas. En adición, un escenario de esta naturaleza ayudaría al crecimiento de la nación en su conjunto y toda la nación lo notaría. 

Así, la organización política que ha partido desde el difícil escenario de lo minoritario está obligada a ganar nuevos adeptos y hará esfuerzos por presentar una imagen verdaderamente comprometida con el país. Los dirigentes de una organización política de estas características entenderán que sumergidos en una lucha de esa naturaleza no puede haber lugar a destructivas y permanentes rebatiñas internas. Toda la nación gana si así ocurriese y toda la sociedad lo notaría. 

Concluyamos reiterando que no debe ser tarea fácil para la dirigencia de un actual PRD, el realizar positivos cambios internos desde su confortable posición de partido mayoritario y dueño absoluto de una apabullante mayoría de seguidores con total fidelidad y sin cuestionamientos a su dirigencia que hace y des-hace lo que quiera y cuando quiera a su propio antojo, plenamente confiada en la seguridad que le otorga su situación de partido incuestionablemente mayoritario. 

El histórico y progresivo éxito del PRD parece que empieza a generar problemas a lo interno del más importante y poderoso de los partidos de la República Dominicana actual. Para la democracia dominicana es una real pena si así fuese. Preferiríamos estar equivocados en nuestras apreciaciones.