Pedro Samuel Rodríguez-Reyes
Resumen:
El presente escrito trata sobre minorías y mayorías sociales. Examina lo relativo a unos beneficios psico-sociales de validación que disfrutan los individuos que pertenecen al conglomerado socio-económico mayoritario de cualquier nación, independientemente se trate de la franja social media o de la clase pobre. De igual forma, examina la sensación de exclusión en que perviven los individuos que pertenecen a los grupos socio-económicos minoritarios.
No se atribuye simulación ni equívocos a lo que es socialmente mayoritario. Lo mayoritario simplemente ES y se impone sin tutelajes. Así, desde la particular visión del conglomerado social pobre y mayoritario dominicano, la clase media minoritaria representa lo equivocado, lo relativo y la simulación. Es esa la sensación de exclusión que enfrentan las minorías sociales; es esa la soledad de la clase media dominicana.
Introducción:
Antes de introducirnos en las formulaciones principales del presente escrito creemos necesario dedicar unos párrafos a la exposición de algunas consideraciones previas.
Para empezar, consideramos que a pesar de que aún carece de una clara conciencia de su propia franja social, la Clase media minoritaria y tradicional dominicana es probablemente el segmento humano donde mejor se han atenuado los factores que marcaron el origen contrastante de nuestro pueblo. Esa Clase media, como resultante social, es posiblemente el producto mejor decantado en la fragua de nuestra historia y el menos directamente impactado por influencias de estructuras tradicionales provenientes del pasado colonial.
Desafortunadamente, el refugiarse permanentemente al interior de su propio y estrecho ámbito de clase le habrá mutilado la posibilidad de poseer una lúcida conciencia de su propia franja social. Involucrarse con la Clase social Mayoritaria-pobre en los fragores de unas relaciones de defensa y de cuestionamientos mutuos, hubiese devenido en saludable ejercicio de toma de conciencia para ambos estratos sociales.
La secular carencia de entrenamiento en cuestiones referentes a fricciones y luchas sociales sería parte de las razones por las que la Clase media dominicana no posee aún la capacidad de asumir la defensa de los intereses que les son inherentes, y en consecuencia, habría de esperarse que -como ha estado ocurriendo-, instancias políticas se aprovechan permanentemente de la debilidad que tal carencia de conciencia de clase representa.
En el presente escrito no tratamos sobre las particularidades de las Clases sociales pobres o de los Segmentos sociales medios. Examinamos las implicaciones referentes a grupos humanos pertenecientes a estratos socio-económicos numéricamente Mayoritarios y a grupos humanos pertenecientes a estratos socio-económicos minoritarios. Es decir, nuestro interés está centrado en las implicaciones de minorías y de Mayorías sociales.
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Alcances y pretensiones del presente escrito. Valores y malestares sociales:
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En el presente trabajo, adrede nos alejamos de abordar el análisis de todo consabido criterio económico y de todo lo relativo a luchas de clases, y en cambio examinamos unos aspectos a los que posiblemente se les ha prestado poca atención. Nuestra tesis trata, en efecto, de que independientemente del estrato social en que se inserte un colectivo humano determinado, sea ese estrato de clase media o de clase pobre, la sola proporción numérica del grupo social al que pertenece un individuo, otorga a éste el disfrute de ciertos valores –si la proporción numérica del grupo al que él pertenece es mayoritaria- o al contrario, determina en él el afrontamiento de ciertos malestares como la exclusión y la soledad, si su grupo social es minoritario.
En otras palabras, esto quiere decir que, por un lado, en países en donde la Clase Social Media es la Mayoritaria (Estados Unidos, Francia, España…), los individuos que allí pertenecen a los Colectivos humanos minoritarios pobres son quienes afrontan y sufren la doble condición de pobreza material en adición a la soledad socio-psicológica a que es sometido todo grupo humano minoritario. En el otro escenario, en sociedades como la dominicana (y como en la mayoría de los países latinoamericanos) sucede a la inversa; esto es: el Conglomerado Social Mayoritario es pobre, por tanto, éste sufre la pobreza material pero no la soledad propia de las minorías. Consecuentemente, en nuestro país, la soledad y la exclusión socio-psicológica tienen una víctima: la minoritaria Clase media tradicional.
La soledad de la Clase media dominicana es una categoría social de construcción relativamente reciente. La magnitud de esa soledad es directamente proporcional a la dimensión de la novedosa presencia de la Clase social Mayoritaria-pobre en el escenario de la nación. En épocas cuando el Conglomerado social Mayoritario-pobre dominicano no había emergido de su invisibilidad, la Clase media minoritaria y tradicional gozaba de un protagonismo indiscutible por siglos y generaciones. Sin embargo, de forma casi repentina los roles han estado invirtiéndose puesto que los actores involucrados en el proceso han cambiado la procedencia de su estrato social. Por tal razón, ayer primaban los Valores sociales de la Clase media tradicional mientras hoy toman presencia masiva los Valores sociales de la Clase Mayoritaria-pobre emergente.
Este proceso representa un avance socio-histórico; pero un avance con sus correspondientes costos y con sus acreedores y deudores sociales específicos. Uno de tales costos es la soledad, la exclusión y la victimización política que paga la Clase media minoritaria dominicana como deudor de las acreencias sociales del Conglomerado Mayoritario-pobre.
