Resumen:
A causa de los abusos que aquella primera generación de conquistadores cometía contra la población nativa de la Isla La Española, en donde el oro y el brazo indígena estaban en vías de desaparición y los españoles emigraban en masa a Tierra Firme, sólo había una fórmula para superar esa situación: el fomento de una agricultura productiva por sí misma. Necesariamente, ese fomento era posible mediante la importación de gente labradora de la península, y en ese tenor, Fray Bartolomé de Las Casas concibe el plan de repoblar tierras americanas con agricultores reclutados en zonas rurales de España. Así, iniciándose la segunda década del siglo XVI, unos doscientos labradores salen de Antequera (Málaga, España) y llegan a su destino (Santo Domingo) pero no como agricultores sino como taberneros, rufianes, vagos, holgazanes y vagabundos.
Introducción:
Existen informes históricos perfectamente documentados que señalan eventos incuestionables. No obstante, estamos frente a un caso en el que los escritos testimoniales de un actor directo de esos eventos, los ponen en duda.
Se trata de unos documentos del siglo XVI, los que se encuentran en el Archivo General de Indias (1) (Sevilla, España), referentes a la emigración hacia Santo Domingo de unas 23 familias de labradores provenientes de Antequera, ciudad situada a unos 50 kilómetros al norte de Málaga, Andalucía, España.
Los documentos en cuestión hacen referencia a uno de los llamados "Proyectos de Labradores" concebidos, dirigidos y coordinados por Fray Bartolomé de Las Casas. Los escritos que contradicen dichos documentos, son, efectivamente, los testimonios del mismo Las Casas, plasmados en su voluminosa obra titulada "Historia de las Indias" (2), quien en dicha obra alude a tales labradores calificándolos de “taberneros, rufianes, vagabundos y holgazanes (3).
Los documentos del Archivo General de Indias (A.G.I.), son mencionados por el historiador e investigador dominicano, Genaro Rodríguez Morel, en un interesante trabajo escrito por éste, titulado “Desarrollo económico y cambio demográfico en La Española”, publicado en el Boletín del Archivo General de la Nación, Santo Domingo, República Dominicana, No. 117, año LXIX, Enero-abril 2007, pp. 79-144. En el citado trabajo su autor menciona a Luís de Berrio como la persona que encabezaba dichas familias.
Los documentos del A.G.I. recogen lo declarado en el momento de su escritura, y el investigador Rodríguez Morel hace perfecta referencia a éstos. Ahora bien, ¿por qué los testimonios de Las Casas contradicen lo expresado en los documentos referentes al caso?
En el presente escrito no pretendemos realizar valoraciones concluyentes sobre este tema. Quien suscribe, se limita a examinar la ostensible contradicción entre los documentos que reposan en el A.G.I. y los testimonios lascasianos, acometiendo su clarificación mediante la exposición de algunos eventos que explican las causas que provocaron el fracaso del proyecto de Casas que los documentos del A.G.I. reseñan. Pero no nos adelantemos.
Hagamos un breve recuento cronológico de lo hasta aquí expuesto:
a) Quien suscribe las presentes líneas lee la reseña escrita por el investigador dominicano sobre el hallazgo de unos documentos en el Archivo General de Indias relativos a 200 labradores que en 1520 se embarcan hacia Santo Domingo, como parte de un proyecto dirigido por Bartolomé de Las Casas para poblar las Indias con gente labradora.
b) Se nos ocurre consultar algunos textos de Casas sobre el tema y nos resulta extraño el hecho de que en sus escritos el mismo Casas hace referencia a los labradores de su propio proyecto atribuyéndoles la condición de “rufianes, vagos, vagabundos, holgazanes y taberneros”. Un reiterado examen del escrito de Rodríguez Morel no logra despejar nuestras dudas ya que este no menciona que los tales documentos aluden a un proyecto que terminó en estrepitoso fracaso ni explica quién verdaderamente fue Luis de Berrio, y es la profundización de la lectura de los escritos lascasianos lo que finalmente nos lo explica. Es además el mismo Casas quien se encarga de ofrecernos un nítido retrato de Luis de Berrio, de sus confabulaciones y de sus traiciones. Es en este punto cuando podemos entonces comprender que el investigador dominicano no pudo haber leído sino bondades de Berrio porque, como veremos más adelante, fue este personaje quien, sin el conocimiento de Casas, generó la escritura de los documentos del A.G.I. que comentamos.
c) Posteriormente constatamos que no se trata sólo de que quien presenta el hallazgo de los documentos del A.G.I. no hace mención del revés final del proyecto de Casas (aunque no tenía que mencionarlo necesariamente) sino que, además, el grueso de los historiadores que sí conoce de ese revés, atribuye la causa de su descalabro a una casi exclusiva razón: la resistencia de los señores feudales a dejar partir sus vasallos a una aventura indiana, y en adición, llama la atención el hecho de que estos autores se refieren a Berrio otorgándole un tratamiento cuasi indulgente, como veremos en próximos párrafos.