Si queremos dar un ejemplo concreto observemos cómo uno de esos costos es asumido por la Clase media que subsidia parte importante de los servicios que el Conglomerado Mayoritario evade a causa de su desafortunada y permanente invalidez económica. Pero esa causa posee una motivación adicional y determinante. Se trata del respaldo que ese Conglomerado recibe de parte de dirigentes que cuidan su capital político representado por este Colectivo-pobre numéricamente Mayoritario en función de votantes. Así, este esquema des-importantiza, victimiza y torna descaradamente utilitaria la relación de la dirigencia político-partidarista con una Clase Media incapaz de aportar el caudal de votos que posee el poderoso Conglomerado Social Mayoritario-pobre. La minoritaria Clase media es convertida así en el forzado pivote que subsidia a una clase Mayoritaria que ignora el artificio, y cuyo beneficiario final es el político que manipula a ambos.
La Clase media minoritaria dominicana afronta entonces el doble malestar de, por un lado es víctima de la natural soledad a que le arroja el Conglomerado social Mayoritario, y por el otro lado, del permanente castigo de las dirigencias político-partidarias mediante el esquema arriba señalado. Lo peculiarmente penoso de la situación de la Clase media dominicana es la doble carencia de una lúcida autodefensa de sus intereses de Clase y a la vez la inexistencia de un Colectivo social que le preste auxilio. Al parecer, los infortunios de la Clase media dominicana vienen siempre en pares: doble carencia, doble malestar; como sino de un tándem peculiar que no aporta ni alivia.
No es el interés de las presentes reflexiones el estudiar las sociedades de naciones cuya masa poblacional Mayoritaria sea de clase media. Nuestro interés básico está enfocado en el examen y las repercusiones socio-psicológicas en pueblos donde la Clase media es el segmento social minoritario. En el presente trabajo tratamos de estudiar la minoritaria Franja Social Media de República Dominicana verificando las posibles causas e implicaciones de su exclusión, su malestar y su soledad.
No tratamos aquí sobre la conocida, inhumana y clásica exclusión económica de las masas desposeídas. Más bien nos interesa examinar el ámbito de una soledad peculiar en donde son lanzados y arrinconados los segmentos sociales minoritarios (sean éstos de Clase media o Pobre) por los Conglomerados sociales Mayoritarios (sean de Clase media o Pobre). Estos Conglomerados Mayoritarios están investidos de la seguridad y del soporte psicológico que otorga lo mayoritario y plural que norma, evalúa, califica, descalifica y es la base y el canon de la cultura popular, tradicional y mayoritaria en una determinada sociedad-nación. Los Conglomerados Mayoritarios, además, representan con sus votos el mayor capital político con que cuentan los partidos de cualquier nación.
Reconocemos que una buena parte de las reflexiones referentes a los temas tratados en el presente escrito son instancias tal vez escasamente examinadas, por lo que abordar aspectos sociales como el que aquí pretendemos acometer, posee quizás los riesgos propios de toda novedad. Ese abordaje se ve agravado por la escasa o nula bibliografía de apoyo y por la carencia de previos debates. En tal virtud, la solicitud de una lectura indulgente se hace necesaria.
Origen histórico de la tradicional y minoritaria Clase Media dominicana:
El origen histórico de la formación de la Clase media dominicana no parece del todo claro. La aparición de la "conciencia de clase" luce aún más difusa.
Quizás puedan rastrearse unos remotos precedentes históricos que en sentido general expliquen parte de ese origen. Por un lado, esos precedentes tendrían como génesis los individuos libres tales como labradores y personas de diversos oficios llegados a la colonia española de Santo Domingo a partir de nuestro primer siglo, el siglo dieciséis. Por el otro lado, un adicional sustrato originario de nuestra clase media estaría posteriormente generado por inmigrantes pobres (pero libres) llegados desde las Islas Canarias a partir de finales del siglo diecisiete hasta mediados del dieciocho.
Adicionalmente, empezaría a forjarse un sustrato tardío de esta Clase media a partir de la pérdida de poder económico de los hateros a fines del siglo 18. Esa pérdida de poder ocurrió, en parte, a causa de la marcada escasez de la fuerza de trabajo esclava. Tal escasez se debió a la gran cantidad de esclavos libertos mediante manumisiones, es decir, al importante número de esclavos que compraron la libertad a sus amos. Estos eventos empezarían a propiciar la conformación de una Franja social media, en cuyo proceso pudo haber tomado parte algún limitado número de libertos quienes a partir de entonces pudieron haber obtenido un relativo éxito en gestiones productivas independientes.
Dicho sea de paso, los eventos mencionados en el párrafo anterior coincidieron con el inicio del éxodo hacia el exterior de una cantidad significativa de familias con tradicional poder económico, a raíz de la firma del Tratado de Basilea de 1795.
Probablemente, el segmento social medio de más larga data ya habría iniciado un proceso de permanente conformación mediante determinado número de personas provenientes del sector urbano; y, en menor escala, mediante una parte del segmento de 'los más acomodados’ que provenían de la mayoritaria comunidad rural. A posteriori, empezaría a propiciarse una adicional franja social media compuesta por una parte de los individuos llegados desde el exterior (judíos sefarditas, árabes, chinos, puertorriqueños, españoles…) a partir de la segunda década del siglo 19 (1822) hasta comenzado el siglo veinte. Así, en sentido general, puede colegirse que esta multiplicidad de origen del Sustrato social medio habría conformado una heterogénea Clase media al interior del conjunto social dominicano. En adición, una parte de todas esas inmigraciones se colocaría a través del tiempo y las generaciones en la Franja social de las Clases altas. Obviamente, la estampida social ocasionada por el tratado de Basilea obligó a una recomposición radical; a un ‘empezar de nuevo’ en esas estructuras sociales que se venían conformando hasta 1795.