Razones de un fracaso:
Entendemos que la tenaz oposición de los señores feudales al éxito del proyecto de Casas tuvo un efecto devastador para dicho plan, pero ello no representa la principal ni la determinante ni la única razón del desastre, como veremos más adelante.
En párrafos posteriores trataremos de examinar otros eventos que coadyuvaron a ese hundimiento, y nos ocuparemos de destacar que si efectivamente la actitud de los nobles y grandes Señores representó una oposición formidable al éxito de aquel proyecto, se hace necesario remarcar que el fraile Casas fue además víctima directa de traiciones, confabulaciones, mentiras, humillaciones y burlas de parte del binomio compuesto por Fonseca (Obispo de Burgos) y Berrio (ayudante del fraile).
Por otra parte, y como contexto general, hay que indicar aún sea someramente que los eventos arriba mencionados ocurren en un momento tan extremadamente grave y complejo de la política interior peninsular que si se examinasen sus implicaciones desde la óptica de sus coetáneos hispánicos, haría palidecer la importancia de hechos concernientes al reclutamiento de labradores que parten hacia las Indias.
En vista de ello y como sería desproporcionado tratar en este escrito temas de una magnitud que sacaría de escala lo aquí tratado, estaríamos satisfechos con sólo mencionar que Bartolomé de las Casas fue gravemente perjudicado por una urdimbre de intereses contrapuestos a su proyecto cuya cabeza visible lo era el Obispo Juan Rodríguez Fonseca (del llamado clan fonsequista) y cuyos hilos eran activados en la corte por encomenderos absentistas y traficantes de cohechos y en Santo Domingo por políticos corruptos, burócratas y usureros cuyo único objetivo era el aprovechamiento económico en las Indias.
Así, toda esta problemática sólo podía concluir en el desastroso fracaso del proyecto del fraile Casas de poblar las Indias con labradores castellanos, “preferiblemente con sus mujeres e hijos, que tengan pensamiento y voluntad de perpetuarse y para siempre ellos y los que los sucedieren dellos, bivir en ella y permanecer”.
Referencias al caso:
Observemos sólo tres de un número indeterminado de autores que han tratado el caso de los labradores reclutados por Las Casas y Berrio en 1519-1520, y veamos cómo lo refiere cada uno de ellos:
1) Ramón-Jesús Queraltó Moreno, en su libro titulado “El Pensamiento Filosófico-Político de Las Casas”, publicado por Publicaciones de la Escuela de Estudios hispano-americanos de Sevilla, y editado por el Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla en 1976, se refiere al caso en cuestión, de la siguiente forma (pág. 71): “Las Casas acometió esta difícil empresa siendo ayudado en Castilla por Francisco de Soto y Luis de Berrio… como era lógico la oposición más fuerte vendría de parte de los nobles castellanos que no permitirían fácilmente el verse desprovistos de algún número de sus vasallos, y esta oposición no pudo ser vencida convenientemente por lo que el plan lascasiano se vino abajo, no obstante el intento de Berrio que llegó a Indias con un número de estos labradores pero al haberlos escogido entre gente inapropiada, su acción no vino más que a empeorar las cosas. Naturalmente la oposición de Fonseca y sus colaboradores también es un dato a señalar, pues este enemigo jurado de Las Casas no iba a permanecer de brazos cruzados ante un triunfo del hombre que había sido causa de su destitución por el Cardenal Cisneros”…
Es evidente que este autor conoce plenamente el fracasado final del proyecto de Casas, pero nótese cómo se refiere a Luis de Berrio de forma bastante indulgente: …“pero al haberlos escogido entre gente inapropiada”…
2) Otro autor lo es el historiador dominicano Frank Moya Pons, quien en su libro titulado “La Española en el siglo XVI”, impreso en los Talleres de la Editora Cultural Dominicana, en 1971, se refiere a dichos labradores de la siguiente manera (pp. 254-255): “La resistencia que encontraron Las Casas y Berrio por parte de los grandes dueños de tierras de Castilla que se oponían a dejar salir de sus comarcas a los labradores para no quedarse cortos de mano de obra abundante y barata, obligó a Las Casas a aceptar unas ‘200 personas, los más taberneros, y algunos rufianes y vagabundos y gente holgazana, y los menos labradores’ que Berrio, por salir del paso, había contratado apresuradamente'. Esas personas fueron embarcadas hacia la Española, adonde llegaron sin que nadie las hubiera estado esperando, y a los quince días de su desembarco ya las fiebres habían comenzado a afectarles”…
Este autor es asimismo conocedor del infeliz final del proyecto lascasiano, pero advertimos aquí un tratamiento a Berrio muy similar al autor anterior: … ”que Berrio, por salir del paso, había contratado apresuradamente”.