Origen histórico de la Clase pobre Mayoritaria dominicana:
En sentido general, el Conglomerado social Mayoritario-pobre luce provenir de una definida tradición de tensiones históricas de añeja data cuyo principal punto de partida no sería otro sino el sistema esclavista ejercido a lo largo de varios siglos de administración colonial.
Posteriormente, y dicho en forma muy general y esquemática, completaría el proceso de la conformación de la Clase social Mayoritaria-pobre, la vida autónoma de los ex-esclavos (a partir de finales del siglo 18) y su voluntario e inmediato aislamiento en el interior de la zona rural como medida que le garantizaba el pleno disfrute de su nueva condición de libres, conformando con ese aislamiento, sin proponérselo, el origen del campesinado dominicano (1). Luego de internados en la zona rural, estos ex-esclavos ejercieron su libre adscripción al colonato, 'como versión de un inédito sistema esclavista patriarcal asalariado' (R.Cassá). Muy posteriormente, es decir, unos doscientos años después, esa Clase Mayoritaria-pobre inicia un proceso de urbanización mediante el éxodo masivo desde las diversas zonas rurales en donde se había asentado, hasta los centros urbanos, cuyo desplazamiento ocurrió con énfasis en el último tercio del siglo veinte (1970-2000 aprox.).
Vale decir que aquellos libertos (hoy ciudadanos étnicamente mezclados y puros) quienes doscientos años antes tomaban la decisión de internarse en la zona rural conformando desde entonces el campesinado dominicano, hacen su aparición en el ámbito urbano por vez primera, dando paso a la incorporación de la Clase social Mayoritaria y su correspondiente cultura tradicional en el ámbito citadino. Se encontraron, así, el concepto urbano y el concepto rural en forma casi repentina.
Es precisamente este encuentro lo que habría agudizado en los últimos decenios la diferenciación y el contraste entre una cultura tradicional rural Mayoritaria y un concepto cultural de Clase media minoritario de filiación urbana. Ello, en parte, ha provocado en los actuales grupos de Clase media tradicionales un sorpresivo turbamiento al percatarse de la manifiesta, sostenida y acelerada reducción de su Segmento social que este masivo vaciamiento del ámbito rural en lo urbano ha causado. Más manifiesto y evidente cuando en la actualidad la segunda generación de aquellos auto-desplazados de la zona rural a la urbana ha provocado el aumentado vertiginoso de una cultura híbrida urbano-rural, desconocida hasta entonces, la cual tiene masiva presencia en casi todos los ámbitos del quehacer nacional.
A grandes rasgos podríamos describir el periplo de las Clases Mayoritarias desposeídas, de la siguiente manera: de esclavos a libertos; de libertos a campesinos; de campesinos a los ciudadanos pobres y Mayoritarios de hoy. Este proceso de éxodo desde lo rural a lo urbano quizás puede ser señalado como nuestra segunda gran diáspora intra-territorial, después de las Devastaciones de 1605-1606.
Adicional a su incuestionable mayoría numérica, el actual Conglomerado social Mayoritario-pobre dominicano posee unas tradiciones de lazos de solidaridad de mayor solidez, compactación y homogeneidad que cualquier otro segmento social criollo. Las redes de vínculos primarios ejercidos por ese grupo social Mayoritario a partir de su dilatado aislamiento en la zona rural tales como el compadrazgo, el convite y demás expresiones de reciprocidad social, así lo han determinado.
Hay autores que ubican la aparición de una marcada diferenciación y separación de clases sociales en la nación dominicana, a partir de la ocupación militar norteamericana (1916-1924). En efecto, en un escrito de 1945, el dominicano Ramón Marrero Aristi expresa que: "Hasta 1916, en nuestro país no había existido una separación de clases propiamente dicha. Todos éramos en el fondo campesinos: el señor de la ciudad, el general, el intelectual, tenían detrás el conuco o el potrero. Todos estábamos ligados al campo en una forma u otra. Las banderías políticas, sin fondo ideológico, no habían afectado en lo más mínimo ese estado general... Cuando se fomentó esa formidable burocracia [por las fuerzas de ocupación] como no se había conocido hasta entonces... se acentúa la división de nuestra sociedad para formar un mosaico de diversos matices como antes no existiera" (2), concluye Marrero Aristi.
Nótese que la recomposición social que nos dibuja Marrero Aristi no fue provocada por fenómenos tales como un masivo éxodo rural a las zonas urbanas sino consecuencia de una novedosa burocracia implantada por la administración de la ocupación militar norteamericana. ‘Todos éramos en el fondo campesinos’, dice el autor refiriéndose a la secular composición de una sociedad urbana tradicionalmente vinculada al dilatado ámbito rural. Sin embargo pensamos que probablemente la acentuación de la división social a la que el escritor hace referencia no sería más que formas novedosas de estilos y funcionamientos a que se adscribió una parte del conjunto social urbano de la franja social media del momento, marcando notable diferencia con los segmentos sociales que se resistieron a tales cambios. Ello ocasionaría la aparición de los ‘diversos matices’ a que hace referencia Marrero Aristi.
Es decir, una parte del segmento social de nuestra tradicional y peculiar Clase media urbano-rural de la época, se adhiere a formas novedosas y marca con ello una diferencia, lo cual provoca la aparición de aquel ‘mosaico de diversos matices como antes no existiera’, mencionado por este autor. Creemos, no obstante, que lo que efectivamente hubo allí sería elevadas cotas de pose intra-social, lo cual demostraba un innegable avance; pero no estamos convencidos de que ello generó la aparición de cambios que provocasen mutaciones sociales importantes. Ciertamente, quienes manejaban el novedoso idioma inglés y la máquina de escribir acentuarían el contraste con el segmento social de los otros que no que dejaron ‘su conuco ni su potrero detrás’.