3) Por último, mencionemos a Manuel Giménez Fernández (1896-1968) tal vez el más exhaustivo de los biógrafos de Bartolomé de Las Casas, quien en su voluminosa obra titulada “Política inicial de Carlos I en Indias”, editada en 1984 por la Escuela de Estudios Hispano-Americanos, Tomo II, Cap. X (pp. 609-645), ofrece una detallada exposición de las raíces que generaron aquella debacle. Si quisiéramos sintetizar las razones expuestas por Giménez Fernández explicando las raíces de tal fracaso, lo haríamos con una sola expresión: “la traición de Luis de Berrio”. Pero, como hemos dicho, esa traición es sólo la parte visible de un entramado de conflictos e intereses subyacentes cuya raigambre Giménez Fernández rastrea en forma detallada.
Debemos indicar que si, en términos generales, nos acercamos a una plena coincidencia con las elaboraciones explicativas ofrecidas por Giménez Fernández, en su obra mencionada, es porque probablemente sus fuentes principales y las nuestras son las mismas: los escritos del fraile Casas.
Por otra parte, y para concluir con este apartado; si se nos ocurriese referirnos a detractores de fray Bartolomé de Las Casas, no podríamos dejar de mencionar, entre otros, a Manuel Serrano Sanz: “Orígenes de la Dominación Española en América”, y a Ramón Menéndez Pidal: “El Padre Las Casas, Su doble Personalidad”. Claro está que en los textos de estos dos autores podemos ver profusas referencias al fraile en términos tales como “intransigente”, “despótico”, “avasallador”, “frenético”, exasperante”, “clérigo novato”, “utópico”, “paranoico”, “vehemente”, “fogoso” y “fanático”.
Estrategia de abordaje:
Abordamos el estudio del caso desde una estrategia que parte de tres premisas generales. Una de ellas referida, efectivamente, a la influencia ejercida en la Península por los señores feudales del momento; la otra es aquella que toma en consideración algunas peculiaridades sociales, demográficas e históricas de la mencionada ciudad de Antequera en esos tiempos; y finalmente, la subyacente problemática personal entre Casas y el clan fosequista encarnado por Juan Rodríguez Fonseca, Obispo de Burgos.
¿Quién fue Luis de Berrio?:
Observemos a partir de los escritos de Las Casas que ese señor no fue sólo la persona que encabezaba aquellas familias como un labrador más, sino que dicho personaje se desempeñaba como un importante auxiliar –escudero- del mismo Casas en el proyecto de reclutar labradores para poblar las Indias; y que fue Las Casas quien le hizo nombrar su ayudante, gestionándole una Cédula real. Berrio es descrito por Bartolomé de Las Casas como alguien que había sido criado en Italia; un individuo que, al decir del fraile, “parecía persona de bien (…) pero no tenía tanta simplicidad, ni tuvo tanto agradecimiento como tuvo el clérigo que le nombró y hizo que el rey le diese salario y de comer… [hasta el punto de que Berrio] quiso que cuando [Las Casas] le enviase a algún pueblo a hacer apregonar las provisiones del rey, no pareciese que era enviado por el clérigo, sino como que lo enviaba el rey ” (4).