Sería de utilidad señalar, por un lado, que todavía en esta época (1916-1924) los valores sociales de las Clases medias tradicionales tenían vigencia, mientras que, por el otro lado, el Conglomerado social Mayoritario-pobre era aún invisible. Considérese, además, que posterior a esta época, la sociedad dominicana continuó presentando un perfil eminentemente rural por muchas décadas.
Pensamos que, con sus costos y riesgos, los cambios sociales verdaderamente importantes, novedosos y trascendentes al interior del conjunto social dominicano se están ejecutando en la actualidad de los últimos decenios. Uno de los factores decisivos para que así sea está determinado -precisamente- por la inédita y sorpresiva aparición del protagonismo político-cultural de una numéricamente poderosa Clase social Mayoritaria-pobre en el ámbito de la geografía de la nación, cuya influencia lo toca e infiltra casi todo, sacudiendo las mismas bases del tradicional tejido social dominicano. Si se quisiera hablar de cambios fundamentales y de inicios de mutaciones sociales en la historia de este pueblo, habría que referirse a los actuales procesos. A nuestro entender, un otro proceso similarmente radical de cambios se inicia a raíz del tratado de Basilea de 1795.
La aparición del protagonismo socio-político del Conglomerado Mayoritario-pobre en el escenario de la nación no tiene precedentes históricos. Sus consecuencias futuras son impredecibles porque –precisamente- el conjunto social dominicano no posee experiencias previas en esa instancia. Por ello los cambios, los re-acomodamientos y las compensaciones se ejecutan sobre la marcha.
Percepción de malestar o de bienestar:
Como avanzamos en el resumen del presente trabajo, nuestra reflexión va dirigida, por una parte, a las causas que de forma casi imperceptible producen sensaciones de malestar y aislamiento en los individuos pertenecientes al colectivo social minoritario (cualquiera sea la franja socio-económica de éste colectivo minoritario) de una determinada sociedad-nación; y por la otra parte, respecto de las causas que confieren valores y sensaciones de bienestar a quienes pertenecen al grupo social mayoritario (cualquiera sea la franja socio-económica de este grupo mayoritario). Hablamos entonces de mayorías y de minorías sin importar la franja social, sea media o sea pobre en que se ubique esa minoría o esa mayoría.
En otras palabras, postulamos que: el hecho pertenecer al grupo socio-económico mayoritario de una nación, cuya mayoría es, en definitiva, la base, el canon y la norma de la cultura gestada por esa sociedad en el decurso de su historia, otorga al individuo que pertenece a esa mayoría, la seguridad y el soporte psicológico que confiere toda mayoría.
Se trata, pues, de la investidura, la seguridad y la gracia conferidas a los individuos, por ejemplo, de la clase media cuando estos individuos son ciudadanos de una sociedad-país de Clases medias mayoritarias. Asimismo, se trata del soporte psicológico y la gracia de que se sienten investidos los individuos de las Clases desposeídas cuando pertenecen a una sociedad-país de Clases desposeídas mayoritarias.
Es decir que, en general e indistintamente, los individuos que pertenecen a la clase mayoritaria, sea ésta media o pobre, en la sociedad de la que forman parte, disfrutan en forma exclusiva de una grata, inapreciable, sutil e íntima sensación de bienestar personal de saberse aceptados e integrados a lo mayoritario; disfrutan de la íntima sensación de percibirse parte consustancial y auténtica de ese trasfondo cultural común; de sentirse cómplices y partícipes de lo general, lo múltiple y plural de su pueblo. Estos individuos viven tan estrechamente integrados a esa suerte de "status gratiae" que a ellos podría resultarles un natural e inconsciente regalo.
Por el contrario, el hecho de un individuo pertenecer al Grupo social minoritario, sea éste medio o pobre, genera en él sensaciones de aislamiento, de soledad, exclusión y desautorizaciones. Estos representan una categoría de personas colocadas fuera de esa gracia plural que sólo lo mayoritario puede conferir.
En sociedades como la dominicana, en donde el colectivo social mayoritario corresponde a la Clase pobre, son éstos pobres-mayoritarios quienes están investidos con los beneficios de ese particular estado de gracia, mientras que los individuos pertenecientes a las minoritarias y tradicionales Clases medias apenas imaginan el significado real de tales sensaciones, y solo pueden conformarse con alimentar en su interior la utópica aspiración de que algún día puedan pertenecer, en su propia tierra, a una sociedad en la que ellos también reciban esa general y solidaria complicidad.
Para este individuo de Clase media minoritaria, su aspiración es perennemente inalcanzable, y en adición, está en constante colisión frente al Conglomerado Mayoritario-pobre, al que percibe en ocasiones como un poderoso grupo plenamente confiado en sí mismo; culturalmente auténtico, tradicional y rico; avasallante, adverso, intimidante, inocente, obcecado y feliz, al cual no pertenece, y en el cual no es aceptado ni puede adaptarse. En adición, es poco probable que desde el Segmento social minoritario de una sociedad determinada se tilde de (por ejemplo) simulador al conglomerado mayoritario. Todo lo contrario pues obviamente sucede siempre a la inversa. Porque lo Mayoritario simplemente ES y se impone sin tutelajes. En la visión de lo Mayoritario lo que es minoría representa lo relativo, lo sospechoso y lo no auténtico. Lo Mayoritario y tradicional tiene la prerrogativa de normar, evaluar, descalificar e imponer formas en el lenguaje, la estética, los patrones culturales, en el concepto de progreso, en la naturaleza de las instituciones y en la conservación de las tradiciones.
Poetas, literatos y artistas de las clases minoritarias expresan a menudo en sus obras ese inconsciente deseo de vedada pluralidad. Como muestra, observemos los siguientes fragmentos poéticos:
- "Cuando la lámpara se enciende tras cristales empañados
les envidio su felicidad que no debo compartir:
la tarde patriarcal
con olor a fogón
a ropa de niños
a modestia"…
Gunter Eich (1907-1972)
‘El hombre de la chaqueta azul’
(“Der mann in der blauen jacke”)
- "Quiero imitar al pueblo en el vestido
en las costumbres sólo a los mejores
sin presumir de roto y mal ceñido…
Una mediana vida yo posea
un estilo común y moderado
que no lo note nadie que le vea"…
Andrés Fernández de Andrada (Sevilla, 1575 - México, 1648
‘Epístola moral a Fabio’.
‘Epístola moral a Fabio’.
http://es.wikisource.org/wiki/Ep%C3%ADstola_moral_a_Fabio
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Estos fragmentos poéticos de fuerte contenido lírico-social, escritos por sendos poetas en situación de clases minoritarias, reflejan y confirman la soledad y el deseo de pluralidad de esas clases sociales minoritarias. Ellos se expresan por sí mismos.
Adicionales implicaciones:
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Coexisten otras implicaciones en estos análisis. Se trata de una suerte de estructura conformada por justificadas exclusiones. Esto quiere decir que si alguien es parte de un universo social consustanciado con lo general y mayoritario, con lo culturalmente normativo y plural, a este individuo le sería doloroso concebirse desplazado a un sistema de minorías, expuesto a exclusiones y descalificaciones. Si percibe el peligro de ser desplazado, su argumento defensivo sería: ‘tal como soy, así es la mayoría y quien no es como nosotros podría atentar contra nuestro sistema general y común de valores, el cual es el normativo, el tradicional y válido. Somos el país, debemos fortalecernos y estar alertas para evitar que se nos desplace’.
Este argumento defensivo es válido y auténtico para una clase social (media) como para la otra (desposeída). Dependerá de cuál sea el estrato social de la clase mayoritaria en una nación determinada. Se trata, en ambos casos, de la defensa de una cultura particular y mayoritaria amenazada.
Dicho en otras palabras; en una sociedad-nación cuyo conglomerado mayoritario sea la clase media o middle class (España, Estados Unidos, Francia...) este conglomerado mayoritario de clase media tratará de fortalecerse y buscará cómo defenderse frente a posibles agresores’; esto es, frente a intentos de un crecimiento vegetativo o por vía de la inmigración de minoritarias clases depauperadas nacionales o extranjeras, respondiendo con la actualización, la adecuación y el endurecimiento del marco legal migratorio; reaccionando con efectivos programas de desarrollo económico; con auténticas y eficientes campañas de apuntalamiento al sistema educativo. Muy probablemente la implementación de esos programas encontrará una amplia y positiva respuesta en ese conglomerado social mayoritario de clase media amenazado.
En el otro escenario, es decir, en una sociedad-nación donde el conglomerado mayoritario pertenezca a la clase pobre, sería esa clase pobre quien, obviamente tendría sus respuestas defensivas particulares.
En ambos casos, el poder de la mayoría termina entronizando, trazando y normando mediante su propia visión, la cultura, la política, el concepto de progreso, y la naturaleza de las instituciones de la nación. El país en donde se establece una determinada clase mayoritaria -sea la clase media o sea la clase desposeída- lo hace con fuerza y determinación. Esta mayoría no dirige necesariamente los poderes fácticos pero su condición de conglomerado mayoritario lo influye todo y su resistencia a ser desplazada es formidable.
En el caso particular del grupo social mayoritario en República Dominicana, sería un ejercicio revelador y útil, observar e identificar las respuestas defensivas de nuestras Clases pobres mayoritarias, como resistencia a ser desplazadas frente a las posibles agresiones de nuestras clases medias minoritarias o de cualquier otro.
El sacerdote jesuita Jorge Cela considera que: "Los valores, elementos y patrones de la cultura tradicional [mayoritaria] condicionan la conducta de los segmentos poblacionales [minoritarios] inmersos en la cultura tradicional [mayoritaria]" (3). Es esto lo que exactamente tratamos de decir. Es, además, lo que explica el por qué los segmentos poblacionales minoritarios de clase media dominicanos han sido en muchos aspectos, condicionados e influidos por la cultura tradicional mayoritaria, sin pertenecer a ella necesariamente. Probablemente este fenómeno sea una suerte de inconsciente concesión de las clases minoritarias medias para su propia convivencia y sobrevivencia en medio del escenario protagonizado por el poderoso conglomerado social mayoritario.
Podría ser, incluso, una inteligente estrategia de la clase media para atenuar las posibles fricciones sociales que ocasionaría la exhibición manifiesta de contrastes culturales. Hacer esfuerzos por igualarse en las expresiones del lenguaje o en los gustos estéticos es una forma de lograr cierta armonía social entre grupos conformados con históricos patrones culturales divergentes. Se trata, en cierta forma, de valores adicionales y peculiares de nuestra sociedad dominicana.