En sus escritos, Fray Bartolomé de Las Casas ofrece datos en cuanto a su relación con Luís de Berrio. Este, siendo ayudante del fraile se confabuló con uno de sus enemigos más encarnizados, el Obispo de Burgos, al extremo de que dicho Obispo cambió, falseó y re-escribió la Cédula real que amparaba a Berrio para que en dicha Cédula se leyera que Berrio haría lo que quisiese, no lo que le mandase su superior Las Casas. En ese sentido observemos lo que el fraile escribe:
“El fructo que Dios y el rey hobo de hacer esta falsedad en aquella cédula, por lo que abajo se refiere, parecerá, y aunque en otras materias, por ser el obispo presidente de aquel Consejo, podía quizá mandar mudar en cédulas firmadas por el rey, sin parecer de todo el Consejo, algunas palabras, sin cometer falsedad, y aun en todos los casos hay harta duda podello hacer, al menos en éste, porque se hacía con enojo del clérigo y con malicia no muy menor que grande y contra voluntad del rey y contra lo muy bien ordenado, y platicado y determinado, como cosa muy provechosa para los reinos de Castilla y déstos y en perjuicio de todo el bien de acá, no lo pudo hacer el obispo sin muy culpada falsedad. De la mudanza y raedura y sobrescripción y falsedad de la dicha cédula el clérigo por entonces no supo nada” (5).
Son esas las condiciones en que ocurre la aparición de Berrio en la ciudad de Antequera, de cuya ciudad recluta los supuestos labradores con los que partirá a Santo Domingo.
El día en que Berrio se dispone a marchar hacia aquella ciudad le dice a Casas que va allí a visitar su familia donde era casado. Las Casas reiteradamente le niega el permiso hasta que aquel declara poseer la Cédula re-escrita y falseada por el Obispo de Burgos y se marcha. Berrio visita su familia y de paso se allega a Antequera y allí consigue agrupar unos doscientos individuos. Conduce el grupo hasta Sevilla en donde los registra ante las autoridades competentes de la Casa de la Contratación como labradores que se embarcarán con él hacia Santo Domingo.
Es precisamente ese registro el origen de los documentos del A.G.I. que nos ocupa en el presente escrito.
Las Casas y la España medieval:
Es interesante destacar que mediante el examen de los testimonios de Las Casas surgen las pistas que nos muestran las dificultades a que se enfrentaba aquel que pretendía reunir gente de labranza con el propósito de trasladarla a Las Indias, en aquella España feudal. Veamos las referencias del clérigo respecto aquel ambiente y el modo en que aquellos Señores feudales se oponían a que les tomasen sus siervos. Observemos un primer caso:
“y llegando a algunos lugares, hacía juntar las gentes dellos en las iglesias, donde les denunciaba, lo primero, la intención del rey, que era poblar aquestas tierras; lo segundo, la felicidad, fertilidad, sanidad y riqueza dellas; lo tercero, las mercedes que el rey les hacía… Después de avisados e informados, poco tardaban en venirse a escribir para ir a poblar a las Indias, y en breves días allegó gran número de gente, mayormente de Berlanga… y para se escribir, entraron en cabildo secretamente, por miedo del condestable… No lo hicieron tan secreto que lo ignorase el condestable; despacha luego un escudero y otro a rogar al clérigo que se saliese de su tierra; el clérigo hacíase reacio, diciendo que él iría luego a besarle las manos… alegando el condestable que recibía grande agravio y que le rogaba que se fuese a sacar labradores de otra parte” (6).
Veamos un segundo caso en el que uno de aquellos siervos de la tierra de la España feudal expresa la falta de libertad que padecía:
“Anduvo el clérigo por aquellos lugares de señorío, y cuasi todos se movían a la jornada; y en un lugar del conde de Coruña, llamado Rello, que era de 30 casas, se escribieron 20 personas, y entre ellas dos vecinos, hermanos; viejos de 70 años, con 17 hijos; diciendo el clérigo al más viejo: ‘Vos, padre, ¿a qué quereis ir a las Indias siendo tan viejo y tan cansado?’ Respondió el buen viejo: ‘A la mi fe, señor, dice él, a morirme luego y dejar mis hijos en tierra libre y bienaventurada’ ” (7).
Luís de Berrio en Antequera:
Así, un Luís Berrio que visita su familia conocía lo difícil que resultaba convencer a los Señores de aquel lugar para que dejasen partir hacia Las Indias a sus siervos, labradores e individuos de oficios diversos al servicio de aquellos. Para convencerlos tal vez no le bastaría la Cédula real que le amparaba. Además, no estaba acompañado de su jefe superior; un religioso de influencia como Las Casas. Por ello, en parte, es entendible que Berrio echara mano de todo “tabernero, rufián, vagabundo y holgazán” que merodeara por las calles y plazas de aquella ciudad andaluza.