Clase media y soledad:
En sociedades como la dominicana, la percepción de malestar del individuo de la Clase media (minoritaria) se explica por la soledad a que le arroja la limitación numérica de sus iguales, cuya condición le priva de poseer un espacio social amplio para la interacción, para el intercambio de intereses comunes y para el ejercicio de un diálogo permanente, abierto, creativo y múltiple. Este individuo nunca podrá disfrutar de aquellos valores ni de aquel don intangible propio de una clase mayoritaria a la que no pertenece ni quizás pertenecerá.
La mayor de las veces el individuo perteneciente a la minoritaria Clase media, trata de compensar su soledad encerrado en estrechos círculos de sus iguales donde aspira drenar su condición de semi-excluido. Malestar y frustración por lo utópico de la obtención de aquella gracia plural de la que no se le inviste, la cual es sólo dada a quienes son parte del colectivo mayoritario que rige, norma y mueve a su ritmo particular la evolución de los procesos económicos, políticos y culturales de la nación que es también la suya pero que su minoritario Colectivo medio en poco influye. Malestar soterrado por su doble condición de anónimo marginado expuesto a descalificaciones y rechazos culturales de parte de las clases mayoritarias, quienes justifican su actitud con el poderoso argumento de la insignificante influencia del enano grupo Clase-media.
A este individuo de Clase media minoritaria, sólo podría salvarle la deseada inserción a su estrato socio-económico de una parte importante de los otros, los del colectivo Mayoritario-pobre. Pero, para esos otros, ello representa un tránsito con dos formidables y complejos obstáculos. Así, el tránsito desde la clase Mayoritaria-pobre hacia la clase media posee dos casi insuperables barreras representadas por:
1- La definitiva obtención y el pleno uso y consumo de los bienes materiales y culturales de los que siempre se le ha excluido.
2- La auténtica voluntad de incorporarse a nuevos valores culturales y a novedosos patrones de funcionamiento ajenos a su clase mayoritaria.
Para el individuo perteneciente a la Clase pobre Mayoritaria, esa primera etapa del tránsito no le ha sido aún facilitada; y la segunda, la más difícil, le resulta aún más compleja que la primera.
Y le resulta más compleja porque alguien que ha estado perteneciendo por generaciones a la influencia de su colectivo Mayoritario-pobre, puede que le sea ciertamente difícil la auténtica inserción en los Estratos medios ya que se siente pertenecer a una cultura nacional tradicional, válida, general, útil y perfectamente conocida. Se trata de un tránsito desde la seguridad de un entorno cultural heredado de los suyos hacia otro por completo desconocido. En adición, su propio y conocido segmento social Mayoritario-pobre posee un cierto halo de iconográfica sacralidad que le humaniza, por lo que ese individuo de Clase pobre-Mayoritaria no podrá abandonar su entorno cultural sin algún sentimiento de culpa.
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Clases mayoritarias y estructuras tradicionales:
Es necesario comprender que esa segunda etapa del tránsito desde los valores culturales de la clase Mayoritaria hacia los valores de la de Clase media; es decir, la de incorporarse a nuevos valores culturales; posee válidas resistencias, y podría ser interpretado por el individuo que lo ejecuta y por los de su entorno, como renuncia o traición a antiguos valores de sus ancestros y como expresión de inaceptado cuestionamiento a antiquísimas convicciones heredadas de sus mayores. Para él, y para los suyos, sería equivalente a vender sus valores culturales a cambio de bienes materiales, confort y prestigio. Todo ello refleja el efecto de antiguas y válidas estructuras de convicciones y visiones provenientes del pasado; de su propio pasado ancestral; de la historia de los suyos; de su cultura tradicional y mayoritaria.
Pensando históricamente podríamos vislumbrar que la formidable resistencia a ese tránsito social se habrá estado oponiendo con fuerza solapada e inconsciente a necesarios cambios económicos, sociales y culturales que por décadas el estado y los gobiernos han estado tratando de implementar. Tal vez no son del todo claras las vías por las que se expresan tales resistencias, pero sus efectos se perciben. La extensa experiencia histórica de nuestros conglomerados sociales mayoritarios, adicionado al vasto ejercicio de particulares redes de reciprocidad social y de vínculos primarios de solidaridad, pudieron haber sistematizado entendibles formatos de contracultura que se expresarían hoy en función de inconsciente rechazo a lo nuevo, a los cambios de la modernidad y al progreso.
Tal resistencia podría ser identificada como parte de esas estructuras que se han conformado en la Larga Duración de nuestra historia, pudiendo rastrearse en líneas ascendentes de observaciones. A este respecto, el historiador dominicano Roberto Cassá, refiriéndose a nuestro campesinado de antes del gran éxodo hacia los centros urbanos ocurrido en el último tercio del siglo XX, nos revela lo siguiente: "Distante de un mundo urbano en extremo pequeño, la comunidad campesina se caracterizaba por una predisposición contraria a la innovación. Los criterios vigentes no solo comportaban desconfianza sino una cerrazón consuetudinaria ante lo extraño. Esta postura se mantendría durante décadas posteriores, no obstante los avances de la urbanización y la educación formal" (4).
Nos permitimos aquí hacer un aparte para consignar que pese a las señaladas peculiaridades de nuestro campesinado dominicano, éste distó mucho de asomarse a la generación de formas primitivas o arcaicas de bandolerismo o agitación social como las encontradas en Latinoamérica, cuyas formas han sido señaladas por el historiador británico Eric Hobsbawm en su libro ‘Rebeldes primitivos’ (5). Hobsbawm describe la aparición de unas formas violentas y de crueldades generalizadas desde finales del siglo XIX hasta las primeras décadas del siglo XX en zonas rurales de varios países Latinoamericanos surgidas en el seno de movimientos campesinos. Las causas que motivaron esas formas arcaicas y primitivas fueron diversas pero no nos incumbe detallarlas en el presente escrito. Lo que sí podemos indicar es que dichas causas no se hicieron presentes en la sociedad dominicana.
Retomando la temática de las estructuras sociales tradicionales en República Dominicana, observemos el informe de la Encuesta Demos94 (5) el cual, en su capítulo III referente a la cuestión de la modernidad, plantea lo siguiente: "No obstante los cambios vertiginosos acontecidos en los últimos decenios, los valores y concepciones tradicionales persisten en la sociedad dominicana, y hay dudas de que estos cambios hayan estado acompañados de mutaciones significativas en las actitudes que norman el comportamiento" (6).
Tales fenómenos sociales, confirman nuestra percepción respecto de la presencia, aún hoy, en la primera década del siglo XXI, de estructuras conformadas por valores y concepciones provenientes del pasado colonial que continúan influyéndonos.
Por otra parte, no es difícil comprender que un individuo cuyos ascendientes han pertenecido por generaciones al Estrato social Mayoritario-Pobre no se coloca automáticamente en el grupo de la Clase media tradicional sólo porque ha obtenido bienes materiales e ingresos adicionales. Para ser aceptado como auténtico por los del Colectivo minoritario-medio, esa persona, como pre-requisito tendría que incorporar nuevos valores culturales e inéditos patrones de funcionamiento. Entendemos que la válida resistencia a incorporarse a unos nuevos valores culturales propios de la clase media, ajena a la suya, es en donde reside el núcleo de resistencia expresado en una predisposición que rechaza la innovación, como señala Roberto Cassá, y en donde reside la persistencia de valores y concepciones tradicionales como lo informa la encuesta Demos 94.
Probablemente la atenuación o la desaparición de ese núcleo de resistencia en el individuo de la Clase Mayoritaria-Pobre, sólo podrían lograrla sus descendientes sin que en éstos medie algún rastro de culpabilidad en el proceso de tránsito hacia la clase media minoritaria.
Entretanto -insistimos-, para el ciudadano de la Clase media en sociedades como la dominicana, su malestar persiste cuando reconoce el atasco existente en la primera etapa del tránsito hacia su clase, de aquellos a quienes en vano espera para que integren y multipliquen el número de su pequeño colectivo, pues, a este ciudadano de la Clase media le es evidente que aquella Clase Mayoritaria-Pobre no han obtenido aún los elementales materiales de la digna subsistencia como pre-requisito de la segunda y verdaderamente difícil etapa que es la de incorporar nuevos valores culturales propios de la Clase media. Por ello, el individuo de la Clase media minoritaria dominicana reconoce que su malestar persistirá, porque, en lo temporal, entiende que no sobrevivirá a la lenta evolución de los cambios y adaptaciones que aquellos mayoritarios requieren.
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Playas y quimeras:
La persona perteneciente a nuestras Clases medias toma conciencia de que su soledad se prolongará sin remedio en su propio suelo, y dirige a veces la mirada hacia la quimera de otras playas en donde, a sabiendas, podría convertirse en un oscuro extranjero; o permanece en su patria a la espera de que una generación de dirigentes actúe con la visión y la celeridad que requiere su realidad y su tiempo; o tal vez espere a que ocurra algún milagro que acelere aquí esos procesos.
De igual manera, quienes pertenecen a nuestras Clases Pobres Mayoritarias dirigen también la mirada hacia la misma quimera, aunque con el definido y resuelto objetivo de la obtención de los bienes materiales siempre vedados en su tierra. Sus hijos harán la consecuente incorporación a nuevos patrones culturales, allá preferiblemente; liberándoles así de posibles culpas por traiciones culturales en su propio entorno nacional.
¿Quién es Clase media y quién Clase Mayoritaria?
Ponemos un cierto toque de humor al tema lanzando la pregunta ¿cómo reconocer al individuo que pertenece a la Clase Media tradicional-minoritaria dominicana y al que pertenece al Conglomerado social Mayoritario-Pobre de República Dominicana? Claro está que para responder, y a falta de definiciones y estadísticas confiables sobre el tema, no queda más opción que echar mano de los mitos urbanos.
Existe una multiplicidad de opiniones que trata de definir el perfil de unos y de otros. Unas expresan que ‘si un criollo disfruta de la chercha dominicana en un vuelo Madrid-Santo Domingo, entonces lo probable es que tal individuo pertenezca al Conglomerado social Mayoritario. Si por el contrario a la persona le desagrada la estridencia de esa chercha entonces es muy probable que éste sea parte del minoritario Segmento social de la Clase Media’. Otras consideran que en nuestro país ‘es Clase media todo aquel que siente preocupación por la vergüenza que pueda pasar si le suspenden los servicios de su casa y por tanto se empeña en pagar religiosamente su electricidad, su agua, su basura y demás arbitrios aunque tenga que pasar hambre’. Otras opiniones apuntan a que ‘si alguien cree que quienes pagan esos servicios son unos tontos, quien eso cree pertenece al Conglomerado social Mayoritario’…
No obstante, como respuesta a tales mitos o a cualquier asomo de certidumbre que estos puedan contener, cabe señalar que dentro de esa percepción general existen excepciones. Hay personas que -como cuerpos extraños- actúan de forma contraria a lo que de común se supone. Es el caso de ciudadanos dominicanos que residiendo en sectores residenciales de elevado poder económico evaden el pago de su electricidad mediante artimañas ilegales, mientras otros que residen en sectores populares cumplen religiosamente con todas sus acreencias. Igualmente se dan casos de individuos que en apariencia pertenecen al Conglomerado Mayoritario y sienten vergüenza por la chercha mencionada, mientras otros que aparentando pertenecer a la Clase media la disfrutan.