Dejemos ahora que el mismo Fray Bartolomé de Las Casas describa cómo ocurrió la presencia de Luís Berrio en Antequera, y qué tipo de individuos pudo conseguir allí:
“Berrio pidió muchas veces licencia al clérigo para se ir al Andalucía, donde era casado; el clérigo decíale que no se la podía dar, porque aquél era el negocio por que el rey le daba salario [450 maravedíes por día] y por entonces andaban por aquella tierra donde hallaban gente propia para estas partes; que cumplido por aquella tierra lo que el rey mandaba, tiempo vernía, cuando fuesen de los puertos abajo, porque, en fin, todo se había de andar. El cual, como vido que pedir licencia al clérigo era por demás, vino un día con las botas calzadas a despedirse del clérigo, diciendo que viese lo que quería mandar, porque quería ir a la Andalucía y que allá haría él lo que el rey mandaba. El clérigo de su insolencia quedó admirado, y no le quiso hablar, pensando luego quitalle el salario, creyendo que la cédula donde se lo señalaba estaba virgen como se la habían dado; fuese algunos pasos con él un escudero cuerdo, llamado Francisco de Soto, de los que con el clérigo también andaban, y diciéndole que cómo se iba sin licencia del padre Casas, pues sabía que le podían quitar el salario, diciendo la cédula del que lo acompañase y hiciese lo que él le dijese, respondió: ‘Por eso vengo yo bien proveído’, que donde decía ‘hagáis lo que él os dijere’ se puso ‘hagáis lo que os pareciere’, donde le constó esto y creo que lo más. Tornó luego el Francisco de Soto al clérigo, diciéndole: ‘Señor, no os quejéis de Berrio, sino del obispo de Burgos y de los demás que son vuestros enemigos, que os trabajan desbaratar cuanto sudáis y trabajáis.’ “
Frente a este proceder, el fraile Las Casas no podía más que sentirse burlado, humillado y objeto de una presión inaceptable proveniente de un inferior renegado e ingrato que pretendía indisponerlo con el mismo rey y, para colmo de males, el clérigo acababa de enterarse de que estaba frente a un ser despreciable que aceptó aliarse al enemigo de su superior y, quien además, tenía el descaro de manipularle. Es por esto que Las Casas describía a Berrio como individuo “que parecía persona de bien… pero no tenía tanta simplicidad, ni tuvo tanto agradecimiento”.
Es importante observar en el siguiente párrafo cómo el mismo fraile nos ofrece una clara explicación de las peculiaridades que rodean la escritura de los documentos que comentamos en el presente trabajo.
Las Casas continúa su narración diciendo: “Vase Berrio al Andalucía y estáse de reposo en su tierra comiendo a costa del rey, e cuando le pareció, vase a Antequera y allega 200 personas, los más taberneros, y algunos rufianes y vagabundos y gente holgazana, y los menos labradores, y da con ellos en Sevilla y en la Casa de Contratación. Los oficiales de la Casa… viendo tanta gente, no sabían qué se hacer, y al fin acordaron, porque allí no se desbaratasen… embarcallos en unos navíos que para partir estaban y enviallos” (8).
Debemos admitir que Las Casas no explica cómo pudo enterarse de que la mayoría de las personas que Berrio consiguió en Antequera no era labradora. Sin embargo mediante los mismos escritos del fraile puede inferirse que éste estaba convencido de que los individuos apropiados para la misión que los ocupaba no podían encontrarse con facilidad en Andalucía sino en otras zonas. Una frase en que lo revela es la siguiente: “por entonces andaban por aquella tierra donde hallaban gente propia”. Es decir, en ese momento Las Casas, Berrio y demás acompañantes recorrían los lugares apropiados donde había la gente adecuada para labores de labranza a ser trasladadas a las Indias. Con ello se deduce que Las Casas conocía perfectamente la naturaleza de la gente de toda aquella geografía.
Sin embargo, y como consuelo para Berrio, Las Casas le promete que: “cumplido por aquella tierra lo que el rey mandaba, tiempo vernía, cuando fuesen de los puertos abajo, porque, en fin, todo se había de andar”. Con ello Las Casas promete a Berrio que efectivamente irían a Andalucía, y que éste visitaría su familia, pero sólo después de trabajar en aquellos lugares en donde con más seguridad podían encontrar gente apropiada.
El fraile quería aprovechar el tiempo y Andalucía no era su prioridad. Lo que tal vez quería expresarle a Berrio en forma directa era que allí, ‘en los puertos abajo’, sólo conseguirían gente libre; no valiosos y codiciados siervos de la tierra de la España profunda donde moran individuos humildes y diestros en el desempeño de sus labores; humildes y sencillos seres aprovechados y explotados por los Señores del momento. Probablemente Las Casas estaba convencido de que Andalucía estaba poblada de individuos quizás demasiado libres; personas urbanos muy cercanos a la libertad de los puertos.
Y es que, además, en esos tiempos, aquella zona andaluza, en general y la ciudad de Antequera en particular, cambiaba su antigua condición de plaza militar por zona de expansión urbanística y demográfica, a partir de las incorporaciones de Sevilla y Granada en 1492 a la Corona de Castilla. ¿Qué clase de individuos contactaría Berrio en una ciudad que en un lapso inferior a veinte años, pasó de tener un poco más de 2,000 habitantes a cerca de 15,000?. Sólo encontraría individuos de la marginalidad urbana en una Antequera que en este mismo siglo XVI llegó a convertirse en una de las principales ciudades de Andalucía debido a su gran actividad comercial ¿Quiénes estarían dispuestos a tomar la aventura indiana marchándose de una ciudad desde la cual se regulaba el tráfico de mercancías entre los ejes Sevilla-Granada y Málaga-Córdoba? (9).
El riesgo de encontrar sólo taberneros y holgazanes era muy alto. Las Casas lo sabía. Luis Berrio no encontraría allí lo que se estaba buscando.
En el mismo sentido podría hacerse una adicional inferencia mediante la lectura de algunos párrafos del citado trabajo del investigador Rodríguez Morel. Se trata de la aseveración que hace el investigador dominicano cuando declara que: “antes de realizar el viaje [los vecinos de Antequera] pusieron algunos requisitos entre los cuales estaba el de fundar una población administrada por ellos mismos”. Párrafo seguido Rodríguez Morel dice: “Otra de las condiciones que pusieron estos labradores fue tener libertad para formar cabildos” (10).
Entendemos que tales requisitos podrían fácilmente conciliarse con la idiosincrasia de individuos libres y urbanos, de ‘los puertos abajo’; pero nos resulta difícil atribuirlos a personas de la naturaleza de, por ejemplo, aquel anciano de 70 años que en Rello (Coruña) le dijo a Las Casas “quiero ir a las Indias y dejar mis hijos en tierra libre y bienaventurada”.
Asimismo, nos resulta difícil entender que la determinación con que fueron planteados aquellos requisitos haya sido obra de gentes de la extracción de, digamos, aquellos humildes y temerosos labradores que en Berlanga “entraron en cabildo secretamente, por miedo del condestable”. Tales exigencias las vemos más atribuibles a individuos desplazados y marginales provenientes de una Antequera inmersa en un crecimiento demográfico desbordado, en donde los mismos Reyes Católicos recién empezaban la erección de la Colegiata de Santa María la Mayor (1514-1550). Individuos de la marginalidad que procedían no de un pueblo cualquiera sino de una ciudad en insólita fiebre constructiva; ciudad de vasta experiencia histórica donde se había asentado, desde un Castillo árabe hasta un municipio romano; ciudad tomada en 1410 por el Infante Don Fernando ‘el de Antequera’, que posteriormente fue señalada como ‘llave del reino de Granada’; donde en los precisos tiempos de Berrio y Las Casas se generaba una impresionante oleada migratoria (11).
Muy probablemente fueron éstas las razones por las que Las Casas no tuvo dudas al plantearse que siendo allí en donde Luís de Berrio había encontrado gente dispuesta a marcharse a Las Indias, sólo podría tratarse de unos subproductos urbanos desplazados y marginales, es decir, rufianes, vagabundos y taberneros.