Probablemente se trata –acorde a los mismos mitos urbanos o a su eventual veracidad- de excepciones que confirman la regla de la percepción colectiva. Pero lo cierto es que ni unos son buenos ni los otros son malos. Cada individuo o colectivo de individuos actúa de acuerdo con los patrones culturales con que le ha formado su historia personal y la historia de sus ancestros inmediatos. Cada quien posee sus razones particulares, por lo que los juicios de valores aquí no tienen cabida, puesto que quien pretenda erigirse en juez es parte de un modelo o del otro y por tanto queda descalificado para juzgar.
Y es que se trata de las articulaciones de una estructura social disímil que aunque conformada por una misma historia, la génesis de esa estructura fue marcada por unos contrastes y por unas diferencias sociales, étnicas y económicas que aún después de 500 años el tiempo no ha logrado cohesionar satisfactoriamente. Se trata de la típica desigualdad social y económica propia de las actuales sociedades post-coloniales. La permanente y cotidiana lucha de los individuos y de los colectivos humanos involucrados en esa desigualdad, perfilan y definen la evolución y el sentido de estas sociedades.
De todas maneras, las reflexiones plasmadas en escritos como el presente, solo podrían ser de utilidad si junto a las reflexiones de los lectores pueden servir de lubricante a las articulaciones de la estructura social de la que todos somos parte y si pueden colaborar en el aceleramiento del proceso de cohesión de los contrastes y las diferencias de origen que aún nos influye.
Clase media y nación:
La Clase media tradicional y minoritaria dominicana posee unas características de funcionamiento cuya seña principal es la carencia de las armas, de las herramientas y del curtimiento para subsistir en el duro, económicamente limitado y violento escenario en que ha sobrevivido y sobrevive la Clase Mayoritaria desposeída. La sola idea de caer en esa hostil arena le resulta angustiante; lo que a la vez es una motivación que le aferra a librar una lucha permanente para mantenerse en el ambiente por él asimilable de su Clase media, o para escalar en su propia nación, si le es posible, estratos superiores que le garantice un mayor alejamiento de aquel escenario hostil de las clases Mayoritarias.
Esa necesidad de lucha permanente y esa angustia propia de la Clase media tradicional y madura es una condición medular, no una pose banal ni un elemental clasismo. De ahí proviene el núcleo vital de su importancia en la dinámica económica de la nación. Sin esa angustiosa y permanente lucha de nuestra minoritaria Clase media, probablemente la nación dominicana sería hoy aún más pobre y atrasada. En ese núcleo vital generado por la Clase media minoritaria descansa en parte importante la razón de nuestro sostenido crecimiento económico. Es la angustia que genera ese núcleo vital lo que aún nos sostiene como pueblo con las características suficientes para pertenecer al espectro de las sociedades con vocación de desarrollo y futuro.
La Clase media dominicana es -en parte importante- el contribuyente que genera los recursos y paga la promoción de los Estratos sociales Mayoritarios. Esto es evidente –reiteramos- en servicios como la electricidad, el agua y otros arbitrios. La misión del Estado es administrar y distribuir esos recursos. Proteger, fortalecer y multiplicar a las Clases medias es garantía de la permanencia de esa promoción.
Transformar la sociedad dominicana en un ente cuya mayoría pertenezca a las Clases medias no es tarea fácil pero sería la aspiración, la meta y el objetivo político a ser alcanzado. No obstante, es una aspiración que para dejar de ser simple falacia de campaña política, requeriría conocer previamente el origen y la trayectoria de los procesos de la pobreza y sobre todo comprender la gramática interior de sus complejidades socio-históricas.
Notas bibliográficas:
(1) Cfr. Roberto Cassá, ‘El campesinado dominicano’; Boletín del Archivo General de la Nación, año LXVII, Vol. XXX, No. 112. Santo Domingo, D. N., mayo-agosto 2005, pp. 213-261.
(2) Ramón Marrero Aristi; ‘La posición del trabajador’; Boletín del Archivo General de la Nación, año LXVII, Vol. XXX, núm. 113. Santo Domingo, D.N., sept.-dic. 2005, p. 641.
(3) Jorge Cela, ‘Cultura y elecciones’, en Estudios Sociales, Año XX, número 63, Santo Domingo, enero-marzo, 1986.
(4) Roberto Cassá, Ob. Cit., p. 238
5- Cfr. Eric John Ernest Hobsbawm, ‘Rebeldes primitivos. Estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en los siglos XIX y XX’. Editorial Ariel, S. A., Barcelona, 1983. Cap. XII.
(6) ‘Informe Final de la Encuesta Cultura Política y Democracia’, DEMOS94. Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, Santo Domingo, R. D., 1996, p. 36.-
Notas del autor:
- Los corchetes y las negritas dentro de citas son del autor.
- ‘La soledad de la clase media’ es un capítulo del libro en preparación 'Una República Colonial-Aperturas, cambios y adecuaciones'. Registrado en la O.N.D.A. bajo el Nº 0002123, libro 06; Santo Domingo, República Dominicana.-.
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