Una final inferencia sobre el funcionamiento y la idiosincrasia de estos antequeranos la podemos articular examinando lo escrito por Fray Bartolomé de Las Casas respecto a las actitudes, las calamidades a que se enfrentaron, y el comportamiento de estos inmigrantes al llegar a Santo Domingo. El clérigo expresa al respecto lo siguiente:
“Llegados a esta isla y ciudad de Santo Domingo, donde tuvieron mayores peligros y trabajos, porque como los oficiales del rey no habían recibido cédula tampoco alguna del rey, ni mandado, porque el clérigo no la había enviado por la razón dicha, ningún remedio se les dio ni tuvieron, sino morirse muchos dellos y henchir los hospitales de los demás, y de los que escapaban y sanaban hiciéronse taberneros, como quizá lo eran antes, y otros vaqueros y otros irse hían a robar indios a otras partes” (12).
Nótese que aunque Bartolomé de Las Casas no tenía pruebas concretas de que esos migrantes antequeranos fuesen verdaderamente holgazanes y rufianes, sí parece que de ello estaba convencido. Lo revela en forma honesta al confesar lo siguiente: “hiciéronse taberneros, como quizá lo eran antes”.
Conclusiones:
Visto todo lo arriba expuesto, nos quedan pocas dudas de que aquellos antequeranos llegados a Santo Domingo empezando la segunda década del siglo dieciséis, no fueran en su mayoría, gente de la marginalidad, holgazanes y rufianes urbanos, vagos y taberneros; desempleados propensos a enrolarse en cualquier aventura. Vagos y rufianes disfrazados de labradores por Luis de Berrio, reclutados por éste consciente del daño que hacía a los planes del fraile y actuando como pieza clave en acciones directas bajo las directrices de Fonseca y su clan anti-lascasiano. De poseer algún grado de certidumbre nuestras convicciones ¿dónde entonces encontrar argumentos que nos permitan atribuir algún resquicio de indulgencia a personaje como éste?
Termina así en rotundo fracaso y profunda frustración los planes de repoblación de Casas para la isla Española; su proyecto para una primigenia, humanista y verdadera colonización.
Fray Bartolomé de las Casas había empezado con un inicial radicalismo contra el régimen de encomiendas, exigiendo su total abolición y la declaración de la libertad general de los indios, con el objeto de corregir sus más terribles abusos; proponiendo, además, como deber de conciencia de la corona, la civilización y la cristianización de los indios.
Las presiones de los intereses contrapuestos le hacen posteriormente ajustar el tono de sus demandas y propone entonces el plan para la implementación de comunidades labriegas mixtas hispano-indias, aspirando con ello a que estos labriegos españoles con sus mujeres e hijos, y los indios con sus mujeres e hijos que se les den por compañeros de trabajo subordinados “se mezclaran casándose los hijos de los unos con los hijos de los otros”. Era su ‘utopía’ personal hacer convivir a los indios, no con avariciosos mineros, corrompidos burócratas, duros estancieros y tramposos mercaderes sino con templados labradores, modelos de buenas costumbres.
En vista de la imposibilidad de implementación de estos planes de repoblación iniciados en 1516, las Casas entonces insiste, desde febrero de 1518, en el fomento del puro y simple envío de labriegos a Indias como elemento imprescindible para la mejora de su régimen social y político.
Este plan era contentivo de algunas solicitudes necesarias e incluía desde una suerte de seguro médico y premios para los labradores de éxito en sus cultivos hasta ayudas económicas para su sostenimiento en el primer año de su estancia en Santo Domingo. No obstante, como ese sostenimiento estaba diseñado en base a un sistema de restitución -lo que modernamente llamaríamos pago de una deuda social acumulada- cuyos fondos provendrían de los beneficios hasta esos tiempos obtenidos por los explotadores de los indios en la isla y por los encomenderos absentistas castellanos y aragoneses en la Península; entonces, la acérrima oposición de esos poderosos no se hizo esperar.
A pesar de que con fecha 10 de noviembre de 1518 se firma un extenso despacho para que Bartolomé de las Casas pueda reclutar y llevar a Indias los labradores necesarios para su repoblación; ya en marzo de 1519, desde Barcelona, cuando Casas solicita las seguridades finales ante el Consejo de Indias para que los labradores obtengan el socorro necesario como remedio para que éstos “se abrigasen y consolasen y mantuviesen hasta que tuviesen para trabajar y tener lo suyo”… entonces sucede que al término del ruego del fraile y de su solicitud imprescindible al Pleno de aquel Consejo de Indias, Fonseca, el Obispo de Burgos, replica los argumentos del fraile con la chocante y corrosiva sentencia siguiente: “Desa manera más gastará el Rey con esos labradores que en una Armada de 20,000 hombres”.
Tuvo éxito el argumento de los poderosos en boca de Fonseca. La petición de las Casas no prosperó y fue esa negativa el zarpazo final que hunde definitivamente el último proyecto lascasiano de repoblar las Indias con labradores castellanos y que concluye en el humillante fracaso que a estas líneas ocupa.
Así, un año después, los rufianes y taberneros antequeranos declarados como labradores por Luis de Berrio ante las autoridades de la Casa de Contratación –con Bartolomé de las Casas estando al margen de todo ello- se embarcan con destino a Santo Domingo en la nao San Juan el 15 de abril de 1520, en número de doscientas diez y siete personas –“de ellas diez niños de teta”- alojados debajo de la cubierta y del castillo de popa de dicha nao. Allí también estaba el mismo Berrio después de haberse asegurado los no despreciables importes conseguidos probablemente mediante el auspicio de Fonseca y sus poderosos compinches, para sufragar supuestos gastos de vagabundos disfrazados de labradores reclutados en plazas y calles de Antequera.
El fracaso ya estaba definitivamente consumado.
Unos ocho meses después de la partida de los “labradores”, o sea el 14 de diciembre de ese mismo año de 1520 y a bordo de la misma nao San Juan, se embarca fray Bartolomé de las Casas con destino a la misma ciudad e Isla.
Reiteremos, para concluir, la descripción que hace las Casas acerca de aquellos supuestos labradores llegados a Santo Domingo, producto de sus frustrados y traicionados proyectos:
“Llegados a esta isla y ciudad de Santo Domingo, donde tuvieron mayores peligros y trabajos, porque como los oficiales del rey no habían recibido cédula tampoco alguna del rey, ni mandado, porque el clérigo [Casas] no la había enviado por la razón dicha, ningún remedio se les dio ni tuvieron, sino morirse muchos dellos y henchir los hospitales de los demás, y de los que escapaban y sanaban hiciéronse taberneros, como quizá lo eran antes, y otros vaqueros y otros irse hían a robar indios a otras partes”.
Finalmente, confiamos que de la lectura de todo lo arriba expuesto pueda deducirse que Luis de Berrio no fue un humilde labrador que ayudando a Casas reclutó acelerada e inconscientemente a gente inapropiada que las Casas acepta porque los Señores feudales del momento se negaban a dejar partir a sus vasallos, y asimismo esperamos que el presente escrito pueda de alguna manera contribuir en la conformación de criterios mejor definidos sobre el caso.
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Notas bibliográficas:
1- a) Archivo General de Indias, A.G.I., Indiferente General 419, libro VII, folios 89-90v.
b) A.G.I., Indiferente General 420, libro VIII, folios 149-150v.
c) A.G.I., Contratación 4675, libro I, folios 133ss.
d) A.G.I., Indiferente General 420, libro VIII, folios 232-233v.
Ver: Genaro Rodríguez Morel; “Desarrollo económico y cambio demográfico en La Española". Boletín del Archivo General de la Nación, BAGN; año LXIX, Volumen XXXII, Número 117. Enero-abril 2007. Santo Domingo, D.N., República Dominicana, pp.106-107
2- Fray Bartolomé de Las Casas; “Historia de Las Indias”, Tomo III. Ediciones del Continente, S. A., Hollywood, Florida, 1985
3- Fray Bartolomé de Las Casas; ob. cit., p. 192
4- Fray Bartolomé de Las Casas; ob. cit., pp.189-190
5- Fray Bartolomé de Las Casas; ob. cit., p. 190
6- Fray Bartolomé de Las Casas; ob. cit., p. 191
7- Fray Bartolomé de Las Casas; ob. cit., pp.191-192
8- Fray Bartolomé de Las Casas; ob. cit., p. 192
9- Ver: Ayuntamiento de Antequera→La Ciudad→Historia:
10- Genaro Rodríguez Morel; ob. cit., p.107
11- Ayuntamiento de Antequera, URL cit.
12- Bartolomé de Las Casas; ob. cit., p. 192
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Notas:
Los corchetes y los subrayados entre citas son del autor.
Pedro Samuel Rodríguez
Santo Domingo, República Dominicana, 29.09.2008
Escrito publicado en el Boletín del Archivo General de la Nación (BAGN); año LXXIII; Volumen XXXVI; número 131; Santo Domingo, República Dominicana; Sept-diciembre 2011, pp. 533 - 550 (favor esperar a que el PDF cargue):